Cholula
  1. 279 páginas
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Como centro religioso, Cholula fue una de las ciudades más importantes del altiplano de México durante el Clásico, junto a Teotihuacán. Las autoras buscan reconstruir la evolución y carácter de la vida citadina de esta ciudad previa a la conquista, así como abonar a la comprensión de este centro de peregrinaje, cuyo poder de atracción se fue enriqueciendo a través de los siglos. Las fuentes diversas para este estudio van desde la exhaustiva investigación documental sobre el registro escrito de quienes atestiguaron el esplendor de la urbe del siglo XVI hasta la exploración de la evidencia arqueológica material, haciendo énfasis en la geografía del lugar como factor preponderante. Este libro pertenece a la Serie Ciudades que busca profundizar en el conocimiento de las antiguas urbes mesoamericanas.

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Información

Año
2019
ISBN
9786071661869
Categoría
Social Sciences
Categoría
Anthropology

IX. Tollan Cholollan Tlachihualtépetl

A MEDIADOS DEL POSCLÁSICO, en la fase Tecama (1150 a 1350 d.C.), el gobierno olmeca-xicalanca en Cholula sería derrocado por los tolteca-chichimecas, siendo la ciudad regida por éstos la que Hernán Cortés admirara en 1519. Pocos vestigios quedan hoy de ella, pues el encuentro entre los habitantes de Cholula y los invasores españoles resultó en la masacre de miles de naturales y en el saqueo y la quema de sus templos y edificios cívicos. Para agravar la situación, en las décadas tras la Conquista, a la par que la población sufría los estragos de una serie de plagas virulentas, muchas construcciones fueron abandonándose y cayendo en ruinas, y en el siglo XVII serían demolidas para emplazar sobre sus cimientos otras nuevas.
Aunque los toltecas dominaron Cholula desde la fase Tecama hasta la conquista hispana, los dos siglos previos a ésta se insertan en otra fase, que Lind denomina Mártir (1350 a 1550) y Müller, Cholulteca III (1325 a 1500). El cambio de Tecama a esta última fase, que en ambas cronologías es prácticamente equivalente, se marca porque la fundación de Tenochtitlan en 1325 en la cuenca de México tuvo repercusiones culturales en todo el altiplano. En términos arqueológicos, en Cholula ese impacto se aprecia no sólo en la creación de cerámicas tipo códice que incorporan nuevas tecnologías y nuevas temáticas iconográficas plenas de referencias al sacrificio humano, sino también en los materiales óseos que dan abundantes evidencias de esta práctica.
Hay cinco fuentes básicas que entretejeremos para evocar a la urbe que floreció durante esas últimas dos centurias prehispánicas: 1) los primeros españoles que vieron Cholula, como Cortés y sus soldados; 2) los misioneros que llegaron un lustro después del saqueo; 3) los historiadores que oyeron relatos de labios de los conquistadores; 4) los documentos hechos por indígenas para legitimar los territorios ancestrales ante la autoridad hispana o argumentarle sus derechos a mercedes por haber participado en la conquista, y 5) los datos arqueológicos.

