Las primeras gramáticas del Nuevo Mundo
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Las primeras gramáticas del Nuevo Mundo

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Las primeras gramáticas del Nuevo Mundo

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El descubrimiento de América marcó el encuentro entre dos mundos radicalmente distintos. Se desarrolló entonces una extraordinaria empresa dirigida a captar y describir las particularidades de los idiomas nativos. Esta obra analiza y valora dos gramáticas con que se abrió camino a la comprensión de la Babel americana: Arte de la lengua mexicana de fray Andrés de Olmos, misionero convertido en lingüista, quien logró una honda captación del náhuatl, y Arte de la lengua de Michuacán de fray Maturino Gilberti, que fijó un nuevo canon y nos legó la primera gramática impresa en el Nuevo Mundo.

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Información

La primera gramática impresa en el Nuevo Mundo

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Coinciden varios cronistas de la Nueva España en el siglo XVI al afirmar que el reino de Michoacán tenía muy grande importancia, casi tanta como el de los mexicas. Así, fray Bartolomé de las Casas notó que: «La provincia de Mechoacán, que es como cuarenta leguas de México, era otra tal y tan felice y llena de gente como la de éste».1 Atendiendo, por su parte, fray Gerónimo de Mendieta, a la importancia que concedían los franciscanos al pueblo tarasco, escribió: «Después de esta provincia del Santo Evangelio [de México] siempre tuvo aquella de Michoacán más copia de varones santos que otras de las Indias».2 Esta importancia del antiguo reino de Michoacán, reconocida desde temprana fecha por los españoles, explica que pronto se dejara sentir un grande interés por conocer la lengua que allí se hablaba y preparar una gramática de ella.
A tierras michoacanas llegaron, desde la tercera década del siglo XVI, varios misioneros franciscanos. Al parecer, fray Jerónimo de Alcalá se encontraba allí desde temprana fecha, según lo consignan los Anales de Tarécuato.3 De él se sabe que llegó a gozar de fama de ser buen conocedor de la lengua purépecha, tanto que el cronista de su orden, Francisco Gonzaga, notó que fue «el primero que escribió y supo la lengua michoacana».4 Precisamente por estar enterado de esto, el virrey Antonio de Mendoza, al visitar Michoacán en 1539, pidió a Alcalá que inquiriera sobre las creencias, historia y costumbres del pueblo tarasco. Para satisfacer tal encargo, Alcalá de inmediato puso manos a la obra.
Como lo habían hecho fray Andrés de Olmos y fray Toribio de Benavente Motolinía, Alcalá tomó contacto con los viejos de la ciudad de Michoacán, o sea Pátzcuaro, entre ellos el gobernador Pedro Cuinierángari, el Petámuri u orador oficial y con varios sacerdotes indígenas, algunos de elevado rango. Al entregar años después al virrey Mendoza la que se conoció como Relación de Michoacán, entre otras cosas le dijo refiriéndose a la lengua purépecha:
Vuestra Señoría verá que las sentencias van sacadas al propio de su estilo de hablar, y yo pienso ser notado mucho en esto, mas, como fiel intérprete, no he querido mudar de su manera de decir, por no corromper sus sentencias. Y en toda esta interpretación he guardado esto, si no han sido algunas sentencias y muy pocas, que quedarían faltas y diminutas si no se añadiese algo; y otras sentencias van declaradas porque las entiendan mejor los lectores, como es esta manera de decir no cuche hepu hucari xaca, que quiere decir en nuestro romance al pie de la letra: No tenemos cabezas con nosotros. Y no lo toman ellos en el sentido que nosotros, mas entendían en su tiempo cuando estaban en alguna aflicción o pensaban ser cautivados de sus enemigos y que les cortarían las cabezas y las pondrían en unos varales, juzgábanse que ya las tenían cortadas, y por eso decían que no tenían cabezas consigo.5
Ahora bien, muy poco antes de que Alcalá entregara la Relación al virrey, el también franciscano de origen francés fray Maturino Gilberti había llegado al pueblo de Tzintzuntzan en 1542 para iniciar allí sus trabajos apostólicos. Para mejor proceder se consagró a aprender a fondo la lengua purépecha. Y como lo había hecho fray Jerónimo, acudió a algunos viejos que lo adentraron no sólo en sus antiguas creencias, sino también en el conocimiento de su lengua.
Cosa extraordinaria es que tan buena habilidad tuvo Gilberti en el estudio del purépecha que en poco más de diez años llegó a distinguirse como el mejor conocedor de ella. Como algo digno de los más célebres humanistas del Renacimiento, en el lapso de un año, del 8 de octubre de 1558 al 7 de septiembre de 1559, publicó cuatro tratados en la lengua de Michoacán, entre ellos el Arte y el Vocabulario. El purépecha no sólo se redujo entonces a arte, sino que fue ya también vehículo de comunicación impresa para transmitir conceptos de la doctrina cristiana. El arte de la lengua de Michoacán, que se publicó en México en casa de Iuan Pablos, en 1558, vino a ser así la segunda gramática de una lengua indígena americana y la primera entre todas las que se imprimieron de cualquier lengua hablada en este continente.

