Mente y mundo
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Mente y mundo

Aproximación neurológica

  1. 112 páginas
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Mente y mundo

Aproximación neurológica

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"Mente y mundo" es un ensayo filosófico en el que se da respuesta al viejo problema de cómo se vinculan el lenguaje y el pensamiento con el mundo, pero desde una perspectiva enteramente nueva: la que en la actualidad nos proporcionan la psicología cognitiva y la neurología. La aparición en los últimos años de nuevas técnicas en la exploración de la actividad funcional del cerebro, tales como las tomografías por emisión de positrones o las imágenes funcionales por resonancia magnética, entre otras, junto con la información derivada de las lesiones cerebrales, proporcionan en el momento actual unos cimientos relativamente sólidos sobre las bases neuronales que gobiernan tanto los procesos de percepción como el funcionamiento del lenguaje. Es a partir de estas aportaciones como en este ensayo se va a abordar y a proporcionar una respuesta consistente a esta cuestión.

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Información

Año
2014
ISBN
9788446040477
VI. Identificación perceptiva y lenguaje
Bajo el título «identificación perceptiva y lenguaje» no me propongo otra cosa que analizar la vinculación del lenguaje con nuestras identificaciones perceptivas o, para decirlo de otro modo, la vinculación del lenguaje con el mundo. Como se ha venido sosteniendo ya a lo largo de los capítulos anteriores, esa vinculación no lo es del lenguaje con un mundo supuestamente independiente de la mente, sino del lenguaje con el mundo codificado de nuestra experiencia, con el mundo tal como éste es identificado en los procesos de percepción. Y esto es lo que ahora me propongo fundamentar a través del estudio de los mecanismos neuronales implicados en los procesos de constitución de ese mundo codificado de nuestra experiencia.
La identificación perceptiva que hacemos de los objetos, propiedades o acontecimientos de nuestro entorno, en los actos de percepción es el resultado de un largo proceso en el que intervienen múltiples áreas de la corteza cerebral, cada una de ellas especializada en procesar un determinado tipo de información, tal como vamos a ver en la primera parte de este capítulo. Y esto es importante porque, como veremos en la segunda parte, el lenguaje va a tomar precisamente sus contenidos de esas diversas áreas asociativas de la percepción donde esos contenidos han sido procesados y almacenados, lo que se pone de manifiesto en el hecho de que la lesión de alguna de esas áreas conlleva, a nivel perceptivo, la pérdida de la información por ellas procesada y, a nivel lingüístico, la pérdida de los contenidos semánticos correspondientes. Por otra parte, y en esa misma línea, las nuevas técnicas de exploración en la actividad funcional del cerebro avalan también la hipótesis de que las expresiones del lenguaje que utilizamos en la codificación de la estimulación procedente de los ítems que identificamos perceptivamente, toman sus contenidos de las áreas asociativas de la percepción.
La percepción y sus contenidos
En el capítulo I se había visto cómo, en los procesos de identificación visual perceptiva, la estimulación procedente de los ítems percibidos es captada por los fotorreceptores de nuestra retina y cómo la información procedente de esa estimulación es enviada por las células ganglionares al núcleo geniculado lateral del tálamo y de ahí al área visual primaria o área estriada que, en su conjunto, cumple una función segregadora. Los aproximadamente 2.500 módulos de que consta el área visual primaria analizan la estimulación procedente de la totalidad del campo visual y, después de un primer análisis, envían los distintos tipos de información (color, orientación, movimiento, textura, disparidad binocular, etc.) a las correspondientes áreas de la corteza visual de asociación, especializadas cada una de ellas en procesar uno de esos tipos de información.
Como ya se indicó también en el capítulo I, hoy prácticamente todos los neurólogos están de acuerdo en reconocer, cuando menos, la existencia de dos corrientes en el procesamiento de la información visual procedente del área visual primaria: la corriente ventral y la corriente dorsal. Ambas corrientes tienen su origen en el área visual primaria. Pero mientras que la corriente ventral sigue un camino descendente para terminar en la corteza del lóbulo temporal inferior, la corriente dorsal asciende y termina en la del parietal superior, tal como se muestra en la figura 5.
