Poesía
eBook - ePub

Poesía

  1. 197 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Antes que viento, que luz, que sombra y que montaña antes, muy antes- ya existían estos poemas en algún lugar, tal vez flotando bajo el aire. Sólo un poeta de la disciplina, oído y claridad de Alí Chumacero podía extraerlos del éter y presentarlos, reunidos, para enseñar al que lee a nacer en el fondo de la noche, a vivir de oírse el cuerpo y a entregarse al tiempo.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Poesía de Alí Chumacero en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Poesía. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2010
ISBN
9786071604927
Categoría
Literatura
Categoría
Poesía
Palabras en reposo
A María de Lourdes
Búsqueda precaria
El orbe de la danza
Mueve los aires, torna en fuego
su propia mansedumbre: el frío
va al asombro y el resplandor
a música es llevado. Nadie
respira, nadie piensa y sólo
el ondear de las miradas
luce como una cabellera.
En la sala solloza el mármol
su orden recobrado, gime
el río de ceniza y cubre
rostros y trajes y humedad.
Cuerpo de acontecer o cima
en movimiento, su epitafio
impera en la penumbra y deja
desplomes, olas que no turban.
Muestras de oprobio, en el espacio
dormitan las familias, tristes
como el tahúr aprisionado,
y añora la mujer adúltera
la caridad de ajena sábana.
Bajo la luz, la bailarina
sueña con desaparecer.
Responso del peregrino
I
Yo, pecador, a orillas de tus ojos
miro nacer la tempestad.
Sumiso dardo, voz en la espesura,
incrédulo desciendo al manantial de gracia;
en tu solar olvida el corazón
su falso testimonio, la serpiente
de luz y aciago fallecer, relámpago vencido
en la límpida zona de laúdes
que a mi maldad despliega tu ternura.
Elegida entre todas las mujeres,
al ángelus te anuncias pastora de esplendores
y la alondra de Heráclito se agosta
cuando a tu piel acerca su denuedo.
Oh, cítara del alma, armónica al pesar,
del luto hermana: aíslas en tu efigie
el vértigo camino de Damasco
y sobre el aire dejas la orla del perdón,
como si ungida de piedad sintieras
el aura de mi paso desolado.
María te designo, paloma que insinúa
páramos amorosos y esperanzas,
reina de erguidas arpas y de soberbios nardos;
te miro y el silencio atónito presiente
pudor y languidez, la corona de mirto
llevada a la ribera donde mis pies reposan,
donde te nombro y en la voz flameas
como viento imprevisto que incendiara
la melodía de tu nombre y fuese,
sílaba a sílaba, erigiendo en olas
el muro de mi salvación.
Hablo y en la palabra permaneces.
No turbo, si te invoco,
el tranquilo fluir de tu mirada;
bajo la insomne nave tornas el cuerpo emblema
del ser incomparable, la obediencia fugaz
al eco de tu infancia milagrosa,
cuando, juntas las manos sobre el pecho,
limpia de infamia y destrucción
de ti ascendía al mundo la imagen del laurel.
Petrificada estrella, temerosa
frente a la virgen tempestad.
II
Aunque a cuchillo caigan nuestros hijos
e impávida del rostro airado baje a ellos
la furia del escarnio; aunque la ira
en signo de expiación señale el fiel de la balanza
y encima de su voz suspenda
el filo de la espada incandescente,
prolonga de tu barro mi linaje
—contrita descendencia secuestrada
en la fúnebre Pathmos, isla mía—
mientras mi lengua en su aflicción te nombra
la primogénita del alma.
Ofensa y bienestar serán la compañía
de nuestro persistir sentados a la mesa,
plática y plática en los labios niños.
Mas un día el murmullo cederá
al arcángel que todo inmoviliza;
un hálito de sueño llenará las alcobas
y cerca del café la espumeante sábana
dirá con su oleaje: “Aquí reposa
en paz quien bien moría”.
(Bajo la inerme noche, nada
dominará el turbio fragor
de las beatas, como acordes:
“Ruega por él, ruega por él…”)
En ti mis ojos dejarán su mundo,
a tu llorar confiados:
llamas, ceniza, música y un mar embravecido
al fin recobrarán su aureola,
y con tu mano arrojarás la tierra,
polvo eres triunfal sobre el despojo ciego,
júbilo ni penumbra, mudo frente al amor.
