Todo el trabajo es comenzar
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Todo el trabajo es comenzar

Una antología general

  1. 487 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Índice
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Información del libro

Incluye ejemplos de las mejores incursiones de Payno en la novela, la crónica, la correspondencia, el ensayo y la crítica social, con lo que ofrece a un público amplio una muestra representativa de su producción literaria, política e incluso geográfica y sirve como introducción a su variada y rica obra y a las transformaciones histórico-culturales que la hicieron posible.

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Información

Año
2016
ISBN
9786071644275

LA LETRA QUE ORDENA (ARREGLA)
EL MUNDO. ESTUDIOS
Y OPINIÓN PÚBLICA

MEMORIA SOBRE EL MAGUEY MEXICANO Y SUS DIVERSOS PRODUCTOS*

INTRODUCCIÓN

Esta memoria no es obra de talento ni de imaginación, sino de mucha paciencia. El único mérito que tiene es presentar la reunión de datos esparcidos en diversos libros y escritos por distintos autores mexicanos y extranjeros. De la lectura de este escrito se deduce que la planta del maguey no ha sido estudiada todavía con el cuidado que demanda su importancia y los adelantos de las ciencias; pero de un paso se va al otro y a estas indagaciones seguirán indudablemente otras de más peso y fundamento.
La botánica tiene mucho que observar para establecer los géneros, especies, variedades y caracteres de la que podemos llamar, noble e ilustre familia de las agaveas. La química tiene que estudiar todas las sustancias de las diversas partes que componen estas plantas, y comparar los resultados de diversas experiencias; y la medicina tiene que hacer largas, prudentes y multiplicadas observaciones para averiguar exactamente las propiedades medicinales del maguey y del pulque, y colocarlos entre el abundante y útil catálogo de los medios que tienen la virtud de curar o de aliviar las dolencias. En todas estas averiguaciones y estudios se interesan la industria, la agricultura y la humanidad misma, que quizás encontrarán en el agave un nuevo medio, que sin los inconvenientes del mercurio, lo pueda sustituir. Poco instruido en las ciencias no soy competente para tratar estas cuestiones, y sólo las indico porque las creo del más alto interés, no dudando, supuesta esta franca confesión, que será visto con indulgencia este ensayo, que con el mayor gusto dedico a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
México, agosto 15 de 1864

