Son numerosos los factores que han de considerarse para entender cómo en el Líbano anterior a la guerra civil se había ido preparando gradualmente una inestabilidad que condujo a un extenso enfrentamiento. La distribución de la población, la conformación de su identidad en un contexto regional concreto que le influía enormemente, y el aumento de la violencia política en los años previos al conflicto, junto a dos factores externos fundamentales como son la ocupación israelí del sur del país y la presencia de los palestinos, también a raíz de la ocupación, constituyen claves que sirven para entender por qué se produce un determinado tipo de cine y cuál es su importancia.
El Líbano no puede entenderse sin reflexionar antes en torno a una serie de antecedentes y características que lo conforman. Primero, su espacio geográfico, un pasillo entre tres continentes que ha dado lugar a que se sumaran a lo largo del tiempo múltiples capas de sucesos históricos. Segundo, una población conformada por una gran pluralidad de comunidades cuya existencia se prolonga en los otros países de Oriente Medio. Asimismo, existen una serie de factores políticos y sociales cuyas sinergias y evolución han dado forma a la historia contemporánea libanesa. Por un lado, el sistema confesional que rige la vida política, consagrado en dos textos fundacionales, la Constitución de 1926 y el Pacto Nacional de 1943, que aparentemente permitían un sistema político con representación para las tres confesiones principales del país, la cristiana maronita, la musulmana sunní y la musulmana shií, aunque la consecuencia real fue la consolidación de un complejo sistema social y económico basado en la pertenencia confesional y en contra de un desarrollo y ser individual. Samir Kassir, el intelectual asesinado en 2005, señalaba al sistema jurídico como otro elemento clave que explicaba el hecho de que la división entre los libaneses continuara en época contemporánea. Este sistema hace que las comunidades religiosas sean las encargadas de administrar los temas jurídicos en función del estatuto personal de sus feligreses, una estructura que impide que el ciudadano se salga del marco de su religión específica aunque lo desee, pues, a nivel estatal, la única excepción a esta regla estaría en el reconocimiento de los matrimonios civiles contraídos en el extranjero. Incluso la educación había sido dejada en manos de las comunidades religiosas o, si no, extranjeras, mayoritariamente francesas, norteamericanas y egipcias, algo que impedía aún más el desarrollo de una conciencia nacional a través de una “ciencia histórica propiamente libanesa”.
Además, el sistema confesional del Líbano no sólo ha parcelado a sus ciudadanos en comunidades, sino que también ha dado siempre preeminencia a una comunidad sobre el resto. Es el caso de la comunidad cristiana maronita, la cual acapara la dirección de todos los puestos esenciales del Estado, pues no sólo el presidente ha de ser maronita, sino también el jefe mayor del Ejército, el director de la seguridad general, el rector de la Universidad pública libanesa y el jefe del Banco central. Es decir, los musulmanes podían sentir que el Estado no era del todo un ente que los representaba. En realidad, el hecho clave y radical que explicaría el Líbano contemporáneo fue que éste se configuró durante el mandato francés “en beneficio de los maronitas y en contra del nacionalismo sirio y árabe”. En la primera etapa de su independencia, entre los años 1943 y 1964, se podría decir que los tres presidentes maronitas establecieron un presidencialismo autoritario a través de los cuerpos del Estado; un legado del colonialismo francés y su alianza con la comunidad maronita que afectó a la estructura social dando lugar a un Gobierno sellado por el taifismo y a una estructura de clases enormemente diferenciadas basada en la confesión religiosa del ciudadano. Esto ha dado lugar a un complejo hecho social: los libaneses se han visto afectados y han reaccionado a los distintos fenómenos políticos determinados por su confesión religiosa. Por ello al hablar de la situación en el Líbano se habla de grupos confesionales que han acabado conformando conjuntos ideológica y socialmente diferenciados en sí mismos. Además, durante los años 50 y 60 se desarrollaron dos sectores económicos completamente dispares, uno más tradicional y el financiero (Líbano llegó a ser casi un paraíso fiscal ganándose el apodo de la Suiza de Oriente Medio). Pero las riquezas generadas no se repartían y el Estado, con todo su aparato, se hacía cada vez más débil.
