De viento y huesos
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De viento y huesos

  1. 300 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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De viento y huesos

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Índice
Citas

Información del libro

Mario es un joven de 34 años que proviene de una familia adinerada. Aparentemente, nunca le ha faltado de nada. Sus padres regentan uno de los más prestigiosos bufetes de abogados de toda Cataluña, su hermana y amigos han sabido mantenerse cerca de él cuando lo necesitaban. Sin embargo, siempre ha descuidado el amor. Un día, Mario toma una trágica decisión que cambia por completo la vida de sus seres queridos.Viento y huesos no solo es un viaje a los paisajes más impresionantes y recónditos de Mallorca, si no a una mente quebrada por las fuertes pasiones, y el desconcierto que supone la falta de cariño.Charlie Jiménez, en su segunda novela, arriesga y sorprende por narrar de cerca los problemas con los que convive el ser humano.

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Información

Editorial
Rara Avis
Año
2020
ISBN
9788417474904
Categoría
Literatura

PÁGINAS 1, 2, 3 y 4 (AMBAS CARAS INCLUIDAS)

 
 
Querida Blanca:
Te estarás preguntando una y otra vez, por qué ya no estoy entre vosotros. Quisiera explicártelo de forma resumida, pero, aunque quisiera, jamás podría. Creo que tampoco estás en situación de elegir, así que lo mejor es que te intentes poner cómoda porque esta carta va para rato. Te recomiendo que tengas un vaso de agua cerca porque puede que alguna de mis palabras se te atragante.
No quiero empezar esta última voluntad sin aclarar lo importante que has sido en mi vida desde el momento que te conocí. Si alguna vez existió la esperanza, no dudes de que tú tuviste mucho que ver con el concepto. Llegados a este punto, de nada me sirve fingir. Sabes que es algo que no se me da bien, pero también sabes que te quise de verdad. La realidad, es que, si tú no hubieras aparecido, posiblemente me habría ido mucho antes, pero ¿quién sabe? La vida da muchas vueltas.
Tampoco quiero que las lágrimas te impidan leer todo el contenido, así que empezaré con lo básico. Lo siento, no te queda otra. Digamos que hoy me he levantado de buen humor.
Verás, lo que pasa es que a veces, los humanos nos olvidamos. Sí, sé que suena raro, pero olvidamos nuestras raíces, lo que nos hace especiales. Durante el transcurso de mi vida, he intentado impregnarme de sabiduría, de fuerza de coraje, pero cuando uno de esos pilares flaquea, es como si todo se fuera al traste. El ímpetu que sentía por aprender, intentando traducir blogs enteros escritos en diferentes idiomas, hacía que todas las horas que invertía en ello valiera la pena. Lo reconozco, adoro los idiomas y las miles de formas que tiene nuestra raza de comunicarse. ¿Qué más nos deparará el Universo? Esta pregunta es simple, pero a la vez, inquietante. Tratando de responderla, he ido entrando en un pozo del que no lograba salir. Quizá tendría que haber sido escritor; hubiera sido más fácil expresar todo lo que pasa por mi cabeza. Me veo en la necesidad de explicarme, porque no quiero que pienses que ese ha sido el motivo real de dejar este mundo. Todos sabemos que el cuerpo emite energía —de ahí que esté caliente—, y que cuando el cuerpo muere, esta energía puede que pase a otro plano. Por desgracia es algo que nadie puede demostrar, pero yo creo firmemente en ello, ya lo sabes. Hemos hablado largo y tendido sobre este tema; perdona que me ponga a filosofar. Blanca, el hecho de que el ser humano se olvide, no es pura coincidencia. Si algo he aprendido mientras indagaba en las culturas de otros países, es que cada persona es un mundo propio y cada uno tiene su manera de transmitirlo. Hay personas a las que les cuesta más, otras a las que menos. Tú y yo hemos invertido mucho tiempo para ver cómo podía hacerle frente a un conflicto que me destrozaba por dentro.
