Visión de la conquista
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Visión de la conquista

  1. 83 páginas
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Visión de la conquista

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Fragmento de la vasta obra de uno de los más valiosos observadores de nuestro pasado remoto, donde se refiere la llegada de los españoles y los primeros pasos de la conquista de la Nueva España. En ellos, el lector atento descubrirá que, a diferencia de otras crónicas y relatos de época, Alva Ixtlilxóchitl reúne en su prosa y en su pensamiento una dicotomía esencial que se manifiesta en formas y sintaxis, expresiones y maneras que corresponden tanto al español peninsular como al indígena.

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Información

Año
2012
ISBN
9786071609922
Categoría
History
Categoría
Mexican History

Decimatercia relación.
De la venida de los españoles
y principio de la ley evangélica

Túvose noticia de la venida de los cristianos por algunos mercaderes que habían ido a las ferias de estas costas de Xicalanco, Ulua y Champoton, especialmente cuando rescataron con Grijalva, y así tenían por muy ciertas las profecías de sus pasados, que esta tierra había de ser poseída de los hijos del sol, de más de las señales que hallaban en el cielo, de lo cual estaban todos con grandísima pena en considerar que se les acercaban sus trabajos y persecuciones, acordándose de aquellas crueles guerras y pestilencias que tuvieron los tultecas sus pasados cuando se destruyeron, y que lo mismo sería con ellos, aunque de todo esto no le daba mucha pena, [a Moteczuma] por hallarse en el mayor trono que jamás él y sus pasados se habían visto, y tener debajo de su mano todo el imperio, porque lo que era de Tezcuco y sus reinos y provincias lo mandaba todo, porque el rey Cacama era su sobrino y puesto por su mano, y el de Tacuba era su suegro y hombre muy antiguo, y que ya no tenía fuerzas para poder gobernar, y así con este gran poder que tenía, no creía que pudiese ser sujeto de ningún príncipe, aunque fuese el mayor del mundo. En el año de ce ácatl, caña, número primero, y a la nuestra 1519, que es en el que señaló Nezahualcoyotzin que se había de destruir el imperio chichimeca, envió Teopili, gobernador de Moteczuma que era de Cotozta sus mensajeros por la posta, que en un día y una noche trujeron una pintura con el aviso de la venida de los españoles y cómo querían verle, que venían por embajadores del emperador don Carlos nuestro señor; y en la pintura venían pintados los trajes y la traza de los hombres y la cantidad de ellos, armas y caballos y navíos con todo lo demás que traían. Moteczuma, visto lo que enviaba a decir Teopili, envió un presente a Cortés y muchas disculpas y ofrecimientos, y no le cuadró mucho que los hijos del sol querían venir a México a verle, y así les envió a decir que era trabajoso el camino y otros mil inconvenientes, lo cual no fue bastante, sino que antes animó más a los españoles para ver a Moteczuma, especialmente cuando supieron por el señor de Zempoalan cómo había bandos en esta tierra, y asimismo cómo se le ofreció el señor de Zempoalan de darle su favor y gente de socorro; y de aquí vinieron a Quiyahuiztan y otras partes hasta ponerse en Tlaxcala, y por todas las partes que llegaban; los naturales les recibían con mucha alegría y regocijo sin ninguna guerra ni contraste, y si alguno hubo, fue dándoles ocasión para ello. Y finalmente, después de otras muchas cosas que sucedieron y los nuestros pasaron hasta Ayutzinco, en donde les salió a recibir el rey Cacama ofreciéndoles su ciudad de Tezcuco si querían ir a ella, los cuales, especialmente el capitán Cortés se lo agradeció mucho, y le dijo que por entonces no había lugar, que para otra vez le haría merced, porque iban por la posta a ver a Moteczuma, y así Cacama dio la vuelta para Tezcuco, y desde aquí se embarcó para México, y llegado que fue dio razón de todo lo que había visto, y como los españoles estaban