Baja California
  1. 285 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Esta versión de la historia de Baja California nos acerca a una historia vasta. Desde los primeros pobladores que ocuparon la región cerca del año 10, 000 a. C., hasta su actualidad, este estado ha ido cambiando su identidad debido a su peculiar ubicación, ya que estando tan alejado de la capital del país y a la vez muy cercano a un país infinitamente más desarrollado económicamente, su identidad se va transformando debido a esta situación. Conformando una pluralidad y convergencia de distintas influencias, Baja California es uno de los estados más multiculturales del país.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Baja California de Miguel León-Portilla, David Piñera Ramírez, Alicia Hernández Chávez, Yovana Celaya Nández en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Antropología física. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2012
ISBN
9786071640369

SEGUNDA PARTE

por David Piñera Ramírez

IV. LA INDEPENDENCIA 1810-1821

ACAUSA DE LA LEJANÍA de Baja California respecto del centro del país, el movimiento de Independencia tuvo pocas repercusiones en la región de las Californias. Hubo noticias aisladas de que se empezó a resentir, a partir de 1810, la falta de pagos a los soldados de la compañía del presidio del Distrito Norte, ya que no llegaba con la regularidad de antes el “habilitado” de Loreto, que era el que cubría los sueldos y permitía entregar algunos efectos de ropa y en ocasiones escasearon severamente los fondos pecuniarios y la ropa más indispensable.
De ello da cuenta en forma chusca el licenciado Manuel Clemente Rojo, que conoció a quienes vivieron tales circunstancias, por lo que en sus Apuntes históricos, corográficos y estadísticos del Distrito Norte del Territorio de la Baja California incluye una cuarteta con la que los mismos fronterizos se burlaban de sus desgracias:
El Cerro de San Vicente
está que se cae de risa
de ver a las vicenteñas
en túnica y sin camisa.
Salvo esas molestias, no se advertían levantamientos que respaldaran la lucha de Independencia que ocurría en otras regiones de la Nueva España. Así, las autoridades subalternas invariablemente rendían a las superiores partes de “sin novedad”, reflejo probable del fuerte influjo de los misioneros, que formaban parte del aparato colonial. Desde otro ángulo, dado el incipiente desarrollo social de la región, no surgieron las inquietudes ideológicas que presupone una lucha de insurgencia. Los pobladores eran en su mayoría gente dedicada a las siembras o a la crianza de ganado, con una preparación muy elemental. Al no haber colegios, faltó el fermento intelectual característico de la rebeldía en otros ambientes.
Eso dio por resultado que el noroeste, es decir, Sinaloa, Sonora, la Península de Baja California y la Alta California, prácticamente estuvo en paz durante los 11 años de la lucha de Independencia. De cualquier manera, hay documentos que indican que en la Baja California no faltó quien ofreciera a las autoridades lanzas “para defensa de la religión y la patria”, o bien que el padre presidente de las misiones las mandara hacer, lo que revela que no dejaba de haber cierta desazón, aunque de bajo perfil.
En ese ambiente de calma general transcurrieron los años, y ya avanzada la década en que en algunas regiones del centro y sureste del país libraban batallas los insurgentes, en las Californias se presentaron peculiares factores externos que vendrían a operar a favor de la Independencia. Para entender adecuadamente esto hay que recordar que Inglaterra intervino —oculta en gran parte— en la preparación, inicio y consumación de la independencia de los pueblos latinoamericanos, con el fin de desplazar a España en el control del comercio y la minería. Uno de los medios de que se valió fue la masonería, que introdujo en todo el continente a través de sus marinos, al extremo de que muchos barcos eran verdaderas logias flotantes.
Inglaterra alentó la actividad en los mares de los dominios españoles de individuos que desarrollaban una mezcla difícil de discernir de contrabando, piratería y subversión, ya que, a la vez que saqueaban e introducían mercancías ilegalmente en las colonias de España, propagaban en ellas ideas revolucionarias que incitaban a la independencia.
En medio de esa atmósfera, en 1818, en los barcos corsarios Argentina y Santa Rosa, con banderas de la Provincia Unida del Río de la Plata, tripulados por marinos de diversas nacionalidades, el inglés Peter Corney y el francés Hipólito Bouchard llegaron a Monterrey, Alta California, y lo saquearon e incendiaron.
Poco después, en febrero de 1822, el célebre almirante lord Cochrane, que formó la llamada Escuadra Chilena, envió a Baja California la fragata Independencia y el bergantín Araucano, tripulados por ingleses y chilenos en su mayoría. Desembarcaron en San José del Cabo, y tanto ahí como en Todos Santos y Loreto cometieron toda clase de tropelías: saqueos a casas de autoridades y vecinos, robos de las reliquias de las iglesias, destrucción de archivos parroquiales, etc. La supuesta causa de esas agresiones era que Baja California se negaba a jurar la Independencia de México, lo que curiosamente dio por resultado que se jurara, bajo esa “extraña presión”, como la califica el historiador Pablo Herrera Carrillo, venciendo así la resistencia de los misioneros, que eran en el fondo los que más se oponían.

