Las aventuras de un violonchelo
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Las aventuras de un violonchelo

Historias y memorias

  1. 567 páginas
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Las aventuras de un violonchelo

Historias y memorias

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Carlos Prieto nos ofrece en este cuarto libro una breve historia de la laudería y de la trayectoria de sus principales exponentes, una relación de la música para violonchelo a través de los siglos y un anecdotario de sus viajes y conciertos con el chelo Piatti, que tiene más de 20 años en su compañía.

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Información

SEGUNDA PARTE
LAS AVENTURAS DE UN STRADIVARIUS DESDE 1720 HASTA NUESTROS DÍAS

III. LAS AVENTURAS DE UN STRADIVARIUS: DE CREMONA EN 1720 HASTA NUEVA YORK EN 19791

NACIMIENTO DEL VIOLONCHELO PIATTI

En 1720, a la edad de 76 años, Stradivarius construyó 14 violines y un solo violonchelo, el protagonista de estas páginas, el cual, años después, llegaría a conocerse como el Piatti. A pesar de su edad, la capacidad de trabajo y la perfección artesanal de Stradivarius permanecían inalteradas. Su segunda esposa, Antonia María Zambelli, con quien tuvo cinco hijos, le ayudaba con todos los quehaceres domésticos de su casa de la Piazza San Domenico núm. 1, permitiéndole dedicar, como siempre, todas las horas de luz a la construcción de instrumentos. Ni siquiera el fallecimiento en 1720 de su hija Francesca Maria parece haber afectado su trabajo.

MATERIALES USADOS Y CARACTERÍSTICAS DEL VIOLONCHELO DE 1720

Stradivarius escogió con particular esmero las maderas para su nuevo violonchelo. El arce del fondo y de la cabeza proviene de un lote de madera que adquirió ese mismo año de un árbol originario de los Balcanes. Dicho arce le gustó por sus propiedades acústicas —una sonoridad plena y resonante— y por sus hermosas y delicadas ondas. El fondo está hecho de dos piezas. La cabeza, con sus volutas neta y finamente esculpidas, es, en sí, una obra de arte. Los aros o costillas son también de arce, de ondas más ricas y amplias. Proceden de un árbol diferente, cuya madera volvió a utilizar en violonchelos posteriores. La tapa está hecha de dos piezas también, pero de abeto de las Dolomitas, de grano fino y uniforme. El barniz es de un rojo profundo y de textura suave. Un poco más de un mes le tomó a Stradivarius la construcción del violonchelo. Una vez barnizado, lo colgó en el taller frente a un amplio ventanal, para que el sol secara bien el maravilloso barniz.
Este violonchelo resultó uno de los mejores de la larga vida de Stradivarius. “Es realmente un admirable ejemplo, que constituye en sí un digno monumento a su autor… En su conjunto, está por encima de cualquier reproche y cuanto más se le observa, mayor es el impacto de la total armonía que irradia”, escribirían muchos años después los hermanos Hill.2

DUDAS ACERCA DE QUIÉN ENCARGÓ EL PIATTI

La disparidad en el número de violines y de violonchelos de Stradivarius se debe, evidentemente, a la demanda mucho mayor de violines. Muchos de sus violines respondían a encargos específicos y estaban destinados a los palacios de la nobleza o a la Iglesia. En 1715, por ejemplo, Giovanni Battista Volème, director de la orquesta del rey Augusto de Polonia, llegó a Cremona con órdenes de esperar a que Stradivarius terminara nada menos que 12 violines encargados por el rey. Al cabo de tres meses de permanencia en Cremona, regresó Volème a Polonia con el pedido completo.3 Pero Stradivarius también los hacía sin pedido, dado que siempre los vendía con facilidad.
El caso de los violonchelos era diferente. Vendía uno o dos por año y, en general, los hacía bajo pedido, ya que la tarea de construir un violonchelo es más larga y físicamente más ardua que la que exige un violín. Entre quienes encargaron violonchelos a Stradivarius se cuentan, por ejemplo, el cardenal Orsini (futuro papa Benedicto XIII), en 1685; el duque de Módena, Francisco II, en 1686; el príncipe Fernando de Toscana, en 1690; el duque de Toralba en 1702 —como regalo para el duque de Alba—, y el marqués Desiderio Cleri, en 1707, para la corte real de España.4 Ese parece haber sido también el caso del Piatti pero no he logrado encontrar datos concretos al respecto. La búsqueda de pistas es una labor extremadamente difícil. Los instrumentos de Stradivarius no tenían ni la fama ni el valor que alcanzaron posteriormente, como lo prueba el hecho de que sólo de muy contados instrumentos conocemos la historia completa desde su nacimiento hasta nuestros días. Aunque los precios de sus instrumentos no eran tan elevados como los que se pagaban por los de Stainer y Amati, pocos músicos estaban en condiciones de adquirir los violonchelos o violines de Stradivarius. No se sabe de ningún violonchelo que le hayan encargado en 1720 las cortes o la nobleza española o francesa. Inglaterra tenía aún poco contacto con Stradivarius, y en Viena y en las ciudades germanas no eran todavía apreciados los instrumentos italianos. La excelente orquesta que dirigía Bach en Coethen, precisamente en la época del nacimiento del Piatti, disponía de varios Stainers pero de ningún instrumento italiano.
Es lógico inferir que el encargo del Piatti haya provenido de una localidad italiana como Mantua, Milán o Nápoles, más que Venecia. Esta última era, como hemos visto, una gran capital de la música, pero la demanda de violonchelos era cubierta por los tres eminentes lauderos locales, tan famosos precisamente por sus violonchelos: Matteo Gofriller, Domenico Montagnana y Petrus Guarnerius de Venecia.

