Lecturas sobre el cambio político en México

Carlos Elizondo Mayer-Serra, Benito Nacif Hernández

• Editorial: Fondo de Cultura Económica
• Año: 2019
• ISBN:
  9786071660596
• Categoría: Politics & International Relations
• Categoría: Essays in Politics & International Relations

Artículos reunidos sobre el proceso de transformación política en México, los cuales señalan la sutil diferencia entre democratización y liberalización política. Brindan una nítida y sorprendente radiografía de la historia y del presente político mexicano: una paradoja de cambio y continuidad.

LAS CONSECUENCIAS DE LA LIBERALIZACIÓN

DEMOCRACIA, EFICIENCIA Y PARTICIPACIÓN: LOS DILEMAS DE LOS GOBIERNOS DE OPOSICIÓN EN MÉXICO*

YEMILE MIZRAHI**

LA VICTORIA DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL en el estado de Baja California en 1989 inauguró cambios profundos aunque no sin tropiezos en el panorama electoral de México. Después de 60 años de hegemonía priísta, por primera vez se abría para la oposición la posibilidad real de competir efectivamente por el poder y ganar elecciones estatales. Con las victorias del PAN en Jalisco y Guanajuato en 1995, el PAN controla actualmente el poder en cuatro estados del país. Actualmente (2001) controla nueve estados.

A pesar de que aún no existen condiciones suficientes de equidad y limpieza electoral en todo el país, las derrotas estatales del PRI han alterado una de las reglas no escritas del sistema político mexicano: la capacidad del PRI para predeterminar los resultados electorales tanto en elecciones federales como locales en todo el país y de legitimar sus triunfos sin mayores costos políticos. Durante los últimos años y como consecuencia de la creciente fuerza que han adquirido los partidos de oposición, el PRI se ha visto forzado a volverse más competitivo, a redefinir sus estrategias y tácticas de lucha electoral y a buscar candidatos más populares, con más apoyo de sus bases y con mayor arraigo local, sobre todo en los lugares donde enfrenta una fuerte oposición.

El argumento central de este trabajo es que las victorias locales de la oposición (estatales y municipales) desempeñan un papel fundamental en la democratización del sistema político mexicano. Sin duda el esfuerzo de los partidos políticos por llegar a acuerdos nacionales sobre reglas electorales más competitivas, transparentes y justas es importante para la democratización del país, pero hasta ahora las experiencias más concretas e innovadoras de cambio político han tenido lugar en los estados en que gobierna la oposición, pues es ahí donde se han introducido reformas institucionales que rebasan el campo electoral y que, por lo tanto, pueden modificar de manera definitiva las reglas tradicionales del juego político. El estudio de los gobiernos locales de oposición constituye entonces una perspectiva privilegiada para analizar los procesos de transición política en México, así como los principales dilemas que surgen de este proceso.

