Un mundo de artefactos
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Un mundo de artefactos

Breve historia de la ciencia y de la técnica

  1. 288 páginas
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Un mundo de artefactos

Breve historia de la ciencia y de la técnica

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Hace unos doce mil años se produjo la Revolución agrícola por la cual unos grupos de homínidos se convirtieron en la especie humana a la que pertenecemos. En este brevísimo lapso temporal esta especie ha colonizado la Tierra y se ha convertido en la única que puede decidir sobre su destino: en unos segundos puede suprimir la especie usando el arsenal atómico o, afrontando problemas éticos más graves si cabe, modificar las especies y también la humana mediante la ingeniería genética; con la inteligencia artificial y la robótica, con la mecánica cuántica, ha transformado el comportamiento de los individuos y de la sociedad al construir el mundo de artefactos (materiales, simbólicos y conceptuales) en el que vivimos y en el cual ya hay que distinguir entre persona humana y cibernética.Esta breve historia propone un recorrido por las distintas revoluciones científicas y técnicas que han llevado, en sucesión cada vez más acelerada desde el siglo XVII, al dominio de energías como la eléctrica, la termodinámica o la electrónica, con los cambios sociales, políticos y económicos aparejados. Partiendo de las preguntas "dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí", se invita al lector a imaginar un futuro y, sobre todo, a pensar en cuál puede ser, en el momento actual, el puesto del hombre en el cosmos."Un recorrido sintético, riguroso y reflexivo que abarca desde la Revolución agrícola de hace unos 12.000 años hasta la actual explosión tecnocientífica".La Voz del Sur

