Economía del bien y del mal
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Economía del bien y del mal

La búsqueda del significado económico desde Gilgamesh hasta Wall Street

Tomáš Sedláček, Adolfo García de la Sierna, Adolfo García de la Sierna

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Economía del bien y del mal

La búsqueda del significado económico desde Gilgamesh hasta Wall Street

Tomáš Sedláček, Adolfo García de la Sierna, Adolfo García de la Sierna

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Bajo el presupuesto de que el pensamiento económico es una forma más para dar sentido a nuestras existencias, Economía del bien y del mal hace un recorrido por la tradición occidental en busca del sentido de esta ciencia. Sedlácek reúne las trazas del pensamiento económico sobre temas esenciales que rebasan sus fronteras: el consumo, la idea de progreso, la economía moral, entre otros.

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Información

Año
2014
ISBN
9786071621498
Categoría
Economics
PRIMERA PARTE
LA ECONOMÍA ANTIGUA Y MÁS ALLÁ
I. LA EPOPEYA DE GILGAMESH: SOBRE LA EFECTIVIDAD, LA INMORTALIDAD Y LA ECONOMÍA DE LA AMISTAD
Gilgamesh, ¿a dónde vagas tú? La vida eterna que persigues no hallarás… Siempre sé feliz, noche y día. Noche y día juega y danza.
La epopeya de Gilgamesh
LA EPOPEYA de Gilgamesh tiene más de 4 000 años de antigüedad1 y es la obra literaria más antigua de que dispone la humanidad. Los primeros registros escritos provienen de Mesopotamia, al igual que las reliquias humanas más antiguas. Esto es verdad no sólo para nuestra civilización, sino para la humanidad en general.2 La epopeya sirvió como inspiración a muchas historias posteriores, las cuales dominan la mitología hasta hoy en una forma más o menos alterada, ya se trate del motivo del diluvio o de la búsqueda de la inmortalidad. Incluso en ésta, la más antigua obra conocida por los hombres, sin embargo, las cuestiones que hoy consideramos económicas desempeñan un importante papel; y, si queremos emprender el camino de la indagación económica, no podemos ir más atrás en la historia. Éste es el fundamento.
Sólo una fracción de las reliquias materiales sobreviven al periodo anterior a la epopeya, y sólo unos fragmentos permanecen de los registros escritos, que se relacionan con la economía, la diplomacia, la guerra, la magia y la religión.3 Como el historiador de la economía Niall Ferguson observa (de manera un tanto cínica), éstos son “recordatorios de que cuando los hombres empezaron a producir por primera vez registros escritos de sus actividades no lo hicieron para escribir historia, poesía o filosofía, sino para hacer negocios”.4 Pero La epopeya de Gilgamesh atestigua lo opuesto: a pesar de que los primeros fragmentos escritos en barro (tales como notas o libros contables) de nuestros ancestros pueden haber sido acerca de los negocios y la guerra, la primera narrativa escrita es principalmente acerca de la gran amistad y la aventura. Sorprendentemente, no se menciona ni el dinero ni la guerra; por ejemplo, no hay una sola vez en la epopeya en la que alguien venda o compre algo.5 Ninguna nación conquista otra, y no encontramos siquiera mención de la amenaza de la violencia. Es una narrativa de naturaleza y civilización, de heroísmo, desafío y batalla contra los dioses, y del mal; una epopeya acerca de la sabiduría, la inmortalidad y también la futilidad.
A pesar de ser un texto de gran importancia, parece haber escapado por completo de la atención de los economistas. No hay literatura económica sobre La epopeya de Gilgamesh. Al mismo tiempo, es aquí donde encontramos la primera contemplación económica de nuestra civilización; los comienzos de conceptos bien conocidos tales como los del mercado y su mano invisible, el problema de la utilización de la riqueza natural y los esfuerzos por maximizar la efectividad. Aparece un dilema sobre el papel de los sentimientos, el término “progreso” y el estado natural, o el tópico de la división comprensiva del trabajo conectada con la creación de las primeras ciudades. El presente es el primer débil intento por entender la epopeya desde un punto de vista económico.6
