El cardenismo, 1932-1940
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El cardenismo, 1932-1940

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El cardenismo, 1932-1940

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En el tomo 5 se examinan los cambios y transformaciones que se dieron durante la administración del general Cárdenas, que buscaron cimentar una modernización del país por medio de acciones concretas que se arraigaron en la cultura política y aún subsisten.

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Información

Año
2019
ISBN
9786071660664
Categoría
Historia

La política exterior del cardenismo

JORGE MÁRQUEZ MUÑOZ*

Agradecimientos

Este ensayo no habría sido posible sin la valiosa ayuda de Samuel León, Guadalupe Farías, Francisco Márquez Aguilar, Eduardo Nava, Irene Zea y Emilio Cárdenas. Todos ellos me señalaron algunas precisiones históricas y me facilitaron textos pertinentes.

Etiopía

Al mediodía del 19 de junio de 1954 el emperador Haile Selassie I arribó a la Ciudad de México. En Palacio Nacional, ante el presidente Adolfo Ruiz Cortines, pronunció un emotivo discurso: “Etiopía no olvida que México se negó a reconocer los hechos consumados por las fuerzas italianas, y que alzó la voz en defensa de la razón […] y el derecho; […] empleamos la palabra hermanos para referirnos a México y a los mexicanos”.1
El 24 de junio de 1954, pasadas las siete de la mañana, el general Lázaro Cárdenas se reunió con el emperador en el Hotel del Prado. Iba acompañado de su hijo y de Alejandro Carrillo. En la suite pre-
sidencial, Su Majestad honró al ex presidente otorgándole la más alta condecoración del Imperio en reconocimiento por la defensa de la soberanía de Etiopía en el seno de la Sociedad de Naciones.
Esta historia comenzó en 1888, cuando el primer ministro Francesco Crispi, llevó a Italia a adoptar una política colonial. Ese mismo año, el ejército italiano se apoderó de Massaouah, en Etiopía y después intentó extender sus dominios hasta Benadir, al noreste de Addis Abeba.
Inglaterra y Francia apoyaron a Menelik II en la lucha contra sus invasores. A cambio, la primera de estas dos potencias extendió sus dominios coloniales en la cuenca del Nilo mientras los galos construyeron el ferrocarril de Djibuti a Addis Abeba.
En 1923 Inglaterra y los Estados Unidos rechazaron la solicitud de Etiopía para formar parte de la Sociedad de Naciones. No obstante, se creó un bloque liderado por Francia que consiguió la aceptación de los etíopes.
A finales de 1934 las tropas italianas apostadas en Somalia fueron supuestamente atacadas en los pozos de Ual Ual, por tropas etíopes. Era el pretexto que Mussolini esperaba para empezar su conquista.2
El 2 octubre de 1935 el emperador de Abisinia envío una carta de protesta a la Liga de las Naciones, en la cual afirmaba:
Las tropas italianas acaban de invadir el territorio de Etiopía habiendo penetrado por un punto situado al oeste de monte Moussali cerca de la frontera de la Somalia francesa. […] 50 000 soldados italianos iniciaron hoy el avance. Llevando tanques, artillería de diversos calibres y protegidos por varias cuadrillas de aviones.3
El Duce afirmó que su patria cobraba venganza por una vieja afrenta: la derrota de la batalla de Adwa en 1896, cuando Italia pretendió apoderarse de Etiopía y Somalia. Pero 40 años después, al iniciar la segunda guerra italo-etíope, el gobierno fascista tenía ventajas considerables. En siete meses la nación africana se convirtió en una colonia.
Inglaterra y Francia intentaron mediar pero el gobierno de Roma afirmó que estaba dispuesto a continuar la invasión “con, sin o contra Ginebra”.4 La Sociedad de Naciones declaró a Italia “agresor” y solicitó que se aplicaran las sanciones prescritas por el artículo 16 del pacto, el cual afirma que “Si un Miembro de la Sociedad recurriere a la guerra los estados miembros se comprometen a romper toda relación comercial o financiera con él”. Salvo Austria, Hungría y Albania, naciones que se sentían amenazadas por el imperialismo italiano, todos los miembros de la Liga votaron a favor de las sanciones.
Acerca de la invasión italiana, el 10 de octubre de 1935, el delegado de México en la Sociedad de Naciones, el ingeniero Marte R. Gómez, quien formaba parte del Consejo, declaró:
Mi país concede toda la importancia que merece a la sensible constatación hecha por los miembros del Consejo en la sesión del 7 de octubre de que nos encontramos ante el caso de una guerra emprendida contrariamente a las obligaciones […] del Pacto. […] México […] no se substraerá a las responsabilidades que se desprenden de las obligaciones señaladas por el Pacto.5
¿Fue éste el inicio de la política cardenistas de defensa de los principios del derecho internacional? No encontramos instrucción alguna del presidente Cárdenas para llevar a cabo la reclamación. Incluso, el mandatario mexicano tenía la impresión de que Mussolini no duraría mucho en el poder. Bajo este prisma, no era necesario concertar una política de ayuda material a Abisinia. Y de hecho, tal ayuda no existió.6
