Capítulo III
DISCURSOS E IMAGINARIOS SOCIALES DESDE EL AMBITO PERIODÍSTICO
Confrontaciones discursivas
entre el establishment médico
y los «charlatanes»
Siete años antes de que la fiebre amarilla azotara la ciudad, veía la luz el primer número de la revista Médico-Quirúrgica y esclarecía sus propósitos de publicación:
“realzar la justa estima que tan sagrado sacerdocio merece en países civilizados y hará que nuestra profesión; objeto de diarios ataques, de parte de ignorantes y de la especulación de descarados charlatanes, sea debidamente respetada.”
¿Quiénes eran los «charlatanes»? Se consideraba charlatán a toda aquella persona que, sin pertenecer al establishment medico, opinaba o explicaba la etiología de una determinada enfermedad, en ocasiones acompañadas con recetas para su tratamiento o cura. Es indudable que si en ese momento la profesionalización médica se encontraba en desarrollo, muchos deberían ser considerados «charlatanes». A su vez, si en tiempos de relativa calma era difícil retener una clientela esporádica a raíz de la arraigada costumbre de consultar curanderos, en tiempos de epidemia la recurrencia a estos habría posiblemente aumentado. Por ello consideramos importante una aproximación a esa medicina alternativa, que se difundían en folletos y periódicos.
Entre esos «charlatanes» hemos seleccionado tres: Manuel Bilbao, director del diario La República, «la sinagoga de los charlatanes», el cual cruzaremos sus discursos con los de Eduardo Wilde, quién responderá desde las revistas científicas Médico-Quirúrgica y Tiempo perdido. Luego analizaremos el folleto escrito por uno de los charlatanes menos conocido en nuestra historiografía, Ernesto Martin, y finalmente el charlatán más famoso durante la epidemia, el Sr. Gorris, desde el diario El Nacional.
Como se mencionó, el periodista catamarqueño Mardoqueo Navarro, fue el primero en cuestionar los partes oficiales sobre muertes por caso de fiebre amarilla en la ciudad. Los periódicos, entretenidos con la guerra franco-prusiana y la usurpación de López Jordán, se hicieron tarde del eco. La República fue uno de los primeros en ingresar a la discusión, bajo un título que interrogaba ¿Existe entre nosotros la fiebre amarilla? En el mismo instante en que el gobierno, mediante partes médicos, afirmaba la presencia de la enfermedad en San Telmo, Bilbao esgrimía en su pluma:
“para los que estado en las Antillas donde es estable, para los que hemos residido en Lima en 1853 donde la fiebre arraso la ciudad arrebatando hasta 300 personas por día […] la fiebre amarilla que dice haber aparecido en Bs. As., no es de ese género, no es aquella fiebre amarilla […] si fuera fiebre amarilla lo que se dice existir en el barrio de San Telmo ¿por qué circunstancias seria que no se comunicaba al resto de la población que esta están malas condiciones higiénicas como aquel? A nuestro entender, estudiando los síntomas de los enfermos que hay, ellos no responden a los de la fiebre amarilla que hemos conocido.”
El periodista no sólo confrontaba el veredicto de los partes sino que además cuestionaba el proceder de aquellos que habían identificado el mal, sin hacer extensiva la información a la población. Su negación se sustentaba en la comparación con casos que habían ocurrido en otros lugares y, fundamentalmente, en la cantidad de víctimas que debería provocar tal enfermedad. También sobre los síntomas, cuestión particularmente compleja para el caso de esta patología. El cuestionamiento por parte del establishment sobre su validez se sustentará sobre todo en esto último.
Si bien son evidentes las inadecuadas comparaciones que establece (sobre todo la cantidad de víctimas, que un mes después lo superará), consideramos que el hecho no debe trascender más que como muestra de esa incertidumbre que vivenciaba la ciudad. Quienes historiaron la epidemia han condenado a Bilbao, más que el propio establishment. Si bien posiblemente Bilbao no haya examinado ningún enfermo, Scenna exagera al adjudicarle una prolongada explicación sobre sintomatología y tratamiento. Empero, en el artículo, Bilbao no se extiende sobre los síntomas, sólo advierte que no se parecen a los que él h...