Ítaca, el Peloponeso, Troya
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Ítaca, el Peloponeso, Troya

Investigaciones arqueológicas

  1. 176 páginas
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Ítaca, el Peloponeso, Troya

Investigaciones arqueológicas

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"Cuando, en Kalkhorst, aldea del Mecklemburgo-Schwerin, a la edad de diez años, entregué a mi padre, como regalo para la Navidad de 1832, un relato, en un mal latín, sobre los principales acontecimientos de la guerra de Troya, y las aventuras de Ulises y de Agamenón, estaba lejos de pensar que, treinta y seis años más tarde, ofrecería al público un libro sobre el mismo tema, luego de haber tenido la felicidad de ver con mis propios ojos el teatro de esta guerra y la patria de los héroes que Homero ha inmortalizado con sus nombres."HEINRICH SCHLIEMANN

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Información

Año
2012
ISBN
9788446036593
Edición
1
Categoría
Arqueología
Estudio preliminar
Heinrich Schliemann
Hugo Francisco Bauzá
Heinrich Schliemann se presenta como un caso notable y singularísimo en la historia de la cultura occidental: pese a proceder de orígenes muy humildes, pasó a ser una de las personas más ricas de Europa en el siglo XIX; también, de una niñez y juventud opacadas por la miseria y la falta de una formación cultural ordenada y sistemática, debido a una inteligencia privilegiada y a su tesón –especialmente a su tesón– se convirtió en un políglota de nota ya que llegó a dominar numerosas lenguas, no me refiero sólo a las que forman parte del tronco latino sino que, amén de su alemán natal, conoció, entre otras, el griego clásico y el moderno, el turco, el ruso y hasta llegó a tener un manejo nada despreciable del árabe, según declaraciones propias y testimonios de quienes lo trataron; más aún, merced a sus descubrimientos en Troya, Micenas, Orcómeno y Tirinto llegó a ser una de las personalidades más célebres del siglo XIX.
La fama y singularidad de este comerciante devenido arqueólogo por pasión de los textos homéricos y por su obsesión por demostrar el trasfondo histórico de esas epopeyas hicieron que pudiera localizar en la llanura de Hissarlik (Turquía) el sitio donde otrora estuviera emplazada Ilión –i. e., Troya–, pero sus hallazgos arqueológicos no se redujeron sólo a esa región del Asia Menor, sino que excavó en lo que en la antigüedad fueron importantes sitios de la Hélade. Incursionó en Ítaca, la legendaria isla de Odiseo, en la Micenas «rica en oro», según la denomina Homero, en 1874, en Orcómeno, en 1880, o, entre otros sitios de la antigüedad clásica, en Tirinto, en 1884, obteniendo siempre resultados sorprendentes[1]. Sobre la importancia y significación de sus hallazgos, S. Moscati explica que «Sin duda, a Schliemann debemos la demostración del fundamento histórico de tradiciones que la ciencia de su tiempo relegaba al mundo de la pura fantasía»[2].
Schliemann, como he destacado, no era arqueólogo de profesión; además, en esa época, esa ciencia aún no contaba con la metodología, medios y conocimientos que hoy son moneda corriente a la hora de emprender labores de campo. Su forma de trabajo era muy rudimentaria y hasta, en ocasiones, censurable, empero, en sus últimas excavaciones se advierte un perfeccionamiento en ese métier ya que acepta métodos científicos que había rehusado en su primera época. Pese a esas imperfecciones, lo que la historia de la arqueología debe agradecerle es haber dado visos de realidad histórica a un marco de relatos legendarios que, hasta esa época, eran considerados sólo del dominio de la fantasía. Por otra parte, la importancia de su labor trasciende el horizonte de Grecia y Asia Menor ya que sus sorprendentes hallazgos incitaron –y aún hoy incitan– a que profesionales especialistas en esa disciplina emprendieran excavaciones con métodos rigurosos y, más aún, que delinearan la fundamentación epistémica de esa disciplina, el afinamiento de sus modos de trabajo, y la incorporación y perfeccionamiento de una tecnología, hoy de vanguardia, a la hora de desocultar culturas y civilizaciones sepultadas bajo el peso de milenios. Por sólo citar algunos ejemplos memorables, Federico Halbherr, en agosto de 1902, descubrió el palacio de Hagia Triada, en la isla de Creta, el arqueólogo berlinés Ernst Curtius, secundado por Gustav Hirschfeld, comenzó a excavar en lo que otrora fue Olimpia donde halló el templo de Zeus, o el caso del ingeniero Carl Humann quien sacó a luz el majestuoso altar de Pérgamo y, más tarde, condujo con buenos resultados una expedición arqueológica a Boghazkoei, capital de los hititas.
Antes de los hallazgos de Schliemann en Hissarlik –i. e., en 1870– y de Micenas, en 1876, de las excavaciones de sir Arthur Evans en Cnossos[3] (Creta) y de los importantes descubrimientos fuera de la muralla de la ciudadela de Micenas debidos al arqueólogo británico Alan J. B. Wace, la historia de Grecia o, en otras palabras, la tradición escrita de la Hélade, comenzaba en el año 776 a.C.[4], vale decir, con la lista de los vencedores en la I Olimpíada, a la que sigue la de los éforos[5] de Esparta, consignada desde el año 754[6]. Gracias a los citados hallazgos la historia griega y de la cuenca del Egeo retrocedían hasta el III milenio incorporando así lo sucedido en la Edad del Bronce, iniciada en el 2900 circa.