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Información

Editorial
Trotta
Año
2020
ISBN
9788498799637
Edición
1
Categoría
Historia

1

DÓNDE ESTAMOS Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ

DÓNDE ESTAMOS

1. Es una pregunta cuya respuesta parece clara: en el tiempo, y nos encontramos en el tercer milenio en uno de los calendarios, el gregoriano, en el cual medimos artificialmente el tiempo; en el espacio, nos encontramos en España, un país de Europa occidental del planeta Tierra que pertenece al sistema solar miembro de una de las miles de millones de galaxias existentes y a la que se nombra Vía Láctea; en lo político-social, en una sociedad enmarcada en un Estado que pretende ser de bienestar.
Realmente lo que menos importa son estas coordenadas; lo que importa es observar que se vive en una sociedad estructurada, colonizada por artefactos. Artefactos que, por serlo, han sido diseñados, producidos, distribuidos, consumidos por lo que calificamos de seres humanos y que, en el fondo, son seres convertidos en artefactos entre artefactos.
De hecho, se vive en un entorno espacio-temporal-social donde lo que podría ser considerado artefacto, porque no se da por sí en la physis, en la naturaleza —como se dan las amapolas, por ejemplo—, se considera todo lo contrario, se ha convertido en lo natural. Artefactos construidos, fabricados a base de otros artefactos previos como los vestidos que antes se fabricaban con productos que se consideraban «naturales», tales que lana o algodón y que ahora se hacen a partir de productos ya previamente manufacturados como los sintéticos y fabricados en serie con ayuda de otros artefactos.
Artefactos materiales son las casas o los edificios en los cuales se vive, las ciudades, las carreteras asfaltadas o no; la bombilla, el ordenador, el teléfono —móvil o fijo—, la mesa en la que se apoyan, la televisión, la silla en la que ahora están sentados, el coche, los utensilios de cocina, las ropas con las que se cubren o las monedas que emplean en sus intercambios de consumo. También se pueden considerar artefactos materiales, ahora vivos, los animales de granja —vacas, cerdos, gallinas…— que han dejado de ser «libres» para ser fabricados en serie para consumo humano. Igualmente son artefactos, aunque no materiales, los mitos, las creencias, las ideologías construidas por el hombre a lo largo de su historia, como lo son un teorema matemático, unas teorías como la física newtoniana o la mecánica cuántica, un poema, un cuarteto de cuerda, una novela, una película. Estos últimos, y resalto los términos, hacen soñar, desear, imitar, rechazar, pensar, en una palabra, hacen vivir con y gracias a los artefactos materiales anteriores. Unos y otros estructuran un cierto estar en el mundo, condicionan la conciencia, designe lo que designe este término, de los individuos.
2. El mundo en el que nos encontramos inmersos está constituido por esos tipos de artefactos que se pueden clasificar en tres grandes bloques: materiales, simbólicos, conceptuales. Artefactos entre los cuales y de los cuales vivimos como seres auténticamente escindidos. Han ampliado las experiencias vitales de todos, experiencias que no quedan tan solo en el ámbito tecnológico, que es el más llamativo en estos momentos, porque son experiencias que se siguen dando y viviendo en ámbitos como el simbólico, el conceptual.
Esos ámbitos han dado paso a un hábitat, a un artefacto muy especial. La ciudad, la casa, el entorno espacial que nos rodea son constructos, artefactos materiales construidos atendiendo hoy día a un diseño previo realizado utilizando unos instrumentos propios de lo conceptual: los proporcionados por la geometría métrica euclídea, ayudada por el cálculo diferencial e integral.
Las paredes de las habitaciones son perpendiculares a los suelos y techos, y paredes, techos y suelos conforman espacios delimitados por planos paralelos entre sí; las ventanas y las puertas se diseñan y fabrican atendiendo a una forma rectangular como los libros, las mesas, los folios, o, de tener otras formas, también se diseñan y fabrican atendiendo a los mismos artefactos conceptuales.
Y he dicho son porque, en general, esas formas no las percibimos como son en sí, como han sido diseñadas y construidas: el paralelismo no se percibe. La geometría métrica euclídea es una de las geometrías más antiintuitivas de las construidas por el hombre: sabemos cómo son algunas de estas formas, aunque no las percibimos como tales.
Si el hábitat en el que vivimos es geométrico métrico euclídeo, nuestra acción diaria viene enmarcada por otro elemento matemático, ahora aritmético. Al pagar un café, una fotocopia, un libro, una entrada para un concierto, al hacer la compra en el supermercado, hay que contar. Un contar que supone sumar, restar, calcular… Al mirar un reloj para ver el tiempo que, pongo por caso, tardaré en llegar a un lugar, se siguen viendo cifras, calculando números. Y no hago referencia a las noticias de la radio, por ejemplo, donde todo es número y tantos por ciento, el de muertos y heridos en uno u otro atentado, en uno u otro bombardeo, el número de manifestantes o de parados, las cifras de Hacienda, los millones de euros depositados en los llamados paraísos fiscales…
