El poder sin metáfora: el imperio de Gengis Kan
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El poder sin metáfora: el imperio de Gengis Kan

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El poder sin metáfora: el imperio de Gengis Kan

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Durante el primer cuarto del siglo XIII, Gengis Kan creó el mayor imperio que ha existido sobre la tierra. Lideró a un pueblo conquistador que tan sólo unas décadas antes estaba formado por pequeños clanes nómadas que desconocían la escritura y se desplazaban por un reducido espacio de las estepas asiáticas. Unificados bajo el liderazgo de Gengis Kan los mongoles sometieron a grandes imperios, como el chino y el persa, y a infinidad de pueblos con efectivos militares muy superiores, riquezas ingentes y culturas milenarias. Fueron conquistadores "sin metáfora", es decir, sin utilizar máscaras de carácter político, religioso o de otro tipo con las que justificar su dominio.

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Información

Año
2015
ISBN
9788432317453
Edición
1
Categoría
Historia
II. LA CONSTRUCCIÓN DEL IMPERIO
ATRAVESANDO EL GOBI
La otra decisión crucial que aprobó el kuriltai celebrado en 1206 fue emprender la conquista de territorios lejanos que estaban situados más allá de las estepas orientales. La unificación de las tribus en un solo pueblo no fue más que el principio de un proceso de conquistas donde los logros más espectaculares estaban por llegar. Aquella decisión expansiva constituía un reto insólito ya que instaba a superar una de las fronteras naturales que hasta entonces había limitado el movimiento nómada y guerrero de las tribus: el desierto del Gobi. El desierto era la barrera geográfica que acotaba los bordes meridionales y, en parte, orientales de las estepas.
Los mongoles tomaron esa decisión sin apelar a razones divinas o humanas que justificaran la necesidad de acometer esa empresa. Su único móvil era proseguir la conquista, buscar nuevas tierras y nuevas poblaciones a las que dominar, alentados por los ecos que recibían sobre el tránsito de caravanas de mercaderes cuyas riquezas provenían de lugares lejanos. La única alusión a designios divinos consistía en una apelación genérica a Tengri y a su deseo de dominio. Como dijo Temujin y después repitieron sus sucesores, si hay un solo dios en el cielo también debe haber un solo amo en la tierra.
El objetivo de la conquista era el imperio creado por la tribu de los jurchen en las tierras septentrionales y centrales de China (Kin). El primer paso que fijaron fue Xi-Xia, el reino de los tangutios, que se ubicaba al sur del desierto del Gobi y al oeste del territorio de los jurchen. El dominio de ese reino permitiría proseguir el empeño expansivo hacia el este, donde estaban las tierras centrales del imperio jurchen, cuya capital era Zhongdu (actual Pekín o Beijing).
La conquista de Xi-Xia y del imperio jurchen comportaba el desarrollo de una minuciosa y prolongada tarea de acopio de información, entrenamiento militar y elaboración de estrategias. Todo ello en una escala muy superior a la que habían llevado a cabo durante las guerras en las estepas. Una preparación que se prolongó casi tres años durante los cuales utilizaron una gran cantidad de rastreadores y espías que fueron enviados a distintos puntos de los territorios que iban a conquistar. A su regreso proporcionaron una valiosa información que hizo posible la confección de mapas y el conocimiento de las tribus que vivían en zonas interpuestas con Xi-Xia y Kin, así como de las costumbres de los tangutios, las riquezas que tenían y las características de sus dirigentes.
Antes de partir hacia Xi-Xia, Gengis Kan envió a su hijo mayor, Jochi, al mando de una parte del ejército para someter a las tribus localizadas en las regiones más septentrionales de las estepas, tanto al oeste como al este del lago Baikal. Allí estaban los kirguizos, los oiratos y otras tribus que vivían cerca de donde comenzaban las regiones de bosques y de tundra. Aquella decisión tenía un doble propósito: ampliar el dominio en las estepas y, a la vez, anular la posibilidad de que esas tribus pudiesen atacar el ulu mongol, o que animasen a la rebelión de otras tribus ya sometidas aprovechándose de que el grueso del ejército estaría ocupado en la conquista de tierras lejanas. La batida militar de Jochi no resultó difícil porque fue una de las escasas ocasiones en las que los mongoles dispusieron de mayoría de efectivos, además de otras ventajas estratégicas. Una tras otra aquellas tribus se sometieron sin apenas presentar resistencia.
