Sin comunicación no hay liderazgo
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Sin comunicación no hay liderazgo

Una perspectiva comunicacional del liderazgo

Ofelia Brown

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  1. 178 páginas
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Sin comunicación no hay liderazgo

Una perspectiva comunicacional del liderazgo

Ofelia Brown

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Con un estilo fluido y ameno, este libro, escrito para toda persona que desea fortalecer sus habilidades comunicativas, nos conduce de la mano a través de un camino por el que todos transitamos a diario, pero que pocos exploramos en toda su complejidad. ¿Qué encontramos al final del recorrido? Encontramos que la relación entre la comunicación y el liderazgo es tan importante que ambos se entrelazan al punto que es difícil establecer cuál precede al otro: ¿primero eres líder y después te comunicas bien o es porque te comunicas bien que eres percibido como líder?Si bien la comunicación influye en el desenvolvimiento de todos los individuos y en el desarrollo de todas las actividades humanas, en esta obra se examina su rol fundamental en las organizaciones, con la atención puesta en quienes desean hacer una línea de carrera o ya ocupan cargos directivos. Necesitamos líderes transformacionales y positivos capaces de influir en el desarrollo de su institución. Todos somos responsables de la buena comunicación, pero los directivos tienen la obligación de gestionar la comunicación de sus áreas y convertirse en agentes de cambio.La autora, profesora de posgrado y consultora de rica experiencia profesional, nos presenta evidencia de que las personas que tienen buenos hábitos de comunicación alcanzan mejores resultados como gerentes o administradores y son percibidos como líderes por sus colaboradores, pares y superiores. Ella nos brinda herramientas que nos ayudarán a fortalecer nuestras competencias comunicativas conforme avancemos en nuestra carrera directiva.

