El Segundo Imperio
eBook - ePub

El Segundo Imperio

Pasados de usos múltiples

  1. 177 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El Segundo Imperio

Pasados de usos múltiples

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Reseña de la producción historiográfica en torno al Segundo Imperio mexicano, este libro recoge las distintas formas en que se ha abordado la aventura imperial en momentos particulares y desde perspectivas varias.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a El Segundo Imperio de Erika Pani en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Storia y Storia messicana. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9786071660756
Categoría
Storia
ornato

CAPÍTULO 1

MAPA DE LO SABIDO

Las últimas décadas han visto surgir un mayor número de trabajos sobre el Porfiriato. En los cuarenta años que van de 1940 a 1980 se produjeron, grosso modo, unos 356 libros, sin contar artículos, que de una u otra manera trataban el Porfiriato —69 que incluían en su título la palabra Porfiriato—. En los poco más de veinte años que van de 1981 al 2003 se produjo la friolera de 501 libros que al menos someramente tocaban el Porfiriato —151 con “Pofiriato” en el título—. Hoy es posible distinguir un mapa de temas sobre cultura, política, sociedad y economía del Porfiriato, y parecen visibles los espacios y temas que requieren de más investigación y trabajo. Esta historiografía se ha escrito sobre todo en México y Estados Unidos, aunque investigadores de otras partes del mundo también han participado. Es una historiografía todavía en busca de una nueva síntesis general a pesar de los cinco esfuerzos de síntesis más interesantes producidos desde 1980 (los cuales vale la pena tener en cuenta como puntos de partida para el análisis de cualquier tema sobre el Porfiriato): la Historia general de México del Colmex, que, en una nueva edición, no ha redefinido mucho la versión original pero que sigue siendo un punto obligado de partida y de consulta; los capítulos correspondientes de la Cambridge History of Latin America (especialmente los ensayos de Friedrich Katz y John Womack); la nueva síntesis, que incorpora mucho de la nueva historiografía del Porfiriato y que fuera dirigida, en su tomo 4, De la Reforma a la Revolución, por Javier Garciadiego (Gran historia de México ilustrada, 2001), y el gran esfuerzo de síntesis, análisis y crítica de toda la historia de México llevada a cabo por Alan Knight, destinada a ser, seguro, un punto de referencia (Mexico, 2002, tres tomos). A estas síntesis hay que sumar las distintas ediciones del libro de Michael Meyer y William Sherman, A Course of Mexican History. (Es curioso: éste ha sido por varias décadas el libro más utilizado para enseñar México en inglés y, no obstante ser una síntesis somera, ha sido tan influyente que incluso lo que intentó ser una nueva síntesis, la de Lorenzo Meyer y Héctor Aguilar Camín —A la sombra de la Revolución, 1989—, en realidad era, en parte, una síntesis del libro de Meyer y Sherman.)1
Aunque es difícil separar campos en la historiografía del Porfiriato —todo va con todo—, para guiar al lector distinguiremos en lo que sigue tres grandes rubros historiográficos: cultura, política y sociedad y, finalmente, economía.

