El coloquio de los lectores
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El coloquio de los lectores

Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores

  1. 464 páginas
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El coloquio de los lectores

Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores

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La lectura como una práctica social, como símbolo de la modernidad y como metáfora del conocimiento. De las novelas pornográficas del siglo XVIII, la defensa del pensamiento ilustrado, la escritura de las" vidas privadas", a la vida social de Rousseau, todas nuevas pistas para la historia del libro.

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Información

Año
2016
ISBN
9786071636607
SEGUNDA PARTE
De la Ilustración a la Revolución
Hogarth (William),
Estudiantes en una conferencia (Scholars at a Lecture), aguafuerte y grabado al buril, segundo estado, enero 1736/7.
La revolución literaria de 1789
Esta exposición la he dividido en dos: una parte de sociología, la otra de herejía. Como la herejía es más interesante que la sociología, me concentraré en la parte dos; y ahora mismo anunciaré su proposición central, de modo que en lo que yo me enfrasco en algunas estadísticas preliminares ustedes puedan preparar las objeciones. Mi tesis dice así: una de las tareas más importantes de la Revolución francesa consistió en reescribir a Molière.
Ahora pasemos a la sociología. Ella tiene que ver con un conjunto de preguntas afines sobre los hechos de la vida literaria durante el Antiguo Régimen, preguntas en apariencia tan sencillas que se pensará que fueron atendidas hace mucho tiempo:
¿Cuántos escritores había en Francia en el siglo XVIII?
¿De dónde venían?
¿Cómo encajaban en el orden social?
De inmediato las preguntas se vuelven hacia una pesquisa que tiene que ver con las fuentes. Hay por el mundo una abundante información dispersa sobre autores aislados, pero tal información es tan desigual y poco uniforme que no permite crear una serie estadística coherente sobre los autores en términos generales. Incapaz de enrolar a un ejército de pasantes que lleve a cabo una redada en todos los archivos y bibliotecas de Francia, el único modo que me imagino para formar una idea de la población literaria como un todo es estudiar una fuente excepcionalmente rica: La France littéraire, una guía informal sobre escritores y publicaciones que salió a intervalos regulares a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. La France littéraire comenzó como un almanaque, lo suficientemente pequeño como para guardarse en la más delicada bolsa del chaleco, y terminó como una obra de consulta en varios volúmenes, parte diccionario biográfico y parte bibliografía. En el desarrollo de sus metamorfosis a lo largo de una docena de ediciones y suplementos, se volvió una instalación de la vida literaria, una especie de Quién es Quién que consultaba todo aquel interesado en localizar a alguien en la República de las Letras.
Tiene defectos, desde luego. De hecho se trataba de una obra venal escrita por un autor asimismo venal, el abate Joseph de La Porte. La Porte fue un jesuita que colgó la sotana y se puso a escribir para ganarse la vida y quien de hecho se las arregló para vivir de eso –uno de los muy pocos autores del Antiguo Régimen que en efecto vivieron de su pluma. Lo logró con una abundante producción –cuando menos 124 volúmenes en mi contabilidad– sobre todos los temas imaginables, desde la economía de China hasta la vida doméstica de la mujer inglesa. No quiere decir que La Porte escribiera todo lo que dio a la imprenta. “Lo importante,” se dice que repetía, “no es escribir sino publicar”. La Porte hacía compilaciones, obras abreviadas, síntesis y antologías. Fue el jefe máximo de las tijeras y el engrudo, el rey de los escritores venales, en la época en la que surgió el escritor venal.
Dado el carácter de su autor, no se espere que La France littéraire sea gran literatura. No lo es, pero sí es admirablemente exhaustiva. La Porte sabía cómo reunir información. Tenía sus archivos, enviaba solicitudes en busca de ayuda, recibía informes de parte de los sabios en la provincia localizados en todo el reino y fue mejorando su libro entre edición y edición. Para 1757, La France littéraire ya se puede tomar como una guía razonablemente precisa de la población literaria de Francia. Y sus ediciones finales, en particular las de 1769 y 1784, muestran el modo en el que se desarrolló esa población a lo largo de la segunda mitad del siglo.
