200 tareas en terapia breve
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200 tareas en terapia breve

2ª edición

  1. 424 páginas
  2. Spanish
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200 tareas en terapia breve

2ª edición

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Con más de doscientas propuestas terapéuticas para propiciar el cambio en psicoterapia, esta obra constituye una "caja de herramientas" que pone a disposición de los psicoterapeutas, de cualquier orientación, un arsenal de recursos técnicos y las claves prácticas para aplicarlos con éxito en familias, parejas o individuos. Cada una de las tareas se presenta en forma de ficha, encabezada por una serie de símbolos que informan rápidamente sobre sus características fundamentales. Además, se discuten sus indicaciones y contraindicaciones, qué tener en cuenta a la hora de utilizarla y sus posibles variantes.

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Información

Año
2016
ISBN
9788425438264
CAPÍTULO 1

EL
LUGAR DE LAS TAREAS EN EL PROCESO TERAPÉUTICO
El papel que se asigna a las tareas en el conjunto de una terapia varía en función de cómo se entienda el cambio terapéutico, lo que, a su vez, depende de las premisas teóricas del terapeuta. Por ejemplo, en la tradición psicodinámica ortodoxa se ha priorizado siempre el trabajo intrapsíquico en sesión, incluso pasando por alto deliberadamente cualquier referencia a la realidad externa al ámbito de la consulta a fin de centrar el trabajo terapéutico en la elaboración de la transferencia. Desde ese punto de vista, dar tareas o indicaciones a los pacientes sobre cómo actuar en su vida se consideraba no sólo irrelevante, sino contraproducente. En los modelos humanistas y experienciales ha seguido haciéndose hincapié en lo que sucede en las sesiones, en este caso desplazando el foco temporal hacia el «aquí y ahora» de la relación terapéutica real. Es en el enfoque conductual y cognitivo-conductual donde el trabajo directo con lo que vive el cliente entre una y otra sesión pasa a primerísimo plano. Así, las sesiones con el terapeuta son ante todo espacios en los que preparar, planificar y analizar los cambios conductuales y cognitivos que el sujeto va poniendo en marcha en su vida real. Desde esta perspectiva, es lógico proponer a los clientes pautas de actuación; las tareas para casa pasan así a ocupar un lugar preeminente en el proceso terapéutico.
En el ámbito de las terapias sistémicas hay también matices en cuanto a la forma de entender la función de las tareas. Aunque las diversas escuelas sistémicas comparten una visión contextual del cambio, es decir, asumen que el objetivo terapéutico es que los consultantes modifiquen su conducta y relaciones con su entorno natural, hay considerables diferencias entre ellas en cuanto a cómo conseguir este objetivo y respecto a cuál es el peso que para ello tienen las tareas para casa y el trabajo en la propia sesión. Revisémoslas brevemente:
  • En la Terapia Familiar Estructural, desarrollada por Salvador Minuchin (Minuchin, 1974; Minuchin y Fishman, 1978), se hace hincapié en los cambios que se producen durante la propia entrevista con la familia, cambios entendidos sobre todo como reestructuración de la interacción. El terapeuta estructural trata de modificar in situ los patrones relacionales de los miembros de la familia que asisten a la sesión, y para ello se utiliza activamente a sí mismo, por ejemplo aliándose con unos miembros de la familia y contra otros, modificando dónde y cómo se sientan cada uno, promoviendo unos intercambios y bloqueando otros… En este contexto, las tareas para casa son básicamente una invitación a fin de que la familia generalice esas nuevas formas de interacción a su medio natural.
  • El papel de las tareas es mayor en el modelo de Terapia Breve Centrada en los Problemas desarrollada en el Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto (Fisch, Weakland y Segal, 1982; Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974; Weakland, 1983). Aquí la entrevista con el terapeuta puede iniciar algunos cambios de tipo cognitivo en los consultantes, pero está sobre todo al servicio de recoger información detallada sobre los patrones de mantenimiento de sus problemas. Una vez evaluada esta información, se diseñan tareas que pretenden provocar un «giro de 180 grados» en la manera en que los clientes manejan sus dificultades fuera de la sesión. Giorgio Nardone, que recoge y perfecciona la tradición estratégica del MRI, está dando últimamente gran importancia al valor terapéutico de la propia entrevista (Nardone y Salvini, 2004), aunque las tareas para casa siguen cumpliendo un papel destacado.
