Obras completas, XV
eBook - ePub

Obras completas, XV

El deslinde, Apuntes para la teoría literaria

  1. 527 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Obras completas, XV

El deslinde, Apuntes para la teoría literaria

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Aquí se abordan de una manera clara y concisa los deslindes necesarios que se deben establecer en el trabajo intelectual, cualquiera que sea el género a tratar. La teorización expuesta por Reyes dilucida muchos de los problemas que enfrentan los escritores, los críticos y los humanistas en el ejercicio de su oficio.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Obras completas, XV de Alfonso Reyes en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literature y Literary Essays. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2015
ISBN
9786071632814
Categoría
Literature
Categoría
Literary Essays

I

EL DESLINDE

Prolegómenos a la teoría literaria

No es engrandecer, sino desfigurar las ciencias,
el confundir sus límites.
KANT
PRÓLOGO
I
CUATRO lecciones sobre la Ciencia de la Literatura, en el Colegio de San Nicolás, Morelia, entre mayo y junio de 1940, han sido la ocasión de este libro. Las lecciones formaban parte de los Cursos sobre el siglo XX, primera etapa de la Universidad de Primavera “Vasco de Quiroga”. Entre los actos con que se celebró el cuarto centenario de aquel Colegio, ninguno más atinado que la creación de esta Universidad viajera, que de año en año ha de transportar su sede a otras ciudades de la provincia, corrigiendo así un aislamiento tan desventajoso para los intereses generales del país como incompatible con los más elementales conceptos de la cultura y de la política. Los dos mayores peligros que amenazan a las naciones, de que todos los demás dependen, son la deficiente respiración internacional y la deficiente circulación interna. A la luz de estos dos criterios podrán interpretarse algún día todas las vicisitudes mexicanas.
Las lecciones originales, necesariamente limitadas por la circunstancia, han sido objeto de sucesivas transformaciones posteriores y han ido dando de sí nuevos desarrollos. Entonces se trataba de situar nuestra materia dentro del cuadro general de una cultura, abarcando a grandes trazos un panorama inmenso, y prescindiendo, además, de muchos sondeos que hubieran resultado excesivos. Hubo, pues, que refundirlo todo. Esto produjo en el primitivo cuadro una proliferación interior. Sus especies implícitas afloraron a la superficie como en la placa fotográfica que poco a poco se revela.
Y de aquí han resultado varios ensayos que iré publicando uno tras otro: ya sobre la Ciencia de la Literatura propiamente tal, ya sobre la descripción de sus técnicas específicas, ya sobre los fundamentos de la Teoría Literaria, a la cual sirve de introducción este libro. Puedo decir de él que se parece al bosquejo original como se parece un huevo a una granja de avicultura.1
Reduzco al mínimo mis referencias bibliográficas —puesto que la primitiva exposición se ha convertido en una tesis personal—, procurando que ellas correspondan a la necesidad de mis argumentos y sin entregarme a ostentaciones inútiles. Porque no quise hacer “un libro que los acote todos desde la A hasta la Z”, y porque en esta ocasión al menos, yo también me sentí “poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos”. Se ha escrito tanto sobre todas las cosas, que la sola consideración de la montaña acumulada en cada área del saber produce escalofríos y desmayos, y a menudo nos oculta los documentos primeros de nuestro estudio, los objetos mismos y las dos o tres interpretaciones fundamentales que bastan para tomar el contacto. Nuestra América, heredera hoy de un compromiso abrumador de cultura y llamada a continuarlo, no podrá arriesgar su palabra si no se decide a eliminar, en cierta medida, al intermediario. Esta candorosa declaración pudiera ser de funestas consecuencias como regla didáctica para los jóvenes —a quienes no queda otro remedio que confesarles: lo primero es conocerlo todo, y por ahí se comienza—, pero es de correcta aplicación para los hombres maduros que, tras de navegar varios años entre las sirtes de la información, han llegado ya a las urgencias creadoras. Los Chadwick nunca hubieran alcanzado sus preciosas conclusiones sobre la génesis de las literaturas orales si no se atreven a prescindir de lo que se llama “la literatura de la materia”. Para los americanos —una vez rebasados los intolerables linderos de la ignorancia, claro está— es mucho menos dañoso descubrir otra vez el Mediterráneo por cuenta propia (puesto que, de paso y por la originalidad del rumbo, habrá que ir descubriendo algunos otros mares inéditos), que no el mantenernos en postura de eternos lectores y repetidores de Europa. La civilización americana, si ha de nacer, será el resultado de una síntesis que, por disfrutar a la vez de todo el pasado —con una naturalidad que otros pueblos no podrían tener, por lo mismo que ellos han sido partes en el debate—, suprima valientemente algunas etapas intermedias, las cuales han significado meras contingencias históricas para los que han tenido que recorrerlas, pero en modo alguno pueden aspirar a categoría de imprescindibles necesidades teóricas. Tenemos que reconocer, aunque en lo particular nos duela y nos alarme a algunos profesionales de la Memoria, que toda neoformación cultural supone, junto con los acarreos de la tradición viva, una reducción económica y una buena dosis de olvido.