Ahora bien, sólo por eso, en mi opinión, es importante, puesto que no tenemos la más mínima idea, ni siquiera en un cálculo aproximado, del número de escritores que existieron en Francia en cualquier momento del siglo XVIII. Al trabajar sobre los datos de La Porte –ocupación riesgosa, toda vez que en cada una de sus entradas hay que tener cuidado con las repeticiones y los errores– es posible bocetar el perfil de la demografía literaria.
Los números de los escritores vivos que aparecen en las tres principales ediciones de La France littéraire pueden sintetizarse del siguiente modo:
Por diversas razones que tienen que ver con la calidad inferior de la edición de 1784, publicada tras la muerte de La Porte, creo que el último número es muy bajo. Calculo que al estallar la Revolución el número de escritores en Francia era al menos de tres mil, y tal vez mayor. La población literaria se había más que duplicado desde mediados del siglo.
¿Qué hacer con esas cifras? Tres mil escritores en un país de 26 millones, ¿fueron una carga para la economía? O bien, ¿un sector de inquietud social? ¿Una fuente de descontento ideológico? Los números no significan mucho por sí solos y plantean todo tipo de dificultades en el terreno de las definiciones. La Porte definía como “escritor” a cualquier persona que hubiera publicado un libro –y nunca especificó a lo que se refería por libro–. Muy arbitrario, se objetará. Pero la definición no es tan mala cuando se medita en ella. La definición de La Porte al menos es manejable y elude el anacronismo que habita en el interior de la idea moderna de que un escritor es alguien que vive de la escritura.
Las condiciones materiales en Francia en el siglo XVIII hicieron de ese tipo de profesionalismo algo casi impensable. La falta de un efectivo derecho de autor, el predominio de la piratería, la inexistencia de las regalías, las asfixiantes limitaciones del sistema de la censura y las prácticas monopólicas del gremio de los libreros hacían casi imposible vivir de la pluma –con algunas excepciones como el mismo La Porte–. Louis-Sébastian Mercier calculaba que sólo treinta escritores vivían de su obra en los 1780 –treinta de tres mil, o uno de cada cien. En vísperas de la Revolución, la República de las Letras padecía una explosión poblacional y no le ofrecía sino miserias a quien sin contar con un ingreso independiente tratara de ascender su escalafón.
¿Cuáles eran las características de esta población? La Figura 1 muestra su perfil demográfico en 1784. (Tengo perfiles semejantes para 1757 y 1769, pero no son muy reveladores.) Como yo esperaba encontrar jóvenes, me sorprendió descubrir una saliente de personas de mediana edad en el centro de la gráfica de barras. El promedio de edad de los escritores era de 53 años y había más sesentones y setentones que veinteañeros y treintones. Sin embargo, este patrón acaso no sea sino una mera ilusión óptica, toda vez que muchos escritores con aspiraciones llegaban a publicar un libro siendo muy jóvenes, no lograban ningún tipo de reconocimiento o de ingresos, abandonaban la escritura por seguir otra carrera, y aun así el resto de sus vidas no dejaron de salir en La France littéraire. Es imposible determinar el número de estos escritores inactivos. Su número tal vez fuera lo suficientemente grande como para mitigar la presión poblacional. Pero dudo que Francia pudiera mantener a dos mil o incluso a mil escritores en activo. Y cualquiera que haya sido su número, es muy probable que los escritores inactivos se identificaran entre sí, al menos hasta un cierto punto, con la “Francia literaria”. Pertenecían en espíritu a la República de las Letras, aun cuando sólo fueron capaces de producir una pequeña entrada en La France littéraire para argumentar su reclamo a la ciudadanía.
Figura 1.
Edad en 1784: 764 identificados, 27% del total (2819). Promedio: 53.
