SEGUNDA PARTE
PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO DE LA ESQUIZOFRENIA
METODOLOGÍA GENERAL DE LA SEGUNDA PARTE
La investigación busca desarrollar una hermenéutica de los indicios encontrados. Sustentada en los postulados de Peirce, plantea un modelo epistemológico pragmático, centrado en la abducción de indicios que son sometidos a interpretación crítica dentro del método histórico cultural descrito en la primera parte. Por lo tanto, no consiste en una investigación positiva, subjetivista o reflexiva, sino en un modelo pragmático de identificación de indicios desde la práctica concreta de una metodología de intervención construida en la disputa dialéctica de las propuestas de la psicología humanista (Carl Rogers), la psicología existencial (Perls, Laing), la logoterapia (Frankl), el psicodrama (Moreno, Anzieu), la psiquiatría popular (Pichon Riviere, Moffatt), y la psicología comunitaria (Martín Baró, Maritza Montero).
La base metodológica específica es la Investigación- Acción Participativa (IAP), que en sus fundamentos de aplicación aborda el objeto de estudio mediante la realización de un diagnóstico inicial desde una perspectiva dialógica, es decir, recoge las apreciaciones que sobre una problemática tienen los diferentes actores sociales. Este abordaje se realiza desde una perspectiva práctica que indaga los aspectos subjetivos de los procesos sociales buscando transformar una determinada situación (Colmenares, 2012).
Una IAP se caracteriza porque busca transformar la realidad, comprende la realidad como una totalidad compleja y concreta, pretende la movilización de los grupos sociales, implica un proceso sistemática de recogida de información, parte de las demandas de la colectividad, desarrolla procesos de intervención (Folgueiras & Sabriego- Puig, 2013).
La IAP inicia con una fase de diagnóstico, en la cual es fundamental la participación de la comunidad sujeto de intervención, buscando identificar el estado general de la problemática y las necesidades (Folgueiras & Sabriego- Puig, 2013). En este diagnóstico se comprende que la preocupación es definida por los profesionales que se implican en el proceso, generando una acción para beneficio del grupo y construir alternativas consensuadas de intervención. Las mismas que son dialógicas e interdisciplinarias (Sepúlveda, Calderón, Ruiz, & Beltrán, 2008).
En el caso del presente texto, la IAP se articula en el modelo pragmático y hermenéutico de análisis asentado en el Método Histórico- Cultural, por lo tanto no cumple con los pasos esquemáticamente, sino que se modifica en función de las necesidades investigativas y prácticas, terminando por identificar patrones clínicos de intervención psicológica.
BASES TEÓRICAS PARA EL TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE LA ESQUIZOFRENIA
La psicología popular propone una visión de la práctica psicológica alejada de los modelos tradicionales, propone un acercamiento al paciente en tanto sujeto, en tanto persona, y no en tanto enfermo o conjunto de síntomas. Propone una comprensión del mundo de vida, de las experiencias, del ser del sujeto, una lectura de la realidad de la persona, no desde una perspectiva hospitalaria, sino desde la misma experiencia y la historia del sujeto. Plantea la necesidad de realizar una lectura de las particularidades de la experiencia de la persona como centro fundante de su propia humanidad, la misma que en muchas ocasiones se halla distorsionada u oculta por las necesidades de la sociedad provocando el sufrimiento, la crisis, el síntoma.
Su desarrollo propone una lectura de la vida psíquica de los sujetos como una construcción histórica compleja, donde los fenómenos psíquicos, el organismo, la sociedad, la familia, las relaciones, van constituyendo al ser-en-el-mundo, que tiene que enfrentar una realidad social enajenante, excluyente, incongruente, y que en este proceso de adaptación va excluyendo de su propio ser todas aquellas experiencias que son consideradas “no deseables” por el medio social. La familia, los padres, los maestros, los pares, la pareja del sujeto, se constituyen como aquellos “otros” que no son capaces de aceptar la totalidad de la propia experiencia, haciendo que la persona, con el fin de mantener dichas relaciones que le permiten “estar con los otros”, excluya su propia experiencia y la convierta en una sombra acechante permanente que condena al sujeto a la fuga neurótica, a la psicosis, al sufrimiento, a la incongruencia.
Todas las experiencias del sujeto, inclusive aquellas más vergonzosas, dolorosas y humillantes, son precisamente el núcleo nodal donde se articula la personalidad; y por lo mismo son esas experiencias las que reclaman que el sujeto las vea, las lea, las haga parte consciente de su propia existencia, las recuerde, las piense, y finalmente las valore y las integre. La alteración psíquica, el sufrimiento, el síntoma, son las voces, el lenguaje de esa experiencia negada, silenciada, excluida; son la voz de todo aquello oscuro que esconden todos los sujetos, y que por oculto, por negado, por olvidado, es precisamente aquello que somos y no podemos dejar de ser, y esa experiencia es el cimiento sobre el que descansa todo nuestro ser. Al respecto Rogers menciona:
Denominamos incongruencia a ese estado de discrepancia entre el yo y la experiencia. Cuando el individuo se encuentra en estado de incongruencia está expuesto a tensión y confusión interior, ya que algunos aspectos la conducta del individuo se rige por la tendencia actualizante y en otros por la tendencia a la actualización del yo. De ahí la aparición de conductas discordantes o incomprensibles. El comportamiento neurótico es una manifestación de este estado de incongruencia: la conducta neurótica es el resultado de la tendencia actualizante, en contraposición por las cuales el individuo intenta actualizar su yo. De modo que el neurótico no puede comprenderse a sí mismo, ya que se abstiene de hacer lo que conscientemente “quiere” hacer, o sea, realizar un yo que ya no es congruente con la experiencia (Rogers C. , 2014).
