El lenguaje en el primer Heidegger
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El lenguaje en el primer Heidegger

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El lenguaje en el primer Heidegger

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Información del libro

Desde el inicio de su trayectoria, Heidegger establece que lenguaje y ser han de abordarse paralelamente, esto es, que el lenguaje forma parte del repertorio de cuestiones que incumben a la metafísica. El tema de este libro es la relación entre el lenguaje y ser, desarrollado a partir del esquema ontológico que inaugura la pregunta heideggeriana por el sentido del ser.

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Información

Año
2014
ISBN
9786071621818
Categoría
Filología
Categoría
Lingüística

INTRODUCCIÓN

1. ONTOLOGíA Y LENGUAJE
El tema de este libro es la relación entre lenguaje y ser; lo desarrollamos a partir del esquema ontológico que inaugura la pregunta heideggeriana por el sentido del ser. Exponemos a continuación las directrices y el esquema de los que nos valemos para resolverla y, en general, las aclaraciones pertinentes en lo que se refiere al procedimiento que seguimos.
Desde el inicio de su trayectoria, Heidegger establece que lenguaje y ser han de abordarse paralelamente, esto es, que el lenguaje forma parte del repertorio de cuestiones que incumben a la metafísica.[1] En Ser y tiempo esta relación se formula mediante la noción de habla, modo originario de apertura que pertenece a la estructura misma del Dasein. La última fase de su filosofía es todavía más radical, el lenguaje es casa del ser y lenguaje originario. En esta época el carácter ontológico del logos se hace más patente:
…la relación entre cosa y palabra es de las cuestiones primordiales que el pensamiento occidental ha suscitado, particularmente en la figura de la relación ser y decir. Esta relación subyuga el pensamiento de manera tan pasmosa que se anuncia con una sola palabra. Ésta dice: logos. Pronuncia simultáneamente el nombre para ser y decir.[2]
Una investigación sobre el lenguaje en Heidegger necesariamente debe realizarse a partir de su ontología. Para acceder a la significación orginaria del logos es necesario restaurar la problemática ontológica de la que surgió esta noción fundamental. Fuera de este ámbito, toda interpretación del lenguaje está condenada, en el mejor de los casos, a la parcialidad. Según Heidegger, ésta es la raíz de la incapacidad de la llamada filosofía del lenguaje para dar cuenta de su objeto —el mismo mal aqueja a la gramática e incluso a la lógica—.[3] En consecuencia, la interpretación filosófica del lenguaje debe dilucidar su relación con el ser. Cualquier otro enfoque es derivado y, como tal, compete a ciencias particulares.
Retrotraer el lenguaje hacia el terreno que pertenece es una tarea que incluye una fase crítica. Para insertar el lenguaje en el horizonte conceptual de la ontología es preciso desgajarlo de las rígidas estructuras desde las que lo interpreta la tradición filosófica.[4] La paradoja característica del planteamiento heideggeriano, a saber, reivindicar la dimensión metafísica de la filosofía superando la metafísica, se da también en el caso del lenguaje: para reivindicar su relación con el ser es preciso sortear las representaciones a las que la metafísica nos ha habituado. Éste es el contexto en el que se desarrolla la crítica a la forma proposicional como lugar de la verdad, tema estrechamente vinculado con el que aquí nos ocupa.
La proximidad entre la problemática ontológica y la cuestión del logos, advertida desde el inicio, tiene cada vez más importancia en el desarrollo del camino heideggeriano.[5] “Sólo sé una cosa: la meditación acerca del habla y del ser determina desde el comienzo el camino de mi pensamiento…”[6] Incluso llega a sostener que la relación entre habla y hombre es el tema filosófico por excelencia, lo que propiamente concierne al pensar. En el libro que recoge sus últimos escritos sobre el lenguaje, Unterwegs zur Sprache,[7] explica cómo se desarrolla su movimiento hacia el lenguaje. El logos es aquello hacia lo que hay que orientarse y la señal que imprime dirección al pensamiento; un constante punto de referencia y, a la vez, la meta del camino que abre.