A esos importantes descubrimientos es menester añadir el desciframiento del lineal B (= linear B, en la versión inglesa) –lineal porque se escribe en renglones– que el entonces joven arquitecto Michael Ventris hizo público en 1953, y merced al cual es posible leer textos cuya cronología va del siglo XIV al XII. Ese importante descubrimiento fue corroborado por el arqueólogo estadounidense Carl Blegen cuando pudo leer las tablillas de arcilla encontradas en Pylos gracias al silabario propuesto por el citado Ventris. Algunos presumen que debe de haber habido una épica micénica, de naturaleza oral, que exaltaría a los personajes que intervinieron en la guerra greco-troyana y, más aún, que podría haber influido, siglos más tarde, en la composición de las epopeyas homéricas; pero sólo se trata de meras conjeturas, aunque no descabelladas. Cabe referir que la escritura lineal B es una forma probablemente derivada de la lineal A y, tal vez, más simple que ésta.
El lineal A fue usado por los cretenses desde comienzos del segundo milenio hasta el año 1450 circa, fecha en que los micénicos se apoderan de la isla de Creta. Pese a ingentes esfuerzos y a hipotéticas suposiciones el lineal A aún no ha sido descifrado de manera plena, así como tampoco se conoce con claridad el origen de este alfabeto.
La notación de los textos en lineal B volcados en una grafía extraña revela, merced al desciframiento de M. Ventris, que la lengua que hablaban esos primitivos micénicos era la griega y aun cuando el contenido de esos textos no sea de suma importancia –son meros registros palaciegos o domésticos–, lo importante es que son testimonio de una mayor antigüedad que la que hasta entonces se atribuía a la lengua y a la cultura griegas, ya que, gracias a esos textos, sabemos que los micénicos eran griegos.
No referiré la manera, no siempre clara, en la que en casi dos décadas Schliemann logró atesorar una fortuna muy importante, sino para subrayar su ahínco por desentrañar el misterio de la realidad histórica de Troya, no sin mencionar la ayuda de dos personas valiosísimas en su acción en favor de esa empresa: su segunda esposa, Sofía Engastromenos (1852-1932), compañera de ruta en esos desvelos y quien inventarió y catalogó la cerámica encontrada en Troya, y la contribución del arquitecto W. Dörpfeld, su estrecho colaborador en sus tareas de campo, éste sí, con conocimientos científicos en materia arqueológica. Sobre la incidencia de Dörpfeld sobre Schliemann, el prestigioso arqueólogo Arthur Evans refiere «que el mayor descubrimiento de Schliemann había sido Dörpfeld»[7]. Destaco que cuando Schliemann se transladó a Micenas para excavar, dejó a Dörpfeld a cargo de las labores en Troya donde dirigió las excavaciones entre los años 1893 y 1894.
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Schliemann a los cincuenta años
En cuanto a datos biográficos, Heinrich Schliemann nació en Neubu­ckow (Mecklemburgo-Schwerin), en la Alemania septentrional, el 6 de enero de 1822 y falleció en Nápoles el 16 de diciembre de 1890. Aquejado por una fuerte dolencia de oídos –enfermedad que lo torturó durante años– y víctima de un ataque cardíaco, cayó en una de las calles de la antigua Parthenope sin que nadie pudiera reconocerlo; poco después se supo quién era y su muerte, como era de esperar, conmocionó al mundo de la cultura. Su cuerpo fue trasladado a Atenas donde hoy reposa en el más importante cementerio de esa ciudad, al abrigo de una bóveda que semeja un templo griego tetrástilo, junto a su segunda mujer, la citada Sofía Engastromenos. El friso de la bóveda que rodea la construcción narra plásticamente la excavación en Hissarlik hasta el descubrimiento de la antigua ciudad y el momento en que Schliemann, libro en mano, lo explica a Sofía, su mujer.
Fue hijo de un pastor evangélico –tercera generación de una familia de pastores–, humilde pero culto, quien le despertó la pasión por Homero; en cuanto a su madre, a la que perdió tempranamente, era música e hija del alcalde de un pueblo de Mecklemburgo; la pobre, enteramente dedicada a sus hijos, soportó con entereza la tragedia de convivir con un hombre que, con los años, se había volcado a la bebida. A Heinrich la vocación por Homero se le despertó cuando, en la Navidad de 1829, recibió, de manos de su padre, un volumen de la Weltgeschichte für Kinder (Historia universal para niños) de Georg Ludwig Jerrer, que contenía la «leyenda» de la guerra de Troya y estaba ilustrada con un grabado que representaba a Eneas con su padre Anquises y su hijo Ascanio que, saliendo por la puerta Escea, abandonaban Troya durante el incendio. Con sólo siete años, el pequeño Heinrich consideró que esa imagen no debía ser fruto de la fantasía, sino tener un fundamento histórico, y el develarlo habría de convertirse desde entonces en el centro de su interés.
Recibió Schliemann su primera formación en la ciudad de Neustrelitz; luego, urgido por la pobreza, fue aprendiz de comercio en Fürstenberg y, más tarde, con el propósito de labrarse un futuro más promisorio, se embarcó con rumbo a Venezuela, pero ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Estudio preliminar
  5. Ítaca, el peloponeso, troya investigaciones arqueológicas
  6. Prefacio
  7. Capítulo I
  8. Capítulo II
  9. Capítulo III
  10. Capítulo IV
  11. Capítulo V
  12. Capítulo VI
  13. Capítulo VII
  14. Capítulo VIII
  15. Capítulo IX
  16. Capítulo X
  17. Capítulo XI
  18. Capítulo XII
  19. Capítulo XIII
  20. Capítulo XIV
  21. Capítulo XV
  22. Capítulo XVI
  23. Capítulo XVII
  24. Capítulo XVIII
  25. Capítulo XIX
  26. Capítulo XX
  27. Capítulo XXI
  28. Capítulo XXII
  29. Otros títulos