Después de que Jochi hubiese garantizado el dominio sobre los amplios territorios de las tribus situadas en torno al Baikal, en 1209, la nación mongola −que entonces contaba con unas 400.000 personas− se convirtió en un ejército formado por 150.000 soldados dispuestos para el combate, además de otro número similar de gentes dedicadas a tareas auxiliares y de intendencia. Por primera vez, una parte de las mujeres, del ganado y de las tiendas permanecerían asentados en el ulu mongol, defendidos por un mínimo núcleo del ejército que quedó encargado de garantizar la seguridad del territorio.
El primer movimiento obligado era atravesar el desierto del Gobi. Lo hicieron de norte a sur por su franja central, obteniendo nuevos conocimientos sobre el significado de las grandes distancias, los cambios extremos de temperatura y la variedad de terrenos. El tránsito por las zonas de dunas implicaba el recorrido de largos trayectos con frecuentes tramos de tierras secas, arenosas y áridas, sin ríos, con fuertes vientos y tormentas de arena, sin otra vegetación que las pequeñas raíces y sin apenas vida animal. Esas zonas se alternaban con otras en las que encontraban animales para cazar, así como una cierta vegetación que permitía alimentar al ganado, además de pozos y lagos en los que se abastecían de agua.
En la parte final de la travesía, antes de penetrar en el reino tangutio, Gengis Kan decidió realizar dos conquistas previas. Al oeste, sometió a la tribu de los uigures, de quienes procedía el alfabeto escrito creado por los mongoles a través de los naimanes. Al este, dominó a los ongutios, cuyo territorio hacía frontera con la gran muralla construida por antiguas dinastías chinas y cuya cultura poseía un cierto refinamiento debido al influjo de las tradiciones chinas y del cristianismo nestoriano.
La entrada en Xi-Xia, ubicada entre las actuales regiones chinas de Gansu y Ningxia, provocó un doble impacto en el ejército mongol. A pesar de las informaciones que habían recopilado, la realidad superaba cualquier expectativa en lo referente a las formas de vida y a la capacidad militar de los tangutios. Por un lado, tuvieron el primer contacto directo con un pueblo sedentario en el que la mayoría de los habitantes se dedicaba a la agricultura, una actividad que era despreciada por las tribus de las estepas. Aquellas gentes utilizaban los cauces de los ríos y las conformaciones del terreno para desarrollar los cultivos y para fijar sus asentamientos. Otra parte de la población vivía en ciudades fortificadas que gozaban de cierta prosperidad y disponía de una cultura −de inspiración tibetana− cuyas costumbres eran muy distintas de las que hasta entonces habían conocido los mongoles.
Otro tanto sucedió en el aspecto militar. El ejército tangutio no combatía a campo abierto y cuando había un conflicto bélico toda la población se protegía dentro de ciudades que estaban defendidas por altas murallas. Hasta ese momento, las amenazas recibidas por los tangutios procedían del este y su enemigo era el imperio Song, que dominaba la mitad sur de China. Ahora, tras la incursión de los mongoles, la nueva amenaza provenía del norte y empleaba unos métodos militares completamente distintos.
El ejército mongol se adentró por tierras tangutias a través de las zonas rurales, que era donde disponía de amplias extensiones para desplegarse, pero se mostraba impotente para afrontar el asedio de las ciudades. Los mongoles carecían de los medios militares que hicieran posible el asalto, de modo que tuvieron que recurrir al ingenio militar de Gengis Kan y de sus generales para lograr hacerse con algunas ciudades. Entre otras tretas, durante el asedio a Wutahai cobró fama la decisión de colocar a miles de gatos y golondrinas un apéndice de algodón al que prendieron fuego para después lanzarlos contra las fortificaciones. El incendio provocado hizo que los habitantes abrieran las murallas para escapar del fuego, quedando indefensos ante la ofensiva del ejército mongol. Estratagemas similares dieron sus frutos en otras ciudades, pero cuando llegaron a las puertas de la capital tangutia, Ningxia, constataron que se trataba de una gran ciudad con unas enormes murallas que la hacían infranqueable.