Entre mis pocas referencias expresas, disimulo algunas referencias tácitas a mis trabajos anteriores —particularmente a mis libros La crítica en la edad ateniense, La antigua retórica y La experiencia literaria, que hubiera sido necesario citar muchas veces, y donde constan anticipaciones o fundamentos de mis temas actuales—, pues prefiero repetirme a citarme. Pero otras contadas veces me he consentido el recuerdo de la propia bibliografía. Era inevitable: primero, porque la tarea que con este libro inauguro obedece al anhelo de organizar las notas dispersas de mi experiencia; segundo, porque nada conocemos mejor que la experiencia propia. Et ego in Arcadia vixi.
Mucho debo, pues, agradecer a la Universidad Michoacana. Además del alto honor que me hizo incorporándome a sus labores, y de la acogida que sus autoridades y su claustro me dispensaron, de paso también se me dio el estímulo para emprender esta investigación retrospectiva del propio itinerario, que es un imperioso reclamo de la conciencia; para poner un poco de orden en los hacecillos dispersos de una obra siempre desarticulada por una existencia de viajero. Todos tenemos derecho —pero casi siempre nos lo estorba la vida— a procurar la unidad, la confortante unidad. Y cuando, tras de dar al Servicio Exterior de mi país mis mejores años, me veo dichosamente recluido en mi oficio privado —aunque sea más por abandono que por premio—, entonces, antes de que Octubre me invada, tomo la ocasión por los cabellos, como se dice en buen román paladino, y me concentro a interrogar mi imagen del mundo.
Grande es también mi gratitud para los amigos y compañeros de trabajo que siguieron pacientemente mis lecciones y aun me proporcionaron después observaciones valiosas. Su presencia en el aula me comunicaba aquella provechosa inquietud de sentirme vigilado por una atención a la vez benévola y avisada.
Pero todavía es mayor mi deuda para con los estudiantes de varios lugares de la República que concurrieron a mis charlas. Lo mejor de nuestra obligación se lo lleva la juventud, cuando hemos llegado a aquella edad en que nada se ambiciona tanto como transferir a tierra nueva y jugosa el arbusto que nos ha tocado educar. Y más ahora, que el jardín humano se ve pisoteado por la locura. En la cara de la juventud que me escuchaba fui buscando mi rumbo; y orientado así magnéticamente, procedí después a una laboriosa refundición de mi materia, hasta dejarla en su forma actual y, por ahora, definitiva. Aquel fuego de la mirada que decía Sainte-Beuve, en sus conferencias sobre Port-Royal, no nos fue, cierto, escatimado. Más tarde, en esa primera y temerosa confrontación de la obra que se va escribiendo, conté durante largas veladas con el diálogo de doctos censores, a quienes no menciono para objetivar mi mejor sentimiento, y con la abnegación incansable y los constantes alientos de aquella por quien dijo el Versículo: “Ciñóse de fortaleza y fortificó su brazo. Tomó gusto en el granjear. Su candela no se apagó de noche. Puso sus manos en la tortera, y sus dedos tomaron el huso”.
II
Evoco los días transparentes, de grata compañía y fecundo trabajo, que pasé en la tierra michoacana, tan impregnada de sabores vernáculos: cuna y teatro de ideas y hazañas trascendentales para la formación nacional: pintoresca y gustosa: maestra del buen trato y de la dulcería mexicana: aromada de cafetales: amena orilla de pescadores que perpetúan el misterio secular de sus danzas y llevan a los usos diarios un inefable soplo artístico: coqueta en su suelo y en su cielo, donde se han citado todos los colores de la naturaleza: refrescada de episódicos lagos, donde la geografía misma parece que quiso dar alivio al espíritu.
Y me inclino, reverente, ante las grandes sombras —héroes y pastores de pueblos— evocadas por los nombres mismos que presiden aquella tradicional casa de estudios: el Padre Hidalgo, en cuya persona la Historia intencionadamente quiso condensar los rasgos de la Mitología: libro y espada, arado y telar, sonrisa y sangre; y el obispo Vasco de Quiroga, el que con sus Fundaciones trajo hasta nosotros aquel sentido utópico que, a la sola aparición de América, se apoderó del pensamiento europeo; el que, con la masa de nuestra gente, comenzó a modelar un mundo mejor, bajo las inspiraciones de Tomás Moro y Juan Luis Vives.
Ni desconozco mis deficiencias, ni tampoco pido disculpas. Nada está acabado de hacer. Por mi parte, para continuar, espero el aviso de la crítica, fiel al precepto baconiano, Semper aliquid addiscere.
Me complazco en reconocer mi obligación para con la Fundación Rockefeller, cuya División de Humanidades me viene proporcionando el auxilio indispensable para llevar a cabo estas investigaciones.
ALFONSO REYES
México, 1944
PRIMERA PARTE

