La mordedura de la risa

Un estudio sobre la obra gráfica de Francisco Toledo

Verónica Volkow

• Editorial: Fondo de Cultura Económica
• Año: 2015
• ISBN:
  9786071631183
• Categoría: Art
• Categoría: Art Theory & Criticism

La obra reúne una colección de ensayos que tienen la intención de aproximar al lector a la obra gráfica que Toledo realizó entre 1959 y 1972, para ello la autora -poeta y ensayista- recurre a una prosa fluida y admirable, llena de imágenes y sensibilidad, en la que también aparecen reflexiones sobre otros pintores (desde el Bosco hasta Antonio Ruiz).

La risa
(1969-1972)

I

EN LA gráfica de principios de los años setenta vamos a encontrarnos con una pesquisa humorística del inconsciente freudiano. Típicas de este periodo son las escenas de circo donde leones se comen o besan a una mujer y matan al domador o lo burlan. A veces es el hombre el que dispara a las bestias o en ocasiones los participantes se enredan en un ménage à trois. En una gama que va del amor a la muerte, todo tipo de combinaciones se hacen aquí posibles, ilustrando divertida mente la gramática freudiana de los triángulos edípicos.

Estas imágenes de circo parecen retraducir el discurso formalizado del psicoanálisis al tono juguetón e irreverente propio del inconsciente. Su ironía hace presa de este discurso científico sobre el inconsciente con una voz que no es la suya, burlan el peso de querer interpretar lo que es capricho, broma o travesura, mediante un corpus sistematizado de conocimientos.

El lenguaje del inconsciente es el de la esquirla del chiste, el inasible de los sueños, el enmascarado de las fantasías; habla que no podría ser más ajena a cualquier solemnidad o formalización racionalista. Con su mordacidad y su decir velado, nuestra voz subterránea se acerca a la de la burla: son suyas la frase cortada, el suspense, el desconcierto, la adivinanza.

II

A la conocida fauna mítica de la fantasía —de pegasos y centauros— los animales de Toledo contraponen, con su desparpajada liberación, una existencia no menos descomedida. Son representantes de la acción erótica, emisarios del deseo; estar en varios sitios, vivir varias historias, todo parece posible para estos seres poderosos.

Musculoso y rugiente el león es rival envidiable: accede desenfadadamente a la amada y detenta potestad de muerte. Omnipotencia de una audacia sin obstáculos y representación feroz del poder que amenaza, por momentos encarna la efigie del padre originario. Un papá más cotidiano, sin embargo, se aparece en La fiesta del Señor Santiago, donde un melenudo y reverenciado patriarca es festejado con todo boato en la típica cocina de mosaicos. El gran león, no obstante, se encuentra solitario, ensimismado se aburre a pesar del homenaje. Sin gran tiraje este grabado de 1969 es uno de los primeros episodios de una serie en que, incansables, los leones, no dejarán de lanzarse a sus epopeyas galantes.

Las más de las veces los felinos se presentan por partida doble. Puesto que invita a la usurpación violenta o a la sustitución vicaria, el lugar de la fiera quizá no puede ser más que dual. De ahí que todo héroe también sea una sombra. Nos identificamos con el peligroso puesto del rival para vivenciar lo prohibido.

El doble es adversario que amenaza pero también salvador extraño; desconoce encierros y limitaciones. El desdoblamiento es, de hecho, respuesta común ante el atrapamiento; el primero queda dentro, el segundo escapa. Y así, ante una constricción de lo posible se abre una grieta en el ser que permite ser otro, un animal o un alma simplemente. El doble tiene su pulsación propia, su particular naturaleza escurridiza, graciosamente imprevisible. Ante un enclaustramiento narrativo o un destino ya previsto, se puede hallar la salvación enviando una sosia.

Lo mismo ocurre frente a un intento del saber que encierra en un determinismo: se producen leones y héroes de tira cómica. Contraviniendo la predicción de un orden, lo cómico blande el arma de la puntada, destapa un resorte sorpresivo, y en un orden previsto hace brillar lo inesperado. Es una desobediencia a lo absoluto.

