La difícil democracia
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La difícil democracia

Una mirada desde la periferia europea

  1. 352 páginas
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La difícil democracia

Una mirada desde la periferia europea

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Portugal, España y Grecia pasan hoy por transformaciones políticas muy turbulentas. Son procesos muy diferentes, pero tienen en común el hecho de producirse en países europeos considerados periféricos en relación a un centro que tiene poder para condicionar de manera decisiva sus opciones y aspiraciones políticas y sociales. Y todo ello dentro de un contexto histórico de larga duración en el que siempre se ha producido, de diferentes maneras, la subordinación de las periferias al centro.En el presente libro, Boaventura de Sousa Santos aborda la transición portuguesa de los años setenta, así como la situación derivada de la reciente crisis económica, ya que, como sucede en España, considera que no se puede entender esta última sin revisar las transformaciones políticas ocurridas durante la primera. Tanto Portugal como España vivieron intensos procesos de transición democrática tras décadas de dictadura fascista, con repuestas a crisis muy diferentes a las que en la actualidad preocupan a los dos países. Pero debemos preguntarnos si las diferencias entre ambos periodos no ocultan semejanzas perturbadoras, si las discontinuidades evidentes no están atravesadas por continuidades subterráneas. En el fondo, se trata de saber si los países periféricos no están condenados a transitar de transición en transición en tanto dura su condición periférica, y si esas sucesivas transiciones no son, al final, el instrumento utilizado por el centro para reproducir su condición periférica.Todo ello conduce, a partir de la participación activa del autor en los procesos mencionados, a una parte final que constituye una reflexión política de índole general y programática con la que el autor pretende interpelar a las izquierdas en el sentido de reinventarse a la luz de las condiciones del presente, dominado a escala mundial como nunca por la ortodoxia neoliberal.