  • Esta tradición estratégica de subrayar el valor de las tareas fue recogida en parte por Mara Selvini y sus colegas italianos. El primer Equipo de Milán (Selvini-Palazzoli, Boscoso, Cecchin y Prata, 1978) también entendía la entrevista ante todo como una herramienta de recogida de información para evaluar el «juego familiar», con la idea de llegar finalmente a una prescripción que produjese el cambio al desvelar y bloquear este juego. Sin embargo, en desarrollos posteriores de algunos de estos autores (Boscoso, Cecchin, Hoffman y Penn, 1987) el énfasis fue cambiando, dándose cada vez más importancia al trabajo cognitivo en las entrevistas, entendidas como una intervención en sí mismas (Tomm, 1987, 1988). Se pasaba así a otorgar a las tareas terapéuticas un papel subordinado, al privilegiarse la introducción de información durante las propias sesiones.
  • La misma evolución hacia una revalorización del potencial de intervención de las entrevistas se produjo en las terapias sistémicas influidas por los movimientos construccionistas y narrativos. En la Terapia Narrativa de Michael White (White y Epston, 1980; White, 1989, 1995), se entiende que las narrativas alternativas se producen durante el proceso de las conversaciones terapéuticas, sirviendo las tareas para casa simplemente como formas de visibilizarlas y consolidarlas ante la comunidad. La Terapia Centrada en las Soluciones (De Shazer, Berg, Lipchik, Nunnally, Molnar, Gingerich y Weiner-Davis, 1986; De Shazer, 1985, 1988, 1991, 1994) también ha ido evolucionando hacia posiciones cada vez más constructivistas y cognitivistas, destacando el papel de las preguntas del terapeuta para co-construir en el diálogo con los clientes excepciones y objetivos en la misma sesión. Sin embargo, aunque en esta línea algunos autores han llegado a plantear incluso una terapia sin tareas (George, Iveson y Ratner, 1999), por lo general la terapia centrada en las soluciones ha conservado el interés por las tareas terapéuticas como forma de generar fuera de la sesión nuevos cambios y diferencias, siendo en este sentido fiel a su raigambre estratégica y a su vinculación histórica con el MRI.
Si en vez de examinar la literatura clínica analizamos la literatura de investigación sobre psicoterapia, veremos que también hay una considerable disparidad en los análisis sobre el impacto terapéutico de las tareas para casa. Aunque la mayoría de los procedimientos que se consideran «empíricamente apoyados» se basan en prescripciones muy específicas que los clientes deben llevar a cabo en su medio natural, muchos de ellos también incluyen el entrenamiento de habilidades en la propia sesión, antes de ensayarlas fuera. Sin embargo, pese a que abundan los estudios que documentan el efecto de determinadas intervenciones, es difícil deslindar desde el punto de vista empírico qué efecto tienen las tareas por sí mismas y cuál es el impacto de las demás intervenciones del terapeuta durante la sesión. Por otra parte, como nos recuerdan los autores que investigan los factores comunes en psicoterapia (Frank, 1961; Norcross y Newman, 1992; Wampold, 2001), probablemente los elementos técnicos de cualquier intervención (y entre ellos también las tareas para casa) son ante todo formas de vehicular factores terapéuticos comunes como la alianza terapéutica o las expectativas del propio cliente.
Ésta es también, en buena medida, nuestra posición como terapeutas sistémicos breves. Desde nuestros planteamientos clínicos y teóricos (Beyebach, 2006b; Beyebach 2009; Beyebach y Rodríguez Morejón, 1999) entendemos que las tareas pueden conceptualizarse desde una doble perspectiva:
