Estudio del dialecto “argen-mex”
Introducción
A la hora de plantearme este trabajo, decidí tener en cuenta varios aspectos para poder elegir qué variedad del español de América iba a estudiar: la variedad escogida debía ser, por un lado, lo suficientemente original como para asegurar un trabajo propio, y no una mera recopilación de datos obtenidos de otros trabajos; pero, al mismo tiempo, esta variedad debía tener el necesario peso como para poder calificarla realmente de dialecto, y no ser algo artificial creado únicamente para esta investigación (en las presentes páginas, señalaré la importancia del dialecto estudiado y su difusión); otro aspecto a tener en cuenta es que, desde el punto de vista estrictamente lingüístico, la variedad estudiada debía presentar algunas diferencias claras con el español de Argentina (fonéticas, morfológicas, sintácticas o léxicas), para poder diferenciarla e incluso realizar comparaciones; finalmente, era muy importante estudiar un dialecto que de alguna manera mostrara un contacto entre distintas culturas iberoamericanas, una integración, una comunicación. Porque lo más importante de estas reflexiones es el poder analizar o mostrar diferentes casos de integración en nuestro espacio iberoamericano. Ya dije antes que ese espacio se define por muchos aspectos (culturales, políticos, económicos, históricos), pero no hay que olvidarse del aspecto lingüístico: las diversas formas de comunicación lingüística entre “hermanos” que comparten raíces culturales, históricas y lingüísticas, que contribuyen a conformar ese espacio, eje de estas reflexiones.
Con esos requisitos en mente, decidí analizar el argen-mex. En esta elección influyó también el hecho de que yo mismo pertenezco a la comunidad que se autodenomina “argen-mex”, lo cual sirvió para darle una mayor motivación al estudio de esa variedad. A lo largo de estas páginas, mostraré que esta variedad tiene peso propio y características lingüísticas propias. Un aspecto a considerar al leer este trabajo es que el argen-mex es un dialecto poco estudiado previamente (o, por lo menos, no tan extensamente como el español de los distintos países de América), lo cual es uno de mis objetivos, ya que me obliga a encontrar sus características sin recurrir a la bibliografía, pero al mismo tiempo marca una limitación: este estudio no debe ser leído como un análisis definitivo, sino tan sólo como un plan de investigación para un trabajo a desarrollarse en el futuro, con una mayor cantidad de sujetos de estudio. Lo esencial, en este momento, es mostrar distintos elementos de nuestro espacio vital y de las diversas formas en que nos integramos nosotros, los habitantes.
Presentemos, a grandes rasgos, el nacimiento del argen-mex: este dialecto surge en México, en los años de la última dictadura argentina. En esa época (1976 en adelante), muchos argentinos se exilian, por motivos políticos y personales, en México (dejaré de lado la dimensión política del fenómeno, puesto que mi eje de atención en estas páginas tiene que ver con la lengua y los fenómenos lingüísticos; el aspecto político ya ha sido ampliamente desarrollado por diversos autores). Este grupo de argentinos es, por supuesto, heterogéneo: son personas de distintas regiones de la Argentina, de sectores sociales diversos y de múltiples edades. Por otra parte, algunos se instalan definitivamente en México, mientras que otros regresan a su país con el retorno de la democracia; algunos tienen un sentimiento nacional muy fuerte que les hace mantener su dialecto, mientras que otros buscan la adaptación y, por lo tanto, incorporan la variedad del español mexicano rápidamente. Incluso hay una segunda generación (la de los hijos de estos argentinos) que nace en México (o que son argentinos pero llegan a México siendo muy chicos) y, de manera diversa, asimila y complementa el dialecto de sus padres y el dialecto de su país de crianza. A este grupo, a estos argentinos e hijos de argentinos nacidos en México, se los llama argen-mex. Para ser más correctos, ellos mismos se autodenominaron de esa forma: era una manera de reconocer la deuda enorme que tenían con el país que los recibió y les salvó la vida, sin renunciar a su nacionalidad. Uno de los puntos de encuentro de este grupo fue el Distrito Federal, la capital de México. Y, dentro de esa ciudad, uno de los lugares con mayor cantidad de argen-mex fue (y sigue siendo, aunque en menor medida) la Villa Olímpica, conjunto de edificios hecho para las Olimpíadas de 1968 que forman lo que en Argentina se conoce como barrio cerrado. En ese barrio (unidad es el término correspondiente en mexicano), se juntaron durante varios años muchos de esos argentinos exiliados. El corpus que he recogido para la primera parte de este trabajo corresponde justamente a argentinos, o argen-mex, que vivieron en la Villa Olímpica.