Los síntomas son el lenguaje de la experiencia negada, son la voz de los fenómenos psíquicos silenciados y dolorosos, los síntomas que se expanden a la totalidad de la conducta, son aquellas voces que demandan atención por parte del sujeto, son gritos del organismo que busca actualizarse, que busca el equilibrio, la totalidad, la armonía, que por ser imposible, es el motor fundamental de la vida del sujeto. La existencia siempre es dolorosa, pero la búsqueda de superar ese sufrimiento determina la tendencia a la actualización permanente que realizamos, y la realizamos precisamente a través de los síntomas que nos recuerdan que “algo” no está completo, que “algo” reclama atención, que nuestro Yo necesita sufrir el doloroso descubrimiento de ese “algo” que pide ser amado, aunque sea nuestra parte más oscura y temida.
Por lo mismo, para la psicología humanista, los síntomas no son un problema, son la apertura de un camino hacia la actualización del sujeto, son la puerta abierta hacia las voces de la experiencia negada, son la vía que conduce directamente hacia todo aquello que el sujeto quiso negar, ocultar, desaparecer, y que en un momento determinado de la vida llama la atención del organismo generando la crisis. Crisis que por lo mismo no significa tampoco un problema, sino la oportunidad de abordar esos contenidos problemáticos que no desaparecerán, ni dejarán de perturbar al Yo, y que por lo mismo necesitan ser escuchados, ser valorados, ser amados.
A medida que el sujeto se involucra en este doloroso proceso epistemológico de volver a descubrir su propia experiencia, se desarrolla el proceso mediante el cual comienza el desarrollo de la personalidad, el desarrollo del organismo como totalidad, como eje dialéctico incompleto en búsqueda de la imposible complitud que permite la existencia misma. La psicología humanista no busca el estado de “completa” salud mental, el mismo es imposible; la realidad dialéctica del psiquismo hace que ese estado sea inalcanzable, armonía imposible e innecesaria; la búsqueda de la psicología humanista es el bienestar y la congruencia del Yo con sus partes negadas, la psicología humanista busca el estado de creatividad del sujeto que le permite utilizar sus herramientas existenciales para enfrentar un mundo hostil, competitivo, represivo, alienante, donde sólo el organismo y su búsqueda de homeostasis pueden permitirle al sujeto un estado de bienestar basado en una permanente lucha por actualizarse y cambiar.
El sujeto enfrentado a esta realidad compleja necesita desarrollar el potencial de su personalidad como parte del potencial de la especie humana en general; pero para poder acceder a ese potencial debe primero aceptar e integrar todas las partes de su personalidad; aquellas apreciadas y aquellas despreciadas, aquellas olvidadas y aquellas recordadas, aquellas sombrías y aquellas luminosas, y de todo ese conjunto fenomenológico desarrollar la base existencial que le permita ser-en-el-mundo, y convertirse en un agente de transformación de esa misma realidad
El ser humano no es una cosa más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a las otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser –dentro de los límites de sus facultades y de su entorno –lo tiene que hacer por sí mismo. En los campos de concentración, por ejemplo, aquel laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste (Frankl V. , 1991).
Las decisiones que habla la teoría de Frankl tienen que ver con el sentido que el sujeto puede darle a su propia existencia, pero este sentido sólo es alcanzable cuando se ha podido pasar por el abismo de entender la propia experiencia, aprender a manejar las propias facultades y transformar el entorno; aprender a sobrevivir en el gran campo de concentración que es la sociedad capitalista actual implica aprender de las propias herramientas existenciales y vivenciales desarrolladas a lo largo de la propia vida del sujeto. ¿En qué circunstancia el sujeto desarrolla herramientas existenciales más poderosas? ¿En las crisis o en los estados de aparente bienestar?, y la respuesta es en ambos, pero las herramientas de la crisis por lo general son negadas, son ocultadas por el sujeto, aunque las ponga en práctica con relativa frecuencia para enfrentar el estado de crisis permanente en que el ser humano se encuentra en el momento actual de su historia; herramientas ocultas pero vivas en cada acto, en cada chiste, en cada sueño, en cada síntoma, en cada uno de los lugares donde el psiquismo puede simbolizar la experiencia del sujeto.
El histórico texto de Frankl construido en torno a su propia experiencia del campo de concentración fascista, nos habla de esa experiencia fundamental de todos los seres humanos, de esa experiencia de mundo que nos permite enfrentar a ese mismo mundo que en ocasiones puede ser tan racionalmente cruel como en los campos fascistas o en el mundo moderno de la guerra y la enajenación, de esa experiencia enmarcada por lo social que endurece a los sujetos y los prepara para enfrentar casi todas las circunstancias posibles, de ese mundo de saberes y dolores que construye el particular sentido de vida de cada persona, conjunto de experiencias simbolizadas en el lenguaje que buscan salir en cada acto de la vida, demostrando la tesis de Rogers, de que los hechos, por más terribles que puedan parecer, siempre t...