FRAY MATURINO GILBERTI. SU VIDA

En tierras michoacanas, y de modo particular en Tzintzuntzan, laboró el franciscano Maturino Gilberti a poco de su llegada a México en 1542.6 Y fue también en Tzintzuntzan donde, cuarenta y seis años más tarde, en 1585, murió el que con justa razón se merece el título de precursor en el saber lingüístico acerca del purépecha.
De Gilberti se sabe que había nacido hacia 1508 en Tolosa, en la Aquitania, al sur de Francia.7 Se desconoce, en cambio, quiénes fueron sus padres y cuál fue el ambiente familiar en que se crió. Cabe inferir al menos que su niñez debió transcurrir en el seno de una familia de arraigado cristianismo y de ciertos recursos económicos. Ello se desprende de lo que llegó a ser su inclinación religiosa y del hecho de que realizara estudios de artes en la célebre universidad de su ciudad natal.
No se sabe en qué circunstancias ingresó en la orden franciscana, pero consta que ello tuvo lugar en 1524 en la ciudad de Parthenay.8 Quince años después Gilberti se embarcaba con rumbo a Veracruz, recién reclutado como misionero casi seguramente por el también francés de Aquitania, fray Jacobo de Testera. El viaje, encabezado por dicho fraile, constituyó la que se conoce como «barcada» franciscana de 1542. Con él atravesaron el océano varios frailes, algunos de ellos franceses que luego se distinguieron también en México como Juan Focher y asimismo, aunque parezca extraño, el danés Juan Daciano. Éste, al igual que Gilberti, el agustino fray Alonso de la Veracruz y, por supuesto, el obispo don Vasco de Quiroga, junto con otros, habrían de trabajar denodadamente en la defensa y mejoramiento de los purépechas.
La vida de fray Maturino transcurrió sobre todo en varios lugares de Michoacán.9 Algún tiempo estuvo en la capital del virreinato, donde en 1557 hizo su profesión religiosa solemne como fraile en San Francisco. Su temprana estancia en tierras michoacanas y en otros sitios cercanos puede inferirse del hecho de que relativamente pronto, con las expresas aprobaciones de fray Jacobo Daciano, del arzobispo de México Alonso de Montúfar y del virrey Luis de Velasco, sacara a la luz en 1558 su Arte de la lengua de Mechuacán, dedicada a don Vasco de Quiroga. Dio también dictamen favorable el clérigo Diego Pérez Gordillo, quien, años más tarde, llegó a ser uno de sus críticos más duros. Fue este arte o gramática del purépecha la primera obra suya de las varias que pudo preparar y publicar. Y, hay que repetirlo, fue asimismo la primerísima aportación gramatical que apareció ya impresa de una lengua del Nuevo Mundo. En ella Gilberti deja ver su fina percepción lingüística, como lo han mostrado quienes se han ocupado de su estudio en sus varias reproducciones.
A tan significativa aportación siguieron muy pronto y como en cascada otras publicaciones en la misma lengua purépecha: el Thesoro Spiritual en lengua de Michoacán en 1558 y el Diálogo sobre doctrina christiana en lengua de Michoacán, aparecido un año después. Esta obra iba a ser objeto de grandes contradicciones pues se le achacaron errores y proposiciones temerarias.
El Vocabulario en lengua de Mechoacán se publicó asimismo en 1559, dedicado también a don Vasco de Quiroga. Fue este vocabulario sólo cuatro años posterior al de Alonso de Molina de la lengua castellana con sus correspondencias en la mexicana o náhuatl. El de Gilberti tiene sobre él un mérito muy especial: fue el primer léxico bidireccional entre una lengua amerindia y la castellana.
A este conjunto de obras siguió años más tarde el Thesoro espiritual de pobres (1575), que vino a enriquecer su gran corpus en lengua purépecha.10 Y debe mencionarse que fray Maturino escribió además muchos sermones y exhortaciones que hasta hoy han permanecido inéditas. Pero, más allá de todas estas aportaciones acerca del purépecha, lengua que Gilberti conoció como ningún otro de su tiempo, conviene recordar lo expuesto por él mismo en el testimonio que rindió ante el inquisidor Esteban del Portillo en 1571. Declaró entonces que «ha deprendido siete lenguas de indios y que la que más ha usado es la tarasca». Se sabe además, por otra parte, que entre tales lenguas estaban la mexicana o náhuatl, así como el otomí, el matlatzinca y el chichimeca.
Hombre ...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Introducción
  4. La primera gramática de la lengua mexicana o náhuatl
  5. La primera gramática impresa en el Nuevo Mundo
  6. El tesoro de las lenguas indígenas
  7. Otras artes o gramáticas de lenguas indígenas americanas publicadas en el siglo XVI
  8. Bibliografía