El análisis del logos se convierte así en hilo conductor que permite esclarecer cómo se ha constituido y cómo ha evolucionado la ontología.[8] Como antes se dijo, su carácter privilegiado se perfila ya en Ser y tiempo. En la distinción entre habla y lenguaje que se lleva a cabo en esta obra está prefigurada la idea con la que concluye el recorrido hacia el habla que realiza Heidegger. El habla no puede entenderse exclusivamente como actividad del espíritu humano. “El habla necesita del hablar humano pero, al mismo tiempo, no es el puro y simple producto de nuestra actividad hablante.”[9]
En la primera etapa heideggeriana se anuncia esta tesis. El habla es un momento estructural del Dasein, le compete constitucionalmente; por tanto, éste no puede decidir acerca de su hablar o no hablar. En última instancia, tener logos significa estar esencialmente ligado al ser y, por ello, en el caso del Dasein es indiscernible del existir mismo. Como el habla es un elemento constitutivo del existir, la apertura, carácter determinante del Dasein, la regula.
Se anticipa así la subordinación del lenguaje humano al decir originario del ser (die Sage). Aún más, la dependencia del ser adquiere para el hombre la forma de subordinación al lenguaje; puede hablar, ante todo, porque es un oyente del silencioso decir del ser.[10]
En este contexto se inscribe la célebre sentencia de la Carta sobre el “humanismo”. “El hombre no es un ser viviente que junto con otras facultades posee también el lenguaje. Más bien es el lenguaje la casa del ser en la que el hombre, morando, existe, en cuanto guardando esta verdad pertenece a la verdad del ser.”[11] La atención se desplaza del hombre al lenguaje mismo. De aquí surge el interés de Heidegger por la poesía, voz en la que resuena el lenguaje originario, en la que el ser se deja decir. La vecindad del filosofar y el poetizar se funda en que son las dos formas en las que el lenguaje es del ser —no del ente, como sucede en el resto de los casos—.[12]
Una vez que se ha establecido el lugar que ocupa el lenguaje en el desarrollo del pensamiento heideggeriano, es preciso trazar un bosquejo de la argumentación en la que se fundamenta su función ontológica. Paralelamente, exponemos el enfoque y plan que seguimos, que obedece, a su vez, a las líneas maestras del planteamiento que se propone en Ser y tiempo. El primer eje o coordenada que hay que tener constantemente a la vista es la correspondencia entre ser y verdad. “Ser —no entes— sólo lo ‘hay’ hasta donde la verdad es. Y la verdad sólo es hasta y donde el Dasein es. El ser y la verdad ‘son’ igualmente originales.”[13] En segundo lugar es preciso considerar la distinción heideggeriana entre ser y ente —a la que también se hace referencia en el texto antes citado—. De hecho, en tanto que la diferencia ontológica es irreductible a cualquier otro parámetro, constituye el punto de referencia obligado en lo que concierne a la ontología.
En su fenomenología del logos Heidegger se propone explicitar la relación entre ser y verdad a partir de análisis del ente en el que la verdad se da. El lenguaje, entonces, se traduce como función que posibilita la verdad, entendida ésta como vínculo entre el hombre y el ser. En lo que toca a la diferencia ontológica, el lenguaje se sitúa, por así decirlo, del lado del ser; no es un ente, algo dado, susceptible de una consideración objetiva. Más bien se explica desde la existencia, modo de ser que Heidegger contrapone al ente.[14] En cambio, la interpretación dominante tiende a interpretar el lenguaje desde el esquema característico del ente.[15]
Establecidos los ejes de la argumentación, a saber, correspondencia entre ser y verdad y diferencia ontológica, procede justificar por qué el análisis de la existencia se propone como vía de acceso al sentido del ser y, por consiguiente, también al lenguaje. ¿Implica esto reducir la problemática ontológica a la antropológica? Heidegger responde decididamente que no. Al contrario, cuando caracteriza al hombre como Dasein quiere poner de manifiesto que el hombre interesa sólo desde la perspectiva formal de su relación con el ser, esto es, en tanto que ligado inexorablemente a la verdad.
“…La verdad significa ‘estado de descubierto’ del ente, y todo ‘estado de descubierto’ se funda ontológicamente en la verdad más original, el ‘estado de abierto’ del Dasein. Éste es, en cuanto ente que abre y abierto y que descubre, esencialmente ‘en la verdad’.”[16] Si, como se ha dicho, el logos es la función desde la que se explica la verdad, es válido afirmar que la pregunta por el lenguaje remite al tema mismo del análisis: el Dasein en tanto que forma de la relación entre hombre y ser. En última instancia, desentrañar la constitución ontológica del hombre significa dar cuenta de su condición de hablante.[17]