Primeramente, no obstante, resumamos con brevedad la línea narrativa de La epopeya de Gilgamesh (la desarrollaremos con gran detalle a la brevedad). Gilgamesh, el gobernante de la ciudad de Uruk, es un semidiós superhumano: “Dos tercios de él son dios y un tercio es humano”.7 La epopeya empieza con la descripción de un muro perfecto, impresionante e inmortal alrededor de la ciudad que Gilgamesh está construyendo. Como castigo por el inmisericorde trato que daba a sus trabajadores y súbditos, los dioses llaman al salvaje Enkidu para que detenga a Gilgamesh. Pero éstos se hacen amigos, un par invencible, y juntos llevan a cabo actos heroicos. Posteriormente, muere Enkidu y Gilgamesh se lanza en búsqueda de la inmortalidad. Supera numerosos obstáculos y peligros, pero la inmortalidad se le escapa, si bien sólo por el espesor de un cabello. El fin de la narrativa retorna a donde la epopeya comenzó: a la canción de alabanza al muro de Uruk.
AMOR IMPRODUCTIVO
El esfuerzo de Gilgamesh por construir un muro como ningún otro es la trama central de la narrativa entera. Gilgamesh trata de incrementar el desempeño y la eficacia de sus súbditos a cualquier costo, incluso impidiéndoles que tengan contacto con sus esposas e hijos. Así que el pueblo se queja ante los dioses: “A los jóvenes varones de Uruk hostiga sin derecho, / Gilgamesh no permite que el hijo vaya con su padre […] / Gilgamesh no permite que la joven vaya con su novio. / La hija del guerrero, la novia del joven varón”.8
Esto tiene relación directa con el surgimiento de la ciudad como un lugar que maneja la campiña que lo rodea. “Los vecinos de la villa serían ahora mantenidos a distancia: no siendo ya familiares e iguales, fueron reducidos a vasallos, cuyas vidas eran supervisadas y dirigidas por los oficiales militares y civiles, los gobernadores, los visires, los cobradores de impuestos, los soldados, directamente responsables ante el rey.”9
Un principio tan distante y a la vez tan cercano. Incluso hoy en día vivimos en la visión de Gilgamesh de que las relaciones humanas —y por lo tanto la humanidad misma— son una perturbación para el trabajo y la eficiencia; de que las personas se desempeñarían mejor si no “gastaran” su tiempo y energía en asuntos improductivos. Incluso hoy, frecuentemente consideramos que el dominio de la humanidad (las relaciones humanas, el amor, la amistad, la belleza, el arte, etc.) son improductivos; quizá sólo con la excepción de la reproducción, la única que es literalmente (!) productiva, reproductiva.
Este esfuerzo por maximizar la eficacia a cualquier costo, este fortalecimiento de lo económico a expensas de lo humano, reduce a los humanos a lo largo y ancho de su humanidad para convertirlos en meras unidades de producción. La hermosa palabra de origen checo robot10 expresa esto perfectamente. La palabra está basada en la antigua palabra checa y eslava robota, la cual significa “trabajo”. Una persona reducida a ser un mero obrero es un robot. ¡Qué bien le hubiera servido a Karl Marx la epopeya, quien fácilmente hubiera podido usarla como un ejemplo prehistórico de la explotación y la enajenación del individuo respecto de su familia y él mismo!11
