EL CORAZÓN DE QUERIDA AMAZONIA
«El desborde de la itinerancia»
Diego Fares S.I.
¿Cómo se pueden resolver los problemas, según Francisco, y en particular los que presenta la Amazonia? La respuesta se encuentra en una palabra que aparece cinco veces en la exhortación apostólica Querida Amazonia, y que es el motor o, mejor, el corazón palpitante del texto. En realidad es, en general, el corazón del modo mismo de ver del papa Francisco. El término es «desborde», o en su forma verbal, «desbordar».
En los grandes problemas, como el que la humanidad enfrenta en la Amazonia, «la salida se encuentra por “desborde”», afirma el papa Francisco. Y agrega que, para poder reconocer «el don más grande que Dios está ofreciendo», es necesario «ampliar horizontes más allá de los conflictos» trascendiendo la dialéctica que limita la visión. No basta disciplinar la vida, hay que abrirla a Dios, cuya presencia es siempre mayor, «desbordante».
Ya en 1989, Bergoglio decía que la crisis de la política consistía en no poder manejar el poder de la tecnología desde la unidad interior que brota de los fines reales y de los medios usados a escala humana. Eso es lo que hace que la política se vuelva «gnóstica», en el sentido de poseer un saber, pero falta de unidad. Y afirmaba: «Esta crisis […] se supera por vía de desbordamiento interno, es decir, [entrando] en el núcleo mismo de la crisis, asumiéndola en su totalidad, sin quedarse en ella, pero trascendiéndola hacia dentro». [p. 17/102]
«Desborde» es una expresión que Francisco suele usar con gusto y que él destaca cuando la usa alguna otra persona. En el Sínodo, mientras hablaba del desborde de la misericordia de Dios, Francisco dijo: «Es un desborde que la hermana Arizete Miranda expresó con una palabra que me llegó mucho: el desborde de la itinerancia. Solamente es capaz de desbordarse el que está en camino». Y en la exhortación dio voz a las poetisas y a los poetas amazónicos que hablan del río que se desborda: «nace a cada instante. Desciende lenta, sinuosa luz, para crecer en la tierra. Espantando verdes, inventa su camino y se acrecienta» (QA 45).
¿Qué significa este término en el pensamiento de Francisco? Es necesario considerar el desborde desde diversas perspectivas.
El desborde del actuar de Dios
Antes que nada, creemos que no se debe considerar el «desborde» como si fuera un «término técnico», aunque tenga un sólido fundamento filosófico y el origen de su contenido se pueda encontrar en el pensamiento de Romano Guardini. Examinemos algunos textos en los que Guardini muestra la vida como plenitud que se desborda y se supera a sí misma, creciendo y madurando desde el interior.
«Como plenitud, la vida se opone a la forma; quiere permanecer siempre en su frescura fontanal, manando libremente. Vista así, la [p. 18/102] vida no puede ser apresada, atada, acuñada. Se evade siempre, lo desborda todo, supera los más diversos modos y figuras. Es inefable, inexplicable».
«Hay algo en la vida que desborda —en el sentido de superar— los límites del antes y después». «La vida se supera a sí misma, sale de sí misma, está fuera de sí. Y se sabe tanto más fuerte y libre cuando menos cerrada permanece en sí». También el pensamiento que piensa este desbordamiento vital debe ser educado para «madurar», de tal modo que pueda «superar» [hinauswachsen] los límites de los prejuicios y lograr tener una visión integral. El desborde interior es, por tanto, esencialmente, una maduración.
Todos estos textos nos resultan familiares cuando escuchamos hablar a Francisco. Pero no debemos ir más allá buscando definir en abstracto el desborde. En el uso que le da Francisco es más bien una palabra evocativa e indicativa que invita a mirar otras cosas, generando un dinamismo «superador» cada vez que la vida parece quedar empantanada en interpretaciones que se contradicen entre sí de manera excluyente.
El fenómeno del desborde que Francisco tiene en mente como analogado principal es el actuar de Dios en nuestra vida y en nuestra historia: «Lo propio del Corazón de Dios es desbordarse de misericordia». Francisco señala esto como el mayor don de Dios (cf. QA 105). En esto se fundan el desborde en cuanto modo de actuar sinodalmente y el desborde en cuanto método de pensar práctico. Son estos un modo y un método que buscan adecuarse a ese don de Dios siempre mayor, a ese «ámbito vital» que los desbordes de amor y de misericordia de Dios no dejan de crear y de ofrecer.
Para que se de esta «adecuación» entre el desborde del don mayor de Dios y los desbordes de nuestro modo de actuar y de pensar es necesario hacer un discernimiento. Y esto se impone cada vez que nos encontramos frente a una encrucijada. Se trata de discernir [p. 19/102] el punto concreto —de apertura, de fragilidad, de abajamiento— que permite los desbordes de Dios.
Cuando decimos «punto concreto» nos referimos a que el desborde puede darse por una intervención en el momento justo, por un cambio de tono o por un gesto de abajamiento o de acercamiento al otro que desnivela lo que bloqueaba la relación vital. Las imágenes evangélicas son muchas en este sentido: desde la carrera del padre misericordioso que se le echa al cuello a su hijo hasta la inclinación del Señor para lavar los pies de los discípulos.
Desborde más que disciplina: un hilo conductor del Sínodo
El discernimiento acerca de cuándo hay que poner límites —disciplinar— y cuándo, en cambio, hay que dejar actuar y favorecer el desborde de Dios en nuestra vida y en la historia es un hilo conductor de las intervenciones de Francisco en el Sínodo. La cuestión de la disciplina ya aparece en el primer discurso: «Nos acercamos a los pueblos amazónicos en puntas de pie […] ajenos a colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de los pueblos. […] Y nos acercamos sin el afán empresarial de hacerles programas preconfeccionados, de “disciplinar” a los pueblos amazónicos, disciplinar su historia, su cultura; eso no, ese afán de “domesticar” los pueblos originarios».
Al finalizar el Sínodo el santo padre volvió a hablar de las cuestiones disciplinares y enfatizó que no había que reducir la importancia del Sínodo a las discusiones de tipo intraeclesiástico para ver quién «ganó» en alguna de ellas. El Papa pidió especialmente a los medios de comunicación que difundieran más bien «los diagnósticos (del Sínodo), que es la parte donde el Sínodo se expresó mejor: el diagnóstico cultural, el diagnóstico social, el diagnóstico pastoral y el diagnóstico ecológico. Porque la sociedad tiene que hacerse cargo de esto». [p. 20/102]
En el corazón de la exhortación apostólica el Papa dejó claro que no «cabe, frente a los pobres y olvidados de la Amazonia, una disciplina que excluya y aleje (… por parte) de una Iglesia convertida en aduana (… siendo que es) “esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios”» (QA 84).
Y frente a los problemas que presenta la inculturación, en los parágrafos finales, que son puntos clave, retomó la imagen del desborde que había usado en su intervención espontánea afirmando que «de modo análogo [a los primeros tiempos de la Iglesia], en este momento histórico, la Amazonia nos desafía a superar perspectivas limitadas, soluciones pragmáticas que se quedan clausuradas en aspectos parciales de los grandes desafíos, para buscar caminos más amplios y audaces de incult...