El 18 de noviembre de 1935, México puso en vigor las sanciones contra Italia y cuando Hoare, el canciller británico, y Laval, el francés, propusieron en la Sociedad de Naciones la transacción que desmembraba el reino del Negus, intervino “el representante mexicano, protestando contra tal medida al decir que […], una solución que no es aceptada libremente por Etiopía nos parece incompatible con el espíritu del Pacto”.7
De cualquier manera, el “acuerdo Hoare-Laval anuló en la práctica la aplicación de dichas sanciones”.8 El 5 de mayo de 1936 las tropas italianas ocuparon Addis Abeba y cuatro días más tarde Mussolini se anexó el país vencido creando el Imperio del África Oriental y el rey Víctor Manuel III se hizo llamar emperador de Etiopía. México retiró a su embajador de Roma y mantuvo sólo un representante de negocios en la capital italiana.
En el seno de la Asamblea de la Liga, el representante mexicano, Narciso Bassols, declaró: “Porque estamos dispuestos a continuar aquí, animados de buena fe, nos interesa evitar el colapso de la seguridad colectiva y la ruina de la Sociedad de las Naciones”.9
La negativa de la Liga y el aislamiento al que fue sometida la delegación mexicana por la defensa de Etiopía, indignó a ciertos políticos mexicanos.10 El 31 de mayo, un grupo de senadores, liderados por el general Cándido Aguilar, se entrevistaron con Cárdenas y le plantearon que México debería abandonar, en señal de protesta, la Sociedad de Naciones. El presidente escribió su opinión al respecto: “quienes secundan en nuestro país que la tendencia a que México se separe de la Liga sirven, quizá inconscientemente, a los intereses del imperialismo”.11
Posteriormente, Isidro Fabela, representante de México en Ginebra, narra el intento de excluir a Etiopía de la Sociedad de Naciones. El 16 de mayo de 1937 inició la sesión de la Liga y el doctor Quevedo, representante de Ecuador y presidente de la Asamblea, otorgó la palabra a Komarniski, representante polaco.
Invitado por el presidente a pasar a la tribuna, se negó a ello diciendo que era muy breve lo que iba a manifestar. […] En voz muy baja […] comenzó a hablar. Dándome cuenta de que sus intenciones eran […] que no se le oyera, […] me acerqué al delegado polaco […]. Pude comprender que no hacía propuesta alguna, sino que con mañosa habilidad sólo remarcaba el hecho de que Etiopía había dejado de existir como país independiente. Esto con el fin de que la Asamblea asintiera con su silencio.12
Una vez concluida la exposición del polaco, Isidro Fabela pidió la palabra y expresó:
Acabo de escuchar la declaración hecha por el honorable representante de Polonia […]. No ha hecho ninguna proposición concreta. Sin embargo, como parece dar a entender que el Estado etíope ha dejado de existir y el silencio de México podría interpretarse en el sentido de dar su conformidad a esa declaración, en nombre de mi país declaro […] que protesto contra toda maniobra tendiente a expulsar del seno de la Sociedad de las Naciones a ningún miembro de ella.13
Entonces, muchos miembros de la asamblea se percataron de las intenciones del delegado de Polonia. Más tarde, la delegación mexicana en Ginebra, al notar que se estaba “omitiendo el nombre de Etiopía en algunos documentos oficiales de la Sociedad, dirigió una protesta a su secretario general”. Esta omisión era un paso “hacia el reconocimiento de la supresión de ese país como Estado miembro, supresión que sólo podía decretar la asamblea, de acuerdo con el pacto”.14
En respuesta, el emperador Haile Selassie I telegrafió al presidente Lázaro Cárdenas: “… es un gran consuelo […] enterarse de la enérgica protesta de México ante los representantes reunidos en Ginebra […]. El soberano legítimo […] y su pueblo dirigen a vuestra nación […] los más vivos agradecimientos”.15
Los pronunciamientos de Marte R. Gómez y Narciso Bassols fueron producto de la simpatía espontánea por los pueblos oprimidos antes que los pasos meditados de una ruta diseñada por el Ejecutivo en materia de política exterior. En el ambiente de celebración tras el destierro de Calles, el presidente no tenía tiempo para preocuparse por la situación mundial.16
Pero a finales de 1936, el nombramiento de Isidro Fab...

Índice

  1. Siglas
  2. Cárdenas y la construcción del poder político
  3. Raíz y huella económicas del cardenismo
  4. Consolidación y límites a los derechos de los trabajadores del Estado en el régimen de Lázaro Cárdenas
  5. La reforma agraria y la cuestión campesina en el periodo cardenista
  6. Cárdenas, el indigenista
  7. El nuevo presidencialismo, corporaciones y partidos políticos durante el cardenismo
  8. La política exterior del cardenismo
  9. Las oposiciones al cardenismo
  10. Bibliografía