Las caras de Franco
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Las caras de Franco

Una revisión histórica del caudillo y su régimen

  1. 288 páginas
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Las caras de Franco

Una revisión histórica del caudillo y su régimen

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Información del libro

Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, jefe del Gobierno, jefe del Estado, jefe Nacional del Movimiento, Caudillo de España por la gracia de Dios, dictador. Han pasado más de cuatro décadas desde el 20 de noviembre de 1975, día en que el general Franco falleció en Madrid. Para el momento de su muerte, casi habían transcurrido otras cuatro décadas en las que ocupó la Jefatura de Estado al frente de una dictadura legitimada por la victoria en la Guerra Civil.Las caras de Franco. Una revisión histórica del caudillo y su régimen reevalúa a través de distintas perspectivas la figura, pública y privada, y la personalidad del dictador, su actividad como gobernante, las fuentes de su poder… cuestiones que sirven para explicar cómo el dictador consiguió perpetuarse sin grandes dificultades durante 40 años, falleciera de muerte natural y no recibiera ningún revés político que hiciera peligrar su posición.

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Información

Año
2017
ISBN
9788432318252
Categoría
History
I. CAUDILLO DE ESPAÑA. FRANCO, UN DICTADOR SOBERANO Y CARISMÁTICO
Enrique Moradiellos
LA CONVERSIÓN DE FRANCO EN CAUDILLO. UN PROCESO COMPLEJO EN UN CONTEXTO DE GUERRA CIVIL
«Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios.» Tal era la inscripción que circundaba una efigie muy reconocible en el reverso de las monedas españolas acuñadas desde diciembre de 1946 por decisión unánime de las Cortes Españolas y tras su preceptiva publicación en el Boletín Oficial del Estado como Ley de 18 de diciembre de 1946 sobre acuñación de un nuevo sistema monetario (BOE de 19 de diciembre de 1946).
No era la primera vez, ni mucho menos, que el general Francisco Franco Bahamonde (Ferrol, 4 de diciembre de 1892-Madrid, 20 de noviembre de 1975) recibía un homenaje oficial y público de ese tipo reservado normalmente para los monarcas españoles puesto que «la moneda es una expresión de la soberanía» (en palabras del propio Franco pronunciadas el 20 de enero de 1939, muy pocos meses antes de lograr la victoria definitiva sobre el enemigo en la Guerra Civil)[1]. No era, tampoco, la primera vez (ni sería la última) que una agencia estatal y un documento oficial le atribuían el título de «Caudillo de España» para definir así, escueta y formalmente, la suprema magistratura política que ostentaba y el principal cargo institucional que desempeñaba desde su «exaltación» a la Jefatura del Estado el 1 de octubre de 1936.
En aquella ocasión crucial para su régimen, Franco había recibido en la Capitanía General de Burgos la transferencia de «todos los Poderes del Estado» que, a su vez, había asumido el 24 de julio de 1936 la Junta de Defensa Nacional, el organismo de mando colegial creado por el generalato sublevado para hacer frente a la conversión en Guerra Civil de una insurrección militar solo parcialmente triunfante en media España. Esta Junta burgalesa había justificado su insurrección frente al poder constituido reactualizando los antiguos principios del más rancio pretorianismo militar español, que situaba al Ejército por encima de cualquier institución civil y constitucional en caso de emergencia nacional y peligro para la patria, como declaraba en su proclama insurreccional:
No somos rebeldes, porque ahora y siempre obedecemos al supremo deber del patriotismo. No usurpamos la autoridad, sino que recogemos el poder abandonado entre fango y entre sangre, en medio del arroyo. […] Aspiramos, en el plazo más breve posible, a fortificar los resortes del poder, garantizar la vida y seguridad de los ciudadanos, vigorizar el patriotismo, pacificar moral y materialmente a la nación; […] y todo ello, como trámite previo a la devolución al pueblo español de los resortes del poder que la violencia, el fraude y el crimen le han arrebatado[2].
El carácter dictatorial de aquella solución política provisional era incontestable y reconocido, como también el hecho de que respondía al único modelo conocido y apreciado por los mandos sublevados: el régimen de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930). El propio Franco, en declaraciones a la prensa portuguesa el 13 de agosto de 1936, había utilizado el concepto y las fórmulas tecnocráticas propias de aquel ensayo político al que había prestado su concurso y apoyo:
