El reino suevo (411-585)
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El reino suevo (411-585)

  1. 304 páginas
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El reino suevo (411-585)

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La del reino suevo de Hispania es una historia desafortunada. Ignorada en la mayoría de las historias de España, valorada como apéndice en el mejor de los casos, o como mero comparsa en las del reino visigodo, el primer reino germánico de Occidente ha sido siempre objeto de maltrato. En manos de historiadores no profesionales o no siempre respetuosos con la crítica histórica, los intentos de aproximación a sus vicisitudes han sido escasos y se encuentran absolutamente dispersos. Así, la presente monografía se presenta como la primera gran exposición del devenir de este reino peninsular, que entre los siglos IV y VI de nuestra era ocupó el área noroccidental de la Península, hasta su desaparición e integración dentro del reino visigodo de Toledo. Rescatar del olvido la historia de este reino y contextualizarla es, hoy, una labor obligada que nos ayudará a comprender mejor la de España, más allá de los tópicos historiográficos tan comunes en los relatos en torno a ella.

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Información

Año
2011
ISBN
9788446036487
Edición
1
Categoría
Historia
IV
El control del espacio
La instalación de los suevos. La conflictividad social y étnica
Las noticias aportadas por Hidacio sobre el asentamiento del año 411 y los acontecimientos sucesivos en el interior de la península Ibérica no ayudan en nada a conocer los mecanismos de instalación de los pueblos bárbaros en el interior del Imperio[1]. En realidad apenas sirven para saber en dónde y bajo qué circunstancias se produjo el asentamiento de aquellos que habían atravesado los Pirineos en el otoño del 409. Según nuestro cronista, tras el sorteo celebrado en el año 411 los suevos se habían repartido con los vándalos asdingos la Gallaecia, correspondiendo a los suevos las tierras «sitam in extremitate Oceani maris occidua»[2]. En un capítulo precedente hemos interpretado la noticia en el sentido de que los suevos habrían recibido las tierras más occidentales, con seguridad los distritos de Braga y Lugo, mientras que los asdingos se quedarían con el territorio meseteño de la cuenca del Duero, que había tenido por capital la ciudad de Clunia, mientras manteníamos las dudas sobre el conuentus asturicense. Esta lectura chocaba con la de quienes consideraban que el reparto se había hecho en un sentido norte/sur, y creían que, llegados a Astorga, los suevos se habrían dirigido a Braga y los asdingos a Lugo[3], siendo el río Miño la frontera de sus zonas de influencia[4].
Esta distribución de los asdingos al norte y los suevos al sur nos parece más problemática, pero, caso de aceptarse, podría igualmente invertirse si consideramos que, escribiendo desde el conuentus bracarense, Hidacio hubiese llamado a las tierras de Lugo la Gallaecia del mar. Esto podría ser corroborado por una noticia posterior, aquella en la que nos dice que los suevos habían sido arrinconados en los «Erbasis montibus»[5]. Aceptando que estos montes estuviesen en plena cordillera Cantábrica, al norte de Villablino, el repliegue de los suevos se habría producido tras un avance de las tropas vándalas, en este caso un repliegue hacia el norte. Por otra parte, cuando los vándalos dejaron el asedio de los suevos por la presión de Asterio, el vicario Maurocello parece perseguirlos hasta Braga[6], lo que tendría sentido si la ciudad estuviese controlada por los asdingos. Se concluye por lo tanto que de la escueta noticia del cronista no resulta fácil afirmar cuál fue la primera tierra hacia la que los suevos dirigieron sus pasos, ni el camino que siguieron, hasta el punto de haberse propuesto que habrían seguido la cornisa cantábrica, para evitar las zonas mejor defendidas de la Meseta, incluso que hicieron el recorrido por barco para, una vez en la fachada atlántica, entrar hacia el interior siguiendo el curso de los ríos[7].