El origen geográfico de los escritores se puede estudiar en el mapa adjunto (Figura 2). Los escritores se amoldan a un patrón semejante al de otros mapas sobre la vida cultural en el Antiguo Régimen: los mapas que muestran los cambios en las tasas de alfabetismo, la densidad de las escuelas y las suscripciones a la Encyclopédie. En todos los casos, destaca un fértil noreste en contraste con un suroeste subdesarrollado. Las excepciones están dispersas a lo largo de las arterias comerciales que van de León a Marsella y de Toulouse a Burdeos. Cuatro quintas partes de los autores provenían de las provincias, sobre todo de pequeños pueblos y villas; y casi todos ellos vivieron en algún momento en París. No tengo cifras sobre la emigración a la capital; pero si existieran dichas cifras, sospecho que mostrarían algunos temas comunes en la literatura de la época: París le chupó el talento a las provincias y bien pudo haber corrompido a algunos de los muchachos del campo que llegaron ahí soñando que colocarían algún éxito en la Comedia Francesa y unos cuantos bon mots en los salones.
Los lugares socio-ocupacionales de los autores se muestran en la Figura 3. Como toda malla sociológica, ésta plantea problemas sobre la definición de las categorías y la organización de los datos; pero creo que en este caso funciona muy bien. Ciertamente ilustra la importancia relativa de los tres estados, la cual se puede sintetizar así:
Figura 2.
Lugares de nacimiento en 1784: 860 identificados, 31% del total (2819). Nacidos en París: 20%.
1757 1769 1784
Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje
Alto Clero, secular 7 1 15 1 13 1
Alto Clero, regular 4 0 1 0 1 0
Bajo Clero, secular 120 14 194 12 196 13
Bajo Clero, regular 151 17 168 11 91 6
Nobleza con título, sin cargo 9 1 21 1 50 3
Funcionario, alta administración 8 1 20 1 17 1
Funcionario, militar 38 4 85 5 109 7
Funcionario, cortes supremas 17 2 64 4 42 3
Funcionario, altas finanzas 8 1 23 1 1 0
Funcionario, cortes bajas 6 1 17 1 20 1
Baja administración 42 5 63 4 51 3
Abogado, Procurador 67 8 169 11 162 11
Personal de las cortes 2 0 3 0 3 0
Médico, Cirujano 106 12 231 15 244 16
Farmacéutico 1 0 13 1 13 1
Ingeniero/Arquitecto 17 2 30 2 35 2
Arrendador 3 0 2 0 0 0
Bajas finanzas 4 0 5 0 6 0
Comerciante 2 0 9 1 14 1
Fabricante 1 0 2 0 0 0
Librero, Impresor 5 1 26 2 23 2
Gremios intelectuales 198 23 309 20 295 20
Profesor 93 11 165 10 167 11
Maestro privado 26 3 44 3 38 3
Reportero 9 1 9 1 5 0
Bibliotecario 7 1 19 1 23 2
Intérprete 5 1 8 1 3 0
Secretario 15 2 15 1 12 1
Escribano 2 0 8 1 8 1
Sinecura 26 3 15 1 14 1
Actor, Personal de teatro 8 1 15 1 21 1
Músico 7 1 11 1 4 0
Clero Protestante 18 2 7 0 8 1
Estudiante 0 0 1 0 1 0
Empleado 4 0 8 1 1 0
Tendero 1 0 1 0 4 0
Artesano 8 1 17 1 15 1
Sirviente 1 0 1 0 0 0
Mujer, sin profesión 14 2 42 3 49 3
Otros 6 1 30 2 29 2
868 99 1577 100 1493 98
73% del total: 67% del total: 53% del total:
1187 2367 2819
Figura 3.
Posiciones socio-ocupacionales en 1757, 1769 y 1784.
1757 1769 1784
Clero 32% 24% 20%
Nobleza 9% 12% 14%
Tercer estado 55% 59% 59%
Otros 4% 5% 7%
Los órdenes privilegiados ocupaban un lugar desproporcionadamente importante en la República de las Letras. Aunque clero y nobleza juntos representaban menos del cinco por ciento de la población, conformaban una tercera parte de todos los autores en vísperas de la Revolución. Cierto que el porcentaje de curas bajó de 1757 a 1784, pero en cambio creció el de los nobles. Si se ha de caracterizar a la Francia literaria con alguna fórmula, sería más acertado invocar la de la “élite mezclada”, la que prefieren los historiadores sociales revisionistas, que la de la “burguesía dominante” de los marxistas.
Vistos más de cerca, los escritores del tercer estado incluyen una alta proporción de profesionistas: ingenieros, arquitectos, abogados y sobre todo doctores. Por contraste, la burguesía comercial e industrial casi no existe: sólo catorce escritores eran comerciantes y ninguno de ellos estaba en la manufactura en 1784. Entre ellos, el grupo más grande pertenecía a lo que yo llamaría “oficios intelectuales”: maestros, secretarios, escriban...

Índice

  1. Portada
  2. Aviso
  3. Robert Darnton y la linterna mágica
  4. PRIMERA PARTE. Memorias de abajo
  5. SEGUNDA PARTE. De la Ilustración a la Revolución
  6. TERCERA PARTE. Angelus novus
  7. CUARTA PARTE. Aproximaciones y reintegros
  8. NOTA SOBRE LOS ENSAYOS