No, no estoy hablando de mi sexualidad. Bien lo sabes. Creo que nadie puede decidir realmente de quién enamorarse. Esa incógnita es más misteriosa que el primer segundo del Big Bang. En mi caso, jamás pensé que pudiera enamorarme de un chico. ¿Quién me lo iba a decir? Era algo que no entraba en mis ecuaciones, pero un día aparece un ser especial que te lo trastoca todo y ya nada vuelve a ser como antes. Te cambia la percepción de la vida, de ver las cosas. El infinito ya no es infinito, es posible. Algo con lo que te puedes topar, porque esa persona hace que sea alcanzable. De hecho, me volvió a suceder algo parecido el mismo día que te conocí. Había dado por sentado que nunca más iba a volver a sentir aquella sensación, pero de nuevo, ahí estaba el universo indicándome que me volvía a equivocar. ¿En qué me convierte todo esto? ¿Soy bisexual? ¿Pansexual? La verdad es que en realidad no lo sé, pero jamás me ha importado demasiado. Las etiquetas es otra invención de los humanos para darle nombre a las cosas, como el pan o una cafetera. Una costumbre de tenerlo todo catalogado y poder organizar el mundo de una forma más concreta. No puedo culpar a nadie; quien fuera el primer mentor tuvo una gran idea. Reconozco que el desconocimiento —o más bien, lo que no conocemos— ha hecho verdaderos estragos en las primeras mentes pensantes. Siempre me ha fascinado la mente humana, pero a la vez me ha asustado de lo que es capaz de hacer. Siendo realistas, creo que a la sociedad todavía le quedan unas cuantas generaciones para que la «normalidad» se establezca y exista una sociedad libre de jerarquía y convicciones. Es algo que va a costar arraigar de las mentes más cerradas, pero creo que tarde o temprano, la mente lo comprenderá. Tampoco puedo culpar a mi padre por echar a un gay de su casa. Después de las últimas palabras que me dedicó mi abuelo Matías cuando acontecieron los hechos, me veo en la obligación de pedirle perdón yo. Mi padre debió crecer en una familia en la que la guerra y la posguerra hicieron estragos a una sociedad que ya de por sí, estaba chapada a la antigua, así que la Iglesia se las ingeniaba con gran maestría para llenar los corazones de sus gentes inocentes de ideas preconcebidas desde la antigüedad. La fe era un arma poderosa que, en esos tiempos, se aplicaba con brillantez absoluta.
Perdona el tono jocoso que utilizo en esta carta. Necesito explayarme, ya que no quiero dejarme nada en el tintero. Si ya tienes el vaso de agua cerca, es un buen momento para pegarle un sorbo.
Continuo pues, con mi particular visión del mundo y los motivos que me han empujado a escribir estas líneas. Apenas he podido esconder lo mucho que me ha gustado siempre indagar en las cabezas de todas las personas a las que he conocido. Creo que por eso he tenido especial interés en las civilizaciones perdidas desde que era niño. Por ejemplo, los egipcios, grababan en piedra lo que creían más importante. Sus propios mensajes serían traducidos siglos después de desaparecer, pero en ellos hemos visto la maravillosa visión autodestructiva que ya desde hace miles de años, azotaba en lo más profundo de las mentes humanas. Otras civilizaciones, como los mayas, ya apuntaban maneras por creer en falsas profecías como el eclipse solar, los consiguientes sacrificios humanos para evitar que los dioses los castigaran o el declive universal fechando el fin del mundo para el 21 de diciembre del 2012. Sí, quizá si lo analizamos en frío, pensemos que en su momento estaban locos. ¿Pero no es la locura la máxima expresión del miedo? Es cierto, los egipcios y los mayas sacrificaban a su gente por mantener y respetar una creencia, pero simplemente por puro terror. La razón se mezclaba con la cobardía de forma abrumadora. En su época, la ciencia solo existía para unos pocos y tenía poco margen de fiabilidad. Hoy en día, podemos demostrar las teorías de casi cualquier conspiración, pero ellos se veían obligados a seguir con sus creencias porque era la única forma de seguir manteniendo los pies en la tierra. ¿Acaso nosotros no hubiéramos hecho lo mismo si nos hubiera tocado vivir en aquella época? Durante muchos años, he tratado de aprender la mayor cantidad de idiomas posibles. Quería entender todas las mentes que me fueran posibles y aprender de ellas. Tal fue mi obsesión, que fantaseé con ser traductor y lo visualizaba siendo aún pequeño. Ahora ya mi obsesión es muy diferente, he olvidado por completo cuál ha sido mi motivación principal. No me equivocaría si diera por hecho que, en este mismo instante comprendieras por qué empezaba esta carta señalando que los humanos a veces nos olvidamos. Nos olvidamos de nosotros mismos. No podemos evitarlo. Y cuando eso pasa, es que algo no va bien.