Los investigadores creen haber podido distinguir ya a lo largo de estas dos corrientes de la corteza visual de asociación hasta un total de 25 regiones y subregiones distintas. Esas regiones están dispuestas jerárquicamente, de tal modo que el grueso de la información sigue un camino ascendente; es decir, cada región recibe información de las regiones jerárquicamente anteriores, procesa esa información y envía los resultados a las regiones que ocupan un lugar posterior en ese orden jerárquico, aunque también pueden detectarse axones que siguen el camino descendente en ese orden jerárquico. La particularidad radica en que los axones que descienden son muchos menos en número que los que ascienden.
Estudios con monos y humanos muestran que la lesión de determinadas regiones de la corteza extraestriada del lóbulo occipital medial de la corriente ventral pueden causar una pérdida completa de la visión del color. Es lo que se conoce como «acromatopsia». Los sujetos acromatópsicos no sólo pierden la visión del color, sino que con la lesión de esas áreas pierden también la capacidad para imaginar colores, e incluso la capacidad para recordar los colores de los objetos que habían visto antes de que ocurriera la lesión1. Es como si la información relativa al color estuviera almacenada en las mismas áreas cerebrales en las que es procesada. En todo caso, lo que sí podemos afirmar con seguridad es que las áreas de la corteza cerebral en las que se procesa un determinado tipo de información –en este caso el color– resultan imprescindibles no sólo para poder seguir percibiendo ese tipo de información, sino también para poder recuperar la información de la que ya se disponía con anterioridad a la lesión. Los sujetos acromatópsicos no sólo pierden la visión del color sino que también pierden la noción de color; los términos del lenguaje relativos a los colores carecen de significado para ellos. Los sujetos acromatópsicos conservan, sin embargo, la agudeza visual, la capacidad para distinguir entre los distintos tipos de objetos, siempre, claro está, que la diferencia entre ellos no dependa exclusivamente del color. Su visión, tal como la describen los pacientes, es parecida a la de una película en blanco y negro.
Al igual que el análisis del color empieza en las neuronas de la corteza estriada sensibles al color y prosigue en las áreas asociativas de la visión de la corriente ventral, el análisis de la forma y la posterior identificación de los objetos también tienen lugar a lo largo de la corriente ventral. Los estudios llevados a cabo con primates muestran cómo las neuronas de la corteza estriada sensibles a la orientación y a la frecuencia espacial envían la información por ellas procesada a distintas regiones de la corteza extraestriada, siguiendo la corriente ventral, donde se procede al análisis de la forma y posterior identificación de los objetos. En concreto, estos estudios parecen poner de manifiesto que la identificación de los objetos particulares tiene lugar en la región ventral del lóbulo temporal inferior. Es en esa región, situada al final de la corriente ventral, donde confluyen los análisis del color y la forma. La lesión de esa región de la corteza cerebral en los humanos produce agnosia visual perceptiva: incapacidad para reconocer los objetos por su forma. Una modalidad menos grave de agnosia visual perceptiva es la prosopagnosia, la incapacidad para reconocer a los individuos por sus caras, incluso en aquellos casos en los que se trata de las caras de familiares o amigos próximos. Sin embargo, estos pacientes pueden seguir reconociendo a esos familiares y amigos a través de su voz o de sus movimientos, lo que resulta perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que tanto la voz como el movimiento se procesan en otras regiones de la corteza cerebral.
