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EL NACIMIENTO DE LA NOVELA MODERNA
¿Por qué esta novela sigue estando tan presente en nuestra imaginación tres siglos después de su publicación? Trataremos de responder a esta pregunta analizando las circunstancias sociológicas del nacimiento de la novela inglesa moderna. A pesar de que normalmente se considera la novela como descendiente de las grandes formas épicas, se trata de un género relativamente reciente, como veremos. La novela es una invención del mundo burgués, de una sociedad próspera, cuyo nivel de lectura aumenta con el incremento del ocio. Robinson Crusoe refleja con enorme claridad las tendencias de esta clase burguesa y comerciante nacida de la Revolución inglesa. El crítico Ian Watt analiza este fenómeno tan particular con la eclosión de historias y autores que inauguran un nuevo sentido y afirma que el interés formal de la novela por la vida de la gente depende de dos razones: la primera porque la sociedad valora todo lo individual y considera a las personas como sujeto propio de su literatura formal; y la segunda, por la variedad de pensamiento y acción de la gente corriente para contar en detalle y llegar a ser de interés para los lectores.
En La conciencia y la novela David Lodge coincide con las tesis de Ian Watt y hace un interesante análisis sobre el aspecto psicológico de estos nuevos lectores. «El silencio y la privacidad concurrentes en la experiencia de la lectura, permitida por el libro impreso, imitaba la privacidad y el silencio de la conciencia individual». Y este resurgir de la conciencia inicia una nueva etapa de la literatura del yo, que separa la mentalidad antigua de la moderna. Esta nueva sensibilidad es percatada por el propio Defoe y sus contemporáneos. Los nuevos lectores solicitan un retrato realista del mundo que les rodea, con un argumento sólido, con personajes y acciones verosímiles, que les muestren historias sobre la sociedad en que viven rechazando el mero entretenimiento. Así Marthe Robert en De los orígenes y orígenes de la novela, llega a fechar su nacimiento a partir de 1719: «En este sentido, se ha podido decir que la novela es un género burgués que, antes de hacerse internacional y universal, comenzó siendo específicamente inglés». Teniendo en cuenta de que se trata de una novela del gusto de una época que defiende los valores religiosos y económicos de una burguesía ascendente.
En estas circunstancias y bajo estos nuevos parámetros sociales y culturales nace la novela de Defoe con un éxito asombroso. Fue traducido al francés, al alemán y al holandés antes de que transcurriera un año desde su publicación. El largo título del primer volumen: La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York, que vivió veintiocho años a solas en una isla deshabitada de la costa de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco, tras haber llegado a la isla a resultas de un naufragio en el que perecieron todos los tripulantes salvo él; de una relación de cómo fue finalmente rescatado por la extraña intervención de unos piratas. Escrito por él mismo. Al cabo de quince días de su aparición hubo que imprimir la segunda edición, y el título se abrevió para hacerlo aún más popular. Se publicó en abril de 1719, cuatro meses después apareció el segundo volumen titulado Nuevas aventuras de Robinson Crusoe: la segunda y última parte de su vida. En agosto de 1720 se publicó el tercero, titulado Serias reflexiones a lo largo de la vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe.
La primera edición contenía una ilustración que representaba a Robinson (con el sombrero confeccionado a base de ramas y plumas, o el paraguas de piel de cabra). Esta se ha mantenido prácticamente sin variación alguna en toda la iconografía posterior, incluso en las pantallas del cine y la televisión. Esta imagen ha sido también un leitmotiv de las sucesivas representaciones gráficas describiendo su atuendo y sus escasos enseres. Se trata de un fenómeno literario sin paragón. Además de destacar el éxito de la historia hay que tener en cuenta el uso de la imprenta y la mayor difusión del libro en Europa. Donald Sassoon explica en su libro Cultura:
tras las guerras napoleónicas, algunos periódicos y revistas rusos ensalzaron la cultura británica y la contrapusieron, desventajosamente para la francesa. A este hecho contribuyó el considerable interés suscitado por Robinson Crusoe (que había sido traducido al ruso en 1764 y que en 1797 iba ya por la cuarta edición).
Añade que los libros que habían sido célebres en el siglo XVIII o en siglos anteriores siguieron siendo populares en el XIX y el XX;
un informe realizado en 1866 por el Ministerio de Educación francés revela que los libros extranjeros que más gustaban en los colegios eran, presumiblemente en versión simplificada, El Robinson Crusoe, El Quijote, El Robinson suizo y Las mil y una noches.