El problema tampoco se resuelve cuando los vándalos se trasladan a la Bética. Tras el año 418 los suevos quedan como única fuerza de ocupación en la provincia Gallaecia. Isidoro escribirá mucho tiempo después, en relación con los tiempos de Hermerico, que los gallegos ejercían su dominio en parte de la provincia[8]. Ésta es sin duda una conclusión sacada a partir de la noticia que Hidacio coloca en el año 430, relativa a la resistencia presentada por la parte del pueblo que controlaba las plazas fuertes más seguras, y de las informaciones sucesivas hasta que su crónica enmudece. Sin embargo, durante diez años Hidacio no ha proporcionado ni una sola noticia de lo que ocurría en el interior de la provincia. Hemos descartado un acuerdo entre los suevos y el Imperio o sus agentes en esos años. Da la sensación, a partir de las noticias del mismo cronista, que la preocupación de Roma es recuperar el control de la Península, pero que han decidido optar por una estrategia distinta para cada pueblo y que su primer objetivo es acabar con los vándalos, algo razonable por cuanto el control de las costas mediterráneas era un imperativo si se querían controlar las rutas militares y el comercio en todo el arco occidental del mar interior. Hidacio reanuda las noticias sobre Gallaecia precisamente cuando los vándalos, la primera preocupación de las autoridades de Rávena, pasan a África. Es posible que en su aceptación de la lógica del Imperio el cronista considere incluso razonable esa estrategia. Pero el cuadro que el cronista nos presenta no se corresponde con una situación de equilibrio. Un contingente de suevos, al mando del citado Heremigario, hostigan a los vándalos en la Bética occidental y están saqueando la Lusitania meridional; han llegado incluso a realizar alguna incursión sobre Mérida, lo que se deduce del testimonio de Hidacio cuando afirma que Heremigario había tratado a la ciudad con desprecio y había ofendido a la mártir Eulalia, patrona de la ciudad[9]. Y, mientras esto sucede en el sur, en el interior de Gallaecia el rey Hermerico está saqueando a las poblaciones locales, rompiendo, dice el texto, un acuerdo previo de paz[10]. Éste es el primero de una serie de acuerdos que el cronista se encarga de anotar para los años siguientes. En el 433, tras la intervención ante el rey suevo de un enviado de Aezio, Censorio, y la mediación episcopal, de nuevo hay un acuerdo entre la población local y Hermerico que los saqueaba de forma asidua[11]. Acuerdo que fue ratificado cinco años después, en el 438, como último acto de Hermerico antes de ceder el control efectivo del reino a su hijo Rechila[12].
Las referencias al conflicto permanente entre los suevos y la población local nos interesa en la medida en que podamos deducir de ellas un inestable equilibrio de dominios sobre áreas determinadas de Gallaecia. Por desgracia la información disponible sólo incorpora los datos anotados y el hecho de que ese acuerdo del 433, ratificado en el 438, refleje también la mediación de las estructuras eclesiásticas y el patricius Aezio. De hecho, el rey suevo ha enviado a la corte imperial a un obispo de nombre Symphosio en el 433, aunque el cronista dice que infructuosamente[13], y la ratificación del 438 se produce inmediatamente después de que Censorio, en este momento acompañado de un tal Fretimundo, llegue a Gallaecia de nuevo[14]. El contenido de las quejas de Hidacio alude siempre a la repetida violencia por parte sueva, ejercida en forma de saqueos sistemáticos. Es cierto que la incursión violenta puede ser un medio de presión, una forma de hacer la guerra, pero se asocia habitualmente con un mecanismo de obtención de recursos. Los saqueos reiterados en el tiempo y en una extensión que abarca las áreas periféricas de aquellas donde hipotéticamente se asentaban debe implicar que, transcurridos prácticamente treinta años desde el sorteo del 411, los suevos no tenían aún unas bases económicas estables, una fuente suficiente de recursos para hacer frente a sus necesidades.
Esto nos lleva a plantearnos si los suevos se instalaron inicialmente formando guarniciones[15] y, de ser así, cuándo dieron el paso a una ocupación y explotación de tierra de cultivo. En las descripciones de Hidacio, las quejas de los gallegos proceden de las insistentes depreda...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Introducción
  5. I. Los suevos y el proceso de asentamiento
  6. II. La pugna por el control político
  7. III. La conformación del reino suevo
  8. IV. El control del espacio
  9. V. El control de las conciencias
  10. Epílogo. La memoria perdida de un reino
  11. Referencias bibliográficas
  12. Apéndice I. Reyes suevos
  13. Apéndice II. Mapas
  14. Otros títulos