Por un lado, desde el punto de vista del terapeuta, las tareas constituyen una manera, entre otras, de concretar una determinada estrategia terapéutica, que a su vez depende de nuestras premisas teóricas, de los objetivos de los clientes y circunstancias del caso, como pueden ser el tipo de problema presentado en la consulta, pero también el estado de la alianza terapéutica en cada momento o la variable disposición al cambio de los clientes, entre otras. Esta estrategia terapéutica o línea de trabajo se traduce en proponer unas tareas u otras (o en optar por no dar ninguna), pero asimismo se plasma, por ejemplo, en la elección de las preguntas y comentarios por parte del terapeuta durante la conversación, en su forma de estructurar la interacción en los ejercicios o «experimentos» que les pueda plantear llevar a cabo durante la misma sesión y en la forma de posicionarse ante sus consultantes e interaccionar con ellos. El «peso» que en este proceso tengan las tareas varía de unos casos a otros e incluso de una sesión a otra. Habrá entrevistas en que el trabajo realizado con los consultantes haya sido tan productivo que no requiera ninguna prescripción al final y sesiones improductivas que tal vez puedan «salvarse» con una buena tarea… pero también puede suceder que precisamente convenga rematar con una tarea adecuada una sesión muy productiva, mientras que ante la falta de claridad de otra entrevista se opte por no hacer ninguna sugerencia final.
Por otro lado, desde la perspectiva de los consultantes, las tareas serían ante todo oportunidades de seguir activando sus propios recursos y participar más activamente en el proceso terapéutico (Bohart, 2006). Aquí también podríamos hablar de «estrategia», pero en este caso del cliente, es decir, su teoría del cambio (Duncan, Hubble y Miller, 1997): habrá consultantes que busquen realizar cambios prácticos y concretos en su vida y quienes consideren que primero deben entender las causas profundas de sus problemas; unos pensarán que la solución a sus problemas está en buena medida en sus propias manos, mientras que otros esperarán pasivamente a que sean los demás quienes cambien. Ya en el terreno de las tareas, habrá consultantes que acudan a una terapia esperando recibir «pautas de actuación» y otros que no estén interesados o incluso se muestran reacios a que se les proponga qué hacer. En este sentido, podemos ver las tareas como un punto de encuentro en el que confluyen las posiciones de los clientes, por un lado, y la del terapeuta o de los terapeutas, por otro.
Volviendo a la perspectiva del terapeuta, nuestra posición centrada en las soluciones es que en realidad la mejor tarea posible es la que no hace falta dar (o, expresado de forma más matizada, aquella que no es necesario formular explícitamente). En otras palabras, el ideal sería que cualquier entrevista pudiera centrarse en los cambios realizados por los clientes desde la sesión anterior4 y que esta conversación detallada llevara a identificar qué pueden seguir haciendo los clientes a fin de consolidar y profundizar estos cambios. De esta forma, la conclusión natural de la sesión sería dejar toda la iniciativa a los clientes y, por tanto, no proponerles ninguna tarea, o en todo caso animarlos a que «hagan más» de lo que está funcionando (De Shazer, 1985).
Sin embargo, a menudo esto no es posible, bien porque no se consigan identificar cambios,5 bien porque estas mejorías resulten insuficientes. En este caso, las tareas ya no se limitan a consolidar los cambios discutidos o producidos durante la entrevista, sino que deben en lo posible provocar o estimular cambios fuera de la sesión. Para ello utilizamos dos tipos de tareas diferentes:
  1. Tareas dirigidas a promover interacciones positivas,6 que buscan potenciar los intercambios gratificantes en una familia o una pareja. Por ejemplo, «La caja de caricias», en la que se pide a cada miembro de la familia que vaya escribiendo n...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. INTRODUCCIÓN. ¿POR QUÉ UN LIBRO SOBRE TAREAS?
  7. 1. EL LUGAR DE LAS TAREAS EN EL PROCESO TERAPÉUTICO
  8. 2. EL DISEÑO Y LA TRANSMISIÓN DE LAS TAREAS
  9. 3. TAREAS GENÉRICAS
  10. 4. TAREAS PARA PROBLEMAS CON NIÑOS Y ADOLESCENTES
  11. 5. TAREAS PARA PROBLEMAS DE PAREJA
  12. 6. TAREAS PARA PROBLEMÁTICAS INDIVIDUALES
  13. 7. TRABAJANDO LA AUTOESTIMA Y LA MEJORA PERSONAL
  14. 8. DIEZ BUENAS FORMAS DE HACER UN MAL USO DE ESTAS TAREAS
  15. REFERENCIAS
  16. GLOSARIO
  17. LISTADO ALFABÉTICO DE LAS TAREAS
  18. INFORMACIÓN ADICIONAL