LAS JURAS DE LA INDEPENDENCIA

Paradójicamente, y en contraste con los varios años de inactividad, se juró la Independencia, no una, sino varias veces, al grado de que se discute en torno a cuál fue la primera jura y a cuál de ellas debe concedérsele mayor validez. En el cuadro adjunto aparecen las fechas, los lugares y los nombres de las autoridades que las proclamaron. Como puede advertirse, todas las ciudades y sus autoridades juraron en 1822, y sin entrar en detalles de la polémica —que es una especie de liza de erudición histórica—, nos referiremos a las que consideramos más relevantes. Así tenemos la del 7 de marzo, efectuada en Loreto, capital de la Baja California, por el alférez José María Mata; la del 11 de abril, en Monterrey, capital de la Alta California, por el gobernador Pablo Vicente Solá; la del 23 del mismo mes, en San Diego, por Pablo de la Portilla; la del 16 de mayo, en San Vicente, por el comandante de la Frontera, José Manuel Ruiz, y finalmente, la del 7 de julio, de nuevo en Loreto, por el representante de Agustín de Iturbide, doctor Agustín Fernández de San Vicente, prebendado de la catedral de Durango.
CUADRO IV.1. Juras de la Independencia
Para percibir más de cerca la mentalidad y las maneras en que se procedía en ese tiempo, es pertinente hacer unas breves transcripciones. El historiador Hubert H. Bancroft, en su Historia de California, al referirse al acto en Monterrey expresa:
El once de abril [de 1822] se hizo el juramento con la debida solemnidad; primero por los miembros de la Junta en la casa de Solá, y luego por las tropas en la plaza; después siguieron los servicios religiosos en los cuales el padre Payeras predicó un sermón apropiado; y el día se cerró con vivas y disparos de fusiles y música y luces en honor de la Independencia.
Respecto al evento en San Vicente, por ubicarse en el actual estado de Baja California, transcribimos completa el acta que al efecto levantó el comandante José Manuel Ruiz. Lo hacemos modernizando algunos vocablos para facilitar la comprensión.
Don José Manuel Ruiz, teniente de caballería de la Compañía del Presidio de Loreto, y actual comandante de estas Fronteras de la Antigua California, certifica que habiendo recibido orden del señor gobernador político y militar de esta Provincia de Antigua California, el señor Don José Argüello, el día 12 del presente mes, en la que me incluía el acta de la Soberana Junta de este Imperio declaratoria de su Independencia, el Plan de Iguala, el Tratado de Córdova, el decreto de la Regencia del Imperio Mexicano, y Soberana Junta Provisional gubernativa, y copia del acta celebrada en el Presidio de Loreto, y para dar cumplimiento y ejecución a lo dispuesto, en la mañana del día 16 del corriente di orden al sargento y cabos que a las 10 de la mañana se formase toda la tropa que guarnece esta escolta, y que se juntara todo el vecindario en el Cuerpo de Guardia; inmediatamente pasé a dicho Cuerpo de Guardia, a donde estaba la tropa formada sobre las armas, les mandé presentar armas, les hice saber para qué fin eran convocados, y con arreglo al artículo 3.° del Decreto de la Regencia del Imperio, declaratoria de su Independencia, el Plan de Iguala, el Tratado de Córdova, el decreto de la Regencia del Imperio, recibí el juramento debido bajo la fórmula prevenida en el citado artículo [y se] hizo una solemne función de Iglesia con Salva Triple, con lo que se dio cumplimiento a la Soberana orden. San Vicente, 22 de mayo de 1822.
Para concluir este apartado, es pertinente comentar que es muy revelador del abandono de la península, de su lejanía del centro del país y de la resistencia de los misioneros, el que habiéndose levantado el acta de Independencia en la Ciudad de México el 28 de septiembre de 1821, todavía el 17 de julio de 1822, casi 10 meses después, un comisionado imperial estuviera promoviendo el juramento de ella en Baja California. También cabe reflexionar que en 1822, año en que se juró la Independencia en Monterrey y San Diego, California, estas poblaciones formaban parte del naciente México, y fueron mexicanas por un cuarto de siglo más, hasta que en 1848 pasaran a formar parte de Estados Unidos de América.

V. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO NACIONAL 1824-1857

EL AFÁN COLONIZADOR

COMO ES SABIDO, AL SURGIR MÉXICO a la vida independiente y encaminar sus pasos por el sendero de la República federal, se despertaron grandes esperanzas por los beneficios que traerían las nuevas instituciones; es la época que se ha llamado de “la aurora constitucional”, porque se tenía la ilusión de que la Carta Magna y las leyes derivadas de ella constituirían al país de acuerdo con los principios políticos modernos. Ese entusiasmo se manifestó también en el campo de la colonización, que de suyo es propicio para los proyectos ambiciosos. Por esos días circulaba la idea humboldteana de la extraordinaria riqueza natural del territorio mexicano, por lo que se hacían planes para explotar su suelo feraz, sus copiosos recursos, e iniciar así una era de prosperidad. En esa tesitura se pensaba que una población que no llegaba a los siete millones de habitantes era demasiado escasa para un territorio que por el norte se extendía hasta Texas, Nuevo México y la Alta California, mientras que por el sur limitaba con Guatemala. Había, pues, que poblarlo para que no se siguieran desaprovechando todos esos recursos con los que pródigamente nos había dotado la naturaleza. Para esto era deseable que de los centros tradicionales de población se desplazaran compatriotas que fueran a establecerse en las regiones deshabitadas; además, se avanzaría en el aprovechamiento integral del territorio nacional, se afianzaría el dominio sobre éste, pues ya se veía el peligro de tener grandes extensiones casi despobladas limitando con un vecino dinámico y en proceso de expansión.
El objetivo evidente era, pues, colonizar. Para esto se pensó que, además de promover la colonización con mexicanos, acarrearía grandes beneficios al país hacerlo también con extranjeros. Ahí estaba el ejemplo de Estados Unidos, que habían progresado notablemente con base en abrir sus puertas a nutridas corrientes de inmigrantes europeos; eso mismo, en menor escala, estaban haciendo Argentina y Chile. Con tales antecedentes, el camino a seguir era claro y promisorio, había que promover la mayor afluencia posible de extranjeros. Con ello, de paso, se superaría el aislacionismo impuesto por España durante la Colonia, que mantuvo al país alejado de las demás naciones. Esa convivencia —se pensaba— sería saludable y renovadora, pues le abriría nuevos horizontes al mexicano. Por ello era frecuente escuchar expresiones como éstas:
Poblad nuestros inmensos y fértiles campos con brazos industriosos y rápidamente prosperarán. También ganarán las costumbres pues en todas partes la clase agrícola es la más virtuosa y liberal… El cultivo de la tierra no da sólo frutos materiales, sino también morales, que son de la mayor importancia.
Inclusive llegó a idealizarse la imagen del colono extranjero, al que se concebía como “un padre de familia, robusto, casi congénitamente honrado, embebido de un amor sin descanso por el trabajo, privado de ambiciones políticas, respetuoso de la autoridad y muy hábil en el arte de extraer prosperidad de una tierra obstinada”. Estas esperanzadas ideas se encuentran en el fondo de las disposiciones legales que orientaron la política colonizadora del país en sus primeros años de vida independiente, en los que, por cierto, se obtendrían frutos que distaron mucho de ser los deseados.

LA POLÍTICA LIBERAL FRENTE A LAS MISIONES

El jefe político de las Californias, José María Echeandía, trataba de reducir el influjo misional en las Californias, reflejando con esto las orientaciones que recibiera de la comisión para su desarrollo. Además, un año antes de que asumiera su cargo, en 1824, el Congreso general había aprobado la Ley de Colonización, que tenía como finalidad poblar las inmensas extensiones que abarcaba el territorio nacional, desde la Alta California hasta Guatemala. El gobierno federal procedería a la colonización de los territorios de la República, mientras que los estados tendrían facultades para hacerlo en sus ámbitos respectivos.
Para algunos californianos prominentes, la nueva política colonizadora del gobierno mexicano, más liberal, facultaba a los gobernadores de los territorios a conceder tierras ociosas a cualquier persona, mexicana o extranjera, a condición de que la habitara y la cultivara, lo cual resultó sumamente provechoso, pues para esas fechas había personas con los ojos puestos en las mejores tierras de las misiones. Los habitantes blancos de California empezaron a soñar con fundar grandes familias y dilatadas haciendas y miraron con ambición los ricos dominios de las misiones. José María Echeandía no estaba aún preparado para actuar en contra de las misiones y los misioneros, ya que quienes abastecían a los destacamentos militares eran, precisamente, los indios organizados en las misiones. Pero empezó a concesionar a destacados californianos terrenos misionales considerados como baldíos.
En la California española la mayoría de la tierra fue otorgada a los pueblos y sólo se crearon entre 20 y 25 ranchos particulares, bajo posesión provisional, que los herederos legalizaron como propiedad individual. Los misioneros se oponían a la formació...

Índice

  1. Portada
  2. Preámbulo
  3. Primera parte por Miguel León-Portilla
  4. Segunda parte por David Piñera Ramírez
  5. Cronología
  6. Bibliografía comentada
  7. Agradecimientos y siglas
  8. Créditos de las imágenes