Por las características peculiares del sistema político mexicano —el centralismo, el presidencialismo, la simbiosis entre el gobierno y el PRI y la fuerza que este último todavía tiene a escala nacional—, es en el ámbito local, no en el nacional, donde la oposición tiene mayores posibilidades de competir por el poder y ganar. Más importante aún, una vez en el poder y como resultado de su intento por distinguirse del PRI y convertirse en una verdadera alternativa política, los gobiernos de oposición han introducido una serie de reformas políticas innovadoras, orientadas a transformar prácticas políticas añejas y a democratizar la vida política dentro de sus estados. En efecto, en diferentes grados e intensidades, los gobiernos de Guanajuato, Baja California, Chihuahua y Jalisco han introducido reformas administrativas para hacer más eficiente y eficaz el desempeño de las funciones de gobierno; han introducido nuevas normas de comportamiento para funcionarios públicos, haciendo hincapié sobre todo en los criterios de honestidad, efectividad y competencia técnica; han puesto en marcha campañas contra la corrupción creando contralorías internas, limpiando las corporaciones policiacas y combatiendo a los grupos corporativos más fuertes dentro de los estados; han respetado la separación de poderes dentro del estado, dotando de mayor autonomía a los poderes legislativo y judicial; han impulsado reformas electorales para hacer de las elecciones procesos más transparentes y equitativos —y en el caso particular de Chihuahua también se introdujo una reforma constitucional—; han redefinido los lineamientos para normar las relaciones entre el gobierno y los municipios y han establecido nuevos patrones de comportamiento con la prensa (Aziz, 1995; Rodríguez y Word, 1995; Gillén, 1993; Espinoza, 1993; Mizrahi, 1994). En la medida en que estos gobiernos locales1 tengan éxito en el desgaste aún gradual de viejas y arraigadas prácticas no democráticas, como el patrimonialismo, la corrupción, la impunidad de funcionarios públicos y la exclusión de importantes sectores sociales de la vida política, y logren avances significativos en la promoción de nuevos estilos y métodos de gobierno más transparentes, participativos y responsables, la democracia (como una práctica cotidiana más allá del ámbito puramente electoral) puede irse profundizando en diversas regiones del país.2 El éxito de estos gobiernos, aunque limitado a un número reducido de estados,3 rebasa el ámbito puramente local y es ahí donde reside su trascendencia para la democratización de la vida política nacional. En primer lugar, las victorias de la oposición obligan al gobierno federal a compartir el poder con la oposición y a crear instancias institucionales de negociación y discusión. La posibilidad de compartir el poder en un mismo territorio permite, como afirma Lujambio (1994, p. 87), que las élites políticas interactúen, “hagan explícitas sus diferencias, argumenten racionalmente y practiquen el arte de la tolerancia”. En segundo lugar, el surgimiento de gobiernos de oposición en el ámbito local activa el federalismo y el sistema de contrapesos formalmente prescritos en la Constitución (Friedrich, 1966). Los triunfos de la oposición en la escala estatal constituyen de facto un contrapeso al poder del presidente, pues este último enfrenta serios obstáculos para seguir influyendo en la vida política de los estados donde gobierna un partido de oposición (Rodríguez y Ward, 1995, p. 96). Más importante aún, estos triunfos, aunque confinados al ámbito local, fortalecen a la oposición a escala nacional y contribuyen a poner en la agenda nacional de discusión temas importantes para la democracia que en el pasado no habían adquirido suficiente dinamismo: el federalismo fiscal, la descentralización política y administrativa, la necesidad de implementar una reforma electoral en toda la nación, la lucha contra la corrupción y la reestructuración del sistema de impartición y administración de justicia en México, la autonomía de los poderes legislativo y judicial, etc.4 Finalmente, en la medida en que los gobiernos de oposición logren tener un desempeño satisfactorio dentro de sus estados, podrán lograr un “efecto demostración” importante y generar así un ambiente político más competitivo que obligue tanto al PRI como a la oposición a cambiar los estilos tradicionales de gobernar y a introducir reformas más democráticas en otros estados del país.

Tanto en círculos académicos como periodísticos, las victorias de la oposición en los estados y el efecto de ello en la política nacional se han analizado con poca profundidad. Esto se debe, en primer lugar, a que el marco analítico predominante para comprender los procesos de democratización en diferentes países de Latinoamérica y de Europa oriental ha puesto su prioridad en el estudio de los actores y tendencias políticas nacionales, no locales (Resler y Kanet, 1993). En segundo lugar, hasta ahora el único beneficiario del nuevo juego electoral ha sido el PAN, partido cuyos triunfos en el ámbito estatal fueron tolerados por el gobierno o, mejor dicho, por el presidente de la República. El sesgo en contra del PRD en diferentes procesos electorales durante el sexenio de Salinas de Gortari fue notorio.5 Más aún, las victorias de la oposición, precisamente por estar confinadas al ámbito local, aparecen como sucesos poco espectaculares que aparentemente dejan intactas las características todavía autoritarias del sistema político mexicano: la subordinación de los estados y municipios al centro, la falta de contrapesos efectivos al poder del presidente, la debilidad de los poderes legislativo y judicial, la fragilidad del estado de derecho, el control gubernamental de los medios de comunicación y la persistencia de prácticas electorales cuestionables en muchas partes del país. Finalmente, aunque existen diferentes estudios sobre las experiencias de la oposición en el ámbito municipal, éstos no analizan su repercusión en las políticas estatal y nacional (Martínez Assad, 1985; Merino, 1994).

El propósito de este trabajo es cuestionar la compleja relación entre los ámbitos local y nacional en el proceso de democratización, y analizar cuáles son los dilemas y las dificultades que los diferentes gobiernos no priístas enfrentan al tratar de introducir nuevas prácticas de gobierno. En la primera parte recalco la necesidad de considerar el ámbito local en la discusión sobre la transición política en México. En la segunda analizo una ruta hacia la democratización en México, que cada vez se vuelve más factible, a fin de precisar la importancia del análisis de las victorias de la oposición en este proceso. En la tercera y última parte examino los dilemas principales y los retos que enfrentan los gobiernos no priístas al tratar de combinar la eficiencia y la eficacia administrativa...

Índice

• Portada
• La lógica del cambio político en méxico. Carlos Elizondo Mayer-Serra y Benito Nacif Hernández
• EL DESGASTE DEL PARTIDO HEGEMÓNICO
• ECONOMÍA Y POLÍTICA: LA HISTORIA DE DOS LIBERALIZACIONES
• EL COMPORTAMIENTO ELECTORAL
• LAS CONSECUENCIAS DE LA LIBERALIZACIÓN