Se añade entonces a las coordenadas especulativas en las que se basa la argumentación heideggeriana un marco de desarrollo: la analítica existenciaria. Para completar el cuadro en el que se sitúa la cuestión del lenguaje, es preciso señalar también que la originaria referencia a la verdad en la que consiste el Dasein no es otra cosa que su relación con el mundo. Esta vinculación cristaliza en la célebre fórmula heideggeriana: ser-en-el-mundo.
Mediante el análisis del logos se articulan la cuestión del ser y la cuestión de la verdad; el resultado es la pregunta por el sentido del ser. El ser es la verdad del ente y la verdad es el rasgo constitucional del Dasein. Por esto durante siglos se ha caracterizado al hombre a partir del logos; éste es, según la exacta expresión de Heidegger, el esquema de su esencia.[18] En consecuencia, la lógica depende del análisis del ente cuya estructura misma es el logos. “…La ‘lógica’ del logos tiene sus raíces en la analítica existenciaria del Dasein.”[19] Queda así justificado que el marco de desarrollo de la cuestión del lenguaje sea la analítica existenciaria.
En resumen, la investigación del lenguaje en Ser y tiempo consiste en dar cuenta de la función de sentido que opera como supuesto de la pregunta por el ser en general. Si el punto de partida de la ontología es el factum del sentido, el análisis del logos es indispensable para acceder a su cometido principal.[20] Esbozadas, a manera de cuestiones preliminares, las claves interpretativas de las que nos valemos en este trabajo, proseguimos la introducción exponiendo cómo y según qué criterio está estructurado.
2. PLAN Y DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN
Este estudio se divide en dos partes. En la primera, que consta de tres capítulos, se reconstruye el camino que lleva a Heidegger a interpretar el lenguaje como habla apofántica. En el capítulo inicial se expone el esquema de la teoría del significado con la que Heidegger emprende la investigación sobre el lenguaje. A continuación, en los capítulos II y III, se analiza la crítica a la interpretación tradicional del logos. Los antecedentes de la cuestión quedan así localizados.
En la segunda parte, que consta de cuatro capítulos, se aborda el tema central de esta investigación: el lenguaje en Ser y tiempo. En el IV y el V se explican los contextos, mediato e inmediato respectivamente, en los que se sitúa la cuestión del lenguaje en esta obra. El capítulo VI trata del habla (Rede) como modo de apertura del Dasein. Con el desarrollo de esta cuestión, hacia la que las demás apuntan, el trabajo culmina. Se añade, sin embargo, un séptimo capítulo, en el que, siguiendo el modo de proceder heideggeriano, se establece la relación entre habla y temporalidad.
Terminamos con un capítulo conclusivo en el que se realiza una panorámica de las distintas corrientes críticas que ha suscitado la cuestión del lenguaje en Ser y tiempo. A partir de los resultados obtenidos a lo largo de la investigación, valoramos ahí las posturas de otros autores y enunciamos las discrepancias y coincidencias que, en cada caso, guardan con nuestra propia interpretación.
Para indicar los pasos que seguimos al desarrollar la cuestión, realizamos a continuación un recorrido esquemático a través del contenido de cada uno de estos capítulos.
Un largo periodo de ensayos, aproximaciones desde diferentes perspectivas, paulatina configuración de un horizonte adecuado, precede a la interpretación del lenguaje que se propone en Ser y tiempo. Poco a poco se esclarece la relación entre lenguaje y ontología. En el capítulo que abre este trabajo, “Punto de partida del pensar sobre el lenguaje”, se da cuenta del trayecto hacia el lenguaje que nuestro autor realiza en sus primeros escritos. Recurrimos en este apartado a la investigación que presentó como tesis doctoral, Die Lehre vom Urteil im Psichologismus, y, principalmente, a la tesis de habilitación, Die Kategorien-und Bedeutungslehre des Duns Scoto.
Estos trabajos se gestan en el clima de la lógica y su principal cometido consiste en mostrar el carácter necesario del objeto de esta ciencia. Con Husserl, Heidegger defiende la autonomía de lo lógico frente a lo psíquico; intenta legitimar lo lógico desde su forma de ser, la validez. De esta manera desemboca en el tema del sentido: porque tiene sentido, lo lógico es válido y constituye un ámbito irreductible que no requiere ser justificado a partir de otra instancia.