LOS PRIMEROS AÑOS DEL PIATTI: 1720-1762 EN CREMONA

Poco importa quién haya encargado el Piatti. El hecho es que Antonio Stradivarius y sus hijos y colaboradores Francesco y Omobono no lo vendieron en 1720 y optaron por conservarlo. Quizá tomaron tal decisión porque se trataba de un instrumento excepcional, al igual que una serie de violines y de violas que permanecían en el taller.
Stradivarius falleció en 1737. Su hijo Francesco heredó todos los instrumentos que quedaban en el taller: 92 violines, cinco violas y tres violonchelos. Entre los violonchelos se encontraban un instrumento decorado, anterior a 1700, el Piatti de 1720 y otro, que no he logrado identificar, de la última época de su creador. El violonchelo decorado formaba parte de un quinteto de instrumentos especiales que Stradivarius construyó antes de 1700 para el rey de España.
Stradivarius fue, al nacer, súbdito de España. En efecto, en 1644, año de su nacimiento, el ducado de Milán pertenecía a la corona española. Desde 1559, fecha del tratado de Cateau-Cambresis, España era la potencia dominante en Italia. El reino de Nápoles y Cerdeña también pertenecía a la corona española.
Fue todavía en la época de Carlos II, el último Habsburgo español,5 cuando Stradivarius construyó su quinteto de instrumentos. El quinteto consistía en dos violines, dos violas (una llamada tenore por su gran tamaño) y un violonchelo. En virtud de la alta jerarquía del personaje al cual estaban destinados, Stradivarius decidió recurrir a la práctica, ya en desuso, de decorar los instrumentos con preciosos dibujos y con incrustaciones de ébano y marfil.
Felipe V, sucesor de Carlos II, fue a Italia en 1702 a combatir en contra de las fuerzas austro-inglesas en la Guerra de Sucesión y a defender, con éxito, los reinos de Nápoles y Sicilia. Pasó por Cremona en julio y en octubre de 1702 y Stradivarius quiso aprovechar la ocasión para hacer la solemne entrega, pero las autoridades municipales no se lo permitieron debido probablemente a las nacientes divergencias políticas provocadas por la guerra.6
Desde entonces, Antonio Stradivarius y luego su hijo Francesco se negaron a vender el quinteto ornamentado, que constituye, sin duda, un conjunto único.
Al fallecer Antonio en 1737, Francesco vendió algunos de los numerosos instrumentos que quedaban en el taller, incluyendo uno de los tres violonchelos, el de la última época, pero conservó la mayor parte de tal suerte que a su muerte, apenas cinco años después que su padre, su hermano menor Paolo heredó una colección de instrumentos que era impresionante no sólo por su cuantía sino por su calidad. A muchos de los instrumentos que tuvo, aunque no a todos, Paolo los marcó con las iniciales PS (Paolo Stradivari) en la superficie interior del cuello, a la altura de la entrada al clavijero.
Hacia 1760 un violonchelista llamado Carlo Moro se acercó a Paolo con la intención de adquirir uno de los dos violonchelos. No he logrado averiguar casi nada acerca de la trayectoria de Moro en Italia, salvo que era protegido de los duques de Mantua y conocido de Paolo Stradivari. Paolo se negó a vender el violonchelo ornamentado que formaba parte del mencionado quinteto concebido para la corona española. Si algún día decidiera venderlo, sólo lo haría junto con los otros instrumentos del quinteto.7
Con el apoyo de la corte de Mantua, Moro logró convencer a Paolo de venderle el otro violonchelo, o sea el Piatti. Poco después de 1760 dicho instrumento salió por primera vez de Cremona, donde permaneció prácticamente intocado durante los primeros 40 años de su vida.
Carlo Moro era un joven músico que vivía obsesionado con la idea de ir a probar fortuna a España. Estaba deslumbrado por las maravillas que se contaban acerca de la actividad musical española y de la buena acogida que se dispensaba en aquel país a los músicos italianos.