ya muy cerca, porque ya en esta ocasión estaban en Iztapalapan. Moteczuma entró muchas veces en consejo, si sería bien recibir a los cristianos. Cuitlahua su hermano y otros señores fueron de parecer, que por ninguna vía no convenía, Cacama fue de muy contrario parecer, diciendo que era bajeza de príncipes, no recibir los embajadores de otros, especialmente el de los cristianos, según ellos decían que era el mayor del mundo, como en efecto lo era el emperador nuestro señor, aunque esto antes de ahora estaba ya edificado y así otro día salió Moteczuma con su sobrino Cacama y su hermano Cuitlahua y toda su corte a recibir a Cortés, que ya a esta ocasión estaba en donde es ahora San Antón; que después de haberlo recibido lo llevó a su casa y lo hospedó en las casas de su padre el rey Axayaca, y le hizo muchas mercedes, y se ofreció de ser amigo del emperador, y recibió la ley evangélica, y para el servicio de los españoles pusieron mucha gente de Tezcuco, México y Tlacopan, y después de cuatro días que los españoles estaban en México muy contentos, servidos y regalados, por no sé que achaque prendió Cortés a Moteczuma y en él se cumplió lo que de él se decía, que todo hombre cruel es cobarde, aunque a la verdad, era ya llegada la voluntad de Dios, porque de otra manera fuera imposible querer cuatro españoles sujetar un nuevo mundo tan grande y de tantos millares de gente como había en aquel tiempo. La gente ilustre y los capitanes mexicanos todos se espantaron de tal atrevimiento, y se retiraron a sus casas y el rey Cacama mandó a su hermano el infante Nezahualquetzin con otros principales que tuviesen grandísimo cuidado de los cristianos, y les diesen todo lo necesario para el sustento de sus personas, y si pidiesen oro y las demás cosas se lo diesen, porque los demás mexicanos y tepanecas, visto a su rey preso y de aquella manera, no quisieron acudir más al servicio de los españoles. Y cumplidos cuarenta y seis días que los españoles estaban en México, Cortés rogó a Cacama que diese licencia a ciertos españoles que los quería enviar a su ciudad de Tezcuco para verla con algunos caballeros criados suyos, porque los de la ciudad no les maltrataran. Cacama se holgó mucho de esto, y así mandó a dos hermanos suyos que fuesen con ellos, que era el uno Nezahualquentzin y el otro Tetlahuehuezquititzin, y que les regalasen mucho y no lo enojasen en cosa ninguna, y que les diesen una caja o petaca grande, de dos brazos de largo y uno de ancho y un estado de alto, de piezas y joyas de oro para ellos y para su capitán, los cuales ya que llegaban a la albarrada para embarcarse junto a los palacios de Nezahualcoyotzin, alcanzóles un criado de Moteczuma que les enviaba a rogar, que procurasen con brevedad de despachar aquellos españoles y les diesen todo el oro que quisiesen, porque quizás con esto su capitán le soltaría, y se volverían a sus tierras. Uno de aquellos españoles, como vido hablar a Nezahualquentzin con el criado de Moteczuma, entendió que trataban de matarlos; dio de palos a este infante y lo llevó preso a Cortés, el cual sin haber hecho cosa digna de castigo ni ofensa lo mandó ahorcar públicamente; de lo cual se enojó mucho el rey Cacama, y si no fuera por Moteczuma que le rogaba con hartas lágrimas que no hiciese cosa ninguna, sucedieran algunas desgracias; y así disimuló Cacama cuanto pudo, y envió con estos españoles, que eran por todos veinte, a otro hermano suyo llamado Tecpacxuchitzin para dar el recaudo que los españoles le pedían; y así les dieron la petaca llena y se volvieron a México. Cortés dijo que era poco, que trajeran más, y así tornó enviar Cacamatzin y trajeron otra arca llena. Y visto por Cortés el tesoro que le habían traído, y habiéndole informado del mucho poder y grandeza del rey de Tezcuco, mandó prender por engaños al rey Cacamatzin por orden de su tío Moteczuma, y preso lo puso a buen recaudo con muchas guardas, y le dijo que lo soltaría si mandaba traer algunos señores del linaje, hermanos suyos, en rehenes y algunos hermanos, el cual así lo hizo. Le dio en rehenes a cuatro infantes hermanos suyos con otros caballeros deudos suyos y algunos de sus hermanos, y lo mismo hicieron los de México y Tlacopan entendiendo que por aquí los asegurarían.
