Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan
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Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan

  1. 111 páginas
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Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan

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Eduardo Matos Moctezuma congrega aquí las voces de Hernán Cortés, fray Bernardino de Sahagún y Bernal Díaz del Castillo, para relatarnos la conquista espiritual de Tenochtitlan, no sin contemplar el aspecto de imposición y resistencia de conquistadores y conquistados.

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Información

Año
2014
ISBN
9786071622839
Categoría
Historia

PASIÓN…

3

Fray Bernardino de Sahagún,
Historia general de las cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa, México, 1956.
CAPÍTULO XV
De los oficiales que labran oro
1.—En este capítulo se comienza a tratar de los oficiales que labran oro y plata: los oficiales que labran oro son de dos maneras, unos de ellos se llaman martilladores amajadores, porque éstos labran oro de martillo, majando el oro con piedras o con martillos, para hacerlo delgado como papel; otros se llaman tlatlalianime, que quiere decir que asientan el oro, o alguna cosa en el oro o en la plata (y) éstos son verdaderos oficiales que por nombre se llaman tolteca; pero están divididos en dos partes, porque labran el oro cada uno de su manera.
2.—Tenían por dios estos oficiales de oro en tiempo de su idolatría a un dios que se llamaba Tótec; a este dios hacían fiesta cada año en el cu que se decía Yopico, en el mes que llamaban tlacaxipeualiztli.
3.—En esta fiesta de tlacaxipeualiztli, donde desollaban muchos cautivos y por cuya causa se llama tlacaxipeualiztli, que quiere decir desollamiento de personas, uno de los sátrapas vestíase un pellejo de los que habían quitado a los cautivos, y así vestido era imagen de este dios Tótec.
4.—A este vestido con el pellejo que habían quitado al cautivo que habían sacrificado, llamábanle Tótec y ponían sus ornamentos muy preciosos, el uno de ellos era una corona hecha muy curiosamente de plumas preciosas, y las mismas plumas le servían por cabellera; poníanle en las narices una media luna de oro, encajada en la ternilla que divide la una ventana de la nariz de la otra; poníanle también unas orejeras de oro; dábanle en la mano derecha un báculo que estaba hueco de dentro, y tenía sonajas, el cual en moviéndole para andar luego las sonajas hacían su son; poníanle en la mano izquierda una rodela de oro como las usaban los de Anáhuac; poníanle unas cotaras bermejas, como almagradas;
5.—tenía pintado el cuello de las cotaras, con pluma de codorniz sembradas por todo él; llevaba por divisa y plumaje a cuestas atado a las espaldas tres banderillas de papel que se movían como las daba el viento, haciendo un sonido de papel; componíanle también con unas naguas hechas de plumas ricas, que hacían unas bandas por todas las naguas, que parecía como enverdugado; poníanle al cuello un joyel ancho de oro de martillo.
6.—Aparejábanle sentaderos o sillas en que se sentase; estando sentado este dios, o diosa, o por mejor decir diablo o diablesa, ofrecíanle una manera de tortas que llaman uilocpalli, de maíz molido, hechas sin cocer; ofrecíanle también manojuelos de mazorcas de maíz que apartan para semilla; también le ofrecían las primicias de la fruta, y las primeras flores que nacían aquel año. Con estas ofrendas le honraban.
7.—Yendo andando iba haciendo meneos de danza con gran pompa, meneando la rodela y el báculo, haciéndole sonar a propósito del baile que hacía. Después de esto hacían un ejercicio de guerra con este Tótec.
8.—Todo lo que dice la letra son las ceremonias que hacían en esta fiesta que se llama tozoztontli, (y) declárase en su lugar en el segundo libro que trata de las fiestas que se hacían a los dioses; allí se podrá ver.
CAPÍTULO XVI
De la manera de labrar de los plateros
1.—La sentencia de este capítulo no importa mucho ni para la fe, ni para las virtudes, porque es práctica meramente geométrica. Si alguno desea saber vocablos, o maneras de decir exquisitas, podrá preguntar a los oficiales que tratan en este oficio, que en toda parte los hay.
CAPÍTULO XVII
De los oficiales que labran las piedras preciosas