Gobernar personas reducidas a robots ha sido el sueño de los tiranos desde tiempos inmemoriales. Todo gobernante despótico ve en las relaciones familiares y las amistades una competencia para la efectividad. El esfuerzo por reducir a la persona a unidad de producción y consumo es también evidente en las utopías o, más bien dicho, distopías sociales, pues la economía como tal no necesita nada más que un robot humano, como ha sido bellamente —si bien de manera dolorosa— mostrado en el modelo del homo oeconomicus, el cual no es más que una mera unidad de producción y consumo.12 He aquí algunos ejemplos de este tipo de utopía o distopía: en su visión de un Estado ideal, Platón no permite que las familias de los guardianes críen a sus hijos; en vez de ello, los entregan a una institución especializada después de su nacimiento.13 Esto es similar a las distopías en Brave New World de Aldous Huxley y en la de George Orwell de 1984. En ambas novelas, las relaciones y los sentimientos humanos (o cualesquiera expresiones de la personalidad) están prohibidos y son estrictamente castigados. El amor es “innecesario” e improductivo, como lo es la amistad; ambos pueden ser destructivos para un sistema totalitario (como puede verse en la novela 1984). La amistad es innecesaria porque los individuos y la sociedad pueden vivir sin ella.14 Como lo dice C. S. Lewis, “la amistad es innecesaria, al igual que la filosofía, al igual que el arte… Carece de valor de supervivencia; más bien es una de aquellas cosas que dotan de valor a la supervivencia”.15
En gran medida, la corriente principal de la economía está algo cercana a ese concepto. Los modelos de la economía neoclásica perciben el trabajo como parte de una función de producción. Pero tal economía no sabe cómo incrustar a la humanidad (¡tan humana!) en su marco; sin embargo, los robots humanos encajarían perfectamente. Como lo dice Joseph Stiglitz:
Uno de los grandes “trucos” (alguien diría “ideas”) de la economía neoclásica consiste en tratar el trabajo como cualquier otro factor de la producción. El output se escribe como una función de los inputs —acero, máquinas y trabajo—. La matemática trata el trabajo como cualquier otro bien, lo que lo lleva a uno a pensar que el trabajo es un bien ordinario, tal como el acero o el plástico. Pero el trabajo es diferente de cualquier otro bien. El entorno del trabajo no le preocupa al acero; no nos importa el bienestar del acero.16
TALEMOS LOS CEDROS
Sin embargo, existe algo que frecuentemente se confunde con la amistad, algo que la sociedad y la economía necesitan mucho: incluso las culturas más tempranas eran conscientes del valor de la cooperación en el ámbito del trabajo; ahora llamamos a eso colegialidad, compañerismo o, si quiere usar un término profanado, camaradería. Estas “relaciones inferiores” son útiles y necesarias para la sociedad y las empresas porque se puede trabajar mucho más rápido y eficazmente si las personas se llevan bien en el nivel humano y tienen buena disposición hacia los demás. El trabajo en equipo es una promesa de desempeño mejorado, e incluso se contratan empresas especializadas en la formación de equipos.17
Pero la verdadera amistad, la cual se convierte en uno de los temas principales de La epopeya de Gilgamesh, proviene de un material enteramente diferente al del trabajo en equipo. La amistad, como C. S. Lewis la describe con exactitud, es completamente no económica, no biológica, innecesaria para la civilización, y una relación innecesaria (en comparación con las relaciones eróticas de amor maternal, las cuales son necesarias desde un punto de vista puramente reproductivo).18 Pero es en la amistad donde —a menudo, dicho sea de paso, como un producto colateral, una externalidad— las ideas y acciones que en conjunto pueden transformar enteramente la faz de la sociedad son frecuentemente llevadas a cabo o creadas.19 La amistad puede ir en contra de un sistema arraigado en lugares en los que un individuo no tendría por sí mismo el valor de hacerlo.
En el comienzo, Gilgamesh considera la amistad como innecesaria e improductiva, hasta que él mismo la experimenta con Enkidu y descubre que acarrea cosas inesperadas. Aquí tenemos un hermoso ejemplo del poder de la amistad, una muestra de que se sabe cómo transformar (o romper) un sistema y transformar a una persona. Enkidu, enviado a Gilgamesh como castigo de los dioses, al final se convierte en su fiel amigo y juntos la ...

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