Habría que entender cómo estaba configurado el Líbano, o al menos el grado de complejidad de su organización taifí, para comprender por qué el calado de ciertas ideas fue mayor en unas partes de la población o grupos confesionales que en otros. Sobre la comunidad maronita se podría decir que ya en la época de las cruzadas había hecho su elección histórica, siendo la única comunidad cristiana oriental que había luchado junto a los cruzados que venían de Europa, así como era y es también la única vinculada a Roma y no a otros centros orientales del cristianismo (en el Vaticano hay un consejo cristiano maronita). En realidad, aunque siempre han existido ideologías transversales entre cristianos y musulmanes libaneses, en la comunidad maronita caló profundamente la sorprendente interpretación que les llevó a proclamarse herederos de los fenicios, ajenos a la arabidad, y defender una suerte de especificidad libanesa que les diferenciaría del resto de países árabes. Un ideario que encontró su opuesto en el panarabismo y pansirianismo, mayoritario entre la población musulmana.
Una parte importante del espíritu político de la época poscolonial tanto en el Líbano como en el resto de los países árabes estaba imbuido de una visión panarabista del mundo y la política, una toma de conciencia de la arabidad que databa ya de la época del dominio otomano. El panarabismo era en esencia una ideología que “pretendía edificar una entidad árabe en nombre de la arabidad” y cuyas vertientes y movimientos más importantes, organizados y vertebrados, acabaron siendo el baazismo y el naserismo. En realidad, los panarabistas libaneses, en su mayoría musulmanes o cristianos ortodoxos, tardaron mucho tiempo en reconocer y reconocerse en el Estado, pues reivindicaban su pertenencia a la Gran Siria, de la que consideraban que el Líbano había sido separado artificialmente por Francia.
El nacionalismo árabe y el sentimiento de arabidad encontraron entre los cristianos del Líbano uno de sus grandes espacios de reflexión y acción. Según el historiador Kamal Salibi, quien veía este movimiento más como “una actitud” que como una ideología, fueron los cristianos los primeros en identificarse con él, pues entre otros factores se habían formado en las universidades fundadas por las comunidades religiosas venidas de Occidente, la Universidad Jesuita de Saint Joseph y la Universidad Americana de Beirut, en las que se discutía y planteaba la idea de “nación”. En la articulación de ese arabismo, o panarabismo moderno, destacaron dos figuras importantes, los profesores Constantine Zurayk y Nabih Amin Faris, ambos cristianos y docentes en la Universidad Americana de Beirut, quienes llamaban al levantamiento de los árabes “aletargados” contra los turcos. Otro ideólogo posterior, Antun Saade, de la comunidad greco-ortodoxa, consiguió agrupar seguidores en torno a la idea de una unidad de civilización en todo el Creciente Fértil desde la Antigüedad, procedente de la base aramea y siriaca de dicha región. Creó el Partido Popular Sirio (pps), contrario radical a la unidad árabe global que reivindicaban otros cristianos libaneses como Amin al-Rihani.
Asimismo, el panarabismo, aunque era un pensamiento más extendido entre los sunníes, también se expandió entre los shiíes libaneses. Por tanto, no debería verse, tal como algunos analistas han hecho, a la comunidad sunní como la única valedora del proyecto unionista y panarabista en el Líbano. Todas estas visiones políticas regionales estaban dándose en la zona y Beirut no sólo era parte de ellas, sino que también se encontraba en el centro del debate. Así, además de las ideologías de las distintas comunidades que las aceptaban y entendían de distinta forma, una vez emancipado el Líbano del control exterior colonial, hubo factores o hechos históricos fundamentales que siguieron añadiéndose a las cau...