Arqueros, arcos y flechas
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Arqueros, arcos y flechas

En los mitos y leyendas

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Arqueros, arcos y flechas

En los mitos y leyendas

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Los autores, profundos conocedores de los secretos del arco y la arquería, decidieron embarcarse en una aventura compleja que les requirió mucho tiempo de investigación y recopilación de datos. El resultado, un abanico de historias que muestran la relevancia que el arco y la flecha tuvieron para nuestra especie en su larguísima evolución.No se conoce con certeza el inicio de la arquería. Año a año, surgen artículos que nos cuentan acerca de nuevas evidencias encontradas en una cueva o en algún paraje perdido del Viejo Mundo. Allá donde colonizó el Homo sapiens es factible, aunque muy poco frecuente, encontrar durante una excavación o simplemente caminando, alguna punta de proyectil amorosamente tallada, aerodinámica, liviana, armoniosa. Tan pequeñas que caben en el hueco de la mano, fueron confeccionadas con las rocas de mejor calidad y más fáciles para tallar. Su hallazgo perfora el tiempo para llegar hasta nosotros y permitirnos imaginar cómo fueron la arquería y los arqueros de épocas muy lejanas.Mucho más frágiles y más trabajosos de confeccionar, tanto que era lo que el cazador trataba de recuperar a toda costa, los astiles eran un bien preciado. Hacer un astil llevaba muchos días. Había que elegir las ramas más derechas de las maderas más aptas que hubiera en la región, pelarlas y luego con mucho trabajo, primero embeberlas en agua y luego enderezarlas con calor. Eran muy importantes; un astil torcido inhabilitaba el vuelo de la punta de proyectil más exquisitamente tallada. Es así que era en ellos en los que el grupo expresaba su pertenencia a una comunidad. A través del mensaje que enviaban las plumas de diferentes aves y los embarrilados con cueros y lanas de colores se podía saber quién había conseguido una presa o enviado al otro mundo a un enemigo.Junto al arco y las flechas hubo otra creación humana que acompañó a los cazadores y guerreros: los relatos legendarios y los grandes mitos. El arco, las flechas y los arqueros no podían estar ausentes y aquí están recopilados muchos de ellos.El lejano Oriente, Sumeria, Babilonia, Egipto antiguo, el mundo occidental que se inicia en Grecia han creado mitos y leyendas en los que los arqueros (y las arqueras) son grandes protagonistas de historias que han perdurado hasta hoy. Un viaje por el tiempo y el planeta, siguiendo a un arquero habilidoso con su arma mágica.