El Directorio Militar llamará junto a él a los elementos que crea precisos para realizar la obra proyectada en el más breve plazo. Su administración estará a cargo de elementos técnicos y no políticos, ya que intentamos, y lo conseguiremos, transformar por completo la estructura de España. […] La dictadura militar procurará agrupar con ella a quienes lo merezcan por su capacidad y (porque) su tecnicismo ofrezca el máximo de garantía[3].
La exposición de motivos del decreto que transformaba a Franco en el representante personal e individual del único poder efectivo y dictatorial imperante en la España insurgente subrayaba «la alta conveniencia de concentrar en un solo poder todos aquellos que han de conducir a la victoria final y al establecimiento, consolidación y desarrollo del nuevo Estado». Por eso mismo, sus compañeros de armas acordaban su nombramiento como «jefe del Gobierno del Estado español» (una función política y administrativa) y «Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire» y «general jefe de los Ejércitos de operaciones» (una función militar y estratégica), con el añadido de la plena asunción personal de «todos los poderes del nuevo Estado»[4]. Las palabras de Franco al recibir esa transferencia de poderes de la junta de generales no dejaban duda de que era bien consciente de la inmensidad de la autoridad que recibía y de su procedencia militar originaria:
Mi general, señores generales y jefes de la Junta: podéis estar orgullosos; recibisteis una España rota y me entregáis una España unida en un ideal unánime y grandioso. La victoria está a nuestro lado. Ponéis en mis manos a España y yo os aseguro que mi pulso no temblará, que mi mano estará siempre firme. Llevaré la patria a lo más alto o moriré en el empeño. Quiero vuestra colaboración. La Junta de Defensa Nacional seguirá a mi lado[5].
Cabe subrayar que las primeras disposiciones jurídicas que servirían de fundamento a la amplísima autoridad política asumida por Franco no incluían ninguna mención a su calidad de «Caudillo», sino tan solo a su condición de «jefe del Estado», «jefe del Gobierno del Estado», «Generalísimo» y «general jefe de los Ejércitos». De hecho, la primera ocasión en que se hizo uso público formal y legal de ese título de caudillaje fue casi un año después de esa fecha fundacional, cuando el Boletín Oficial del Estado (BOE del 28 de septiembre de 1937) publicó una orden crucial de la presidencia de la entonces llamada Junta Técnica del Estado (el organismo de administración civil que Franco había creado al día siguiente de asumir los poderes de la Junta de Burgos). En ella, se le daba al título carta oficial de existencia jurídica al instituir la «Fiesta Nacional del Caudillo» de obligada conmemoración oficial durante el resto de la existencia del régimen franquista:
El 1.o de octubre próximo se cumple el primer aniversario del momento histórico en que, asumiendo por la gracia de Dios y verdadera voluntad de España, los máximos poderes, fue solemnemente proclamado jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Nacionales de Tierra, Mar y Aire, el Excmo. Sr. General D. Francisco Franco Bahamonde, jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS y Caudillo Supremo del Movimiento salvador de España.
Con posterioridad, una segunda ocasión para refrendar legalmente la condición de «Caudillo» de Franco fue motivada por la publicación del decreto de 31 de julio de 1939 que contenía los «Estatutos de Falange Española Tradicionalista y de las JONS» (BOE del 4 de agosto de 1939). En ese texto legal, que sancionaba al partido único formado en abril de 1937 por fusión obligada de todas las fuerzas derechistas como «Movimiento militante inspirador y base del Estado español», su artículo 46 definía el cargo con los siguientes caracteres:
El jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, Supremo Caudillo del Movimiento, personifica todos los valores y todos los honores del mismo. Como autor de la era histórica donde España adquiere las posibilidades de realizar su destino y con él los anhelos del Movimiento, el jefe asume, en su entera plenitud, la más absoluta autoridad. El jefe responde ante Dios y ante la historia.