TRADICIONES E HISTORIA DEL MAGUEY

Cuando los españoles penetraron en los hermosos valles abrigados por las cordilleras de la América del Sur, encontraron que las montañas, los ríos, las plantas, los animales y los hombres, todo era objeto de sorpresa y admiración. Efectivamente, Colón descubrió un nuevo mundo, no sólo por ser desconocido para la raza civilizada de la Europa, sino porque mucho de lo que había en estas ignoradas tierras, llamaba la atención por sus extrañas formas y positiva novedad. Abundantes montañas que arrojaban fuego y hacían estremecer la tierra, floridos valles donde se producían frutos azucarados de los más vivos colores; espaciosas sementeras donde se cultivaba un grano saludable y alimenticio como el trigo;1 profundos barrancos donde se confundían en las arenas el oro, las esmeraldas, las amatistas y los topacios; montañas atravesadas por anchas fajas de plata que asomaban sus crestas hasta las elevadas cumbres de la sierra; producciones, en fin, tan variadas como nuevas y verdaderamente útiles. Una de las que llamaron, y con mucha justicia, la atención de los primeros europeos que pisaron estas regiones, fue el maguey, objeto de este escrito. El padre José Acosta, que vivía en México por los años de 1586, dice: el árbol de las maravillas, es el maguey.2 En efecto, su remoto y misterioso origen, su forma, su modo de vivir y morir, sus multiplicados productos, todo contribuye a que sea digno de ocupar un lugar muy señalado y distinguido, entre la infinidad de plantas que forman la magnífica y admirable flora mexicana.
¿Quién plantó el primer maguey? ¿Dónde se plantó? ¿Fue esta planta anterior al Diluvio o posterior a este grande cataclismo? ¿Se formó acaso de alguna de las sustancias que quedaron depositadas en la tierra? ¿Era el maguey planta de las regiones del Asia, y las aves atravesando las montañas y los mares, trajeron estas semillas para depositarlas en la mesa central del Anáhuac,3 o los primeros habitantes que pasaron a estas regiones, fueron los que condujeron en su larga y extraña peregrinación, todas las semillas de las plantas útiles a fin de cultivarlas y servirse de ellas para su alimento y vestido? El origen del maguey es tan oscuro y dudoso como el de los primeros habitantes que ocuparon estas regiones, y cuando se trata de profundizar la materia, se encuentra que la historia de esta planta está mezclada de una manera íntima a las tradiciones fabulosas y a los grandes sucesos de las antiguas razas que ocuparon la mesa central de la América del Sur.
Los primeros habitantes del país de Anáhuac, según las tradiciones indígenas y la opinión de muchos de los escritores españoles, fue una raza de gigantes. Un terrible huracán que arrancó de raíz los árboles más antiguos y corpulentos, y unos terremotos que desgajaron las montañas, destruyeron a los gigantes; pero algunos de ellos escaparon en el valle del Atoyac, donde sin duda no fueron tan tremendos los huracanes ni los terremotos tan fuertes.
Estos gigantes que escaparon de la catástrofe, andaban desnudos, con el cabello suelto y desgreñado, comían la carne cruda de los animales feroces que mataban, como Hércules, con unas clavas o mazas formadas de los troncos gruesos de los árboles, y eran altaneros, crueles y vengativos, siendo más dañinos y temibles porque a su refinada barbarie reunían una fuerza sobrenatural.4
Los habitantes civilizados que vinieron a cultivar los valles de Atoyac y Matlacueye (Tlaxcala), se encontraron con estos hombres, más feroces que los animales de las montañas. Al principio, y por miedo, hicieron con ellos buena amistad; pero a poco tiempo conocieron que era una pesada e insoportable carga. Los gigantes comían mucho, y los xicalancas o toltecas tenían que cultivar la tierra y que ocuparse en la caza para mantenerlos. Además, como los gigantes no tenían mujeres, se entregaban a todo género de abominaciones, de modo que llegaron a ser insufribles. Pensaron naturalmente deshacerse a toda costa de tan perversos huéspedes y purgar definitivamente de esos monstruos, las pintorescas riveras del Atoyac.
Un día hicieron un gran banquete y con las mayores instancias convidaron a todos los gigantes sin exceptuar uno solo. Como glotones que eran aceptaron sin dificultad. Sirviéronse cuantos manjares proporcionaba entonces la tierra. El agua se proscribió absolutamente y en su lugar se bebió el jugo del maguey. Los gigantes que por primera vez gustaban de este delicioso licor, bebieron hasta que cayeron en tierra sin sentido. Entonces, a una señal se levantaron los toltecas, tomaron sus armas, cayeron sobre los gigantes e hicieron una horrible carnicería acabando para siempre con esa raza maldita y que algunos autores en sus piadosas conjeturas han opinado que descendían del parricida Caín. Los toltecas, ulmecas o xicalancas, pues no se asigna precisamente quiénes fueron los autores de esta hazaña, para borrar hasta la memoria, enterraron los huesos colosales de estos sodomitas. Se ha creído que esos huesos encontrados en diversas partes del país, y de los cuales tengo varios en mi poder,5 pertenecían a gigantes; pero los sabios Humboldt y Cuvier han demostrado que eran de especies de animales perdidas.