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Información

Año
2016
ISBN
9788446043904
Edición
1
Categoría
Histoire
Capítulo II
El Estado y la sociedad en la semiperiferia del sistema mundial: el caso portugués
Introducción
El periodo de posguerra dio origen a un mundo que, durante tres décadas, parecía indiscutiblemente dividido en países desarrollados y subdesarrollados. Con perspectivas diferentes y hasta antagónicas, las distintas teorías sociales que entonces se formulaban –modernización, desarrollo, imperialismo y dependencia– intentaron explicar esa división y determinar los contactos, los obstáculos, las relaciones complementarias o contradictorias existentes entre los dos polos. Esa situación parece haberse alterado drásticamente. En primer lugar, aparecieron en escena países con desarrollos intermedios muy diversificados. Aunque, para los defensores de la teoría del sistema mundial, esas entidades intermedias que constituyen la semiperiferia siempre hayan existido, actualmente se reconoce que, más allá de una mayor verdad, asumen una importancia creciente. La teoría social ha intentado caracterizarlos aplicando una variada serie de conceptos: países semiindustrializados, países recién industrializados, centros atrasados, desarrollo dependiente y semiperiferia. En segundo lugar, las transformaciones internas de los países desarrollados crearon en ellos condiciones sociales similares a las que caracterizaban a los países menos desarrollados, como, por ejemplo, economías paralelas, sectores informales, ineficacia de los mecanismos democráticos, corrupción política, segmentación de los mercados de trabajo, degradación de la calidad de vida, violencia urbana, acentuación de desigualdades y nuevas y más vastas formas de exclusión y destitución social. En otras palabras, el llamado tercer mundo interior[1].
Esas transformaciones son tan flagrantes que algunas expresan a las claras la aparición de una nueva economía política internacional de interdependencia global, una red desorganizada y casi caótica de flujos desterritorializados de capitales, servicios y personas en un mundo sin centro, que se reproduce en una miríada de relaciones verticales y horizontales, inestables e indeterminadas[2]. Como veremos a continuación, no comparto esta idea, pero la verdad es que estas tendencias, que la sociología comparada tendrá aún que captar, señalan algunas transformaciones importantes en el sistema mundial. Por un lado, con los Estados Unidos de América obligados a compartir la hegemonía con Europa y Japón, el mundo se ha vuelto más policéntrico, con varias regiones gravitando en torno a diversos centros. Por otro, la periferia mundial se ha fragmentado aún más, dando origen a formas de exclusión social más crueles y a un creciente número de países semiperiféricos intermedios muy diferenciados en términos de patrones nacionales de desarrollo, de acuerdo con la región del globo en que se localizan.
Conviene tener en cuenta además la intensidad que las interacciones globales han adquirido recientemente y que van de la transnacionalización de los sistemas de producción a la difusión mundial de información e imágenes a través de los medios de comunicación social y los desplazamientos masivos de personas como turistas, trabajadores emigrantes o refugiados. De ahí que la realidad social parezca transformarse tanto o más rápidamente que los fundamentos epistemológicos del conocimiento o conocimientos que sobre ella desarrollamos. Con la intensificación de la interdependencia y de la interacción globales, las relaciones sociales parecen, de modo general, cada vez más desterritorializadas, sobrepasando las fronteras hasta ahora vigiladas por las costumbres, el nacionalismo, la lengua, la ideología y, muchas veces, por todo ello. En este proceso, el Estado-nación, cuya principal característica es, probablemente, la territorialidad, se convierte en una unidad de interacción relativamente obsoleta o, por lo menos, relativamente descentrada. Por otro lado, sin embargo, y aparentemente en contradicción con esta tendencia, se asiste a un florecimiento de nuevas identidades regionales y locales basadas en una revalorización del derecho a las raíces (en contraposición al derecho a escoger). Este localismo, simultáneamente nuevo y antiguo, otrora considerado premoderno y hoy en día reclasificado como posmoderno, es con frecuencia adoptado por grupos de individuos «translocalizados», no pudiendo por eso ser explicado por un genius loci o un sentido de lugar único. A pesar de ello, se asienta siempre en la idea del territorio, sea este imaginario o simbólico, real o hiperreal[3]. La dialéctica se establece, por tanto, entre territorialización y desterritorialización.
Las nuevas condiciones para una investigación sociológica comparada que acabo de enunciar parecen ser especialmente evidentes en los países de desarrollo intermedio. Ahí –se trate de Portugal, Irlanda, España y Grecia, o de México y Brasil–, la excesiva tensión a que la dialéctica entre territorialización y desterritorialización está sujeta confiere un cuño particularmente inestable a la combinación de las características paradigmáticas. Y esto, muy particularmente, es lo que sucede en los países intermedios de Europa, ya que su composición está siendo doblemente reconstruida: como países periféricos de una de las más importantes regiones del sistema mundial (la periferia europea) y como miembros de pleno derecho dentro de esa región (la CEE, hoy UE). Entre todos esos países, Portugal es, tal vez, el ejemplo más ilustrativo de una compleja combinación de características sociales paradigmáticamente opuestas, una configuración hecha y rehecha en el cortocircuito histórico de los últimos quince años, en que convergieron y se fundieron temporalidades sociales muy distintas: cinco siglos de expansión europea, dos siglos de revoluciones democráticas, un siglo de movimiento socialista y cuarenta años de Estado de bienestar. A inicios de 1974, Portugal era uno de los países menos desarrollados de Europa y el más antiguo Imperio colonial europeo. El régimen autoritario de más larga duración en el continente fue derribado por una revolución sin sangre, el 25 de abril de ese mismo año, y, poco después, la mayor movilización popular de la historia en la Europa de posguerra hacía incluir el socialismo como meta a alcanzar en los programas de los principales partidos políticos. Algunos meses más tarde, una solución ambigua de la crisis revolucionaria abrió un largo y tortuoso camino hacia un Estado de bienestar socialdemócrata, justamente en el momento en que, en los países centrales de Europa occidental y de todo el mundo, el Estado de bienestar entraba en una fase de gran perturbación.
Todas estas razones hacen de Portugal un laboratorio fascinante, aunque muy complejo y con grandes dificultades en términos de análisis sociológico. Teniendo presente la dialéctica entre territorialización y desterritorialización, la estructura analítica que aquí desarrollaré conjuga la teoría del sistema mundial (que capta la dinámica de la desterritorialización) y la perspectiva de la regulación (que capta la dinámica de la reterritorialización). Intentaré, asimismo, demostrar lo siguiente:
1. Portugal es una sociedad semiperiférica de la región europea del sistema mundial. Durante varios siglos, esa posición semiperiférica se asentó en el Imperio colonial portugués. A partir de su desmantelamiento en 1974, Portugal ha renegociado su posición en el sistema mundial. Todo indica que esa posición semiperiférica va a mantenerse, esta vez debido a la integración en la CEE y las relaciones económicas y sociales privilegiadas con el África lusófona.
2. Tras ser eliminado el régimen de acumulación y de regulación social del Estado corporativo, ningún otro régimen de acumulación o de regulación social se estabilizó ni creó rutinas de producción y de reproducción. Portugal ha pasado, de este modo, por un proceso de transición con ritmos diferentes conforme a las áreas de práctica social.