Como ya se indicó anteriormente, la otra corriente importante en el procesamiento de la estimulación visual es la corriente dorsal que, partiendo también del área visual primaria, se dirige a través de la corteza extraestriada hacia la parte posterior del lóbulo parietal. En esta corriente se llevan a cabo dos funciones importantes desde un punto de vista vital: la percepción del movimiento y la percepción de la localización espacial de los objetos. En la percepción del movimiento están implicadas las neuronas del área V5, situada en una zona muy próxima a la unión del lóbulo occipital lateral con el lóbulo temporal. Y en la percepción de la localización espacial de los objetos está implicada la parte posterior de la corteza parietal, adonde llega la información de la corriente ventral después de haber pasado por el área V5. De hecho, las lesiones bilaterales de la región parieto-occipital dan lugar al denominado «síndrome de Balint», que se manifiesta en la forma de: a) ataxia óptica (dificultad para coger objetos bajo la dirección visual, b) apraxia ocular (incapacidad para percibir la localización espacial de los objetos) y c) simultanagnosia (incapacidad para percibir más de un objeto a la vez).
Aunque a grandes rasgos, las anteriores indicaciones sobre nuestra percepción visual estaban encaminadas a proporcionar un guión del proceso de percepción y un mapa de las grandes áreas cerebrales implicadas en dicho proceso. Ese proceso, como vimos, se inicia con la captación de la estimulación sensorial por los fotorreceptores de la retina y culmina con la identificación perceptiva del ítem que es destacado en el campo visual, una vez que la estimulación procedente de dicho campo ha sido procesada e integrada.
Si me he centrado en el sentido de la vista es porque es el sentido de la vista el que más se ha estudiado y el que mejor se conoce, pero, tal como se muestra en la figura 6, toda la parte posterior de la corteza cerebral humana está dividida en áreas sensoriales primarias y sus correspondientes áreas asociativas, en las que se recibe y procesa la información derivada de la estimulación relativa a cada uno de los sentidos.
De manera similar a como ocurría con el sentido de la vista, acontece también en relación con el resto de los sentidos. La estimulación captada por los órganos receptores de cada sentido se transmite, en primer lugar, al área sensorial primaria relativa a ese sentido y de ahí pasa a las correspondientes áreas asociativas en las que culmina el procesamiento de la estimulación. Y aunque el papel concreto que desempeña cada una de las subregiones de todas esas áreas es menos conocido que el correspondiente a las subregiones de la corteza visual, el estudio con pacientes muestra también que cuando algunas de esas regiones o subregiones resultan dañadas total o parcialmente, los sujetos pierden la capacidad de procesar, también total o parcialmente, la estimulación dependiente de esa región. Así, cuando un sujeto sufre una lesión en la corteza de asociación somatosensorial, puede perder la capacidad para identificar los objetos a través del tacto; es decir, de los objetos que puede tocar pero no ver, y con relación a su propio cuerpo, puede perder la capacidad para nombrar las partes que se le señalan o para señalar las partes que se le nombran. Y si la lesión afecta, pongamos por caso, a la corteza de asociación auditiva, los sujetos pueden tener dificultades en el reconocimiento auditivo de las palabras, lo que se conoce como sordera pura para las palabras. Por último, tal como se puede ver también en la figura 6, la parte anterior del cerebro está ocupada por el área motora primaria y sus correspondientes áreas asociativas, que cumplen, en su conjunto, con la importante función vital de planificar y controlar la ejecución de los movimientos, entre ellos los correspondientes a la articulación lingüística.
Si he tratado de destacar las distintas áreas cerebrales en las que se procesan los diversos tipos de estimulación sensorial, ha sido única y exclusivamente con el propósito de poder mostrar que la lesión de alguna de esas áreas implica, al nivel de la percepción, la incapacidad total o parcial para seguir procesando el tipo de información dependiente de esa área y, al nivel del lenguaje, como luego veremos, la pérdida de la información correspondiente. Así, por ejemplo, si como consecuencia de una lesión bilateral de la región parieto-occipital de la corteza cerebral, un sujeto pierde la capacidad para percibir la localización espacial de los objetos (apraxia ocular), al nivel del lenguaje ese sujeto perderá también la capacidad de asociar contenido semántico a términos o expresiones tales como «arriba», «abajo», «a la derecha de», «a la izquierda de», «encima de», etc.; es decir: a términos o expresiones que refieran a la localización espacial de los objetos. Es como si los términos del lenguaje en los que se codifican las experiencias perceptivas tomasen sus contenidos de las áreas asociativas de la percepción donde esos contenidos son procesados. Justamente eso es lo que me propongo poner de manifiesto en lo que sigue de este capítulo, dedicado a una presentación de las bases neurológicas del lenguaje. De lograr mi propósito, demostraré lo que acabo de indicar: que el lenguaje de percepción toma sus contenidos semánticos de las áreas asociativas de la percepción donde esos contenidos han sido procesados a nivel perceptivo (A. R., Damasio, 1989, pp. 25-62).
