V. WikiLeaks
La «publicación ilegal de documentos confidenciales» es el reproche que con más frecuencia numerosos gobiernos —empezando por el de Estados Unidos— le han hecho al más célebre de los portales de difusión de información confidencial o de «filtraciones» de bases de datos, WikiLeaks (http://mirror.WikiLeaks.info).
Acalorados debates sobre si WikiLeaks ha hecho prosperar o no la causa de la libertad de prensa, si resulta bueno o malo para la democracia o si se debe o no censurar están causando furor en todo el mundo. Lo seguro es que todo periodista sabe que su papel en la difusión, sobre todo en la de miles de informes secretos relativos a los abusos cometidos por militares en Afganistán y en Irak, y de unos 150 mil cables enviados por las embajadas de Estados Unidos al Departamento de Estado, constituye «un hito en la historia del periodismo» que marca un antes y un después.
WikiLeaks, creada en 2006 por un grupo de internautas anónimos, con Julian Assange como portavoz, asumió la misión de recibir y hacer públicas filtraciones de información (leaks) garantizando la protección de las fuentes.
Resulta interesante conocer las tres razones que, según Assange, motivaron su creación:
La primera: la muerte a escala mundial de la sociedad civil. Rápidos flujos financieros por transferencias electrónicas de fondos que se mueven más rápido que la sanción política o moral destrozan la sociedad civil a lo ancho del mundo. […] En este sentido la sociedad civil está muerta, ya no existe, y hay una amplia clase de gente que lo sabe y está aprovechando que saben que está muerta para acumular riqueza y poder. La segunda […] es que hay un enorme y creciente Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el mundo, principalmente basado en Estados Unidos […] La tercera es que los medios de comunicación internacionales son un desastre […] el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno.
Assange aporta una visión radicalmente crítica del periodismo. En una entrevista llega incluso a afirmar que «dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista. […] El mayor abuso es la guerra [de Irak y de Afganistán] contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales».
La filosofía de WikiLeaks se basa en un principio fundamental: los secretos existen para ser desvelados. Toda información oculta nace con vocación de ser revelada y puesta a disposición de los ciudadanos. Las democracias no deben ocultar nada, los dirigentes políticos tampoco. Si las acciones públicas de estos últimos no son incompatibles con sus actuaciones privadas, las democracias no deberían temer la difusión de «información filtrada». En este caso y sólo en este caso ello significaría que son moralmente ejemplares y que el modelo político que encarnan —juzgado como «el menos imperfecto de todos»— podría de verdad extenderse, sin obstáculo ético alguno, al conjunto del planeta.
¿Por qué tienen que callarse los periodistas en una democracia cuando un responsable político afirma una cosa en público y hace lo contrario en privado?
WikiLeaks ofrece a los internautas la posibilidad de difundir ampliamente, a través de su plataforma, grabaciones, videos o textos confidenciales sin indagar en cómo han sido obtenidos pero cuya autenticidad verifica. En él trabajan una veintena de voluntarios a tiempo completo y unos 800 colaboradores —periodistas, juristas, informáticos— voluntarios. WikiLeaks vive de las donaciones de los internautas y de fundaciones y no acepta ayudas públicas ni publicidad.
Un buen número de instancias públicas ha reconocido la utilidad de su trabajo para la sociedad. En 2008 recibió el Index on Censorship Award que otorga el semanario británico The Economist, y en 2009 Amnistía Internacional le concedió el premio al mejor «medio de comunicación nuevo» por haber sacado a la luz, en noviembre de 2008, un documento censurado relativo a un caso de malversación de fondos efectuado por el entorno del antiguo presidente de Kenia, Daniel Arap Moi.
Desde su creación WikiLeaks es un festín permanente de secretos, una auténtica fábrica de primicias. Ha difundido en tres años bastantes más que muchos prestigiosos medios en treinta. Entre los mayores escándalos que sacó a la luz entre 2006 y 2009 destacan los documentos que denunciaban las técnicas utilizadas por el banco privado suizo Julius Baer para facilitar la evasión fiscal; el manual de procedimiento penal del ejército estadounidense en la base de Guantánamo; la lista de nombres, direcciones, números de teléfono y profesiones de los miembros del Partido Nacional Británico (BNP, de extrema derecha) en la que figuraban policías; la lista pormenorizada de correos electrónicos intercambiados con el exterior por las víctimas de los atentados del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001; los documentos que probaban el carácter fraudulento de la quiebra del banco islandés The New Kaupthing; los protocolos secretos de la Iglesia de la Cienciología; el historial de los correos personales enviados durante la campaña electoral por Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos junto a John Mc Cain en 2008 desde su ordenador profesional —lo que la legislación estadounidense prohíbe—; los expedientes del proceso del asesino paidófilo Marc Dutroux, incluido el listado con los números de teléfono, cuentas bancarias y direcciones de todas las personas investigadas en este caso de paidofilia.
El asunto Probo Koala
Todas estas noticias desencadenaron auténticas controversias pero ninguna de ellas logró un verdadero eco mediático fuera de los círculos implicados. No fue hasta el caso Trafigura cuando la actuación de WikiLeaks alcanzó, por primera vez, repercusión internacional.
La multinacional Trafigura, con sede en Londres, es una de las empresas más importantes del mundo en el transporte de petróleo y de materias primas. Habiendo estado ya implicada en el escándalo «petróleo contra alimentos» en Irak, en 2006 se le acusó de haber fletado el «buque de la vergüenza» Probo Koala que transportaba peligrosos desechos químicos a Costa de Marfil, donde debían haber sido tratados. Sin embargo, por razones de economía, estos residuos tóxicos fueron ni más ni menos que esparcidos por varios vertederos salvajes de Abidjian, provocando una decena de muertos, miles de intoxicados y un enorme escándalo internacional.
Con el fin de preparar su estrategia de defensa Trafigura solicitó un informe interno —The Minton Report— para determinar la toxicidad real de los desechos. Éste resultó abrumador y la multinacional decidió guardarlo en secreto. Pero WikiLeaks se hizo con él y lo publicó en septiembre de 2009. El documento contenía pruebas específicas que demostraban que los residuos químicos habían intoxica...