El futuro del sistema de pensiones
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El futuro del sistema de pensiones

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El futuro del sistema de pensiones

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En este ensayo Robin Blackburn realiza un crítico examen sobre la crisis fiscal y la corrupción empresarial de una sociedad en proceso de envejecimiento. Los acontecimientos de los últimos años (la burbuja de los fondos de inversión de EEUU, el sube y baja de los mercados de valores, y una cadena de grandes escándalos empresariales, de Enron a Parmalat) han hecho que se esfumen miles de millones de dólares de los ahorros de los trabajadores a ambos lados del Atlántico, revelando la incapacidad de la industria de servicios financieros a la hora de desempeñar su papel como custodio de los ahorros y los fondos de pensiones. Así mismo, también pone de manifiesto la ausencia de responsabilidad en el corazón de lo que Blackburn denomina el "capitalismo gris", término que alude a las turbias prácticas y a la falta de transparencia en el mundo financiero y corporativo. El autor explica por qué los intentos de cubrir el coste del envejecimiento de la sociedad a través de una proliferación de productos financieros están condenados al fracaso y tienen una serie de desafortunados efectos secundarios. De hecho, la llamada ingeniería financiera ha permitido a las empresas escapar de los impuestos, al tiempo que favorece que un nuevo tipo de ejecutivo acumule absurdas fortunas a expensas de los accionistas y empleados. Pero, en este análisis, Blackburn no se limita a exponer los problemas; también platea soluciones al identificar nuevas fuentes de financiación de pensiones (sobre todo la manera de garantizar que las empresas hagan una contribución real) y esboza lo que podría ser un nuevo régimen progresivo de fondos de pensiones, que abarque a todos los ciudadanos y en el que no se pueda diluir ni eludir la responsabilidad.

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Información

Año
2014
ISBN
9788446040347
Apéndice
Un plan de pensiones global1
Para el año 2050 se prevé que la población mundial ascienda a algo más de 9.000 millones de personas, de las que un 22 por 100 –unos 2.000 millones de personas–, una cifra sin precedentes, tendrán más de 60 años de edad. Si no se produce un cambio radical de las políticas actuales, bastante más de la mitad de estas personas, unos 1.200 millones, carecerán de una garantía adecuada de sus rentas, según reza un informe reciente de la ONU, World Economic and Social Survey 2007. Development in an Ageing World. Ya en la actualidad, tal como observan sus autores, «El 80 por 100 de la población mundial no cuenta con la protección suficiente en la vejez que les permita hacer frente a los problemas de salud, discapacidad e incertidumbre de sus rentas […]. Sólo en los países en vías de desarrollo, unos 342 millones de personas mayores carecen en la actualidad de una garantía adecuada de sus rentas»2.
El envejecimiento de las sociedades capitalistas avanzadas, sobre todo en Europa y Japón, se ha convertido en un tema de actualidad en los últimos años. Pero aunque sus causas –aumento de la longevidad y caída de la tasa de nacimientos– son más fuertes en los países ricos y en los países en vías de desarrollo que más crecen, no se limitan a esas regiones. En 2050 se espera que Asia, incluyendo a la India y a China, cuente con no menos de 1.249 millones de personas mayores, lo que ascendería al 24 por 100 de la población3. En 2005 África tenía sólo 48 millones de personas con más de 60 años, lo que suponía el 5,2 por 100 de la población total; pero en 2050 el tamaño de ese grupo se habrá cuadruplicado hasta los 207 millones, ascendiendo al 10,3 de la población total. Dicho de otra manera, se espera que África tenga más personas mayores que América Latina y el Caribe (con 187 millones de personas de más de 60 años de edad) y casi tantas como los 229 millones de europeos del mismo tramo de edad.
Y esto no es todo, el intervalo de edad que está creciendo al ritmo más elevado en todo el mundo es el de los frágiles y vulnerables «más mayores». Hoy hay 88 millones de personas de más de 80 años en todo el mundo; se prevé que en 2040 habrá 98 millones sólo en China, 47 millones en la India y 13 millones en Brasil. La cifra global de personas de más de 80 años ascenderá a 402 millones para 2050, a juzgar por las proyecciones del Departamento de Población de la ONU. Tal como observa el informe de la ONU Developing in an Ageing World,
La transición demográfica plantea un desafío enorme […]. Para quienes carecen de protección no existe la idea de jubilación; deben continuar dependiendo de su trabajo, lo que supone un desafío aún mayor para las personas de edad más avanzada (80 años o más). Para sobrevivir, las personas más mayores deben contar también con el apoyo de la familia y de la comunidad, que, si también padecen una penuria de recursos, pueden no ofrecer un sólido seguro social. A este respecto, las personas mayores que sean solteras, viudas o sin hijos (y en particular las mujeres) se enfrentan a un riesgo aún mayor de caer en la pobreza extrema4.