LA CULTURA

La historia intelectual, la historia de las ideas, la antropología histórica, la historia de las mentalidades, el giro lingüístico y los cuestionamientos epistemológicos se pusieron a la orden del día en las humanidades y las ciencias sociales internacionales a partir de más o menos 1980. Brotó en los departamentos de historia y de literatura mucha jerigonza y teoría. Y eso es un cambio esencial: todo se volvió teoría; antes teoría era Marx, Weber o Croce, para 1990 teoría era Hyden White, Michael Foucault, Néstor García Canclini o Homi Bhabha; antes Marc Bloch o Fernand Braudel eran inspiraciones; hoy Benedict Anderson y una suerte de Gramsci leído en los retazos de manuales universitarios.2 Pero más allá de jergas y modas académicas, el historiador parece haber perdido tanto la inocencia de los hechos por los hechos mismos como la de los “marcos teóricos” holísticos y dogmáticos. Ante esto, los fenómenos culturales adquirieron una complejidad histórica que es, al mismo tiempo que un reto creativo para el historiador, una agotadora tarea consistente en ir viendo a cada momento todas las caras que tiene cualquier simple fenómeno intelectual, artístico, científico o de vida cotidiana.
Por ello, a la ardua tarea de poblar la frontera histórica que significaba el Porfiriato se añadió la de crearse un objeto de estudio relativamente bien definido; esto es, la tarea de buscarse una noción de cultura lo suficientemente amplia para abarcar la ocurrencia simultánea de fenómenos históricos con intrincadas relaciones, pero lo suficientemente demarcada para que el oficio de historiador, de escudriñador de papeles, no se vuelva irrealizable. Pero también el historiador de lo, así llamado, “cultural” tiene que lidiar con las distinciones asumidas como hechos innegables: elites, grupos, géneros, clases y pueblos. Por otra, tiene que aspirar a definir esas presuposiciones. Lo que se llama “historia cultural” debiera consistir en la vista fija en la ocurrencia de algún suceso histórico de cualquier naturaleza más o menos evidente (política, artística, científica, económica, etc.), y en el tratamiento de este suceso como el área de intersección de multitud de lenguajes históricos sucediendo en la caótica simultaneidad de la historia. A esta simultaneidad hay que atacarla con imaginación e investigación hasta que, narrando y narrando, se llegue a armar un tejido conceptual y cronológico que dé luz tanto del fenómeno original específico —objeto y excusa de la indagación— como del lenguaje, sentido común y formas de complejidad y obviedad de un momento histórico. Por eso, la historia cultural es más una forma de ver que una definición de algo por ver. Necesariamente, pues, exige de la constante violación de los bordes intra e interdisciplinarios (siempre a caballo entre la historia social, política, económica, biográfica, de las ciencias, así como entre la historia, sociología, antropología, crítica literaria, filosofía).3 Porque cultura es todo y nada; se vuelve algo en las manos del historiador si y sólo si el historiador es capaz de contar una trama verosímil; una trama cuya verosimilitud invite a cuestionar los grandes temas políticos y culturales del pasado y del presente. A veces este ejercicio se hace en grande (como en El otoño de la Edad Media de Johan Huizinga), a veces en voz baja pero importante (como en el clásico El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg).4
Así, una conjetura empezó a formarse para fines de la década de 1990, a saber: que existía una “nueva historia cultural” de México y, por tanto, del Porfiriato. Y es que estaba en crisis el paradigma de la historia social de las décadas de 1960 y 1970; esa historiografía estaba herida por su cercanía, por un lado, con la concepción de la ciencia social como algo objetivo, científico, falsificable y cuantificable; por otro, por su cercanía con una peculiar ética profesional y política —la de una generación de luchadores sociales de la década de 1960—. La década de 1980 fue de búsqueda teórica, de cruces y encuentros, dentro de la disciplina de la historia, especialmente en su versión universitaria estadunidense, donde se ha producido mucho de la historia mexicana en las últimas décadas.5 Y así pues surgen varias nuevas inspiraciones para buscar temas distintos y maneras variopintas de contar historias. Una corta divagación aquí para entender lo de cultura y lo de novedad.6
