El Tajín
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El Tajín

La urbe que representa al orbe

  1. 158 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El Tajín

La urbe que representa al orbe

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Información del libro

En el quinto libro de la serie Ciudades, Sara Ladrón de Guevara realiza una exhaustiva investigación sobre el desarrollo urbanístico y la grandeza de El Tajín, el centro prehispánico ubicado en el norte de Veracruz que ha servido como documento de una época y como fuente de inspiración de historiadores, intelectuales y artistas. Así, la autora estudia, en cuatro capítulos, la ubicación y el contexto, la ciudad, el arte y la cosmovisión de "la ciudad que adora al dios del trueno". Ilustrado con fotografías en color, mapas y dibujos de los detalles de murales y tableros, el libro es un homenaje a uno de los lugares más bellos y extraordinarios del mundo.

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Información

Año
2012
ISBN
9786071640277

IV. Cosmovisión

La urbe representa al orbe

El plano horizontal

LAS REPRESENTACIONES DEL COSMOS en todo Mesoamérica mantienen una clara coherencia independientemente de las variantes estilísticas correspondientes al tiempo y espacio de su producción. De esta forma, encontramos representaciones del Universo por ejemplo en imágenes aztecas que resultan muy cercanas a la del altar procedente del Edificio 4 de El Tajín. En efecto, la imagen sobre ese altar es absolutamente congruente con imágenes de códices y otros documentos gráficos mesoamericanos que tenían por objetivo representar al orbe.
Tomemos una cita de Alfredo López Austin que se refiere a la imagen del cosmos, específicamente al plano del mundo para los aztecas:
La superficie de la tierra era concebida como un rectángulo o como un disco rodeado por las aguas marinas, elevadas en sus extremos para formar los muros sobre los que se sustentaba el cielo […] El centro, el ombligo, se representaba como una piedra verde preciosa horadada, en la que se unían los cuatro pétalos de una gigantesca flor, otro símbolo del plano del mundo.1
La imagen del altar que nos ocupa procede de otro sitio y de otro tiempo, El Tajín del Epiclásico; sin embargo, parece ser descrita en esta breve cita.
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Figura 30. El altar del Edificio 4.
Al igual que en el plano descrito por López Austin, reconocemos una imagen rectangular en cuyo centro horadado se ha representado la imagen del Sol, identificable por las plumas que lo ornamentan y las flechas que lo atraviesan, pues, como sabemos, las flechas aluden al carácter guerrero del Sol. En los extremos inferiores izquierdo y derecho hay representaciones de agua asociada a los perfiles de una cabeza de serpiente estilizada con cejas de volutas. Alrededor del diseño del Sol dos cuerpos de serpientes adornadas con plumas lo rodean enroscándose dos veces, una abajo y otra arriba del diseño solar. Cada nudo descrito por los cuerpos de serpientes forma el conocido glifo de movimiento conocido como ollin en náhuatl. Todo el dibujo descansa sobre un altar que a su vez se asienta sobre una tortuga.
Hay cuatro personajes humanos en la escena. Los centrales son los principales y de edades muy distintas. El viejo se reconoce por tener arrugas sobre el rostro. Él porta símbolos asociados con la muerte, como el cuchillo sacrificial y una mano mutilada en el tocado. El personaje joven, en cambio, porta un atado de cañas, símbolo del renacer del Fuego Nuevo cada ciclo de 52 años. Mientras estos dos varones pisan el suelo, los otros dos, que parecen secundarios, tienen los pies inmersos en el agua y ambos llevan bolsas de copal. Los cuatro personajes tienen tras sus tocados el emblema omnipresente de la deidad en El Tajín, el ojo de volutas.
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Figura 31. El altar en perspectiva.