UNA BREVE DIGRESIÓN HISTÓRICA

La relación musical italo-española era intensa desde principios de siglo. Cuando Felipe V retornó a España en 1703 tras su victoriosa defensa de los territorios italianos pertenecientes a la corona española, llevó consigo no el quinteto decorado de Stradivarius mas sí una primera compañía de ópera italiana que se estableció en el Coliseo del Buen Retiro y que después fue seguida por otras compañías italianas.
En sus últimos años, Felipe V sufrió intervalos de ensimismamiento y demencia. La música y sobre todo el canto era de las pocas actividades que lo distraían. Su esposa, Isabel de Farnesio, tuvo la idea de traer a la corte al más famoso cantante de la época, Farinelli, cuya deslumbrante carrera lo había llevado a Londres. Isabel de Farnesio consiguió su objetivo: en 1737 llegó Farinelli a Madrid y, con el apoyo real, se dedicó a difundir la música italiana, a proteger a los músicos de su país y, por supuesto, a distraer al rey. Su omnipotencia en la corte continuó después de la muerte de Felipe V con su sucesor Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza.
Fue Bárbara de Braganza quien llevó a España al compositor Domenico Scarlatti. Scarlatti, nacido en Nápoles en 1685, aceptó en 1721 el puesto de maestro de capilla de la corte portuguesa de Juan V y maestro de música de la princesa Bárbara de Braganza. Doña Bárbara invitó a su maestro a seguir con ella en España al casarse en 1728 con el príncipe de Asturias, el futuro rey Fernando VI.8
Moro estaba enterado de la buena fortuna de Farinelli y de Scarlatti en España y había presenciado la continua emigración de músicos italianos.
En 1759 ocurrió un hecho histórico que confirmó la decisión de Moro de viajar a España. Ese año falleció Fernando VI, rey de España. Su hermano, el tercer hijo de Felipe V, don Carlos, quien hasta entonces había sido rey de Nápoles y Sicilia, lo sucedió en el trono de España como Carlos III.
Nápoles era escenario de una intensa vida musical y en el campo de la ópera probablemente no tenía rival en el mundo. Con 300 000 habitantes, era la ciudad más poblada de Italia. En Europa sólo Londres y París la superaban en población.
Nápoles era centro de actividad de muchos de los más destacados compositores, instrumentistas y cantantes de Italia: Scarlatti, Farinelli, Porpora, Vinci, Leo, Pergolesi, entre otros. Don Carlos, como rey de Nápoles, había realizado una notable labor y había propiciado la realización de importantes obras públicas, tales como el Teatro de la Ópera (Teatro di San Carlo), que tanto contribuían a la brillantez de la actividad musical napolitana.
Carlo Moro estaba enterado también de que en Nápoles había pasado su niñez y su juventud el hijo de Carlos III, el príncipe Carlos. El príncipe era muy aficionado a la música y había tenido en Nápoles excelentes profesores de violín. Quizás algún día sucedería a Carlos III, pensó Moro.9 Todo ello auguraba, en la mente de Moro, un futuro promisorio en España.
La oportunidad se le presentó en 1762 cuando un empresario invitó a un grupo de músicos a integrarse en una orquesta de ópera que empezaría sus actividades en Cádiz ese mismo año.

EL PIATTI EN CÁDIZ, ESPAÑA: 1762-1818

Moro y el Piatti se embarcaron en Génova, puerto que mantenía estrechas relaciones con Cádiz, a donde arribaron algunos días más tarde para incorporarse inmediatamente al Teatro de Ópera Italiana. Ésta fue la primera actividad del Piatti, el cual, como antes señalé, había pasado sus primeros 40 años de vida en estado prácticamente virginal.
Cádiz es una ciudad excepcional en cuanto a su ubicación. Es una isla y una ciudad-puerto en uno de los grandes cruces de las comunicaciones marítimas mundiales. Su condición marítima y atlántica propició el inicio de su riqueza con la llegada de los españoles a tierras americanas. La prosperidad de Cádiz, notable en el siglo XVII, aumentó de manera considerable en el XVIII. Como escribe María Pemán, “la recaudación de la Aduana gaditana era cuatro veces superior a la de Barcelona y muy superior a todas las demás españolas juntas”.10 A la par se desarrolló en Cádiz...

Índice

  1. Portada
  2. Agradecimientos
  3. Prólogo. La novela de un violonchelo y las memorias e historias de su feliz dueño, por Álvaro Mutis
  4. Introducción a la nueva edición Origen e intenciones de este libro
  5. Primera parte Breve Historia de La Laudería
  6. Segunda parte Las Aventuras de Un Stradivarius Desde 1720 Hasta Nuestros Días
  7. Tercera parte Breve Historia de La Música Para Violonchelo Desde La Época De Stradivarius Hasta Nuestros Días
  8. Apéndice 1A. Principales obras para violonchelo. Siglos XX y XXI (excluye América Latina, España y Portugal, que figuran en el apéndice 1B)
  9. Apéndice 1B. Principales obras de los siglos XX y XXI para violonchelo de compositores de América Latina, España y Portugal
  10. Apéndice 2. Lista de grabaciones de Carlos Prieto, clasificada por autores
  11. Apéndice 3. Algunas críticas
  12. Ilustraciones
  13. Índice de nombres
  14. Índice general