Capítulo 1
Los orígenes de la esperanza intrahistórica en la tradición judía
Como hemos indicado en la Introducción a la primera parte de nuestro trabajo, el primer capítulo lo dedicaremos a estudiar los orígenes de la esperanza intrahistórica en el judaísmo. Ya que el objetivo fundamental es distinguir la esperanza cristiana de la que encontramos en el judaísmo, para librar a los Padres de la Iglesia de la acusación de haber adaptado al cristianismo de manera superficial una doctrina que es ajena al mismo -como vimos que afirmaba Simonetti-, deberemos distinguir con claridad la esperanza intrahistórica transmitida por el Antiguo Testamento de la formulación que el judaísmo realizó de dicha esperanza y que, como veremos en el capítulo tercero, pudo influir en algunas desviaciones que podemos encontrar en la Iglesia primitiva.
Por ello, estructuraremos el capítulo en dos apartados fundamentales. En el primero mostraremos el origen de la esperanza intrahistórica en los textos del Antiguo Testamento. Como el enfoque del trabajo no es exegético, sino que pretende argumentar a partir de un estudio histórico de la tradición teológica, no vamos a entretenernos en realizar una exégesis detenida de los textos, sino únicamente presentaremos las afirmaciones fundamentales de la Escritura que a lo largo de los siglos serán objeto de discusión en la teología cristiana. En este apartado no pretendemos realizar aportaciones novedosas, sino simplemente recordar al lector las afirmaciones fundamentales de la Escritura en este punto, basándonos en una bibliografía básica que indicaremos al comienzo de cada apartado. En el segundo epígrafe estudiaremos las interpretaciones que el judaísmo contemporáneo al nacimiento de la Iglesia realizó de estos textos de la Escritura, para poder calibrar su novedad respecto a las afirmaciones estrictamente reveladas y su posible influencia posterior en la teología cristiana. Para ello acudiremos a la literatura intertestamentaria, que ha sido estudiada con mucha profundidad en las últimas décadas. Tampoco en este punto pretendemos otra cosa que extraer de estos estudios las afirmaciones fundamentales que necesitamos para el recorrido de nuestro trabajo, por lo que nos remitimos a dichos estudios, que citaremos al comienzo de cada apartado, para una mayor profundización y análisis de estas afirmaciones.
1. Orígenes de la esperanza intrahistórica en el Antiguo Testamento
La esperanza en una plenitud de la historia es una doctrina que ha configurado de manera decisiva el pensamiento occidental. Es aceptado de manera unánime por los historiadores de la filosofía de la historia, entre los que podemos destacar a Karl Löwith, que la interpretación de la historia de acuerdo con un principio director de los sucesos hacia una culminación final, se inicia con la esperanza judía, continuada en el cristianismo. Esta esperanza en la culminación final de la historia por el advenimiento del Reino de Dios, afirma Löwith, está en el origen de la esperanza en el progreso y la idea de sentido de la historia que ha caracterizado el pensamiento occidental de los últimos siglos y que no puede encontrarse en ninguna otra cultura ajena a las tradiciones judía y cristiana. Aunque las afirmaciones de Löwith sobre la carencia de conciencia histórica o de sentido de la historia en el mundo helénico no son aceptadas por todos los autores, sí que se acepta sin discusión que el origen de la idea de una plenitud definitiva de la historia se encuentra en el judaísmo, y en concreto, en los escritos del Antiguo Testamento, donde encontramos de forma explícita la esperanza de una intervención divina en la historia que llevará a ésta a su plenitud mediante un triunfo de Dios sobre el mal que es descrito usando diversas imágenes a lo largo de los siglos en los que se van formando las escrituras canónicas veterotestamentarias.
Procederemos a una breve exposición de los textos veterotestamentarios que muestran esta concepción -sin pretender ser exhaustivos- clasificándolos según la tradicional división de la Escritura por categorías: Pentateuco y libros históricos, salmos y libros sapienciales, y profetas. Para una descripción más prolija del contenido fundamental de estos textos nos remitimos a obras de referencia generales que iremos citando al comienzo de cada epígrafe.
a) Pentateuco y libros históricos
Los primeros rastros de esta intervención divina de cara a una futura plenitud, podemos encontrarlos ya en el Pentateuco. En el ProtoEvangelio (Gén 3, 15) encontramos una promesa de intervención divina para el futuro que implica la derrota definitiva del mal. También en el Génesis encontramos las primeras referencias a la Alianza divina. Promesa y Alianza son considerados los hilos conductores del Pentateuco, que asimismo puede estimarse como el corazón del Antiguo Testamento. La Alianza con Noé (Gén 9, 8-17), y sobre todo la Alianza con Abraham (Gén 15. 17), son descritas como promesas de Dios para el porvenir, que hacen nacer una esperanza en una futura bendición divina sobre toda la humanidad a través de la descendencia del patriarca y la tierra que le promete (Gén 12, 3; 22, 18). Estas promesas de plenitud ligadas a la Alianza son repetidas a Isaac (Gén 26, 2-5) y a Jacob (Gén 28, 13-14).
Estas primeras alianzas son redactadas, siglos después a los acontecimientos narrados, como anunciadoras de la Alianza por excelencia en el Antiguo Testamento, la Alianza del Sinaí (Ex 19-24), que concluye con las promesas divinas (Ex 23, 20-33), centradas en la conquista de la tierra (Ex 23, 23), derrota de los enemigos (Ex 23, 27), bendiciones materiales (Ex 23, 25-26) y sobre todo espirituales: una especial cercanía con Dios (Ex 19, 5-6). Tras la primera ruptura de la Alianza por parte de Israel, Dios se muestra misericordioso, y tras renovar la Alianza (Ex 34), promete realizar grandes maravillas futuras a favor del pueblo (Ex 34, 10). Estas acciones futuras de Dios están relacionadas, ya desde el Génesis, con la promesa del Mesías; de ahí, por ejemplo, el último de los oráculos de Balaam (Núm 24, 15-24), en el que se promete, para un futuro remoto -es decir, no para la inmediata conquista de la tierra- la presencia de un cetro en Israel que destruirá a sus enemigos y le hará prevalecer sobre las naciones vecinas.
Este Mesías, Mediador de la Alianza y por tanto también de los beneficios divinos, aparece en algunas ocasiones con características propias de un profeta, pues enseñará al pueblo la voluntad del Señor (Dt 18, 15-18). Pero en los libros históricos aparece con más frecuencia como un rey de la casa de David, un Ungido de Dios que llevará al pueblo a recibir las promesas divinas. En esta línea tenemos la profecía de Natán a David en el segundo libro de Samuel (2 Sam 7, 11-16), en la que se promete un reino a la casa de David, que es descrito como un...