Una vez que comenzó el asedio, ni las tácticas utilizadas en las estepas ni los nuevos métodos aprendidos durante la invasión, que habían permitido la conquista de ciudades de menor tamaño, resultaron válidos para esta ocasión. Tampoco dio su fruto la construcción de diques en los que concentraban grandes volúmenes de agua para después canalizar el caudal contra la ciudad tratando de inundarla. Ante el fracaso de los sucesivos intentos de asalto, Gengis Kan llegó a la conclusión de que no disponía de una estrategia viable que le permitiera conquistar Ningxia y le garantizara el control definitivo del reino. Por ese motivo, decidió renunciar a su conquista y ofreció una negociación que fue aceptada por los gobernantes tangutios. Estos se convirtieron en vasallos que pagarían un tributo a los mongoles a cambio de que estos retirasen su ejército del territorio de Xi-Xia.
Las tropas mongolas emprendieron el camino de regreso a su ulu, volviendo a atravesar el desierto del Gobi. Sin embargo, el regreso lo hacían acompañados de una gran cantidad de caballos y de cabezas de ganado, así como de un considerable botín. Pero en aquel desandar el camino hacia el norte se llevaban una riqueza mucho más valiosa que todas las mencionadas, que consistía en el aprendizaje de varios asuntos que hasta entonces les eran desconocidos. La invasión les puso en contacto con ingenieros chinos que conocían nuevas técnicas militares, cuya importancia era decisiva para llevar a cabo guerras de asedio. De ese modo, la vuelta a las estepas se realizaba con el acompañamiento de ingenieros que después diseñarían la construcción de catapultas, ballestas, lanzafuegos y otros artefactos, así como de expertos químicos que producían líquidos inflamables y otras sustancias utilizables como recursos militares.
Además, las contiendas con los tangutios les habían obligado a modificar sus tácticas de despliegue sobre el terreno, las formas de converger para crear superioridades numéricas en determinados lugares y otras formas de llevar a cabo la guerra. También habían aprendido a tratar con poblaciones sedentarias, habían conocido nuevas posibilidades de fomentar la disidencia de los campesinos contra sus dirigentes locales y distintas formas de estimular el descontento y minar la moral de las poblaciones refugiadas tras las murallas. Igualmente, habían comprobado la eficacia de combinar los métodos de negociación con el ejercicio del terror para vencer la resistencia de las poblaciones tras el establecimiento del estado de sitio.
LA CONQUISTA DEL IMPERIO DE LOS JURCHEN
El regreso a las estepas supuso un breve periodo dedicado a una única labor principal: preparar la invasión del territorio chino. Un nuevo kuriltai celebrado a orillas del Kerulen tomó la decisión de iniciar la conquista del imperio Kin por la parte septentrional. Los preparativos militares se centraron en determinar las rutas estratégicas que debían seguir y en asimilar la nueva tecnología que habían conocido durante la invasión de Xi-Xia. Empezó así la construcción de novedosos equipos de ataque a las fortificaciones y la selección de los mandos militares que iban a dirigir el uso de esos artefactos y de los soldados adiestrados en su manejo. También fue necesario diseñar nuevos sistemas tácticos para integrar los métodos tradicionales –basados en el despliegue de la caballería– con la incorporación de las secciones de artillería y de asalto.