1.—Los lapidarios, que labraban piedras preciosas en tiempo de su idolatría, adoraban cuatro dioses, o por mejor decir diablos; el primero se llamaba Chiconahui iztcuintli, el segundo Naualpilli, el tercero Macuilcalli, el cuarto Cintéotl;
2.—a todos estos tres dioses postreros hacían fiesta cuando reinaba el signo o carácter que se llamaba Chiconahui itzcuintli que es mujer, y por eso la pintaron como mujer; a ésta atribuían los afeites de las mujeres, y para significación de esto la pintan en la mano derecha con un báculo y en la mano izquierda le ponen una rodela, en la cual está pintado un pie; también le ponían orejeras de oro, y de la ternilla de la nariz le colgaban una mariposa de oro, y vestíanla con un huipil o camisa mujeril, que era tejida de blanco y colorado, y lo mismo las naguas; poníanle unas cotaras también coloradas, con unas pinturas que las hacía almenadas. A todos estos cuatro daban sus imágenes, o sus títulos, para que muriesen a su servicio el día de su fiesta.
3.—Al que llamaban Naualpilli, ataviábanle y cortábanle los cabellos desiguales y mal cortados, y espeluzados y crenchados; poníanle en la frente una lámina de oro, delgada como papel; poníanle unos zarcillos de oro en las orejas; poníanle en la mano derecha un báculo aderezado de plumas ricas, y en la otra una rodela como de red hecha, y en cuatro partes tenía plumas ricas mal puestas; también le vestían una jaqueta tejida de blanco y colorado, con rapacejos en el remate de abajo; poníanle unas cotaras coloradas.
4.—Al otro que llaman Macuilcalli también le componían como hombre; los cabellos cortados por medio de la cabeza, como lomo que llaman cuachichiquilli, y este lomo no era de cabellos sino de plumas ricas; poníanle en las sienes unas planchas de oro delgadas; poníanle un joyel colgado al cuello, de marisco redondo y ancho; también le ponían en la mano un báculo compuesto con plumas ricas; poníanle en la otra mano una rodela con unos círculos colorados, unos dentro de otros; teñíanle el cuerpo con bermellón, y también le ponían unas cotaras del mismo color.
5.—Al otro que se llamaba Cintéotl también le componían como a varón, con una carátula labrada como mosaico, con unos rayos de lo mismo que salían de la carátula; poníanle una jaqueta de tela teñida de azul claro; poníanle un joyel colgado al cuello, de oro, y poníanle en un tablado alto de donde estaba mirando, el cual se llamaba cincalli, compuesto con cañas de maíz a manera de jacal; poníanle unas cotaras blancas, las ataduras de ellas de algodón flojo.
6.—Dicen que a estos dioses atribuían el artificio de labrar las piedras preciosas, de hacer barbotes y orejeras de piedra negra, y de cristal, y de ámbar, y otras orejeras blancas; a éstos también atribuían el labrar cuentas y ajorcas, y sartalejos que traen en las muñecas, y toda la labor de piedras, y chalchihuites, y el agujerar y pulir de todas las piedras, decían que éstos las habían inventado, y por esto los honraban como dioses y por esto les hacían fiesta los oficiales viejos de este oficio, y todos los demás lapidarios; y de noche decían sus cantares, y hacían velar por su honra a los cautivos que habían de morir, y se holgaban en su fiesta.
7.—Esto se hacía en Xochimilco, porque decían que los abuelos y antecesores de los lapidarios habían venido de aquel pueblo, y de allí tienen origen todos estos oficiales.
Síguese la manera que tenían los lapidarios en labrar las piedras
8.—Todo lo que dice la letra son las ceremonias que hacían labrar las piedras, no se pone en romance porque como es cosa muy usada, y siempre se usa en los pueblos principales de esta Nueva España, quien quisiese entender los vocablos, y esta manera de hablar, podrálo tomar de los mismos oficiales.
CAPÍTULO XVIII
De los oficiales que labran pluma, que hacen plumajes y otras cosas de pluma
1.—Según que los viejos antiguos dejaron por memoria de la etimología de este vocablo Amanteca, es que los primeros pobladores de esta tierra trujeron consigo a un dios que se llamaba Coyotlinaual, de las partes de donde vinieron lo trujeron consigo, y siempre le adoraron.
2.—A éstos llamaron in econi intlacapixoani mexiti, que quiere decir: los que primero poblaron que se llamaron mexiti, de donde vino este vocablo México.
3.—Éstos desque asentaron en esta tierra y se comenzaron a multiplicar, sus nietos e hijos hicieron una estatua de madera, labrada, y edificáronla un cu, y el barrio donde se edificó llamáronle Amantla; en este barrio honraban y ofrecían a este dios que llamaban Coyotlinaual y por razón del nombre del barrio, que es Amantla, tomaron los vecinos de allí este nombre, amanteca.