También se tienen momentos en los cuales se organiza un viaje estudiando rutas y viendo planos con sus elementos topológicos, de lugar, incardinados. Elementos topológicos que, por otro lado, se viven a diario porque se entra y sale de habitaciones pasando así por la frontera de entornos abiertos o cerrados, de interior a exterior o al contrario. Lo mismo que al hacer fotografías, al ver una película en cine o televisión se manejan unos rudimentos de otro tipo de geometría, la proyectiva, que no es métrica.
Y no puedo dejar a un lado la matemática computacional, la que se encuentra en la base de los ordenadores, los teléfonos móviles, en la de cualquier tipo de artefactos y de tal manera que se puede afirmar que nos encontramos en un mundo digitalizado por lo que, de ser hackeados o tener un fallo o incluso un parón eléctrico, se puede llegar a paralizar la vida del país. Una matemática que está en la base de la informática y, con ella, de todo lo relacionado con algoritmos y, consecuentemente, con la inteligencia artificial y su compañera la robótica, con la nanotecnología.
Lo que acabo de indicar es que junto a los artefactos materiales, el mundo en el que nos encontramos está constituido de artefactos conceptuales y entre ellos he destacado los matemáticos —geométricos, aritméticos, topológicos, estadísticos, computacionales—. Los artefactos matemáticos se muestran, realmente, invisibles en su radical presencia, pero sin ellos no existiría la sociedad en la cual nos encontramos.
Artefactos como elementos constantes ante nuestra conciencia que dejamos a un lado en nuestro pensar y vivir, como si no estuvieran ahí, y nos imaginamos una conciencia llena de fenómenos trascendentes o inmanentes pero jamás semejantes a aquellos que condicionan nuestra vida minuto a minuto, día a día. Incluso algunos intentan captar los objetos como son fenomenológicamente ante nuestra conciencia, pero nunca encuentran las formas geométricas, los cálculos, los topos, los algoritmos, en esas experiencias fenomenológicas.
Artefactos materiales, conceptuales, pero también los hay simbólicos. Entre las coordenadas en las cuales nos encontramos mencioné que estamos inmersos en una sociedad que exigimos sea de bienestar. Exigimos educación gratuita, sanidad gratuita, servicios gratuitos, seguridad social gratuita, exigimos opinar de todo y, sobre todo, participar en todo. Pero, a la vez, asumimos que el Estado sea, al menos, proteccionista: lo hacemos responsable de que la Administración funcione, de que no haya parados, que proteja a la sociedad de posibles atentados garantizando a la vez la libertad de todos y cada uno de sus miembros, que sea responsable de la moral ciudadana a través de la enseñanza y que también sea el recaudador de impuestos para llevar a cabo las labores encomendadas.
Inmersos en una sociedad que se cree laica, pero que realmente se estructura bajo una burbuja o ámbito simbólico, mítico-religioso, porque se encuentra inmersa en unas creencias y unas ideologías que se viven con una fe radical y basadas ahora en unas convicciones bajo rúbricas muy diversas y que se acogen a recetas como las de democracia, progreso, evolución, género, igualdad, feminismo, derechos «humanos», etc., avaladas en todo caso por «lo científico», porque «lo dice la ciencia».
Dogmas y creencias mítico-religiosas, con sus valoraciones asociadas, que se estiman tan fundamentales para nuestro actual modo de vivir que se intentan imponer a cada miembro de estas sociedades occidentales, condenando a quienes no los aceptan. Tan fundamentales que aparentemente también se tratan de imponer a otras sociedades a las que, si es preciso, se las intenta «revolucionar» con «primaveras democráticas», pero se las termina bombardeando, eso sí, con drones o aviones no tripulados para que los muertos no sean los de nuestra sociedad, sino los de aquellas a las que se bombardea por no aceptar nuestros artefactos ideológicos, mítico-religiosos y económicos.
Nuestra sociedad occidental vive encerrada bajo los ámbitos conceptual, tecnológico y simbólico que proporcionan un mundo de creencias, un mundo lleno de dogmas que, por adoptarse como tales, se muestran intocables y se han convertido en los principios reguladores del comportamiento de los individuos. En el fondo se tiene que vivir la vida, escindida, en cada uno de ellos. Vivir porque hoy día en el trabajo conceptual hay que ayudarse del ordenador, del correo electrónico, hay que enlazar lo conceptual y lo tecnológico para intentar lograr un conocimiento que vaya desde el átomo hasta el cosmos. Y no solo lograr o conseguir un conocimiento, sino simplemente vivir, comunicándose con otros, trasladándose de un lugar a otro, descansar o escuchar un cuarteto.
3. Situados en un mundo de artefactos hay que destacar que vivimos momentos muy especiales como miembros de las sociedades occidentales: los avances científico-tecnológicos están provocando profundas transformaciones en las relaciones sociales y políticas, en el comportamiento individual. Menciono, simplemente, unos ejemplos.