Protección global
La pensión de jubilación universal y de financiación pública ha sido un medio popular y eficaz de reducción de la pobreza y de extensión de la ciudadanía social en todos los Estados desarrollados. En la era de la globalización, es justo pensar que un dispositivo probado y contrastado de protección de los medios de vida de los más mayores debiera implantarse en todo el mundo, mediante una pensión global que ascendería a una suma modesta y sería financiada mediante una modesta tasación de las transacciones financieras globales y del patrimonio de las corporaciones. En un principio, la pensión de jubilación podría fijarse en un dólar diario, teniendo presente que incluso una suma tan pequeña contribuiría a sacar de la miseria a cientos de millones de personas mayores en todo el mundo.
La miseria y la desigualdad son tan grandes en el mundo actual que medidas paliativas muy modestas pueden tener un gran impacto. Hay 2.500 millones de personas que viven con menos de 2 dólares al día, una categoría en la que queda incluida probablemente la mayoría de los más mayores. El 10 por 100 más pobre de la población mundial recibe tan sólo un 0,7 por 100 de la renta global, mientras que el decilo más rico domina un 54 por 100. En este mundo de «copa de champán», los acomodados sorben el cuenco rebosante de la copa, mientras que el resto empobrecido o que sobrevive con dificultad provee el reducido pie de la misma. En tales condiciones, un dólar al día es menos que un error de redondeo para los ricos; y, sin embargo, supondría un balón de oxígeno para las personas mayores pobres en todo el mundo5.
Los planes públicos de pensiones han contribuido a poner coto a la pobreza en el mundo desarrollado, pero no la han abolido. En los países en vías de desarrollo, los seguros de pensión tan sólo cubren a un quinto de la población, y en cualquier caso son muy modestos. Los planes de jubilación cubren a poco más del 15 por 100 de los hogares del mundo. Incluso Estados como la India y Chile, dotados de economías que crecen y de una considerable capacidad administrativa, no consiguen proporcionar pensiones básicas. La pensión de ancianidad en la India se concede previa comprobación de recursos y asciende tan sólo a 2 dólares al mes para aquellos que están en condiciones de pedirla6. Mientras que los pobres que residen en las ciudades indias no son lo bastante pobres como para hacer una solicitud, a los pobres de las áreas rurales les resulta demasiado caro hacerlo (un «wallah de las pensiones» puede recaudar esa renta miserable, pero cobrará por ello una fuerte comisión). El sistema de pensiones chileno ha sido puesto como ejemplo, sin embargo deja al 40 por 100 de la población completamente desguarnecida y proporciona tan sólo una débil cobertura al otro 40 por 100.
El vínculo actual entre el derecho a la pensión y el trabajo remunerado es particularmente malo para las mujeres y para todas aquellas personas que trabajan en la economía informal. Como las mujeres tienden a vivir unos años más que los hombres, la mayoría de las personas mayores son mujeres: hoy las mujeres comprenden el 55 por 100 de las personas de más de 60 años en todo el mundo, una cifra que asciende al 65 por 100 en América del Norte y al 70 por 100 en Europa. En todo el mundo, las mujeres componían el 63,5 por 100 de las personas de más de 80 años en 2005, una cifra que se espera que descienda ligeramente hasta el 61,4 por 100 para 2050. Como el trabajo no pagado de las mujeres en el hogar no cuenta como contribución en la totalidad de los sistemas de pensiones privados y en la mayoría de los públicos, más del 75 por 100 de los ancianos pobres son mujeres. Además, el trabajo de cuidado de los demás miembros de la familia por parte de las mujeres mayores no es sólo una cuestión del pasado, sino que continúa en la actualidad con el cuidado del esposo, de los nietos y de los enfermos7. En los países azotados por el VIH/SIDA las mujeres mayores son esenciales para la supervivencia de la familia, puesto que asumen los cuidados paternos de los niños. Más del 60 por 100 de los huérfanos en Sudáfrica y Zimbabue y el 50 por 100 de los huérfanos de Botsuana, Malawi y Tanzania, viven con sus abuelos8. Si pudiera encontrarse una vía fiable para encauzar 30 dólares al mes o 90 cada trimestre para los ancianos en los países en vías de desarrollo, no sólo se reduciría la pobreza de forma generalizada, sino que se pondrían los recursos en manos de quienes pueden hacer un buen uso de ellos.