3. Esta transición es patente en importantes contradicciones, disyunciones y discrepancias. Dos merecen especial atención: a) la discrepancia entre la producción capitalista y la reproducción social o, en otras palabras, entre el patrón de producción y el patrón de consumo; b) la discrepancia entre las formas institucionales del modo de regulación fordista y la regulación fáctica, competitiva, predominantemente no fordista de la relación salarial.
4. La diferenciación y la heterogeneidad social y cultural consecuentes de las condiciones referidas han sido reguladas por el Estado. La posición central del Estado en la regulación social durante los últimos quince años justifica que se dé alguna prioridad analítica a los aspectos sociopolíticos. Por la regulación estatal a la que han estado sujetas, esas contradicciones y discrepancias han venido a inscribirse en la matriz institucional del Estado, dando origen a un fenómeno del que daré cuenta mediante los conceptos de Estado paralelo y Estado heterogéneo.
5. Como no fue posible institucionalizar una regulación fordista de la relación salarial, tampoco fue posible institucionalizar un Estado de bienestar. En este aspecto, el Estado portugués es un semi o un cuasi Estado de bienestar. Sin embargo, el déficit del bienestar estatal está parcialmente cubierto por una sociedad del bienestar fuerte. Esta sociedad del bienestar, aunque con origen en relaciones sociales y universos simbólicos vulgarmente llamados premodernos, tiene semejanzas con aquella sociedad del bienestar que Rosanvallon (1981; 1988), Lipietz (1989) y Aglietta y Brender (1984), entre otros, han intentado resucitar y que algunos llamarían sociedad del bienestar posmoderna.
6. Los antiguos y recientes equilibrios de una estructura social y política tan compleja como esta han sido sacudidos, recombinados, reinventados a través del proceso de integración en la CEE. En esta fase, la centralidad de la actuación de Estado en la regulación social se debió, en gran medida, al papel que este protagonizó en las negociaciones que condujeron a la adhesión. El Estado regula la dialéctica de la identidad y de la diferencia entre Portugal y los países centrales europeos, asumiendo una forma política a la que llamo Estado como imaginación del centro. La autonomía interna del Estado, que durante gran parte del periodo autoritario se asentó en un modo de desarrollo (o, mejor, de subdesarrollo) autárquico, hipernacionalista y aislacionista, se asienta ahora en el proceso de integración en la CEE y, por ello, en un contexto de constante reducción de la soberanía nacional.
7. El futuro de la Comunidad Económica Europea es una cuestión por resolver. En el plano político, es aún muy temprano para intentar siquiera esbozar la configuración política del futuro Euroestado. En el plano económico, la actual prioridad concedida a la creación del mercado interno no garantiza que este venga a ser un mercado unificado. En el plano social, la poca importancia atribuida en la actualidad a la denominada dimensión social lleva a suponer que Europa se desarrollará, durante mucho tiempo, a dos velocidades. El periodo de transición de la sociedad portuguesa se yuxtapone, así, al periodo de transición de la propia Europa. Cualquier previsión es, por tanto, doblemente arriesgada. Con todo, sin olvidar esta precaución, osaría afirmar que, en el caso de Portugal, es probable que un nuevo modo de regulación semiperiférico se configure y establezca poco a poco.
La semiperiferia en la intersección de lo hiperlocal y lo trasnacional: la conjugación de la teoría del sistema mundial con la perspectiva de la regulación
Si pasamos revista al conocimiento que, en los últimos cuarenta años, las ciencias sociales acumularon sobre los países centrales, desarrollados o del Primer Mundo, y los países periféricos, menos desarrollados o del Tercer Mundo, verificamos que ese conocimiento no consigue proporcionar un marco de análisis adecuado a la sociedad portuguesa. Si, en ciertos aspectos, dicha sociedad se aproxima a las características generalmente atribuidas a los países centrales, en otros parece más próxima de las características del Tercer Mundo.
En términos de indicadores socioeconómicos, Portugal ocupa una posición intermedia en el sistema mundial. Aunque poco preciso, el PNB per cápita es uno de esos indicadores. En un estudio efectuado por Arrighi y Drangel (1986) sobre la evolución mundial del PNB per cápita en los últimos cincuenta años, Portugal ocupa una sólida posición intermedia. Otro indicador más ilustrativo es el grado de homogeneidad entre la estructura sectorial de la producción (agricultura, industria y servicios) y la estructura del empleo. Basada en este indicador, la comparación entre varios países, en el periodo de 1960 a 1983, hecha por Augusto Mateus (1987, p. 5), revela la situación intermedia de la sociedad portuguesa[4].
Según la teoría del sistema mundial, la existencia de sociedades con grados intermedios de desarrollo es una característica relacional, estructural y permanente del sistema mundial[5]. La primera formulación del concepto de semiperiferia en la obra de Wallerstein titulada El sistema mundial moderno (1974) es bastante esclarecedora al respecto. Más tarde, este autor subrayará el contenido político de la semiperiferia. Los países semiperiféricos, debido exactamente a su carácter intermedio, desempeñan una función de intermediación entre el centro y la periferia del sistema mundial y, un poco como las clases medias lo hacen en las sociedades nacionales, contribuyen a atenuar los conflictos y las tensiones entre el centro y la periferia. En las propias palabras de Wallerstein: «En momentos de expansión de la economía-mundo, los Estados [semiperiféricos] se unen, como satélites, a una determinada potencia central y sirven, hasta cierto punto, de correas de transmisión y de agentes políticos de un poder imperial» (1984, p. 7).
En los últimos años, el intenso estudio al que los países semiperiféricos fueron sometidos llevó a la mudanza en el concepto de semiperiferia. Basado en la investigación realizada en el Centro Fernand Braudel, Carlos Fortuna concluye que los Estados semiperiféricos se caracterizan por una red de actividades productivas con un relativo equilibrio entre las producciones del centro y las de la periferia, lo que les confiere una especial capacidad de maniobra institucional y política dentro del sistema interestatal (1987, p. 180). Pero, como subraya William Martin, «reconocer la persistencia de la semiperiferia plantea muchos más problemas que aquellos que resuelve»; seguidamente apunta las dudas que considera más importantes: «Si los Estados semiperiféricos están a medio camino entre las redes centrales y las redes periféricas, ¿cómo es que se alcanza y se mantiene esa posición ante fuerzas tan fuertemente polarizadas como las de la economía-mundo? Si la periferia es más que un simple problema estadístico de índices de desarrollo, ¿cómo es que esa zona funcionó, a lo largo de los años, como parte de un mundo capitalista en desarrollo? ¿Cómo y por qué razón la periferia, por lo menos en el siglo xx, funcionó como terreno preferente de movimientos sociales, sindicales, nacionalistas y antisistémicos?» (Martin, 1990, p. 4).
No cabe aquí examinar pormenorizadamente el concepto de semiperiferia, y menos aún el de sistema mundial, del cual forma parte. Me limitaré a destacar dos aspectos. El primero se refiere a la regionalización de la situación semiperiférica. De acuerdo con la teoría del sistema mundial, una de las características estructurales de la economía-mundo capitalista es la competencia entre los países del centro. De ello resulta una división del sistema mundial en regiones, en zonas de influencia, formadas por un conjunto de países con fuertes lazos económicos, sociales, políticos y culturales, en el centro de los cuales está uno o más de uno de ellos (actualmente Estados Unidos, Japón, Europa occidental). A mi entender, aunque el tipo de intermediación generalmente desempeñada por las sociedades intermedias sea definido globalmente en el propio sistema mundial, las intermediaciones específicas son determinadas por la región del sistema mundial a la ...