En lo tecnológico hay que recordar los primeros aparatos de televisión, en blanco y negro, y el paso a la televisión en color, los mandos a distancia, la multitud de canales; contemplar en ese televisor los primeros vuelos a la Luna, las estaciones espaciales convertidas hoy en rutina… O el ordenador, y unos simples datos: en 1975 Gates y Allen fundan Microsoft; el 24 de agosto de 1995 lanzan Windows 95 y en cinco semanas venden siete millones de copias; Google —nombre homenaje al número gúgol: 10100— surge el 27 de septiembre de 1998. La revolución provocada en la telefonía móvil con el iPhone que se anuncia en enero de 2007 y se comercializa en junio de ese año y ha convertido a los viandantes en aparatos ligados a un aparato cuando marchan por la calle… A todo ello se suma la creación de Internet donde se tiene la Enciclopedia Universal, Wikipedia, y, sobre todo los nuevos medios de opinión a través de las llamadas redes sociales constituidas por Twitter, Facebook o whatsapp.
La inteligencia artificial y su compañera fiel, la robótica, han propiciado logros que han llevado a proclamar que nos encontramos en los inicios de la «cuarta revolución industrial», más potente que las anteriores, las provocadas por la máquina de vapor, la electricidad o la electrónica.
Si la robótica obliga a la búsqueda de nuevas formas de trabajo como ya ocurriera en las anteriores revoluciones, esa búsqueda adquiere unas dimensiones mucho más profundas. Se puede afirmar que la robotización ha ido colonizando ciertos aspectos clásicos como los de la productividad industrial y la de servicios, en cuyos terrenos ha provocado la aparición de un paro estructural y una crisis económica que no son hechos momentáneos, sino estructurales. Como ejemplo se tiene la eliminación de millones de puestos de trabajo que se calcula en un 12 % en los países occidentales en lo que llevamos de siglo. En China se anunció para 2016 que las fábricas Samsung pasarían de 150 000 empleados a solo 60 000; mientras que los fabricantes del iPhone anuncian la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo. En estos dos últimos casos, los trabajadores «seres humanos» son reemplazados por otros artefactos, los robots, en un proceso que se califica de fabricación total automatizable. Con una precisión: es un proceso que va más allá de esos terrenos y afecta, cada vez de modo más acelerado, a todos los campos de la actividad humana. En el Parlamento Europeo se ha planteado sustituir el término «robot» por el de «persona cibernética» a partir de 2018, lo cual supone que, como tal persona, cuando se la tenga como trabajadora en una fábrica, en una oficina, en un hospital, en casa, haya que darla de alta en la seguridad social de cada uno de los países miembros.
Es una revolución la que estamos viviendo que ha llevado a plantear la distinción entre dos tipos de personas: humana y cibernética. Para algunos científicos, todo ello constituye el mayor peligro que se cierne sobre la especie humana, mayor que el de una posible guerra nuclear o la degradación del medio ambiente.
En esta cuarta revolución integro la acción humana sobre la biosfera, que es algo más que la tan difundida intromisión en la capa de ozono. Una acción permanente desde la Revolución agrícola, pero que en el último siglo se ha llevado a cabo de manera tan radical que los geólogos consideran que se ha entrado en una nueva fase geológica, el Antropoceno, cuyo punto inicial sitúan en el año 1950 por los residuos radioactivos provocados por las bombas atómicas.
4. Si nos situamos en el Antropoceno, donde el ser humano se ha convertido en un elemento que condiciona hoy día las transformaciones de la biosfera, se tiene otra revolución quizá más profunda por sus consecuencias éticas: la producida en los terrenos de la biología. En ella se ha pasado a la biotecnología con el manejo de los genes mediante un instrumento, el CRISP/Cas9. Esto supone la posible manipulación del genoma de todas y cada una de las especies conocidas, incluida la especie humana, de manera precisa y casi totalmente fiable. Sabiendo que la actuación que se realiza en los genes se hereda, se incorpora a la especie; en otras palabras, sabiendo que los caracteres adquiridos se heredan. Aunque, como el hacer científico es imparable, se anuncia que se están logrando técnicas de manipulación que dejen intacto ese genoma y actúen únicamente sobre el individuo, con lo cual se permiten afirmar que se pueden dejar a un lado los problemas éticos que esa actuación conlleva.
Avances en el interior de los tres ámbitos que, en su transcurrir, conducen a la aparición de nuevos conceptos, de un nuevo tipo de habla y escritura y, con él, de una nueva manera de comportarse, de estar en el mundo. Un estar en el mundo radicalmente nuevo porque, en estos momentos, la especie humana se ha convertido en un agente esencial para el destino del planeta Tierra o, más bien, de su biosfera y, en ella, de la propia especie humana.
Hay que observar que todos estos logros tan revolucionarios muestran dos caras, son armas de doble filo que sitúan a la especie humana como la que tiene en sus manos su destino. No se trata ya de adelantar o atrasar su obligada desaparición, que está fijada astronómicamente, sino más bien de cómo va a ser esa existencia desde ahora hasta esa desaparición obligada como e...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. CONTENIDO
  5. ÍNDICE GENERAL
  6. Prólogo
  7. 1. DÓNDE ESTAMOS Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ
  8. 2. MEMORIA DE ESPECIE
  9. 3. LA CREACIÓN DEL ÁMBITO CONCEPTUAL: GRECIA
  10. 4. EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO
  11. 5. TODO ES MATERIA EN MOVIMIENTO
  12. 6. ILUSTRACIÓN, INVENTORES, REVOLUCIONES
  13. 7. LA LUCHA POR LA VIDA
  14. 8. LA EXPLOSIÓN TECNOCIENTÍFICA
  15. 9. DÓNDE ESTAMOS Y ADÓNDE VAMOS
  16. 10. CODA FINAL
  17. Índice onomástico