Para facilitar nuestra lectura de este documento planimétrico, hemos optado por representarle en una perspectiva más acorde con nuestras normas gráficas.
Esta es la representación ideal de un universo cuadrangular, heliocéntrico, compuesto de agua, tierra, fuego y viento, integrados y arreglados por el quinto elemento esencial: el movimiento, el que soluciona el paso alternado entre contrarios; el que permite el movimiento de los astros alrededor del plano terráqueo, a partir de un eje; el que soluciona la oposición de contrarios; el que se reproduce en el ritual del juego de pelota y, acaso de alguna forma, también en la transición de poder de un señor a su heredero.
No sólo en la iconografía hemos observado la coherencia de la cosmovisión de El Tajín con el resto de Mesoamérica, sino particularmente resaltaremos aquí la correspondencia del plano urbanístico de la ciudad con la imagen del Universo.
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Figura 32. Plano de El Tajín.
Si revisamos ahora el plano de El Tajín, el mismo que a muchos pareció azaroso, reconoceremos la reiteración de los elementos simbólicos principales en la escena descrita.
En el centro de la ciudad se erige la Pirámide de los Nichos cuyo número de 365 no podía aludir con mayor claridad al Sol y su recorrer por el cosmos. El agua transcurre a los lados este y oeste del centro ceremonial a través de los arroyos que corren norte-sur. Del mismo modo, la gran área mesoamericana estaba rodeada en los lados este y oeste por el agua.
El aire evocado en las serpientes emplumadas en todo el sitio es también representado en la construcción llamada “Gran Xicalcoliuhqui”, cuya planta describe un caracol cortado geometrizado y cuyo número probable de nichos, 260, alude al calendario ritual que corría conjuntamente con el de 365 midiendo el transcurrir del tiempo.
La tierra es el asiento de toda la ciudad y en el altar está representada por la tortuga vista de perfil que sirve de asiento a la representación del altar mismo que se ubica en el centro de la ceremonia.
El movimiento que era representado en el altar mediante los cuerpos anudados de las serpientes está representado en el plano mediante la construcción de las canchas que eran sede del juego de pelota, ritual que evocaba este transcurrir cíclico entre contrarios que significa la vida. Ese movimiento astral y cíclico es equiparable al transcurrir del tiempo. La obsesión por la cuenta del tiempo tiene que ver con ese movimiento cósmico. De esta forma, podríamos reconocer que la imagen del cosmos mesoamericano no es solamente tridimensional, considerando las cuatro direcciones horizontales y los niveles verticales superpuestos, sino que se reconoce una dimensión más, la del tiempo, eje del movimiento solar alrededor del plano terrestre. En ese sentido, aunque pueda parecer un tanto descabellado, creemos que el pensamiento mesoamericano establece una cosmovisión más parecida con la física después de Einstein que con la geometría plana, puesto que le concede una importancia equiparable a las dimensiones, al transcurrir del tiempo que es conceptualizado como el movimiento, ollin.
Además, de la misma manera que los cuerpos de las serpientes emplumadas representadas en el altar rodean y se enredan alrededor del Sol, los paseantes en la ciudad de El Tajín se ven obligados a zigzaguear alrededor de los edificios para desplazarse en el sitio. A diferencia de las ciudades típicas mesoamericanas, donde las calles o calzadas siguen líneas rectas, sugerimos que el sitio obligaba a los fieles visitantes a seguir caminos caprichosos, como los que sigue Venus en la bóveda celeste. Si en otras ciudades mesoamericanas se guió a las procesiones rituales en línea recta, como la que siguen el Sol o la Luna sobre el firmamento, en El Tajín, dedicado a Quetzalcóatl, gemelo divino, estrella de la mañana y de la tarde, Tlahuizcalpantecuhtli, Venus, había que imitar el curso de su eclíptica.