Índice

  1. Cubierta
  2. LA DIFÍCIL DEMOCRACIA
  3. Legal
  4. Prefacio
  5. Introducción
  6. Parte I. La transición de la Revolución del 25 de abril de 1974 a la integración europea
  7. Capítulo I. La Revolución del 25 de abril de 1974
  8. Capítulo II. El Estado y la sociedad en la semiperiferia del sistema mundial: el caso portugués
  9. Capítulo III. Pensar el socialismo después de la Revolución de 1974
  10. Parte II. La transición de la integración europea a la desintegración europea
  11. Capítulo IV. Un diagnóstico portugués
  12. Capítulo V. La desmesura de las medidas de austeridad recesiva
  13. Capítulo VI. Salir de la crisis con dignidad y esperanza
  14. Capítulo VII. La amenaza del fascismo social
  15. Capítulo VIII. Otra Europa es posible
  16. Capítulo IX. Otro mundo es posible
  17. Parte III. Democratizar la democracia
  18. Capítulo X. Politizar la política y democratizar la democracia
  19. Capítulo XI. Populismo, democracia e insurgencia: formas contemporáneas de lo político
  20. Parte IV. Reinventar las izquierdas
  21. Capítulo XII. ¿Por qué Cuba se ha vuelto un problema difícil para la izquierda?
  22. Capítulo XIII.Catorce cartas a las izquierdas
  23. Conclusión
  24. Post scriptum. La incertidumbre, entre el miedo y la esperanza
  25. Bibliografía
  26. Publicidad