Robinson Crusoe es también un libro de interés para los periodistas, porque inaugura nuevas fórmulas en el género periodístico como el reportaje directo, la observación minuciosa de los hechos, la rigurosa exactitud del relato y los cálculos estadísticos. Para J.M. Coetzee, resulta evidente que «página tras página, por primera vez en la historia de la ficción asistimos a una ordenada y minuciosa descripción de cómo se hacen las cosas». Defoe inventa un género nuevo mezclando el realismo de un verdadero diario de a bordo con todos los elementos de una aventura individual relatada en primera persona. García Márquez me comentaba en una conversación en la Feria del Libro de Guadalajara en México su admiración por Defoe como periodista y escritor, si Robinson Crusoe era una novela extraordinaria, Diario de un año de la peste le había fascinado por su redacción detallada de la epidemia, a caballo entre el reportaje periodístico y la novela. Estas observaciones coinciden con las de muchos escritores que nos hablan de la influencia de su lectura. Italo Calvino en Por qué leer a los clásicos subraya:
el lenguaje de Defoe (y aquí la primera persona del marinero-comerciante capaz de alinear en columna como en un libro mayor incluso lo «malo» y lo «bueno» de su situación, y de llevar una contabilidad aritmética de los caníbales muertos, resulta ser un expediente poético, aun antes que práctico) [...]. Como una relación comercial o un catálogo de mercancías y herramientas, la prosa de Defoe es desnuda y al mismo tiempo detallada hasta el escrúpulo.
Recomendando que hay que leerla línea por línea haciendo cada vez nuevos descubrimientos como una clase de libro que no cae en el olvido. Virginia Woolf escribe acerca del bicentenario de Robinson Crusoe un artículo recogido en su obra El lector común advirtiéndonos de que se trata de una novela que ha cumplido doscientos años y poco importa el nombre de Defoe, la novela ha trascendido de tal forma en nuestro imaginario que puede contemplarse como un clásico de todos los tiempos.
Daniel Defoe se inspiró en la historia del marinero escocés Alexander Selkirk, para crear a su propio héroe. Este marinero castigado por su capitán, por amotinamiento y rebeldía, fue abandonado con una Biblia, un cuchillo, un hacha, un fusil, algo de pólvora, tabaco y una caja con ropa en una de las islas del Archipiélago de Juan Fernández. Selkirk sobrevivió en estas condiciones durante cuatro años y medio, hasta el 2 de febrero de 1709, el navío el Duke al mando del capitán Woodes Rogers encontró a este solitario habitante devolviéndolo a su país.
Los hombres vieron gesticular desde tierra a un personaje hirsuto, vestido con pieles de cabra. Uno de ellos le preguntó cuál era el mejor sitio para desembarcar. El desconocido respondió con grandes gestos y fue saltando de roca en roca a su encuentro.
Sin duda Defoe debió leer estos relatos del propio capitán Woodes Rogers en sus memorias y por Sir Richard Steele, uno de los creadores del famoso Spectator que publicó esta hazaña de supervivencia robinsoniana. Para distanciarse de esta historia real que circulaba en las tabernas del Puerto de Londres, Defoe inventa a su personaje de ficción Robinson y sitúa a su náufrago en una isla del Caribe, en la desembocadura del río Orinoco.
Pablo Neruda conoce bien el origen y la inspiración de esta novela y nos confirma esta hipótesis.
Un escritor imponderable, Daniel Defoe, oye hablar del marino solitario, de la naturaleza lejanísima, del magnetismo de las islas chilenas. Murió Alexander Selkirk. Pero en un navío de papel impreso —que hasta ahora sigue navegando— regresó a Juan Fernández un nuevo marinero.
—¿Quién eres? —le preguntaron.
—Me llamo Robinson Crusoe —respondió.
El poeta de origen chileno llegó a coleccionar cientos de ediciones de Robinson Crusoe impresas en todas las lenguas, que aún se conservan en la Biblioteca de su casa de madera en Isla Negra frente a las costas del Pacífico. «Hay que examinar por qué Robinson Crusoe, libro entre muchos libros, fascinó, siguió y sigue fascinando a medio mundo». Esta fascinación que menciona, por la que él se sentía también cautivado, responde a la naturaleza del mito que se fraguó en el archipiélago de Juan Fernández. Una isla tan próxima a su tierra natal, hecha de historias y leyendas.
Me he preguntado muchas veces por qué Robinson Crusoe llegó hasta nuestra isla del Pacífico a especializarse en soledades. Voy a revelarlo. Porque ya la conocía. No se trataba de su primera visita. Y no estoy seguro de que haya vuelto después. Porque el 10 de enero de 1709, Alexander Selkirk (un año después de haber sido rescatado de su reclusión en Juan Fernández) fue nombrado contramaestre de la fragata Bachelor, que merodeaba por nuestros mares. Selkirk-Crusoe sabía lo que hacía o bien era atraído por el imán de la isla.
Esta historia geográficamente tan próxima a su Chile natal, se convierte en parte de su inspiración poética: «Y cuando Selkirk retorna a su amada Escocia, contando la hazaña de taberna en taberna, comienza a sentir la nostalgia...