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Información

Editorial
Tolemia
Año
2020
ISBN
9789873776137
Categoría
Historia
IX. ARGENTINA
El arco y la flecha entre nuestros indios
En lo que es el actual territorio argentino la variedad de grupos étnicos es muy grande y poco se conoce de la evolución del arco en épocas precolombinas. Lo que sí podemos afirmar es que, según los relatos de los conquistadores españoles, en muchos lugares donde desembarcaron o arribaron atravesando el territorio, fueron recibidos a flechazos por los aborígenes que defendían su tierra.
El caso más emblemático es el de Juan Díaz de Solís, el primer europeo en navegar el Río de la Plata al que bautizó como “Mar Dulce” y el primero que pisó el actual territorio argentino desembarcando en la isla Martín García, a la que llamó así porque debió sepultar al despensero de ese nombre, fallecido a bordo de su carabela.
Al ver un grupo de indígenas sobre la margen oriental, intentó desembarcar, pero fue recibido a flechazos y muerto ante la mirada de la tripulación. El incidente, si se quiere, es el primer testimonio del uso del arco como arma de guerra por estas tierras y, seguramente, la primera vez que los Tupí Guaraní saborearon carne europea.
Los Tupí Guaraní que se dispersaron por el sur de Brasil, Paraguay y Argentina fueron estudiados por numerosos investigadores. Su cultura era de tradición guerrera y el arco y la flecha tenían gran relevancia en la comunidad. Metraux, un conocido estudioso de estos pueblos, halló en 1929 una gran cantidad de flechas con puntas muy variadas apropiadas para diversos usos, como la caza de grandes animales, de aves, la pesca, y la guerra.
Los arcos los hacían de madera dura y flexible, de fibras rectas y elásticas, de tamaño medio. Eran de diseño simple, sin recurvas en sus palas.
Construían sus flechas con una caña recta y resistente conocida vulgarmente en esa región con el nombre de Chuchío, (Gynerium sagitatum). Eran de diferente longitud, algunas de 1,20 m y otras más cortas, utilizadas para pescar. Las puntas, como la mayoría de los pueblos amazónicos y de Perú, las hacían de madera dura de palma. Usaban la palmera Chonta, (Astrocaryum aculeatum).
Para fabricar las cuerdas utilizaban fibras vegetales trenzadas o retorcidas muy resistentes, como la Caraguata, (Bromelia serra).
La forma de emplumar las flechas podía ser con los timones rectos o con las plumas atadas en espiral lo que les imprimía movimiento giratorio al dispararlas. Las flechas cortas y las usadas para pescar carecían de timones.
Como ya mencionamos, las puntas halladas eran muy variadas: de palma, de caña dura, de largas espinas de cactus y en forma de arpón. También usaban para cazar pájaros una punta llamada “songo”, de madera en forma de cono invertido. Tenía la ventaja de no clavarse en los árboles y no destrozar a la pieza obtenida.
Este tipo de punta roma era también utilizado por los niños que comenzaban a aprender el manejo del arco y la flecha.
Cuando los colonizadores llegaron a la región comenzaron a usar puntas de metal. La más común era de alambre grueso de unos 10 o 15 cm. que ataban a la punta del astil. A veces ataban en paralelo un trozo más pequeño que impedía que se desprendiera de la presa, por lo general en la pesca.
Prueba histórica de su bravura es la victoria sobre los bandeirantes portugueses en la batalla de Mbororé. A fines de 1640 los jesuitas tuvieron evidencias de una nueva incursión de bandeirantes más numerosa que las anteriores. Para ello se constituyó un ejército de 4.200 guaraníes, armados con arcos y flechas, hondas y piedras, macanas y garrotes, alfanjes y rodelas, y 300 arcabuces, además de un centenar de balsas armadas con mosquetes. Recibieron instrucción militar de ex militares, los hermanos Juan Cárdenas, Antonio Bernal y Domingo Torres. La operación estaba dirigida por el padre Romero. Recordemos que la orden jesuítica tenía formación militar y sus conocimientos fueron claves para la organización bélica de los guaraníes.
Los originarios
En la inmensa llanura que se extiende desde los contrafuertes andinos hasta el océano Atlántico, a la llegada de los españoles la población humana era muy escasa. En las costas del Río de La Plata vivían los Querandíes y un poco más hacia el interior, teniendo como límite el río Salado habitaban los auténticos Pampas, emparentados con los primeros.
Eran pueblos de gente más alta y atlética que los invasores que llegaron desde la cordillera y ocuparon sus territorios. No se sabe con certeza si fueron aniquilados por los invasores o se integraron a ellos.
Los pueblos que llegaron a finales del siglo XVIII, de etnia Mapuche, procedían de las vertientes occidentales de la cordillera, como los Nguluches, conocidos como Araucanos por los españoles, y los de las regiones orientales, los Puelches, (gente del este). Según la región se denominaban Picunches, (del Norte), Pehuenches, (del centro, los indios piñoneros) y los Huiliches (del sur).
En la parte central de los montes de chañares y caldenes pampeanos se asentaron los Ranculches o Ranqueles, (gente de los montes o carrizales).
Estos pueblos dejaron de utilizaron el arco desde que aprendieron a domesticar al caballo y se constituyeron en expertos jinetes. Solamente usaban el arco y las flechas incendiarias, como comenta Erize, para quemar pajonales evitando emboscadas de los soldados.