Ya Baudelaire había señalado la incompatibilidad profunda que existe entre lo cómico y un saber o una ciencia que se quieren absolutos: «habría una contradicción secreta entre el carácter del sabio y el carácter primordial de la risa». A los ojos de aquel que lo sabe y lo puede todo, lo cómico no puede existir.

La risa estaría íntimamente ligada al accidente de una caída, a una degradación moral. En un Edén, en donde todas las cosas fueran buenas, la alegría no radicaría en la risa. Ni las lágrimas ni la risa pertenecen al paraíso, son ambas hijas del dolor. «El ser que quiso multiplicar su imagen —escribe el poeta—, no puso en la boca del hombre los dientes del león, pues el hombre muerde con la risa.» A su vez es con sus lágrimas con las que el hombre seduce. Con las lágrimas y con la risa consuela su corazón, rescatadoras joyas de la caída.

«La risa es la expresión de un sentimiento doble o contradictorio, de ahí la convulsión», nos dice el poeta francés. La cómico implica lo dual. Por un lado, es la marca de la caída, de una degradación moral, pero también implica un salto de superioridad, una soberbia que nos permite desprendernos de la miseria y la aflicción humanas. Es el lugar de la caída originaria y de una nueva elevación. Al ser signo de la propia superioridad y del orgullo, la risa tendrá para Baudelaire un carácter satánico.

Ante la comicidad de Toledo sentimos a veces, sin embargo, una nueva forma de justicia. Es como si de la prohibición y de la catástrofe pudiera salir aquí ilesa una misteriosa inocencia. En medio de las fornicaciones y los crímenes, se mantiene un candor inmaculado, queda resguardada una pureza. La ingenuidad se halla a salvo y la libertad sigue indemne en un campo de irrisorias amenazas.

Quizá es este contraste de una gracia indeleble, frente a tantos peligros y desastres, lo que produce el humor en Toledo. En el carnaval de la risa, invirtiendo el mundo, se crea un orden nuevo, una utopía carcajeante que permite dignidades nuevas: hilarante apoteosis, una reivindicación.

La risa de Toledo no es ajena al júbilo, a esa sensación de volar por el mundo que tenemos en sueños. Lo cómico de sus animales radica en estar donde están, ser lo que encarnan como actuando, experimentar traviesamente otras naturalezas; ser liebre o ser gato pero siempre divertidamente.

Ni la forma ni la situación enclaustran. Todo es mutable y transitorio. La risa es una forma de salir indemnes, saltar airosos hacia nuevos universos. Risa del vértigo y la audacia, hay una elevación, sí, pero más que la del orgullo, quizá de la gracia.

III

Si la risa nos disgrega en lo dual. Es también con otra duplicidad, la de la máscara, que se produce la aparición de lo trágico. El personaje trágico es careta y es rostro. Va a asumir su verdad con una sorpresa. Él no es realmente quien era, no sabía sobre su ser, resulta para sí desconocido; en el momento en que se descubre, en la anagnórisis, se desencadena lo trágico. La máscara es la dualidad de esta dimensión desconocida.

Entre el rostro y la máscara, Toledo agrega el giro cómico, una inesperada ironía. La careta adquiere vida propia, carne y huesos, sus travesuras no estaban previstas por el drama. En la escena fatídica, Edipo se relame los bigotes. La elocuencia del detalle produce aquí lo cómico.

Ante una situación o un discurso impuesto crece un caparazón sobre las espaldas, se nos tuerce en alacrán la ceja. Del castillo del juicio pareciera que sólo pudiéramos huir transformándonos en animales, encerrados en la piel de un tigre, convertidos en burro, en puerco o en el escara...

Índice

• Agradecimientos
• La casa
• Tierra de origen
• Retrato hablado
• La materia
• Los personajes (1959)
• Lo infinito (1959)
• Lo interior (1964)
• Invitación
• Los espacios (1964)
• La historia (1964)
• Humano animal (1969)
• El cuerpo (1969)
• Lo imaginario (1969-1970)
• El enigma (1970)
• Las cosas (1969-1971)
• Las heridas (1970-1971)
• La risa (1969-1972)