Las investigaciones neurológicas sobre el procesamiento cerebral de la estimulación sensorial, por una parte, y del lenguaje, por la otra, nos van a permitir demostrar que las áreas asociativas de la percepción implicadas en el procesamiento perceptivo de la estimulación sensorial relativa a una determinada dimensión de la realidad, son también activadas cuando esa misma dimensión de la realidad es objeto de expresión lingüística y, lo que es más importante, la lesión de una de esas áreas implica la pérdida de la información correspondiente, tanto al nivel de la percepción como al nivel del lenguaje. Lo que estos hechos ponen de manifiesto, a mi entender, es lo que acaba de indicarse al final del párrafo anterior: que el lenguaje de percepción toma sus contenidos semánticos de las áreas asociativas de la percepción donde esos contenidos han sido procesados a nivel perceptivo (Martin, Ungerleider y Haxby, 2000, pp. 1.023-1.036). Si esto es así, como parece seguirse de las investigaciones en neurología, entonces, al nivel del lenguaje de percepción, los contenidos conceptuales expresados por el lenguaje no son otros que aquellos mismos contenidos que se nos hacen presentes en los procesos de percepción. La diferencia entre unos y otros sólo está en las diferencias del material sensible en las que esos contenidos toman cuerpo: la estimulación sensorial a nivel perceptivo y la representación simbólica al nivel del lenguaje. En el primer caso, el sentido pertenece a los objetos, en cuanto objetos identificados a través de la percepción, y en el segundo caso ese mismo sentido pasa a ser objeto de representación simbólica en el lenguaje. Eso explicaría la conciencia de identidad con la que ambos tipos de contenidos son vividos: ese sentir que el lenguaje expresa realmente aquello como lo que los objetos son identificados en el proceso de percepción y, a la inversa, ese sentir que en el proceso de contrastación empírica de los enunciados de percepción, el contenido expresado por dichos enunciados es el mismo que aquel bajo el que los objetos o situaciones empíricas identificados perceptivamente se nos hacen presentes.
El lenguaje y sus contenidos
Lateralización
Comenzaré por indicar algunas generalidades sobre las bases neurológicas del lenguaje. En manuales como el de Neil R. Carlson, Fisiología de la Conducta, se nos dice en el capítulo 16, dedicado a la comunicación humana, que en más del 95 por 100 de las personas diestras, el hemisferio izquierdo es dominante para el habla, mientras que en los sujetos zurdos esa cifra se reduce al 70 por 100 aproximadamente (Carlson, 1999, p. 573). En una investigación más reciente S. Knecht y colaboradores creen haber probado que el porcentaje de personas diestras para las que el hemisferio izquierdo es dominante en la percepción y producción del habla es algo menor: el 92,5 por 100. Ese resultado ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Introducción
  5. I. La identificación perceptiva en el proceso de percepción
  6. II. Identificación perceptiva y representación
  7. III. Identificaciones perceptivas verídicas y no verídicas
  8. IV. Los objetos y su identificación en el proceso de percepción
  9. V. Identificación perceptiva y pluralidad de mundos
  10. VI. Identificación perceptiva y lenguaje
  11. VII. Los enunciados de percepción y su valor de verdad
  12. VIII. Las identificaciones perceptivas en los procesos de observación científica experimental
  13. Bibliografía
  14. Figuras
  15. Otros títulos publicados