El árbol de oro
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El árbol de oro

José Revueltas y el pesimismo ardiente

  1. 318 páginas
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El árbol de oro

José Revueltas y el pesimismo ardiente

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Al ser la versión corta de la tesis doctoral de Cheron titulada La prison dans l oeuvre de José Revueltas: résistance et critique, esta obra está dividida en tres partes: "El árbol de oro del arte", "Nocturno de la cárcel" y "La espiral del eterno empezar" que basadas en testimonios textuales conformados por ensayos, cartas y demás documentos históricos, exponen a la par el pensamiento crítico de Revueltas y su producción literaria. El árbol de oro. José Revueltas y el pesimismo ardiente desarrolla de manera clara y precisa la relación estrecha que mantuvo Revueltas con el contexto histórico en que vivió: su ideología política dentro del Partido Comunista Mexicano, la experiencia carcelaria que lo marcó profundamente y su estética literaria.

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Información

Año
2014
ISBN
9786071625076
III

LA ESPIRAL DEL ETERNO EMPEZAR
El campo de las contradicciones y del humor
HEMOS visto que la obra de Revueltas gira alrededor de la prisión, física y metafórica, y que su escritura presenta muchas características “encarceladoras”. Al mostrar lo erróneo no sólo de la sociedad humana y sus ideologías, sino del propio ser humano e incluso de la propia materia, parecería apuntar obstinadamente, en una especie de oposición simplista al realismo socialista, al fracaso permanente. Ahora bien, existe algo más que esta poderosa tendencia centrípeta y nos proponemos rastrear un movimiento opuesto en los textos: insistentes marcas de contradicción y duda, destellos de humor que entreabren las pesadas puertas de la prisión el instante de una carcajada.
La obra revueltiana está sólidamente arraigada en un referencial sociopolítico (la realidad de México y del comunismo) en un periodo determinado (de los años treinta a los setenta). Dentro de esas dos coordenadas espaciotemporales que conforman su cronotopo carcelario, cierto número de indicios señalan una voluntad de hacerlo estallar. La innegable tendencia al encierro no puede separarse de una efervescencia de fuerzas que se oponen a ella y están orientadas hacia una liberación. Como una de esas fuerzas —la emancipación femenina— se encontraba en pleno desarrollo en la realidad social que conoció Revueltas, del mismo modo que la lucha del movimiento comunista aunque en sentido contrario —éxito de un lado, fracaso del otro—, puede decirse que su obra es extremadamente sensible a las contradicciones de su época y constituye una apasionada, y apasionante, caja de resonancia. Ese cronotopo, pues, no es sólo “carcelario”, sino también “liberador”, y es capaz de registrar e integrar literariamente algunos de los hechos sociales más importantes de aquel tiempo, aunque poco perceptibles para los contemporáneos.
Por lo demás, al buscar siempre relacionar las dos facetas de su discurso (el literario y el teórico), al impugnar la fatalidad de la separación entre esos dos mundos, la escritura revueltiana confirma que el encierro nunca debe considerarse aisladamente: la opresión implica la resistencia, el dogma atrae a la crítica. José de la Colina supo, en dos frases, dinamizar esa propensión carcelaria remitiéndola resueltamente a su contrario, la libertad: “Revueltas escribió siempre de la experiencia carcelaria: cárcel del cuerpo, cárcel de la mente, cárcel del hombre siempre inacabado, cárcel del animal que el hombre no deja de ser. Revueltas escribió siempre de la libertad, comprendiendo que a final de cuentas sólo se la piensa, se la intuye, desde el otro lado, desde su necesidad”.1
Al hablar de esa prisión en la que se encuentra el hombre, al nombrarla, al describirla, Revueltas la denuncia y nos señala, al mismo tiempo, su opuesto, la libertad, aunque sólo sea por defecto, por contraste, y sólo sea un anhelo. Es preciso mostrar además que algunos factores de resistencia están actuando en forma subterránea en esos textos. En un intento desesperado por romper sus cadenas, la escritura revueltiana se retuerce sobre sí, se contradice, se niega a sí misma. Logra revertir de una manera no despreciable la tremenda opacidad de la obra, gracias a este vector orientado hacia la evasión del universo carcelario y formado por diversas estrategias narrativas: comentarios, enunciaciones inciertas o contradictorias, uso del oxímoron, dialogismo, humor.