Así como la impronta fenomenológica es la nota distintiva de la primera incursión en el lenguaje, el principal interlocutor de la que sigue es Aristóteles. Se trata de una fase intermedia que abarca las investigaciones posteriores al trabajo de habilitación hasta la publicación, en 1927, de Ser y tiempo. De esta etapa intermedia —objeto de análisis en el capítulo II, “La esencia del logos y la verdad”— importa destacar que la diferencia entre el orden del conocer y el lenguaje no es tan nítida como en la anterior y, sobre todo, que empieza a ponerse de relieve la dimensión apofántica del logos.
Se da así el tránsito del concepto de verdad como adecuación al todavía incipiente de habla desocultadora. Heidegger apunta hacia un modelo de verdad prerreflexiva, en el que el logos, entendido como inmediatez, se convierte en un tema decisivo. La lógica y su forma característica, a saber, la proposición, se derivan de la verdad a la que se accede en el nivel del sentido. Entonces, en su forma original el logos es decir, habla que trae el ente a comparecencia. Su función es un puro dejar ver previo a la síntesis y división que se realiza en el juicio.
En el capítulo III, “El logos y la superación de la lógica”, continuamos con la temática que se desarrolla en el anterior. Se trata de las consecuencias lógicas que la revisión del concepto de verdad trae consigo. Evidentemente, si la estructura, que es la materia misma de la lógica, ha sido remplazada, es necesario replantearse también la condición de esta ciencia. El primado de la proposición ha dado lugar a una lógica que es preciso superar. Esto no significa que Heidegger quiera abolir la lógica, más bien pretende elaborarla de modo que sea acorde a la noción original de lenguaje.
Lo anterior es relevante porque el supuesto de este modo de proceder es, precisamente, una noción del logos que remite indistintamente al conocer y a la palabra. El lenguaje así entendido es inmediata relación con el mundo; Heidegger tematiza esta función como desocultar o descubrir. Por tanto, el lenguaje realiza el sentido, no se limita a expresarlo. Nos encontramos pues ante un intento de des-gnoseologización de la lógica que se lleva a cabo para acceder a su dimensión ontológica. Se conquista así lo que desde el inicio se persigue, a saber, hacer explícita la relación entre lenguaje y ser.
Una vez que recondujo la cuestión sobre la verdad al ámbito de la ontología, Heidegger está en condiciones de desarrollarla desde su propio esquema. Por esto, con el capítulo III damos por terminada la exposición del tramo preparatorio del trayecto que conduce a la noción de habla (Rede). Puede decirse que hasta ahora Heidegger sólo explica lo que el lenguaje no es; es preciso entonces pasar del momento crítico del análisis a la descripción positiva del fenómeno. La tarea consiste en determinar el lugar del logos, que hasta este momento se ha analizado de modo abstracto, en el conjunto de la analítica existenciaria; tema correspondiente a la segunda parte de este trabajo.
Si en las investigaciones previas a Ser y tiempo Heidegger enfoca el tema del lenguaje principalmente desde el conocimiento, ahora lo considera desde la perspectiva de la existencia. Es decir, el problema de la intencionalidad se traslada al dominio del análisis de la constitución del Dasein. Esto implica un giro importante pues la cuestión, antes considerada desde el enfoque parcial de la epistemología, se inserta en el dominio de la existencia en su totalidad.
En el capítulo IV, “El sujeto del lenguaje: el Dasein como ser-en-el-mundo” —primero de la segunda parte del libro—, nos ocupamos de este planteamiento. La relación sujeto-objeto, reformulada como relación Dasein-mundo, configura el contexto general de la interpretación heideggeriana del lenguaje y el punto de referencia a partir del cual se accede a la propuesta global de Ser y tiempo.
En el capítulo V, “Apertura originaria y modos de apertura del Dasein”, abordamos, en cambio, el contexto específico de nuestro tema. Dentro de la analítica de la existencia, el lenguaje es uno de los modos, junto con el encontrarse y el comprender, desde los que se entiende la originaria vinculación del Dasein y el mundo. Antes de entrar propiamente en el análisis de estos existenciarios, explicamos la noción heideggeriana de apertura, pieza fundamental en lo que se refiere al lenguaje. El en mediante el que se unen mundo y Dasein remite a una espacialidad (Da) —no de orden físico sino trascendental— que opera como condición de posibi...

Índice

  1. Portada
  2. Prólogo
  3. Introducción
  4. 1. Ontología y lenguaje
  5. Primera Parte. LA CRÍTICA HEIDEGGERIANA DE LA NOCIÓN DE LOGOS
  6. Segunda Parte. EL LENGUAJE EN “SER Y TIEMPO“
  7. Índice