4.—Los atavíos y ornamentos con que componían a este dios en sus fiestas eran un pellejo de cóyotl, labrado; componíanle estos amantecas vecinos de este barrio Amantla aquel pellejo; teníase la cabeza de cóyot con una carátula de persona, y los colmillos teníalos de oro, tenía los dientes muy largos como punzones; tenía en la mano un báculo con que se sustentaba, labrado con piedras negras de ixtli, y una rodela labrada de cañas macizas, que tenía por la orilla un cerco de azul claro; tenía a cuestas un cántaro o jarro de cuya boca salían muchos quetzales;
5.—poníanle en las gargantas de los pies unas calzuelas con muchos caracolitos blancos, a manera de cascabeles; poníanle unas cotaras tejidas o hechas de unas hojas de un árbol que llaman iccotl, porque cuando llegaron a esta tierra usaban aquellas cotaras, componíanle siempre con ellas, para dar a en-tender que ellos eran los primeros pobladores chichimecas, que habían poblado en esta tierra de México;
6.—y no solamente adoraban a este dios en este barrio de Amantla, pero también a otros siete ídolos, a los cinco de ellos componían como varones y a los dos como mujeres, pero este Coyotlinaual era el principal de todos; el segundo se llamaba Tizaua, el tercero Macuilocélotl, el cuarto Macuiltochtli; en el quinto lugar ponían a las dos mujeres, la una se llamaba Xiuhtlati y la otra Xilo; el séptimo estaba frontero de los ya dichos, hacia ellos, el cual se llamaba Tepoztécatl.
7.—La manera con que ataviaban (a) estos dioses arriba dichos, los que eran varones, todos llevaban a cuestas aquella divisa que llevaba Coyotlinaual; solamente al dios que se llamaba Tizaua no le componían de pellejo de cóyotl, (y) solamente llevaba a cuestas el jarro con los quetzales, y unas orejeras de concha de mariscos; llevaba también su báculo y su rodela, y sus caracolitos en las piernas, y unas cotaras blancas.
8.—El dios que se llamaba Macuilocélotl tenía vestido el pellejo de cóyotl con la cabeza metida en la cabeza del cóyotl muerto, como celada, y por la boca veía, y también llevaba a cuestas el jarro con sus quetzales y el báculo, con su rodela y sus cotaras blancas; de la misma manera componían al dios Macuiltochtli.
9.—De las dos mujeres la que se llamaba Xiuhtlati iba ataviada con un huipil azul, y la otra que se llamaba Xilo, que era la menor, iba vestida con un huipil colorado, teñido con grana; estas ambas tenían los huipiles sembrados de plumas ricas, de todo género de aves que crían plumas ricas.
10.—La orilla del huipilli estaba bordada con plumas de diversas maneras, como arriba se dijo, tenían éstas en las manos cañas de maíz verdes por báculos, y llevaban también un aventadero de plumas ricas en la otra mano, y un joyel de oro hecho a manera de comal; también llevaban orejeras de oro muy pulidas, y muy resplandecientes.
11.—Ninguna cosa llevaban a cuestas; llevaban por cabellos papeles; llevaban las muñecas de ambos brazos adornadas con plumas ricas de todas mane-ras; también llevaban las piernas de esta manera emplumadas desde las rodillas hasta los tobillos; tenían también cotaras tejidas de hojas de árbol que se llama yczotl, para dar a entender que eran chichimecas venidos a poblar a esta tierra.
CAPÍTULO XIX
De la fiesta que los oficiales de pluma hacían a sus dioses
1.—Hacían fiesta a estos dioses dos veces cada año, una vez en el mes que se llama panquetzaliztli y otra vez en el mes que se llama tlaxochimaco; en el mes de panquetzaliztli mataban a la imagen de Coyotlinaual. Si en esta fiesta no se ofrecía quien matase algunos esclavos, que se llamaban tlaaltitin, estos amantecas se juntaban todos y compraban un esclavo, para matar(lo) a honra de este dios; comprábanlo con mantas que se llamaban quachtli, que eran allegadas como de tributo.
2.—Empero si alguno de estos amantecas hacía fiesta de por sí, y mataba algunos esclavos, de éstos mataba uno a honra de este dios Coyotlinaual y componíanle a éste con todos los atavíos de aquel dios, como arriba se dijo; y si era alguna persona de caudal este que hacía fiesta, mataba dos o tres, o más esclavos, que se llamaban tlaaltiltin, a honra de aquellos dioses, y si no era persona de caudal mataba uno a honra de aquel dios que se llamaba Coyotlinaual.
3.—Cuando se hacía la fiesta todos los ...

Índice

  1. Portada
  2. Introducción
  3. Vida…
  4. Pasión…
  5. …Y Muerte
  6. Índice