Ahora entiendo mejor que nunca a mi madre. A esas ansias por manipular, y a esa soberbia recompensa que le otorgaba tener que hacerlo. Ha sido una verdadera demostración de cómo sobrevivir en un planeta gobernado por seres crueles y egoístas: la ley del más fuerte. Si ella se hubiera dejado vencer, estoy seguro de que hace mucho tiempo estaría enterrada a dos metros bajo tierra y que yo jamás hubiera nacido. Ni tú, ni Kovak, ni Álex me hubierais conocido. Por no decir, que tampoco tendría hermana. ¿Cuán diferente serían vuestras vidas si yo no hubiera nacido? Quizás esta pregunta fue el inicio de mi decadencia.
Una vez, decidí marcharme de Mallorca para recomponerme. Arreglar lo que estaba roto. Me obligué a cambiar de aires para renovarme o morir. Pero morir nunca fue una opción. Es algo que he evitado a toda costa, así que, por favor, antes de juzgarme, quiero que sepas que esta decisión no la he tomado a la ligera. Necesito que me creas, porque si no, no podré descansar en paz. Podrás pensar que el suicidio es el acto más egoísta que puede tener el ser humano, y no te lo voy a negar, pero creo que me merecía ser egoísta por una vez en la vida. Posiblemente, estarás enfadada conmigo durante muchos años. Es más, es posible que jamás me llegues a perdonar, pero lo único que te pido, es que transmitas todas estas palabras a las personas que tú creas oportunas.
Antes de mudarme a Barcelona, tuve la suerte de mantener una amistad que me había acompañado durante toda la vida, ¿y sabes qué? Casi lo olvidé. Pero como no quería olvidarle, opté por prometerle una charla que jamás llegaría. Por lo menos mantuve la esperanza de que le debía algo más que mi amistad y me aseguré de que siempre estaría esperándome. Después de todo, más que un amigo, era un hermano. Estoy hablando de Kovak, por supuesto. Respetó mi silencio durante mucho tiempo. Incluso sabiendo que en mi interior algo estaba ardiendo, honró nuestra amistad. Ha sido una persona a la que le ha bastado poco para ser feliz. Otros, como yo, que siempre me he considerado ambicioso en cuanto a intelecto, he seguido buscando. Creo que siempre he sido inquieto. Pobre Kovak, no se merece que no me despida de él. Si alguien se sintiera con derecho a odiarme, ese sería él.
Pero nadie tiene la culpa de que haya decidido quitarme la vida. Solo yo. Soy muy consciente, pero necesito descansar mi alma porque hay algo que jamás podré perdonarme. He tratado de reparar mi cabeza solo y con ayuda, y lo único que conseguía era hacerme más daño y hacérselo también a los demás.
¿Qué puedo decir llegado a este punto? Nada que no sepas ya. Me enamoré de mi mejor amigo. Durante mucho tiempo intenté ocultarlo, pero creo que Álex lo sabía y, aun así, continuó a mi lado. Por lo menos durante un tiempo. El justo para que dejara de sentirse solo y empezara a volar por su cuenta. Pero yo conozco a Álex, porque creo que nadie lo ha visto como yo. Por dentro siempre ha escondido un dolor intenso. Cada acción o decisión que tomaba lo hacía con miedo. Me percaté que antes de hablar, meditaba muy bien sus respuestas, era muy metódico y lo analizaba todo con detalle. Se las ingeniaba para ser valiente en los momentos cumbre y débil cuando los demás resistían sus encantos. Tardó poco en conquistarme. Y cuando lo descubrí, todo se fue a la mierda, y a medida que lo conocía y lo veía tocar fondo, más enganchado me tenía. Pero, aun así, se las ingeniaba para mentirme en la cara y tratarme de loco. Y lo peor de todo es que me lo creí. Perdona que me muestre condescendiente, pero es la pura verdad. Creí de verdad que necesitaba ayuda psicológica. Estaba cayendo en una espiral de emociones en la que todo giraba a mi alrededor y no sabía qué era verdad y qué era mentira. Mi ira se entremezclaba con su serenidad y de pronto estaba bien como enfadado con el mundo.
Blanca, no puedo dejar de pensar en lo que hice aquella noche cuando tú y yo nos mudamos a mi isla…
 