Las armas que usaban se adaptaban a la fauna del desierto. Era más fácil cazar ñandúes, guanacos y venados con boleadoras que con arcos y flechas primitivos. Y prefirieron la lanza larga de colihue, con chuza de hierro, para atacar a los soldados.
Durante el siglo XIX formaron una gran confederación que estaba manejada con mano de hierro por Calfucurá, (Piedra Azul) establecido en las Salinas Grandes, en La Pampa.
Selk´nam y Yamanas
Un caso interesante es el de los pueblos más australes de la actual República Argentina, los que habitaban la isla grande de Tierra del Fuego. Entre ellos se destacan los YámRana (Yahgan) y los Selk´nam que eran llamados Onas por los demás aborígenes.
En un excelente trabajo (Crovetto, R. M.) se describen de manera admirable los entretenimientos y juegos de los Selk´nam. Haremos referencia a algunos párrafos donde se relatan los juegos con arco y flecha.
El pueblo Selk´nam vivía en la parte norte de la isla y su principal fuente de alimentos provenía de la caza de un camélido de Suramérica llamado guanaco (Lama guanicoe). De él obtenían su carne, piel, huesos y tendones.
Construían arcos simples con maderas de la región, como la lenga, (Nothofagus pumilio), el ñire (Nothofagus antárctica) o el maitén (Maytenus boaria) y la cuerda la hacían con tendones de guanaco retorcidos. Las flechas las confeccionaban con madera de calafate (Berberis microphylla), usando varillas rectas que eran pulidas y luego bruñidas con piedras. Tenían puntas de pedernal o vidrio volcánico y eran pequeñas y agudas para ganar poder de penetración. El carcaj lo confeccionaban con la gruesa piel de lobo marino y lo llevaban debajo del brazo.
Los juegos con arco y flecha eran muy elaborados y variados entre esta gente y continuaron hasta principios del siglo XX.
Realizaban pruebas de tiro a distancia donde para competir formaban filas tratando de llegar lo más lejos posible. Algunos tiraban con parábolas elevadas y otros tensaban más la cuerda. Alcanzaban entre 200 y 250 metros y se relata que los grandes arqueros llegaban a los 500 metros.
Se divertían mucho en las competencias y los más diestros eran mirados con respeto por sus pares.
También practicaban a favor y contra el viento, que en la Patagonia sopla de manera inusitada e influye mucho en el vuelo de la flecha. De ésta forma realizaban sus experiencias para aplicarlas a situaciones reales.
Por lo general, en las pruebas de diversión no usaban puntas elaboradas, que eran difíciles de conseguir. Aguzaban la punta del astil o colocaban una envoltura de cuero de guanaco fuertemente atada a la punta del proyectil.
Las pruebas sobre blancos fijos eran entre 30 y 50 metros. Los blancos eran simples trozos de cuero de unos 15 centímetros. Al disparar debían controlar la parábola de la flecha. Las tradiciones orales dicen que algunos arqueros podían perforar una caja de fósforos a 100 metros.
La flecha la pinzaban con el pulgar y el índice de la mano derecha apoyándola en la cuerda mediante una pequeña ranura, y el astil lo apoyaban sobre el pulgar y el índice de la mano izquierda.
Las prácticas eran constantes y tiraban a otros blancos de piel más grande, colgados de la rama de un árbol o a la piel de un animal pequeño cosida e inflada.
Una prueba muy particular era el blanco móvil. Un guerrero tomaba un quillango de piel y se protegía mientras corría. Los demás le disparaban en movimiento. La flecha tenía solamente el astil aguzado y un tope o disco de cuero o corteza que evitaba herir al que hacía de blanco.
En algunos casos, dos rivales enfrentados por problemas de celos se batían a duelo con sus arcos. Disparaban flechas con la punta protegida por una pequeña pelota de cuero para no causar heridas mortales. Lo que buscaban era lavar su honor sin matar al adversario.
Cuando dos grupos de vecinos enfrentados por peleas tribales no se ponían de acuerdo, dirimían el pleito en una lucha simulada con arcos y flechas.
Se enfrentaban ambos grupos y tiraban por turnos, uno de cada bando. El que no tiraba debía evitar las flechas mediante movimientos rápidos y saltos. Cada uno tiraba 6 flechas con la punta protegida por un botón de cuero.
Para practicar tiro en movimiento, una especie de caza simulada, los tiradores se colocaban en fila en una hondonada. Uno de los participantes subía a la parte más alta de la loma y hacía rodar un aro forrado con una piel de guanaco o una especie de rueda hecha con arbustos flexibles y pasto. A medida que se desplazaba, los tiradores disparaban, festejando los aciertos con fuertes gritos. También tiraban a aros más pequeños tratando que la flecha pasara por el agujero central.
En las noches sin luna se divertían con una especie de fuegos artificiales. En una ranura hecha en la punta del astil colocaban una brasa y al disparar, la flecha producía un hermoso efecto de luz surcando la oscuridad.
Los chicos comenzaban la práctica con el arco a los 5 o 6 años. Por lo general era el abuelo quien confeccionaba un pequeño arco con alguna rama apropiada, (lenga, ñire) y le anudaba un tendón largo y fino como cuerda. Las flechas eran simples ramitas rectas y sin punta para evitar heridas.