La tercera ocasión de atribución a Franco del título de «Caudillo» fue mediante una «disposición» de 21 de mayo de 1941 que delimitaba «las respectivas competencias de los mandos superiores» del Movimiento Nacional y corroboraba literalmente su «caudillaje y jefatura» de manera expresa. Así rezaba el artículo 3.o: «Los nombramientos de personal y Mandos […] se harán en nombre del Caudillo por la Presidencia de la Junta Política y a propuesta de la Secretaría General, con la firma de ambos titulares». Teniendo en cuenta que ambos cargos eran, según los estatutos, nombrados, designados y separados «libremente» por el jefe Nacional y Caudillo, cabe ver la disposición como una mera reafirmación de su poder soberano y constituyente[6].
La cuarta y decisiva ocasión para corroborar la condición jurídico-política de Franco como «Caudillo» tuvo que esperar a la proclamación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 26 julio de 1947 (BOE del 27 de julio de 1947), aprobada por las Cortes franquistas y sometida a referéndum nacional (en las condiciones de limitación de la libertad de expresión prevalecientes) y que supuestamente tuvo el apoyo «del 82 por 100 del Cuerpo electoral, que representa el 93 por 100 de los votantes». En ella el artículo primero convertía a España en un «reino» pero entregaba su «Jefatura» vitalicia a un «Caudillo» que también era regente de facto y con derecho a elección de su sucesor «a título de rey o de regente» y siempre con posibilidad de revocar su elección si así lo entendiera conveniente:
Artículo 1.o: España, como unidad política, es un Estado católico, social y representativo que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino.
Artículo 2.o: La Jefatura del Estado corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos, D. Francisco Franco Bahamonde[7].
Quizá el último uso público oficial de la categoría jurídica y política de «Caudillo» referido a Franco tuvo lugar con motivo de su fallecimiento, por muerte natural, en la madrugada del 20 de noviembre de 1975. Aquel mismo día, el BOE publicaba un Decreto-Ley 15/1975 que disponía tres días de luto oficial en el país con la siguiente exposición de motivos:
Fallecido el jefe del Estado, Caudillo de España y Generalísimo de los Ejércitos, Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde, y convocadas las Cortes Españolas y el Consejo del Reino para la sesión conjunta que se celebrará el día veintidós de los corrientes, a fin de recibir el juramento prescrito en la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado.
Dejando el ámbito jurídico formal, cabe apreciar igualmente el devenir en el ámbito del lenguaje popular y del léxico mediático de ese título de «Caudillo» (muy pronto en mayúscula y siempre en singular) como expresión de la más alta magistratura del Estado residenciada en la persona de Franco. Y, desde luego, es evidente que su uso fue muy anterior a su conversión en título oficial con motivo de la orden de septiembre de 1937 que instituía la «Fiesta Nacional del Caudillo». De hecho, el vocablo estaba en circulación desde el propio 1 de octubre de 1936, en gran medida como parte de una campaña de prensa y propaganda destinada a proyectar la figura política de Franco en el seno del bando insurgente y por encima del resto de generales sublevados[8].
Así, por ejemplo, el mismo día 1 de octubre de 1936, el diario gallego El Eco de Santiago presentaba a Franco como «ilustre general» nombrado por la Junta de Defensa Nacional, «jefe del Gobierno del Estado» y «Generalísimo de los Ejércitos», pero añadiéndole la categoría de «Caudillo» de «valor extraordinario» y «uno de los más gloriosos [nombres] del Ejército africano». Por su parte, al día siguiente, 2 de octubre, el diario monárquico ABC (en su edición sevillana) informaba de la asunción de «los plenos poderes» por parte del «jefe del Nuevo Estado Español» calificándole de «caudillo que tiene los poderes del Estado» y es «fundador de la patria nueva». Y muy pocas semanas después toda la prensa de la zona insurgente rotulaba sus portadas con las siguient...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Introducción. Conocer y comprender a Franco y su régimen
  5. I. Caudillo de España. Franco, un dictador soberano y carismático
  6. II. Franco en los cuarteles. El Generalísimo de los Ejércitos
  7. III. Franco y el nacionalcatolicismo. La construcción del carisma religioso (1936-1939)
  8. IV. Franco y el yugo y las flechas. El jefe Nacional de la Falange
  9. V. Franco ante las cámaras y en la pantalla. Del blanco y negro al color
  10. VI. Franco en la prensa diaria. La construcción del carisma mediático
  11. VII. El tirano demonizado. Franco en el imaginario antifranquista
  12. VIII. Mito y desmitificación de Franco en la literatura
  13. IX. El Caudillo entre papeles. Archivos y memoria del franquismo
  14. Sobre los autores