Disponían de suficiente información para saber que el inmenso territorio chino se hallaba escindido en dos grandes imperios, divididos por el curso del gran río Huang-ho (Amarillo), que a su vez en su parte oriental separaba ambas mitades del reino de Xi-Xia. La mitad norte estaba dominada por los jurchen, una tribu proveniente de Manchuria que en 1115 había instaurado su propia dinastía (Jin) después de derrotar y expulsar a la dinastía Liao, que era la que había ejercido el dominio sobre aquellas tierras conocidas como Kitai o Kin durante dos siglos. Tras su derrota, los liao se vieron obligados a desplazarse hacia el oeste, formando un pequeño imperio llamado Kara Kitai, del cual hablaremos más adelante. Los jurchen instalaron su capital en Zhongdu (actual Pekín) y de forma paulatina fueron adaptando su cultura y sus formas políticas y sociales, más primitivas, a las tradiciones chinas. La mitad inferior pertenecía a la dinastía de los song, que habían sido quienes habían reunificado el territorio chino en la segunda mitad del siglo X. Después fueron desplazados por los liao de la parte norte y tuvieron que limitar su imperio más allá del río Amarillo, fijando su capital en Hangzhou, una ciudad marítima cercana a la actual Shanghai. Ellos eran los principales depositarios de la cultura milenaria china, que a su vez habían desarrollado con notables contribuciones.
El ejército mongol se puso en marcha en 1211, emprendiendo otra vez la travesía del desierto del Gobi, pero en esta ocasión lo hicieron por una ruta más septentrional, a través de 700 kilómetros de terrenos bastante montañosos. El ulu mongol quedó al mando de Temuge, el hermano menor de Gengis Kan. La excusa puesta por los líderes mongoles para atacar a los jurchen no podía ser más fútil. Tras recibir a una embajada que exigía a los mongoles el pago de un tributo al emperador de Kin, Gengis Kan no solo rechazó esa pretensión sino que la consideró un insulto e ipso facto declaró que los jurchen eran sus enemigos. Esa exigencia tributaria era habitual en aquellas tierras y, de hecho, Togril, el líder keraita, y Temujin se habían comportado durante años como vasallos de los jurchen y habían actuado como recolectores del tributo entre distintas tribus esteparias.
Pero ahora la situación era muy diferente. Tras haber sometido y unificado a las tribus de las estepas, los mongoles se consideraban una nación equiparable a la que habían formado los jurchen, se negaban a cualquier vasallaje y estaban decididos a construir su propio imperio. Durante años habían ido recopilando una valiosa información sobre lo que ocurría en Kin y habían establecido alianzas con algunas caravanas de mercaderes que controlan el comercio de productos entre el centro del continente y el territorio chino. La actitud de Gengis Kan y la preparación del ejército respondían a un único propósito: conquistar el colosal imperio que los song habían unificado y que primero los liao y después los jurchen habían dividido.
Siguiendo la estrategia diseñada con antelación, el ejército partió con la mayoría de los hombres disponibles y durante la travesía se les sumó la aportación de los ongutios, tribu que había sido sometida a vasallaje después de que los mongoles restaurasen en el trono al monarca que habían destronado los jurchen. Todas las tropas marchaban debidamente equipadas, con las armas y los caballos que componían el ejército mongol tradicional, además de la artillería y las máquinas de asalto; pero sin infantería y sin apena...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Cita
  5. Introducción
  6. PRIMERA PARTE. EL IMPERIO DE GENGIS KAN
  7. I. La nación de las tribus de las estepas
  8. II. La construcción del imperio
  9. III. El legado imperial de Gengis Kan
  10. SEGUNDA PARTE. APOGEO Y OCASO DEL IMPERIO
  11. IV. La fugaz presencia de la segunda generación
  12. V. El auge del imperio y la influencia de las viudas en las pugnas sucesorias
  13. VI. La ruptura de la unidad y el ocaso del imperio
  14. TERCERA PARTE. ¿UN ESLABÓN PERDIDO DE LA HISTORIA? LAS HUELLAS DEL IMPERIO MONGOL
  15. VII. Breve catálogo de los horrores en la europa de la época
  16. VIII. Las ficciones necesarias en el relato de la historia europea
  17. IX. La huella histórica del imperio mongol
  18. Principales referencias bibliográficas
  19. Apéndice I. Términos mongoles que se citan en el texto
  20. Apéndice II. Personajes mongoles que se citan en el texto
  21. Apéndice III. Personajes históricos no mongoles que se citan en el texto
  22. Apéndice IV. Lugares geográficos citados en el texto