PASADO

Blanca había visto el piso de alquiler en una página de Internet. Antes de que se mudaran, había contactado con su amigo Tomeu, que ahora era un prestigioso abogado en el bufete Amengual. Se había casado y estaba a la espera de su segunda hija. El abogado se ofreció a ayudarla durante sus primeros meses al enterarse de que su pareja era, ni más ni menos, el hijo de su jefe. Blanca le había pedido discreción hasta que pudiera reunirse con la familia de Mario y les explicara la situación.
La reunión fue breve, puesto que Blanca no quiso dar más detalles de los necesarios. La que más preguntaba era Carmen que, desde que viera salir cabizbajo a su hermano en la última fiesta que celebró en su yate, no había dejado de pensar en él. No obstante, Blanca tenía tablas suficientes para cubrir los verdaderos motivos por los que se habían mudado recientemente. Les dijo que su hijo padecía una depresión desde que se marchara a Barcelona y que ella le estaba tratando con terapia. El hecho de que estuviera cerca de su familia era bueno para él, ya que ayudaba a la terapia, pero era necesario establecer lazos poco a poco. Sus padres, al principio, se mostraban reticentes —en especial, Juan Antonio—, pero sabían que, con suerte, conseguirían recuperar la sonrisa de su hijo. En parte, la tapadera era verdad. Solo que Mario no lo sabía. Era una estrategia que Blanca utilizaba para ayudarle indirectamente mientras él se centraba en recuperar a Álex, el principal motivo de la vuelta a Mallorca. Poco tiempo después, Blanca encontró trabajo gracias a la ayuda de su fiel amigo Tomeu, el nuevo abogado del bufete Amengual. Una prima de Tomeu que recientemente había abierto una consulta en la calle Arenal de Palma, entrevistó a Blanca y pocos días después, empezó a trabajar como terapeuta. Las consultas las dividían entre ellas dos. A veces Blanca cubría las horas de mañana, otras semanas, las de tarde. Le dejaba tiempo suficiente como para vigilar a Mario.
Muchas veces, Blanca se encontraba a su pareja pegado al ordenador cuando llegaba cansada de trabajar. En casa le esperaba mucho más trabajo y no conseguía desconectar. Mario se pasaba horas indagando por las redes sociales, buscando cualquier pista que mostrara algún movimiento extraño de su mejor amigo, pero por desgracia, Álex se había dado de baja de la mayoría de sus cuentas de redes sociales, o tenía las visitas restringidas a los que no aparecían como «amigos» en su perfil. Desde que desapareciera de Barcelona, Mario tenía especial obsesión por encontrarlo y hablar con él. Jamás se había sentido tan solo. La depresión es algo que, si nunca la has padecido, te hará ver en esa persona cierto aire antisocial, de amargura y de locura, pero pocas personas saben que esos enfermos piensan exactamente lo mismo de los que no lo padecen, salvo por el hecho de que su sociabilidad se adorna de falsas sonrisas y forzadas esperanzas, así como su trivialidad antes de aceptarse como un producto antisistema. Mario jamás había seguido las reglas y no iba a empezar ahora. Con ayuda de Blanca o sin ella, iba a dar con el paradero de Álex. Costara lo que costase.
Carmen insistió muchas veces en ver a su hermano, pero Blanca no encontraba el momento adecuado para que los dos hermanos se reencontraran. Antes debía mejorar. Mario padecía insomnio desde hacía meses. Empezaba a perder apetito y, por ende, peso. Lo único que ocupaba su cabeza era reencontrarse con su añorado amigo. Tenían muchas cosas de las que hablar. En una ocasión, Blanca se percató de que cuando le hablaba tenía la mirada perdida. Es como si Mario fuera una carcasa de huesos vacía y por dentro traspasara el aire. Ese fue un día decisivo para ella, así que se puso en contacto con Kovak y quedaron en un bar para tomar un café. Blanca le explicó todo lo sucedido, y el chico, alejando al máximo sus rencores, ofreció su ayuda para que Mario se recuperara. Tenía ganas de volver a ver a su amigo de la infancia. Blanca le omitió ciertos temas, como que Álex y él discutían continuamente desde que se fueran a vivir juntos, o que Mario se había enamorado de él y lo ocultaba en secreto —de la misma forma que ella ocultaba su dolor por saber que a ella no la quería con la misma intensidad—. Kovak tardó poco en confesar que le había conseguido un trabajo a Álex como responsable de la sección de audio y vídeo en la misma empresa de electrodomésticos en la que trabajaba él. Parecía que empezaba a tomarse en serio su responsabilidad de cara a su futuro. Lo de su nueva novia Carlota, era algo que a todos los había pillado por sorpresa, pero Kovak le explicó a Blanca que había notado muy raro a Álex desde que volviera de Barcelona.
—¿A qué te refieres? —le preguntó Blanca inquieta.
—Está más apagado de lo habitual —confesó—. Intenta evitar hablar de Mario a toda costa. Solo dice que quiere y necesita tranquilidad y que las aguas vuelvan a su cauce, pero lo noto más despistado que de costumbre.
—¿Crees que querrá hablar conmigo?
—No te sabría decir. Ni siquiera me había hablado de ti. Eres la sorpresa del día. Hace tanto que no hablo con Mario…
La conversación no quedó ahí, pero Blanca no conseguiría más información, aunque había logrado saber del paradero de Álex. Según Kovak, vivía en un barrio muy cerca de la autopista, compartiendo piso con su actual pareja, Carlota, de quien nadie sabía absolutamente nada. Aunque quizá lo más importante aquel día, es que averiguara que Kovak y él eran compañeros de trabajo y compartían el mismo horario.
Cuando Mario descubrió su paradero, le faltó tiempo para coger abrigo y correr.
—Ve con cuidado —le advirtió Blanca—. No permitas que los nervios te traicionen. Sé amable y el resto vendrá solo.
Se despidió de él dándole un beso en la frente. No cogió el bus. Tampoco llamó a un taxi. Hizo tiempo paseando por las calles de Palma, no sin antes pararse un momento en la farmacia.
Mario apenas hizo ruido al entrar en el local, pero el característico sonido de una campana avisó de su llegada. Una mujer rechoncha y algo bajita apareció entre las cortinas y se apoyó en la barra. Ese rostro ya lo había visitado cuando murió el padre de Álex.
—Buenas tardes, señora Elena —saludó Mario intentando dibujar una sonrisa.
Al principio, la farmacéutica no reparó en su persona, pero cuando repasó al hombre que tenía delante de pies a cabeza fue abriendo los ojos a medida que salía de su asombro.
—Por el amor de Dios, ¡Mario! —Rio—. Oh, madre mía, pero ¿qué te ha pasado? Estás muy delgado y tienes muchas ojeras. ¿Comes bien?
—Sí, señora Elena —mintió—. Bueno, en realidad no duermo muy bien y vengo a pedirle un favor.
Elena capt...