Por supuesto, los argentinos, al convivir diariamente con un dialecto diferente del suyo, terminaron (en mayor o menor medida, con unas características heterogéneas) modificando su propio dialecto: con el correr de los años, dejaron de hablar en su variedad argentina, pero tampoco pasaron a hablar la variedad mexicana. Hubo una síntesis, una mezcla: es esta variedad la que denominamos dialecto argen-mex. Ahora bien, como ya señalé antes, los argentinos exiliados procedían de distintas regiones, llegaban a edades distintas, y unos volvieron, otros no. Esto se traduce en diferencias lingüísticas entre los hablantes del argen-mex. Lo que me propongo en este trabajo es intentar reconocer algunas características comunes a estos hablantes, aclarando desde el principio que no busco una descripción exhaustiva de todas las características posibles de este dialecto (lo que excede claramente el objetivo de esta reflexión, enmarcada dentro de un propósito más global de reflexionar sobre nuestro espacio vital, y no solamente analizar un dialecto x) sino, más brevemente, una primera aproximación a ese dialecto que hemos llamado argen-mex.
En ese sentido, he realizado la siguiente delimitación del objeto de estudio: trabajo con argentinos procedentes de Buenos Aires, Capital Federal (para poder de esta forma manejar únicamente los rasgos propios del porteño), que se instalaron en el Distrito Federal (para poder también limitarme al mexicano de esa zona en este análisis). En cambio, sí trabajo con personas que tienen diferencias en el contacto lingüístico (ya sea por edad de llegada a México o por tiempo de permanencia). Esas dos variables influyen en los resultados y deben, por lo tanto, ser tenidas en cuenta.
Características lingüísticas
Como ya señalé antes, no hay bibliografía sobre el argen-mex (para ser honesto, yo no he encontrado; puede ser que haya trabajos publicados, pero los desconozco). Lo que sí encontré es material abundante sobre la variedad argentina (y porteña, más específicamente) y sobre la variedad mexicana (del Distrito Federal, en concreto). Ese material me servirá como punto de partida para poder analizar nuestra variedad; por lo tanto, es indispensable resumir un poco las características de ambos dialectos. En este punto, seguimos lo observado por el investigador Lipski (El español en América, 1996).
Empecemos con el español de Argentina. En el aspecto fonético-fonológico, Lipski señala que los porteños tienen una /n/ final alveolar; la /d/ intervocálica no cae; la /s/ final de sílaba se aspira, mientras que la /s/ final puede debilitarse e incluso aspirarse en posición prevocálica (por ejemplo en “los amigos”); las vocales átonas se mantienen; la entonación es, por supuesto, propia de la zona; la /rr/ múltiple se pronuncia como vibrante alveolar; el fonema /λ/ no existe, es un dialecto con rehilamiento (o zeísmo); el seseo es completo. En el aspecto morfológico: se usa únicamente el vos con su conjugación verbal; se usa siempre lo como clítico de objeto directo de tercera persona singular. En el aspecto sintáctico: el uso de tiempos simples en forma general (no se utiliza el pasado compuesto tanto, por ejemplo); la confusión entre los tiempos (“Juan no llegó” puede significar “Juan no h...