Los niveles superpuestos

En Mesoamérica se reconoce un cosmos compuesto en términos verticales, por niveles superpuestos, y El Tajín no es la excepción. Ya en la descripción del altar hemos visto cuerpos de serpientes que se extienden desde el asiento de la tortuga hasta el límite superior del recuadro sobre el altar, donde las plumas evocan aves de niveles superiores. Pero una representación más habitual en Mesoamérica para expresar esta idea de niveles es la de un árbol. Las raíces se hunden en el inframundo, el tronco atraviesa los niveles que nos son propios a los seres humanos y la fronda llega a tocar el cielo. A menudo, las ramas son ocupadas por aves que representan los seres del supramundo.
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Figura 33. Árbol surgiendo de un esqueleto.
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Figura 34. El tablero del árbol en Tajín Chico.
Existen varias representaciones de árboles y plantas en la iconografía de El Tajín, pero hay particularmente un tablero hallado en Tajín Chico, que representa un árbol como axis mundi. Sus raíces se hunden a lo largo del interior de una pirámide que representa la montaña sagrada, y llega hasta las fauces abiertas de un monstruo telúrico. En su tronco y en sus ramas, que se extienden hasta el techo del encuadre, crecen los frutos del cacao, producto fundamental en la economía prehispánica y con un valor simbólico también importante.
Se observan dos personajes en la escena. Uno está sentado sobre la estructura piramidal, lleva la muerte a las espaldas en la forma de un pequeño personaje esquelético que señala hacia arriba con el índice. Acaricia además a un cuadrúpedo, acaso un gran felino, cuya cola llega al interior de la pirámide, el inframundo. El otro personaje sube los peldaños de la pirámide, lleva un casco en forma de cráneo y se dirige al individuo sentado. Estos personajes se hallan en la parte central del tablero, como los hombres ocupamos los niveles intermedios del universo. En el inframundo, el monstruo telúrico devorador de todo abre sus fauces. En la parte superior están las ramas que tocan los niveles del supramundo.
Otros relieves reiteran estas ideas. En las columnas se encuentran numerosas representaciones de plantas en cuya cima se posan aves que aluden a los seres de los niveles superiores. También hay representaciones del monstruo telúrico. Particularmente en un fragmento de columna, el monstruo telúrico dentado aparece devorando el diseño de un sol atravesado por flechas y con el signo de ollin en el interior. Pareciera la alusión de la tierra devorando al Sol en el ocaso, es decir, en su viaje al inframundo cada tarde.
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Figura 35. Fragmento de columna. En el lado izquierdo se observa un jugador de pelota frente a un ser descarnado. Del lado derecho, dos gemelos rodean al monstruo telúrico devorando al Sol.

La geometría del tiempo

El registro del paso del tiempo, sabemos, fue un asunto absolutamente relevante en todo Mesoamérica. La medición del tiempo incluía dos cuentas calendáricas que avanzaban cíclica y simultáneamente. El conocimiento de los ciclos era un asunto de poder, pues significaba la predicción de los ciclos de los astros, de las temporadas de lluvia y sequía y, por lo tanto, de la siembra y la cosecha. Incluso la fecha de nacimiento conformaba parte del nombre tanto de los hombres como de los dioses, pues ésta significaba también el augurio de su carácter, de sus habilidades y de sus inclinaciones.
En El Tajín se compartía esta inquietud, tanto en el registro de nombres de personajes en el que, de hecho, sólo se consignó su fecha, como en la representación de atados de caña, símbolos comunes para representar la celebración del Fuego Nuevo, que ocurría en Mesoamérica cuando las dos ruedas calendáricas se iniciaban sincrónicamente. Esto ocurría cada 52 ciclos de 365 días, equivalentes a 73 ciclos de 260 días. De manera sorprendente, en El Tajín se representaron también los ciclos calendáricos en la arquitectura.
Comenzando de sur a norte, el Edificio 19 del Grupo del Arroyo tiene la pa...

Índice

  1. portada
  2. Índice
  3. Presentación
  4. Introducción
  5. I. Ubicación y contexto
  6. II. La ciudad
  7. III. El arte
  8. IV. Cosmovisión
  9. Consideraciones finales
  10. Fuentes bibliográficas