Índice

  1. PRÓLOGO
  2. PRESENTE
  3. PASADO
  4. PRESENTE
  5. PASADO
  6. PRESENTE
  7. PASADO
  8. PRESENTE
  9. PASADO
  10. PRESENTE
  11. PASADO
  12. PRESENTE
  13. PASADO
  14. PRESENTE
  15. PASADO
  16. PRESENTE
  17. PASADO
  18. PRESENTE
  19. PASADO
  20. PRESENTE
  21. PASADO
  22. PRESENTE
  23. PASADO
  24. PRESENTE
  25. PASADO
  26. PRESENTE
  27. PASADO
  28. FUTURO
  29. PASADO
  30. PRESENTE
  31. PASADO
  32. PRESENTE
  33. PASADO
  34. PRESENTE
  35. PÁGINAS 1, 2, 3 y 4 (AMBAS CARAS INCLUIDAS)
  36. PASADO
  37. PRESENTE
  38. PÁGINAS 5, 6 Y 7
  39. PASADO
  40. PRESENTE
  41. PÁGINAS 8, 9 Y 10
  42. PRESENTE
  43. PRETÉRITO PERFECTO
  44. PRETÉRITO IMPERFECTO
  45. FUTURO
  46. NOTA DEL AUTOR
  47. AGRADECIMIENTOS