De olmeca-xicalanca a tolteca-chichimeca

Como ya vimos, la Htch, documento que nos guiará aquí para seguir la trayectoria de los toltecas en Cholula, sitúa a los olmeca-xicalancas en la ciudad desde el siglo IX hasta el arribo de los habitantes de Tula a mediados del XII. Aunque los sucesos que narra sobre Cholula acaecieron en la urbe del siglo XII, los representa gráficamente en la de 1519, brindando así una imagen de la ciudad aplicable a la fase Mártir que, a excepción de la llegada tolteca, es a la que estaremos refiriéndonos en este capítulo.
Al entrar a Cholula, el sacerdote Couenan y los cuatro señores principales de los migrantes toltecas —Ixcicóatl, Quetzalteuéyac, Tezcauítzil y Tololouítzil— fueron ante las autoridades máximas del altépetl, el Aquíach amapane y el Tlalchíach tizacozque, a solicitarles tierras. Estos dos sacerdotes-gobernantes conformaban un sistema dual que los españoles registraron como característico del posterior gobierno de los toltecas en Cholula, pero la Htch estipula que éstos lo habían adoptado de los olmeca-xicalancas.
El Aquiach tenía su sede en el antiguo Tlachihualtépetl, quizá señalando su jurisdicción sobre la parte oriental de la ciudad, mientras que la del Tlalchiach estaba en Tecaxpan tlalzintlan, localizado, según Mercedes Olivera y Luis Reyes, al pie del cerro Tecajete hacia el poniente. Cada uno representaba diferentes aspectos del altépetl. El Aquiach, cuyo emblema era el águila, el predador primario entre las aves, tenía asociaciones acuáticas, las cuales tal vez expliquen su lazo con el Tlachihualtépetl, en cuya cima, según Rojas, se veneraba en el siglo XVI a la deidad 9 Lluvia, Chiconauhquiáuitl. El Tlalchiach se vinculaba con lo terrestre, y su insignia, el jaguar, era el más feroz de los animales. Aunque no se les atribuyen responsabilidades militares, sus emblemas, águila y jaguar, eran los de órdenes marciales en toda Mesoamérica.
Los toltecas encontraron en Cholula un señorío que abarcaba ocho pueblos grandes, cada uno con su propio señor principal o tlatoque, que residía en un palacio o tecpan, y junto con el Aquíach y el Tlalchíach constituían el grupo gobernante; otros documentos, como el Mapa de Cuauhtinchan 1 (MC1), aumentan hasta 15 el número de esos pueblos. De acuerdo con Kirchhoff, la comarca olmeca-xicalanca a la que ese señorío pertenecía cubría unos 6 000 km2, desde San Miguel Xaltépec, al este de Tecamachalco, hasta Tochimilco y Quauhquechollan, en el valle de Atlixco, al oeste (véase figura VIII.1).
Figura IX.1. Los señores olmeca-xicalancas en la Historia Tolteca-chichimeca (Historia tolteca-chichimeca, ff. 9v-10r, ms. 54-58, Bibliothèque Nationale de Francia).
Los toltecas que llegaron a Cholula se componían de dos segmentos: los calmecactlaca, o “gente del calmécac”, eran linajes conquistadores, especializados en la milicia, mientras que los calpolleque, subordinados a los anteriores, se dedicaban a una variedad de actividades y eran “las manos y los pies” de los toltecas. Como menciona Carrasco, la distinción entre ambos podría equipararse a la división colonial entre nobleza y macehuales. El relato de la Htch retrata a los olmeca-xicalancas como tiranos que maltrataban a los norteños que “vivían en casa ajena”, empleándolos como servidumbre y humillándolos constantemente. Rencorosos e incitados por su deidad Tezcatlipoca, los toltecas obtuvieron permiso del Aquiach y el Tlalchiach para hacer una fiesta en la que ellos entretendrían a la población con cantos y danzas militares, usando, se entiende que a manera de utilería, armas rotas y descartadas que humildemente pidieron a los olmeca-xicalancas que les prestaran. Aquí la historia hace un mutis, pues el tlacuilo que pintó el documento dejó dos páginas en blanco. La siguiente entrada en la Htch registra cómo, habiendo vencido a sus opresores, los toltecas marcaron su nuevo territorio con sacrificios de sangre hacia las cuatro direcciones en los árboles sagrados. No hace falta mucha imaginación para dilucidar lo que falta en esas páginas: la puesta en práctica de la estratagema tolteca para, una vez reunida la población, incluyendo a los 10 señores principales, y contando con las macanas, escudos, ichcaupilli (coseletes protectores de algodón), arcos y flechas que previamente bien se habían encargado de reparar, transformar su actuación en una batalla real en la que tomaron por sorpresa a los olmeca-xicalancas y lograron derrotarlos y conquistar el mando de la ciudad.