Los comentarios
Las primeras novelas presentan cierto número de comentarios autoriales, que van desapareciendo después. Mal integrados a la narración, son a veces torpes, aunque constituyen en ciertos casos un contradiscurso y constituyen entonces elementos de resistencia. En la secuencia del burócrata que recibe a los políticos en el penal, el discurso ideológico, apenas transfigurado por la ficción, trasmite un mensaje de denuncia. Enviado en misión a las Islas Marías para acoger a los presidiarios, y en particular a los cinco militantes, el funcionario es presentado como un hipócrita, despreciable a los ojos de éstos y del narrador: “Con sólo observarlo se intuía que era uno de esos personajes dobles, o con mayor exactitud, que hacen una vida doble”,2 a la vez representante del gobierno y “escritor” cuyos versos imprimen generosamente las imprentas oficiales.
Otros comentarios expresan la duda, por ejemplo cuando el narrador se pone a disertar sobre esa cosa curiosa que es el espíritu humano, insondable, irreductible, parecido a un espejismo, pues cada pensamiento o emoción pueden descomponerse al infinito. Introducida por el desmayo de Rosario en la cabina del barco, esta reflexión “científica” rechaza un materialismo de cortos alcances que cree posible descubrir una estructura última que lo explicase todo (“la falsa idea de que, después de algún tiempo, en el más lejano y último de los espejos, acabaría por encon[trarse] el origen de todas las cosas, el secreto del universo y el principio de lo que existe”) y se declara por la infinitud del conocimiento: “no encontraremos jamás lo simple ni lo primario”.3 Este fragmento muestra que en 1940 Revueltas estaba lejos de ser un ortodoxo. Manifiesta discretamente, mediante esta reflexión inserta en la novela, su inconformidad “natural”, su rechazo “innato” de un materialismo obtuso.4 Expresa discursivamente lo que el texto manifiesta narrativamente en ciertos puntos y que desarrollarán y confirmarán las novelas posteriores. Otra consideración insinúa la vanidad de toda empresa y la inutilidad de toda acción, lo cual es un signo de no conformismo y de reserva respecto del entusiasmo revolucionario de la época: “se marcha sin destino, al azar, persiguiendo cosas vanas e ilusiones distantes”.5
En El luto humano, el primer comentario que intenta contrarrestar un tanto las tinieblas sigue siendo obra del narrador: “Cuando un vendaval lleva luz y es como más clara su furia, menos ciego su impulso, el corazón no se sobrecoge de vacío ni de nociones infinitas. Presiente un lejano golpe de esperanza”.6 Esperanza que se contradice en seguida: “Pero cuando en la noche el viento se desata […], el espíritu vuelve a sus orígenes, a sus comienzos de espanto”. Otro se integra mejor al relato, corresponde a la rabia de supervivencia de los personajes, sobre todo Úrsulo: “lo que resta del hombre: rabia pura, dientes, cólera de salvación”.7 Los dientes, los huesos, la calavera son lo que permanece del cuerpo; y el deseo rabioso de salvación es lo que queda de la voluntad humana, lo que perdura en la memoria de los descendientes e incluso, quizá, en el polvo cósmico. En uno de los recuerdos del cura la descripción muestra un emblema, tallado en la piedra, de la salvación católica (esto es, una forma de resistencia, aunque proyectada en el más allá): “coro de Santo Domingo [en Oaxaca], anticipo en piedra de la Resurrección”.8 Bello ejemplo del paso del hombre mediante la expresión artística, inscrito en una obra que aspira precisamente a ser un testimonio de esa aventura humana “agónica”.
En Los días terrenales Revueltas ya no recurre a un “yo” impersonal que pretendía personificar al género humano (como en la novela anterior). Hace surgir el debate, las reflexiones, las dudas, las críticas, por la voz de los personajes mismos: ellos son quienes piensan, hablan, actúan, se equivocan, se acercan dolorosamente a su verdad con la presencia de un narrador omnisciente, pero no con la ayuda de su intervención. Esta novela responde bien al principio dialógico traído a la luz por Bajtín, “es decir, su dimensión intertextual”.9