¿Cómo venimos a caer en esa coyunda “nueva historia cultural”? Esta duda es especialmente pertinente cuando se le suma a la ecuación “el Porfiriato”, es decir: cultura de la estabilidad política, la nación, el desarrollo, el progreso, el autoritarismo, la represión, la modernidad… La historia era y es cultura. Las “nuevas” historias culturales han querido re-enseñar a hablar a la historia, hacerla cultura una vez más. Para la historia pronunciar el mote de la cultura, por etéreo que parezca el nombre, es autonombrarse. Si por cultura se entiende un todo, más o menos homogéneo, histórico y delimitable, temporal y/o espacialmente, entonces hablar de historia cultural es pleonasmo. Si se entiende una variedad de fenómenos que, se diría hoy, son completamente contingentes, diversos, múltiples, híbridos, complejos, incapturables por sus diferencias de género, clase, raza, espacio y tiempo, entonces la historia cultural es imposible, si en verdad se observa la diversidad y relativismo que se pregona. La cultura es historia en la misma medida en que la historia es cultura. Siempre ha sido así de ambigua la relación. De hecho, fue la Ilustración la que separó esta identidad e hizo posible concebir, al menos analíticamente, a la historia y a la cultura como dos “cosas”, si cosas son, separadas; separación muy frágil y reciente y que fue profundamente marcada por otro, aún más reciente, matrimonio y posterior divorcio de conceptos: raza y cultura. Cuando a principios del siglo XX la cultura clama independencia frente a la raza, ni la logra ni la quiere, pero, irónicamente, obtiene una mayor independencia de la historia. Se vuelve terreno etnográfico —aquí y ahora— antes que biológico o archivístico, se transforma en cuestión de mitos más que de razas, en un Weltanschauung antes que una marca en el pentagrama evolutivo. Además, la cultura se consolida como la alta cultura. En realidad, los dos divorcios de la cultura (de la historia y de la raza) nunca han acabado de concretarse. Por ello el término es promiscuo por antonomasia, y cuando uno dice, por ejemplo, la cultura mexicana, uno está diciendo, de muchas formas, la raza mexicana, la historia mexicana.
Sin embargo, es a partir de la Ilustración que lo cultural se convierte para el historiador tanto en un nicho, un tipo de historia —ya no la historia misma—, como en el criterio para establecer las distintas eras históricas: la era de Pericles, o la idea de la era moderna, o la cultura “porfiriana”. La Ilustración, pues, hizo de la cultura un campo de estudio de la historia, pero también la convirtió en el criterio que ordena la materia prima de la historia, el tiempo.
Académicamente, debe decirse, la historia cultural no es hoy por hoy una disciplina en los márgenes, guerrillera, alternativa, grassroot o lumpen; es lo más cercano al mainstream. Pero, más que una nueva percepción de la cultura, la llamada nueva historia cultural es una renovada duda sobre la historia que decanta en el redescubrimiento de la cultura como el terreno de lo eventual, etéreo, plural e, incluso, como el terruño de lo íntimo y personal del historiador.
En este reto, la cultura conserva su común estado de imprecisión, y en ella coexisten campechanamente universales (civilización, democracia, libertad) con particularismos (identidades culturales encontradas, raza, género, clases, etnias) en perpetua interacción marcada por poder, afanes reivindicativos, venganzas, afirmaciones y autoafirmaciones. Lo que la nueva historia cultural ha apuntalado es la apreciación de la cultura antes que nada como cuestión popular, y en este sentido la llamada nueva historia cultural es simplemente el espíritu de la historia social de los sesenta y setenta dedicándose al terreno que no era, pace Raymond Williams, de su incumbencia, pues era el terreno ralo y llano de la superestructura. La cultura recobra importancia, pues, ante el resucitar de las dudas sobre la escritura del pasado. Antes la historia tenía no sólo motor, sino sentido. Ahora la historia avanza sin motor, sin sustento, sin quórum. Estas dudas revividas fueron refresco para la sequía de décadas de historia montada en una comprensión llana de la ciencia. Pero las dudas filosóficas, empaquetadas y canonizadas, entraron a la línea de producción académica. Y entonces la historia se atiborra de pausas, paréntesis, advertencias y la cultura torna a ser principio: la historia aligerada de motores, liberada de inocencia empírica y científica, vuela. Arriba encuentra reinando a una idea consensual que lleva formándose casi dos siglos: la cultura.
En fin, que el Porfiriato no cuenta, seguro, con harta “nueva” y cultural historia. Baste con que se haga de una historia que modestamente intente reencontrar el lenguaje del pasado en el presente. Entonces, se acabará por rebasar la dimensión de la dicotomía continuidad-rompimiento entre la pre y la post Revolución. Poco a poco iremos teniendo noticia de la desmembración del monobloque “Porfiriato”. Hablaremos de varios antes y después no relacionados con la Revolución. Una historia más dinámica de lo cultural no sólo iría, como en los años setenta, a las cienc...

Índice

  1. Portada
  2. INTRODUCCIÓN
  3. Capítulo 1. MAPA DE LO SABIDO
  4. Capítulo 2. LO POR SABER
  5. Bibliografía