Estos pueblos desaparecieron en el siglo XIX y sólo quedan algunos descendientes aislados. La última mujer Selk´nam que vivió a la manera tradicional murió hace pocas décadas. Afortunadamente se conservan testimonios orales, además de las fotografías y objetos que se atesoran en el Museo del Fin del Mundo en Tierra del Fuego.
Los Yamanas tenían más variedad de armas que los Selk´nam. Como pasaban la mayor parte del día en sus canoas, llevaban las armas en la embarcación, bien a mano, para usar la más adecuada en el momento oportuno. Dice Gusinde (1986) que los arpones y venablos usados por los Selk´nam eran obtenidos a préstamo de los Yamanas.
El noroeste argentino
Los ejemplares estudiados se obtuvieron de enterramientos en el departamento de Cochinoca, en la Puna de la provincia de Jujuy, República Argentina.
Las flechas de esta región eran confeccionadas con cañas, a las que se insertaba un intermediario macizo de unos 20 a 25 centímetros con una ranura de 10 milímetros en la parte anterior para enmangar la punta y un extremo cónico para insertar en la parte ahuecada de la caña.
Los arcos hallados presentaban variabilidad en cuanto a su tamaño, largo, sección central y extremos.
Las diferencias principales halladas entre los arcos jujeños y fueguinos son de tamaño. Los arcos fueguinos son más largos y de mucha más potencia. Téngase en cuenta que el arco de mayor potencia de Doncellas es similar al de menor potencia de los Yamanas.
Los astiles mantienen las relaciones, independientes del largo y no sobrepasan los 9 milímetros de sección. Un dato a destacar es que las secciones de las flechas, en ambas etnias se adelgazan en los extremos, adoptando una forma que nos recuerda las famosas flechas turcas de la Edad Media.
En la República Argentina la mayoría de los pueblos indígenas fueron diezmados por los conquistadores europeos, aunque hay una enorme masa de población mestiza. La llamada “Campaña o Conquista del Desierto” de fines del siglo XIX en Pampa y Patagonia más la realizada en el Chaco terminaron con los últimos focos de resistencia de los pueblos indígenas que había comenzado en el siglo XVI con episodios heroicos, como la larga guerra calchaquí. Recordemos que el jefe de la rebelión Juan Calchaquí hace que estos pueblos sean conocidos con ese nombre cuando en realidad eran de la etnia Diaguita o Pazioca.
Aunque la incorporación a la llamada “civilización” terminó con sus formas ancestrales de vida, hay supervivencias en el mestizaje, no solo racial sino cultural. Palabras, mitos, ropas y costumbres que tienen total vigencia, así como el uso del arco y la flecha que en grandes zonas del Chaco y el Noreste se sigue usando para la caza y la diaria subsistencia.
Gran parte de su rica historia precolombina y la heroica resistencia a los europeos y a los posteriores gobiernos criollos está todavía por escribirse y en ella, el arco y las flechas tienen un lugar destacado.
Estas son algunas de las leyendas que superviven.
Leyendas de Argentina
En la dilatada geografía de la República Argentina se originaron numerosas leyendas y relatos mitológicos que han llegado hasta nuestros días debido a la tradición oral, a la constante búsqueda de los investigadores y a la compilación de material realizada por muchos autores, con el propósito de conservar para nuestra cultura esos fascinantes relatos.
Nuestro propósito fue realizar una selección de relatos, donde el arco y la flecha fueran protagonistas, demostrando una vez más que este gran invento del hombre del Paleolítico estuvo presente en todas las culturas alrededor del mundo dando origen a hermosas leyendas y mitos que llegaron hasta nuestros días.
Al referirnos a la República Argentina lo hicimos tomando las principales regiones que la conforman de norte a sur: la región con influencia Tupí Guaraní en el noreste, la región noroeste de clara influencia incaica, pero con importantes pueblos autóctonos, la región central y pampeana y la patagónica, con su enorme extensión, con predominio mapuche en la parte norte y con pueblos como los Tehuelches en el sur y los Selk´nam y Yamanas en la isla grande de Tierra del Fuego.
Nacimiento de la yerba mate (Caa Guazú)
La yerba mate (Ilex paraguariensis) es un arbusto que contiene en sus hojas un alcaloide de efectos estimulantes, similar a la teína, que algunos denominan mateína. Se obtiene secando y moliendo las hojas y con el producto así elaborado (yerba), se prepara una infusión dentro de una pequeña calabacita llamada mate, que se sorbe con una bombilla. Puede prepararse con agua fría (tereré) o con agua caliente, con o sin azúcar y a veces con el agregado de otras hierbas, cáscaras de naranja, etc.
La región donde se distribuye comprende el sur de Brasil, Paraguay y el NE de la Argentina.
La leyenda que narramos a continuación es de neto origen guaraní:
La luna, (Yasi) en su continuo vagar por el cielo nocturno observaba ...

Índice

  1. Prólogo
  2. Introducción
  3. I. Mitos
  4. II. El Lejano Oriente
  5. III. Medio Oriente
  6. IV. Las tres grandes religiones del profeta Abraham: el judaísmo, el cristianismo y el Islam
  7. V. El mundo del Mediterráneo
  8. VI. Europa medieval
  9. VII. Pueblos del África negra
  10. VIII. América
  11. IX. Argentina
  12. Bibliografía