A medida que envejecen las poblaciones, los esfuerzos se centran en los planes de cuidado de los ancianos en las redes familiares y de parentesco9. En la actualidad, el 75 por 100 de las personas mayores en Asia y América Latina continúan viviendo con sus hijos y nietos, mientras que en Europa y en América del Norte el 73 por 100 de los ancianos viven solos. Sin embargo, la tendencia a que los ancianos vivan solos o con sus cónyuges está aumentando en todas partes10. Las personas mayores que viven solas corren el mayor riesgo de caer en la pobreza, sobre todo cuando reciben una pensión escasa o ninguna en absoluto. Pero allí donde la unidad familiar extendida es pobre, la proporción creciente de los ancianos en situación de dependencia agrava su pobreza. Desde luego, los abuelos y otros parientes ancianos que viven en la casa pueden ayudar en el cuidado de los hijos y otras tareas; pero si carecen por completo de ingresos pueden representar un factor que contribuya decisivamente a que toda la familia caiga por debajo del umbral de pobreza. Incluso una pensión muy modesta contribuiría a aliviar esa incómoda tensión. La pensión global se adecuaría a los patrones residenciales y al mismo tiempo reforzaría la capacidad de las familias para hacer frente a sus problemas, tanto si éstos incluyen la residencia compartida como si no.
¿Contratendencias?
Las cifras absolutas de personas mayores que manejan las previsiones preocupan a los vivos y sólo se demostrarían falsas si se produjera un aumento en gran escala e imprevisto de la tasa de mortalidad, con motivo de epidemias u otras catástrofes. Pero la proporción mundial de población mayor podría reducirse si se produjera un aumento espectacular de la tasa de nacimientos. En la mayoría de los países avanzados la tasa de nacimientos ha descendido a entre 1,2 y 1,8 niños por mujer, con un 30 por 100 de mujeres que no tienen hijos y muchas que se limitan a uno. Esta tendencia global está consolidada en todo el mundo desarrollado y ahora se torna manifiesta también en el mundo en vías de desarrollo. Puesto que el declive se tornó pronunciado hace tres o cuatro décadas, sus consecuencias se harán sentir durante mucho tiempo.
Aunque tanto el aumento de la longevidad como el descenso de la tasa de natalidad contribuyen al envejecimiento de las poblaciones, si el descenso de esta última es mayor que el aumento de la primera, la población disminuye. La tasa de nacimientos en Japón ha caído hasta quedar en una media de sólo 1,3 niños por cada mujer en sus años fértiles. Por primera vez, la población de Japón disminuyó realmente en 2005 en varios miles, y entre 2005 y 2030 pasará de los 127 millones a los 100 millones11. Para mediados del presente siglo, 50 Estados tendrán menos población de la que tenían en 2000, y la población mundial total podría ciertamente disminuir en las últimas décadas del siglo xxi. En la actualidad se está produciendo una cierta recuperación respecto a tasas de natalidad bajísimas (por ejemplo, en Italia), pero esto no tiene por qué suponer que vuelvan a recuperarse las tasas de sustitución. Si la disminución de las poblaciones se asocia a otras medidas para aliviar la presión sobre los recursos y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, podría perfectamente traducirse en una serie de consecuencias positivas. No obstante, habrá que enfrentarse aún a los costes probables de una sociedad en proceso de envejecimiento, y estos serán altos.
Se afirma con frecuencia que el envejecimiento de la población puede verse contrarrestado con la inmigración. Las proyecciones que he citado asumen la continuidad de las tendencias migratorias actuales; aunque tales flujos pueden mitigar el envejecimiento de la población en determinados países, no pueden, desde luego, reducir el envejecimiento de la población global. En efecto, en la medida en que el flujo migratorio consiste más en la llegada de poblaciones «jóvenes» a regiones donde la tasa de nacimientos es mucho menor y la esperanza de vida mayor, es probable...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Dedicatoria
  5. Reconocimientos
  6. Prefacio a la edición castellana. Crónica de un desastre
  7. Introducción. La necesidad de un nuevo colectivismo
  8. I. El nuevo curso de la vida: su forma y sus costes
  9. II. El Estado de bienestar dividido y el río del tiempo
  10. III. El fracaso comercial y corporativo
  11. IV. El tenebroso mundo del capital gris
  12. V. Los límites de la reforma y el activismo accionarial
  13. VI. La necesidad de unas pensiones públicas fuertes
  14. VII. Cómo financiar pensiones dignas y domeñar a las corporaciones
  15. Epílogo. Viviendo en presencia de nuestro propio futuro
  16. APÉNDICE