Una descripción de la ciudad de México prefigura el momento de la reunificación final después del enfrentamiento de las posiciones antagónicas. Bautista y Rosendo se sienten liberados al oír un reloj que da las cuatro de la mañana: “Aquello era nuevo y hermoso. Era libertarse de la oscuridad y encontrar nuevamente el camino”. La percepción que tienen de la ciudad sumergida en la oscuridad se modifica entonces mágicamente, “como si hubiese hecho descender un puente levadizo entre el no Ser y el Ser, entre su no existencia anterior de tinieblas y eso localizadamente vivo que al dejarse escuchar desde uno de sus espacios terrenales concretos la hacía adquirir un territorio inesperado”.10 El oído —pues los demás sentidos resultan inútiles, en especial la vista— permite pasar de lo intangible, de lo invisible y por lo tanto de lo irreal, a la territorialidad, a la existencia, relacionándolos entre sí.
Enunciaciones inciertas o contradictorias
La incertidumbre
En la obra literaria de Revueltas pululan las marcas textuales de incertidumbre, de irresolución. Emitidas por el narrador, pueden servir de multiplicadores en el sentido de la derrota, el desamparo, el extravío. No obstante, con frecuencia desempeñan un papel desestabilizador porque ponen en tela de juicio, en el flujo de la narración, afirmaciones categóricamente negativas del tipo “no amanecerá jamás”, como las que saturan El luto humano.
Abundan los adverbios y formas adverbiales que denotan la duda, la imprecisión: todos los quizás, puede ser, probable, tal vez, a lo mejor, quién sabe, etc. En Los muros de agua el narrador presenta a un personaje sin nombrarlo pero indicando su presencia (“estaba ahí”) para inmediatamente después borrarlo: “¡Estamos listos! —gritó el chofer dirigiéndose a un personaje inaudito y próximo, invisible y desconocido, que estaba ahí, del otro lado, o quién sabe, a lo mejor en ningún lugar del mundo”.11
La paradoja de la precisión imprecisa, del rigor matemático que da una impresión de vaguedad, es destacada por el narrador a través de un recuerdo infantil de Rosario a propósito del símbolo pi: “¿Por qué aquella propensión desoladora al infinito? ¿Por qué tantas fracciones, tantas aproximaciones casi exactas, que dejaban a la inexactitud, sin embargo, como una entidad obsesiva, eternamente presente y reiterada?”12 Apenas si se insinúa la duda pero ahí está, aprovechando lo que hay de aproximativo en las matemáticas para atacar la certidumbre científica, para impugnar el orgullo del saber humano más elevado, más abstracto.13 Y si se nos permite la analogía, este cuestionamiento del saber se parece mucho al recelo del autor respecto del dogma estalinista, seguido por su crítica y luego la defensa del escepticismo.
En Los días terrenales es la lógica la que se cuestiona; acorralada, la lógica rígida del dogma termina por desembocar en la pérdida de cualquier sentido: “algo aturdidoramente lógico, lógico hasta carecer de sentido”.14 A la inversa, ante el miedo, el sufrimiento y la angustia, la vida es defendida, sin salir de la perplejidad ya que no se sabe por qué, pero se afirma rotundamente: “había que vivir, quién sabe para qué, pero vivir”.15 La afirmación existencial es clara y no se puede reducir a un simple imperativo categórico de orden moral, ya que la cuestión del para qué se asienta en el mismo movimiento que la afirmación de la vida.
La incertidumbre afecta también el pensamiento de los personajes, hasta el de Cecilia ante el cadáver de su propia hija; la aflige un estado de aturdimiento igual que a los vecinos presentes en la vigilia fúnebre, sin que esto sea del todo cierto, como lo recalca el adverbio de duda al inicio de la oración: “Quizá hasta la propia Cecilia tuviera una idea nebulosa de la muertecita, […] sin que el pensamiento, a su vez, fuese concreto, antes vago y desleído”. La muerte misma se vuelve incierta, debido a la imposibilidad de saber si la difunta está caliente o fría: “ignorándose […] si ardía, si tenía llamas, fuego o estaba aterido, yerto, frío, el cadáver”.16 De la misma manera en que para Úrsulo el hecho brutal de la muerte de Chonita era “casi increíble y nebuloso de tan cierto”.17
Otro caso es el de la incertidumbre en la que la intuición desemp...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Nota previa
  4. I. EL ÁRBOL DE ORO DEL ARTE
  5. II. NOCTURNO DE LA CÁRCEL
  6. III. LA ESPIRAL DEL ETERNO EMPEZAR
  7. Bibliografía