Sea como fuere, a la planta del maguey se debió que nuestros antepasados se librasen del yugo y servidumbre de los gigantes.
¿Quién fue el primero que descubrió que del centro del corazón del maguey podía extraerse una sustancia dulce, agradable y embriagadora? La observación de la gente del campo en el transcurso de muchos años, indica el uso y propiedades de las plantas, transmitiéndose de padres a hijos, sin poder averiguar a quién se debió la primera observación; aunque después los sabios estudien, como ha sucedido con el té, el café, tabaco, etcétera, su naturaleza y propiedades. Sin embargo, respecto del pulque tenemos necesidad de referir la tradición, que como de época más moderna, merece seguramente más fe que la de los gigantes que acabamos de contar; y cierto o no, es uno de los episodios más poéticos e interesantes de la historia tolteca.
El caballero Lorenzo Boturini, que como es sabido reunió una abundante y preciosa colección de mapas y manuscritos antiguos de los mexicanos, dice que el dios Ixquitécatl fue el que inventó el modo de sacar el aguamiel del maguey, y que un monarca de los culhuas que se embriagó en público, para disculpar tan vergonzosa falta, instituyó una fiesta que fue la cuarta movible, en honor de los dioses del vino, y en dicho día se daba licencia general a todos para embriagarse.
Cualquiera que sea el fundamento de esta interpretación de las pinturas simbólicas de los indios, nos parece más verídica y probable la muy importante que vamos a referir.
Por los años de 1045 a 1050, reinaba en el imperio de Tollan, el octavo rey tolteca, llamado Tepancaltzin. Era un monarca sabio, rígido en sus costumbres, muy amado de sus vasallos y temido y respetado de sus vecinos y tributarios; jamás había cometido falta que empañase su conducta. Un día, y era en el año décimo de su reinado, se presentó en su palacio un noble y pariente suyo llamado Papantzin.
Señor, le dijo, mi hija ha descubierto que del centro de las plantas de metl que tiene en su jardín, brota un licor dulce y aromático. Hemos venido a ofrecer a nuestro rey las primicias de este descubrimiento.
El rey le dio las gracias y lo hizo sentar junto a su trono, y ordenó que fuese conducida a su presencia, la hija de su noble pariente.
La doncella entró con un tecómatl6 pintado de color rojo, en el cual había algunos presentes y flores, y además otra vasija llena del aguamiel del maguey.
La doncella estaba vestida al uso de las nobles toltecas, con una túnica de algodón blanca que le bajaba hasta los tobillos, y sobre esa túnica tres pellizas de algodón bordadas de diversos colores. Tenía dieciséis años, era de ese cutis sedoso y moreno de las hijas de los trópicos, de grandes ojos negros, de cabello abundante, negro y lustroso, de boca fresca, encarnada, franca y graciosa, que encerraba una dentadura más blanca que el marfil. Se llamaba Xóchitl, es decir, flor, y en efecto, no había en todas las campiñas del Anáhuac, flor que pudiera compararse a la hermosa hija de Papantzin.
El monarca recibió el presente, gustó el licor y dio las gracias a su noble pariente; pero con un embarazo y turbación tal, que desde luego se notaba que algo pasaba en su alma. Xóchitl, por su parte, pudorosa, inocente y casta, bajaba los ojos, el color encendía sus mejillas y sus miradas no se atrevían a encontrarse con las de su soberano. Desde este momento su suerte quedó decidida. A los pocos días Tepancaltzin rogó a su pariente que enviase a su hija con una nueva provisión de aguamiel, y como en esto hacía grande honor el soberano a la familia; Xóchitl se encaminó al palacio acompañada de su nodriza, y presentó de nuevo algunas vasijas del sabroso licor.
El rey le dijo que una doncella tan noble y tan hermosa, debía ser educada y servida como una princesa en la casa real, y en consecuencia la envió a su palacio de Palpan, participando a ...

Índice

  1. ESTUDIO PRELIMINAR
  2. MÉXICO, REALIDAD LITERARIA. POESÍA, ENSAYOS MORALES, CRÓNICAS DE COSTUMBRES
  3. VIAJES DE ENSUEÑO Y PLATA. CRÓNICA DE VIAJE: MÉXICO, ESTADOS UNIDOS, CARIBE, EUROPA
  4. LA LETRA QUE ORDENA (ARREGLA) EL MUNDO. ESTUDIOS Y OPINIÓN PÚBLICA
  5. EN LAS HORAS DEL REPOSO… CRÓNICA TEATRAL Y CRÍTICA DE ARTE
  6. PARA QUE EL SENTIDO COMÚN PENETRE EN LA VIDA COTIDIANA. NOVELA
  7. ENSAYOS CRÍTICOS
  8. CRONOLOGÍA
  9. ÍNDICE DE NOMBRES