Al sexto año del gobierno tolteca, una serie de grupos aliados a los olmeca-xicalancas, encabezados por xochimilcas y ayapancas, declaró la guerra a los usurpadores, quizá como represalia por lo que habían hecho a sus amigos, o quizá como venganza propia, pues ellos mismos eran pueblos que los toltecas habían conquistado, o quizá meramente con la ambición de constituirse en los nuevos regentes de la ciudad. Tras un año de asedio, dos señores toltecas, Icxicóatl y Quetzalteuéyac, por instrucción de su dios Tezcatlipoca, viajaron hacia el norte, a Chicomóztoc, el Lugar de las Siete Cuevas, a buscar refuerzos entre los chichimecas, célebres por su reputación de bravos guerreros.
El encuentro entre los dos grupos se presenta como un hecho altamente ritualizado: los dos líderes toltecas, ataviados como sacerdotes, con sus cuerpos pintados de negro, negocian con las tribus chichimecas usando un intérprete, ya que éstas no hablaban náhuatl, logrando que accedieran a pelear como mercenarios a cambio de tierras en las que pudieran fundar su propio altépetl. Tras hacer una serie de ritos para civilizarlos y prepararlos para el combate —ayunos, un juego de pelota, comer maíz sagrado para ayudarles a hablar náhuatl, y perforarles el septum para colocarles la nariguera tolteca—, regresaron juntos para la batalla decisiva.
FIGURA IX.2. Mapa de Tollan Cholollan en la Historia tolteca-chichimeca (Historia tolteca-chichimeca, ff. 26v y ff. 27r, ms. 46-50, Bibliothèque Nationale de Francia).
Para relatar su entrada y sus actividades en Cholula, la Htch muestra un mapa de ésta donde líneas de huellas de pies indican sus movimientos. Tanto en este mapa como en el MC1 y el Mapa de Cuauhtinchan 2 (MC2) el conflicto aparece marcado por un atlachinolli, símbolo de la guerra sagrada. La Htch cuenta que lograron reprimir a los atacantes en un solo día y apresaron a sus señores principales. Como señala Elizabeth Boone, en el MC2 la exitosa alianza entre toltecas y chichimecas se marcó uniendo, junto a la fecha de la batalla indicada por el glifo 7 Flor, el escudo blanco y la bandera de los toltecas arriba del arco y flecha de los chichimecas. Al terminar el combate, los chichimecas colocaron al pie del Tlachihualtépetl un quauhtzatzaztli, andamio de madera usado en el tlacacaliztli, un sacrificio en el que la víctima era atada a la estructura y flechada hasta morir desangrada. Instalaron además un quauhtemalácatl, un gran disco pétreo para el sacrificio gladiatorio, en el que se sujetaba al prisionero a la piedra, dándole, para enfrentar a guerreros armados, macanas que en vez de filos de obsidiana tenían plumas. Habiendo sacrificado a los líderes de los agresores, Quetzalteuéyac e Icxicóatl se apropiaron de los títulos de Aquiach y Tlalchiach.
FIGURA IX.3. Sacrificio de los señores olmeca-xicalancas en el Tlachihualtépetl (Historia tolteca-chichimeca, f. 28r, ms. 46-50, Bibliothèque Nationale de Francia).
Tras la victoria, los chichimecas hicieron ofrendas en el Templo de Quetzalcóatl. El MC2 presenta una escena curiosa, en la que dos guerreros, parados cara a cara en la plaza frente al Templo, decapitan a un chapulín y una mariposa, ambos enormes; Boone su...

Índice

  1. Portada
  2. Agradecimientos
  3. Introducción. Ciudades sagradas
  4. I. El entorno natural y cultural
  5. II. Las raíces de una tradición
  6. III. Cholula preurbana y su transición al urbanismo
  7. IV. Los inicios del Tlachihualtépetl, el “cerro hecho a mano”
  8. V. La ciudad de las escaleras
  9. VI. La vida urbana en el altépetl del Clásico
  10. VII. El derrumbe del mundo teotihuacano
  11. VIII. Los olmeca-xicalancas
  12. IX. Tollan Cholollan Tlachihualtépetl
  13. X. La ciudad indocristiana
  14. Siglas y acrónimos
  15. Fuentes bibliográficas