I. VOCABULARIO Y PROGRAMA

1. Marcha general de este libro. Este libro es el primer paso hacia la teoría literaria. Comencemos, pues, por explicar lo que entendemos por teoría literaria.
a) Postura activa y postura pasiva. La vida de la literatura se reduce a un diálogo: el creador propone y el público (auditor, lector, etcétera) responde con sus reacciones tácitas o expresas. De un lado hay una postura activa; del otro, una postura que superficialmente llamamos pasiva. Superficialmente, pues es evidente que la reacción es también una acción, y mucho habría que decir sobre la colaboración entre el creador y el público para la representación humana definitiva de cada objeto literario. Así, el lector se forja una imagen de su lectura en que necesariamente pone algo de sí mismo, y en la que hasta puede haber divergencias respecto a la imagen que le ha sido propuesta. Si ya toda percepción es traducción (la luz no es luz, la mesa no es mesa, etcétera), mucho más cuando el filtro es la sensibilidad artística. En sustancia hay tantos tipos divergentes como lectores. La frase vulgar dice que “en materia de gustos no hay nada escrito”, y lo mismo pudo decir que en materia de gustos todo se ha escrito sobre cada artista y cada obra, desde el sí absoluto hasta el no absoluto. Shylock es un prototipo detestable, pero un estudioso actor judío logró hacer aplaudir en él al padre burlado y ofendido, mediante un esfuerzo de “representación”, en el sentido técnico y en el sentido corriente de la palabra. El laboratorio psicológico nos da diez diferentes representaciones visuales de Fausto en diez distintos sujetos tomados al azar. Y esto no sólo acontece con los criptogramas poéticos donde el poeta acumula sombras de propósito, sea por hazaña de ingenio o porque su asunto es naturalmente indeciso, como tantas veces lo son las emociones o esos fantasmas que escapan a las coagulaciones lógicas (tal poema de Góngora o de Mallarmé); sino que acontece con la proposición poética de apariencia más diáfana. No sólo con los objetos que el poeta apenas sugiere, sino también con los que directamente describe. En toda descripción hay algo de disparate y fracaso.1 El tirador dispara un poco al azar. Dante pinta los círculos del Infierno con la precisión de un topógrafo que usara palabras en vez de líneas. Con todo, los planos que los eruditos levantan sobre el Infierno dantesco nunca son del todo coincidentes. Los empeños fotográficos de los “realistas” no sólo padecen por el coeficiente de conversión entre lo óptico y lo verbal, sino también por el coeficiente de c...

Índice

  1. Portada
  2. Nota preliminar por ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ
  3. I EL DESLINDE
  4. II APUNTES PARA LA TEORÍA LITERARIA
  5. ÍNDICE DE NOMBRES