Una multitud de personas arremolinadas, protestando en ciudad Aguilares, Norte de San Salvador.
Grupo de hombres apostados frente a la Central Azucarera, gritando sus querellas, se escucha una voz fuerte entre ellos: “¡Queremos un mejor salario! ¡Basta de abusos de parte de los patrones! ¡Exigimos mejor trato laboral!”.
La multitud con palos, piedras y machetes y capta caras desencajadas con gestos agresivos y movimientos desesperados:
Un campesino machete en mano dice: “¡Queremos más dinero por nuestro trabajo! ¡Ya no queremos más explotación! ¡Ni más gritos ofensivos, de los patrones!”
Dentro de la oficina, un jefe y tres personas en funciones secretariales. Dentro, tres personas y una induciendo funciones secretariales.
El patrón se levanta de su escritorio, mira hacia afuera por la ventana y dice:
—¿Por qué hace tanto escándalo esa gente?
Un empleado: Son unos campesinos alborotadores, que buscan por ese medio aumento de pago.
La puerta se abre y campesinos son captados de frente. Sale el empleado dos levantando sus manos y vociferando a grito pelado: “¡Un momento! ¡Momentito no queremos problemas! ¡Mejor váyanse a sus casas y dejen el escándalo!”
—Primer campesino: ¡Nooooo! ¡No nos iremos hasta que el patrón nos escuche!
Y vuelve a decir el empleado: ¡Escuchen esto! ¡No me obliguen a usar la fuerza! ¡No quiero que nadie salga lastimado!”
—Campesino: ¡Tú cállate, perro mandilón! ¡Contigo no queremos nada! ¡Vos cállate no eres más que un come mie—cualquiera! ¡Queremos al patrón!
El empleado guarda silencio y da la espalda con la mirada baja y de pronto, voltea hacia arriba y truena sus dedos. Luego salen varios hombres armados y se ponen en posición para disparar. Los campesinos por segundos guardan silencio y después, alguien grita: “¡Podrán matar nuestros cuerpos…pero nunca callarán nuestra voz que pide justicia y libertad!
Los hombres armados abren fuego contra los indefensos campesinos, que corren despavoridos y angustiados, queriendo protegerse de las balas asesinas, que no evita la muerte de más de 17 de ellos.
*Una hermosa y soleada tarde. *
Se escucha el ruido de motor de un auto, donde viene el padre Oscar Romero, a visitar al cura de la trifulca.
—El padre Oscar, con un dialogo pausado: Ya me enteré de lo que pasó. ¡Pero Rutilio…no se meta en problemas! Deje que las autoridades arreglen eso. Nosotros no estamos para tales asuntos. Nuestro trabajo es muy diferente. Lo nuestro es llevar paz, armonía y consuelo a los hogares del pueblo. Tratemos…
—Rutilio interrumpe molesto: ¡No me hable de paz! ¡JUM! ¡Ni consuelo y armonía! ¡Vaya usted a visitar a las familias de esos campesinos asesinados! ¡A ellos hábleles de su paz! ¡A ellos dígales de su consuelo!
—Oscar: ¡Exacto! ¡En estos momentos es cuando más necesitan de su pastor!
—Rutilio: ¡Oscar! ¡Dígame…¿Qué clase de pastor es aquel que no lucha por sus ovejas? ¡Recuerde que la voz del pueblo es la voz de Dios! ¡Y yo estoy dispuesto…hasta ofrecer mi vida si es posible, por mi pueblo…¡Por mis ovejas!
Mañana iré a la capital y no sé con quien tenga que hablar…¡Pero de que me van a escuchar…¡Me van a escuchar! ¡Se lo prometo!
Al día siguiente una maleta en la cama, echando ropa por parte del padre Rutilio Grande. Abre su gaveta y saca un Cristo. Lo besa y lo pone en su almohada. Luego, sale con maleta en mano, abre el cofre del carro y la guarda. Se da la vuelta, va al frente del auto, abre el capo y revisa el aceite, el agua y cierra. Se sube y se va.
En el camino, manejando, alcanza a un niño junto con su abuelo que caminan tranquilamente.
—Rutilio sonriendo dice: Buenos días, ¿Para dónde van?
—El niño sudando y cansado expresa: Vamos al pueblo, padrecito.
—Rutilio: Un aventón no les vendría mal y sirve que me acompañan. ¡Suban! ¡Anden…suban!
El niño se acomoda en la parte trasera y el abuelo al frente.
—Abuelo: ¡Padre! Se puso muy fea la cosa con los cañeros, ¿Verdad?
—Rutilio: ¡Y peor se pondrá! ¡Claro! Cuando el pueblo se dé cuenta que tiene derecho a una vida digna. Escuelas para sus hijos…y un mejor salario.
De pronto, se escucha una ráfaga de disparos. El padre Rutilio Grande es asesinado junto con sus dos acompañantes. El padre Romero al darse cuenta de la noticia, frente a la imagen de un cristo, de rodillas, llorando y rasgando sus ropas con la imagen de un Cristo bajando, hincado y llorando. Rasgando sus ropas. Enfatiza: “¿Por qué, Señor? ¿Por qué?…¿Hasta cuándo tanta injusticia?”. Esto lo exclama levantando sus puños y dejándose caer.
Un año después, es ordenado Arzobispo, por el Papa Pablo Sexto.
Una mañana como cualquier otra, un Toyota va por una avenida de San Salvador, mientras en la radio se escucha al locutor:
“¡Muy Buenos días tengan todos! En esta hermosa mañana los saluda Joaquín Salguero, su locutor de su estación preferida…¡Radioooo Loboooo! Ya sabe que estamos a sus órdenes con su canción favorita o para mandar un saludo a esa persona especial que tanto ama. Solo marque al teléfono el 23 27 30 y al momento le complacemos. ¡Recuerde! Esta es: ¡Radiooo Loboooo!”.
En esos momentos, alguien se baja de la camioneta Toyota, marca dentro del teléfono público y dice:
“¡Estam...