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Información

Año
2020
ISBN
9786124437175
Segunda parte
Comunicación y liderazgo
6. La relación entre liderazgo y comunicación
Desde una perspectiva general, el liderazgo se define como la capacidad de influir en los demás. Es el potencial de ejercer influencia para lograr que otros piensen como uno y actúen acorde con lo que pensamos que es la forma correcta. Es en la dinámica de la influencia entre los líderes y los subordinados que se construyen la identidad y los logros de la empresa (DeRue & Ashford, 2010). En la vida diaria, todos ejercemos esta influencia desde nuestros distintos roles como padres, hijos, hermanos, amigos, socios, jefes, pares y clientes. Ocupemos o no un cargo jerárquico, si estamos ejerciendo influencia sobre los demás, estamos ejerciendo liderazgo.
En la actualidad, se entiende que el liderazgo no se restringe a aquellas personas que ocupan puestos directivos, sino que se encuentra distribuido a lo largo y ancho de toda la organización. No solo hay líderes en la parte alta de la pirámide organizacional, también están entre los miembros de niveles operativos, en los grupos de trabajo, en los equipos de tarea y en los proyectos. Dentro del área de trabajo, algunos colaboradores tienen mayor potencial para convencer y lograr influir en sus compañeros; mientras que otros, incluyendo lamentablemente a algunos jefes, carecen de la habilidad y sus ideas se pierden o se desconocen.
Estamos en una era en la cual la información y el conocimiento se han democratizado gracias a la tecnología, y están al alcance de todos. Los trabajadores se encuentran más calificados, en especial, las nuevas generaciones de profesionales que ingresan a las organizaciones. Los jóvenes profesionales traen un bagaje enorme de información, conocimientos y experiencia en comparación con el que tenían a esa edad las generaciones anteriores. De ahí que hoy se estén imponiendo conceptos como empoderamiento y liderazgo compartido. En síntesis, todos tenemos potencial de liderazgo, y tenemos el deber de desarrollarlo para cuando llegue el momento de utilizarlo.
La comunicación es un componente imprescindible del liderazgo, porque para influir en otros debemos compartir nuestra visión, ideas y propuestas (Groves, 2006). No hay un solo líder que haya sido mal comunicador. Para que otros te sigan, tienen que escucharte o leer lo que has escrito, y comprenderte; solo de esa manera pueden decidir si te siguen o no. Si no comprenden tus propuestas, si no comparten tus puntos de vista, es muy difícil que opten por seguirte; y si lo hacen sin comprenderte, será con un alto grado de incertidumbre e inseguridad, con las consecuencias que ello podría acarrear: falta de involucramiento y compromiso, ausencias, retrocesos y hasta boicot soterrado.
Para comunicar adecuadamente, el líder debe poder interpretar el contexto, conocer a sus receptores, reconocer sus necesidades, y ser capaz de construir un mensaje que satisfaga dichas necesidades y expectativas. Recordemos que el liderazgo no es un atributo propio del individuo; el liderazgo nos lo otorgan los demás. Los demás nos reconocen el potencial de liderazgo y, si levantamos la voz (en sentido figurado) y nos dejamos escuchar, nuestras propuestas pueden merecer una valoración positiva y motivar a la acción. Por el contrario, si callamos y no comunicamos lo que pensamos, no conocerán ni valorarán nuestro aporte, lo que perjudicará nuestro liderazgo.
La comunicación que se espera en los líderes, en la actualidad, es distinta a la del pasado, debido a que los modelos o patrones de liderazgo han cambiado. Por ello, comenzaremos por establecer cuáles son los modelos de liderazgo que se promueven para el futuro. Consideremos que existen muchos enfoques y teorías para explicar qué es y cómo se ejerce el liderazgo. Utilizaremos algunas de ellas para fundamentar este fenómeno que es elusivo y difícil de comprender porque es cambiante: se explica por el contexto. El liderazgo como se entiende actualmente en el ámbito organizacional difiere del liderazgo político y del liderazgo religioso.
En el ámbito empresarial, nos encontramos en el tránsito desde un modelo tradicional (donde se privilegiaba la estabilidad, el control, la competencia, la uniformidad, el heroísmo y los fines personales) a un nuevo paradigma caracterizado por relaciones interpersonales más igualitarias, el cambio y las crisis continuas. En el presente, se observa una mayor atribución o delegación de facultades. Se promueve la diversidad, la inclusión, la colaboración, la humildad y los fines superiores: bienestar social, equidad de género, respeto a las minorías, lucha contra la pobreza, cuidado del medio ambiente (Day, Fleenor, Atwater, Sturm & McKee, 2014).
Dentro de este nuevo marco, se requiere poseer un conjunto de competencias blandas que contribuyan a ser percibido como un líder. El estilo de comunicación es una de las competencias blandas que los profesionales requieren para ser exitosos en el nuevo entorno del siglo XXI y para el futuro que está perfilándose. De acuerdo con ello, el liderazgo, entendido como ejercer influencia en los demás, requiere que la forma de ser y de pensar del líder resulte atractiva y deseable para otros.
Pongamos el ejemplo de Luisa, quien trabaja en el área de Mantenimiento. Ella tiene una idea novedosa de cómo reparar cierto equipo, pero no se atreve a proponer su idea por miedo a que se desestime como no adecuada y quedar en ridículo. Sin embargo, vence sus temores y lanza la idea, la cual es bien recibida y deciden ponerla a prueba.
Le piden que ella se encargue de implementarla junto con dos compañeros de trabajo más. Los tres ponen mucho cuidado, intercambian opiniones, debaten formas de trabajo y, durante la implementación, se mantienen en contacto frecuente. La implementación es satisfactoria y Luisa es ahora vista como una profesional innovadora y capaz de poner en práctica ideas. Su potencial de liderazgo se ha incrementado. Como observamos, el liderazgo requiere «levantar la voz». Si Luisa no hubiese presentado su idea, su superior no habría podido percibir el potencial que ella tiene.
No hay otro camino para ejercer liderazgo que comunicar. Es necesario que expresemos nuestras ideas sobre cómo podrían hacerse las cosas, hacia dónde deberíamos orientar nuestros esfuerzos, cómo podríamos conjugar las actividades de varias personas o grupos.
De igual forma, el liderazgo se alimenta del carisma y del don de gente. Esto significa que los líderes de hoy son reconocidos porque tienen ciertos valores que los demás admiran. El líder actúa según sus valores: es coherente en su forma de pensar, decir y actuar. Cuando escuchamos sus mensajes encontramos contenidos coherentes, que nos inspiran respeto y los valoramos positivamente. En consecuencia, aceptamos dicha forma de pensar como válida y deseable, por lo que accedemos a actuar acorde con lo que el líder nos propone. Desde esta perspectiva, el líder puede ejercer una influencia sobre grupos de personas.
Un enfoque que nos permite comprender el fenómeno del liderazgo en el paradigma vigente es la teoría del intercambio líder-seguidor, de Graen y Uhl-Bien (1995). De acuerdo con esta teoría, el liderazgo es una relación entre dos individuos: entre un líder y un seguidor, entre el jefe y su subordinado. La asimetría de poder entre el superior y el subordinado establece patrones de comportamiento a ambos, en los que se espera que el superior ejerza el mando y el subordinado se comporte de acuerdo con lo esperado. La calidad de esa relación es la que determina el liderazgo. En relaciones de alta calidad, existe respeto, confianza y mutuo apoyo. Por el contrario, las de baja calidad se caracterizan por la lejanía, frialdad y tal vez antagonismo, situaciones en las que el trabajador se restringe a cumplir solo con las obligaciones que manda su descripción de puesto.
El desarrollo de las tecnologías de la información, la globalización, la apertura de los mercados, la democratización del acceso a la información, entre otras variables, han provocado que la constante sea el cambio. Ello conlleva la necesidad de colaboradores más independientes y capaces de afrontar situaciones con autoconciencia y determinación. Por esa razón, la relación líder-subordinado se ha modificado. El contexto actual ha promo...

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