Pasados algunos días que los españoles estaban en México, Cortés tuvo nuevas que al puerto habían llegado ciertas naos y comunicólo con los dos reyes, Moteczuma y Cacamatzin, diciéndoles que le convenía irlos a ver personalmente, y que le diese cantidad de gentes de guerra y [ver] las causas, porque a esto respondieron, que como fuese contra cristianos que no la podían dar en ninguna manera, si no fuese para otras naciones, que entonces les darían cuanto hubiese menester; si no es que los cristianos, los que habían venido, le hacían guerra que en todo le favorecerían, y avisarían a sus gobernadores para que le diesen socorro si lo hubiese menester, y que para otro efecto no le podían dar sino gente de servicio y carga para todo el camino. Lo cual visto por Cortés, tomó los peones y gente de servicio que se le dio, y mandó llevar alguna parte del tesoro que se le había dado y se fue para el puerto, y dejó en su lugar al capitán Alvarado. Y antes que se fuese le dijo Moteczuma, que a los mexicanos se les ofrecía una fiesta muy solemne de tóxcatl, que lo tuviese por bien, a lo cual respondió Cortés que hiciesen lo que quisiesen pues estaban en su patria, y se holgasen que también él se holgaba mucho. Dio parte Moteczuma a Cortés de esto porque los días pasados les había derribado sus ídolos, y les había dicho que no sacrificasen más, para que avisara a los demás españoles no se escandalizasen, que todo lo hacían por complacer a sus vasallos y darles gusto, porque todos estaban afrentados en ver que sus reyes estaban en son de presos por cuatro extranjeros. Ido que fue Cortés y llegada la fiesta, que cae a diez y nueve de mayo, y principio de su cuarto mes llamado del propio nombre tóxcatl, la noche antes pusieron grandes luminarias, y tocaron sus instrumentos como lo tenían de costumbre, y el día de la fiesta hicieron su baile que llaman mazehualiztli. En todo salieron más de mil caballeros en el patio del templo mayor, y sobre sí cada uno de ellos las mejores joyas y preseas que tenían, sin armas ni defensa ninguna. Los tlaxcaltecas que había en la ciudad, acordándose de los tiempos atrás, que siempre en estas fiestas les solían sacrificar millaradas de ellos, fueron al capitán Alvarado y levantaron un falso testimonio a los mexicanos diciendo, que aquello hacían para juntarse y matarlos. Alvarado lo creyó, y fue para el templo para ver si era así y si andaban armados, el cual aunque los vido todos desarmados y muy quitados de tal cosa, con la codicia del oro que sobre sí tenían, puso en cada puerta diez españoles armados, y él con otros entró por el patio y templo y mató casi cuantos había dentro, y les quitó lo que traían sobre sí. Los ciudadanos viendo sus señores muertos sin culpa apellidaron y dieron tras ellos hasta meterlos en palacio, en donde se hicieron fuertes; y cierto que de esta vez los mataran sin que escapara ninguno, si Moteczuma no les aplacara su ira. Cortés dio la vuelta para México y entró por la ciudad de Tezcuco, en donde lo recibieron algunos caballeros, porque los hijos de Nezahualpiltzintli, los legítimos, los tenían escondidos sus vasallos, y los otros en México que los tenían rehenes. El cual entró en México con todo el ejército de españoles y amigos de Tlaxcala y otras partes, día de San Juan Bautista sin que nadie se lo estorbase.
Los mexicanos y los demás, aunque les daban todo lo necesario, con todo esto, viendo que ni los españoles se querían ir de su ciudad, ni querían soltar a sus reyes, juntaron sus soldados y comenzaron a dar guerra a los españoles otro día después que Cortés había entrado en Mé...

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  1. Portada
  2. Presentación
  3. Decimatercia relación. De la venida de los españoles y principio de la ley evangélica
  4. Índice