Óleo en los labios, llevarás mi angustia
como a Edipo su báculo filial lo conducía
por la invencible noche;
hermosa cruzarás mi derrotado himno
y no podré invocarte, no podré
ni contemplar el duelo de tu rostro,
purísima y transida, arca, paloma, lápida y laurel.
Regresarás a casa y, si alguien te pregunta,
nada responderás: sólo tus ojos
reflejarán la tempestad.
III
Ruega por mí y mi impía estirpe, ruega
a la hora solemne de la hora
el día de estupor en Josafat,
cuando el juicio de Dios levante su dominio
sobre el gélido valle y lo ilumine
de soledad y mármoles aullantes.
Tiempo de recordar las noches y los días,
la distensión del alma: todo petrificado
en su orfandad, cordero fidelísimo
e inmóvil en su cima, transcurriendo
por un inerte imperio de sollozos,
lejos de vanidad de vanidades.
Acaso entonces alce la nostalgia
horror y olvidos, porque acaso
el reino de la dicha sólo sea
tocar, oír, oler, gustar y ver
el despeño de la esperanza.
Sola, comprenderás mi fe desvanecida,
el pavor de mirar siempre el vacío
y gemirás amarga cuando sientas que eres
cristiana sepultura de mi desolación.
Fiesta de Pascua, en el desierto inmenso
añorarás la tempestad.
Los ojos verdes
Solemnidad de tigre incierto, ahí en sus ojos
vaga la tentación y un náufrago
se duerme sobre jades pretéritos que aguardan
el día inesperado del asombro
en épocas holladas por las caballerías.
Ira del rostro, la violencia
es río que despeña en la quietud el valle,
azoro donde el tiempo se abandona
a una corriente análoga a lo inmóvil, bañada
en el reposo al repetir
la misma frase desde la sílaba primera.
Sólo el sonar bajo del agua insiste
con incesante brío, y el huracán acampa
en la demora, desterrado
que a la distancia deja un mundo de fatiga.
Si acaso comprendiéramos, epílogo
sería el pensamiento o música profana,
acorde que interrumpe ocios
como la uva aloja en vértigo el color
y la penumbra alienta a la mirada.
Vayamos con unción a la taberna donde
aroma el humo que precede,
bajemos al prostíbulo a olvidar esperando:
porque al fin contemplamos la belleza.
Imagen de una voz
Una imagen, no más: como un despojo
que nada fuera ya de la corriente,
la oscuridad de aquella voz invade
el oleaje tranquilo de la noche.
Húmedo invierno vierte su sonido;
su palabra flotando en vana sombra
a solas desfallece, pero sabe
que de esas manos sobre el aire mudas
resta sólo la ahogada soledad
de una Ofelia en su sueño consumida.
Yo pienso, luego nace un muro frío
lejano de esplendores, del murmullo
que arroja alguna flor entre las manos
y aun del ruido salobre de mis párpados.
Vencible fuera al viento su mirada,
más el mar diera aromas, menos fuego
la incendiada palabra “amor” haría,
si el impasible espacio de mi rostro
hubiera transformado el turbio aire
de quien, si dice adiós, amor olvida.
Inútil tempestad de aquellas noches
desterradas de mí como el deseo,
cuando un cuerpo abatido desbordaba
de funerales y de luz el mundo.
Ahora son imagen solamente,
como canción sin ruiseñor ni oído,
corrientes silenciosas que humedecen
la desolada tierra de mi carne,
donde la libertad del hombre es sombra
y los muertos entierran a sus muertos.
Palabras del amante
Persisten implacables
sílabas, frases: sólo palabras
al asombro del mar dichas en tiempo aciago,
cuando los aires eran arena,
o en hoteles vacíos de sucios corredores,
mientras se oían gallos lejanos
y en aliento calmaba la arcilla su delirio.
Del húmedo mirar
nada recuerdo, porque el amante
en orfandad consume despojos de sí mismo,
cubre de polvo ávidas áreas
de hermosas dilaciones, y corrompida furia
arde celosa junto al leopardo
del alma que en desdén amores desafía.
Prosa del solitario
Tras el último sorbo a su café, se levantaba
en súbita marea o párpado
y un “Deséame suerte” precedía
su cotidiano ir hacia la calle.
Al despedirse, el paso amarillento
y el desvaído oler de su perfume
el aire remo...

Índice

  1. Portada
  2. Prólogo
  3. Poemas no coleccionados
  4. Páramo de sueños
  5. Imágenes desterradas
  6. Palabras en reposo
  7. Notas