Tolstói en 90 minutos
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Tolstói en 90 minutos

  1. 120 páginas
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Tolstói en 90 minutos

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Alguien dijo en una ocasión que las novelas de Tolstói no eran arte sino fragmentos de vida. Considerado uno de los mejores novelistas de todos los tiempos, Tolstoi ocupa un lugar junto a Homero, Dante, Shakespeare y Goethe: el grupo de los cinco mejores escritores de la tradición literaria occidental. Hasta en sus obras maestras, Guerra y paz y Anna Karenina, el profeta que habitaba en Tolstoi doblega en ocasiones al magnífico escritor. Pero se le perdona este pequeño defecto, al igual que su enorme ego, gracias a la fuerza de su talento literario y la grandeza de sus ideas. Novelista, genio, anarquista cristiano, sabio, santo y filósofo moral, la vida de Tolstoi fue un largo viaje espiritual lleno de sucesos.En Tolstói en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece un relato tan conciso como experto sobre la vida y obra de Leo Tolstoi, explicando su influencia sobre la literatura y la lucha de la humanidad por entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.

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Información

Año
2017
ISBN
9788432318528
Vida y obra de Tolstói
León Nikoláievich Tolstói nació el 28 de agosto (9 de septiembre del calendario nuevo) de 1828 en la casa familiar de Yásnaia Poliana, a unos 160 kilómetros al sur de Moscú, en la provincia de Tula. Era el cuarto hijo del conde Nikoláievich Ilich Tolstói, quien pertenecía a una de las principales familias de Rusia, cuyos miembros habían destacado en el cuerpo diplomático. Durante los primeros años del pequeño León hubo muchas muertes y muchas mudanzas en la familia. Su madre, la princesa Volkónskaya, murió antes de que él cumpliera los dos años. La familia se trasladó a Moscú, donde su padre moriría siete años después, tras lo cual estuvo bajo la custodia de su abuela durante algo menos de un año, hasta que ella también falleció. En 1841, Tolstói y sus cuatro hermanos se mudaron a Kazán, una ciudad de provincias situada a unos 800 kilómetros al este de Moscú, donde una tía se ocupó de ellos. A pesar de los traslados y de las muchas muertes que asolaron a la familia durante su infancia, Tolstói la recordaría como un periodo feliz, lleno de las típicas escenas idílicas de la vida de los rusos de clase alta:
Cuando llegamos a los campos de Kalina vimos que el carro ya estaba ahí y colmaba sobradamente nuestras expectativas: un carro tirado por un único caballo con el mayordomo en el pescante. Bajo el heno asomaban un samovar, una cubeta con un molde para helados y otros atractivos fardos y cajas. No había error posible: significaba té al aire libre, con helado y fruta. Expresamos ruidosamente nuestro placer al ver el carro, porque tomar el té en el bosque, sobre el césped, y en general en cualquier lugar donde nunca hubieras tomado té antes, era fantástico.
El joven León estudió en casa con preceptores privados hasta que lo mandaron al Gymnasium (instituto de bachillerato) de Kazán al cumplir los 14 años. Por esa época tuvo su primera experiencia sexual, un suceso que llegó a cobrar gran importancia para él. La vida monástica debía ser bastante laxa en Kazán, pues, según Tolstói, su hermano mayor Sergei le había llevado a la celda de uno de los monasterios donde había alojada una prostituta. Tolstói perdió su virginidad con esta mujer y recordaba: «Después me senté a los pies de la cama de la mujer y me eché a llorar». Estaba tan avergonzado y se sentía tan culpable que permanecería casto durante algún tiempo.
En 1844, a los 16 años, Tolstói se matriculó en la Universidad de Kazán, cuyo rector era el matemático mundialmente famoso Nikolái Lobachevski, descubridor de la geometría no euclidiana. Tras el acceso al trono del zar Nicolás I, en la década de 1820, Lobachevski había introducido muchas reformas en la Universidad de Kazán para elevar su nivel educativo. Pero luego Nicolás I se había convertido en un autócrata reaccionario, que sería recordado como «el emperador que congeló a Rusia durante tres décadas», y la Universidad de Kazán recuperó su provincianismo. Tolstói empezó a estudiar lenguas orientales con la intención de entrar en el cuerpo diplomático, pero como no estudiaba lo suficiente tuvo que contentarse con hacer un curso más fácil: el de derecho. Le gustaba emborracharse, como a muchos jóvenes caballeros, le encantaba montar a caballo y lucir buena ropa. Pero bajo esa superficie siempre hubo un joven fuerte al que preocupaba el estado de su alma.
Tolstói había empezado a leer al escritor romántico y filósofo del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau, cuyas palabras fueron para él una revelación. «Creí estar leyendo mis propios pensamientos», recordaría más tarde. También leyó la novela edificante de Rousseau, Emilio o de la educación, en la que el filósofo hablaba del tipo de educación capaz de convertirnos en seres humanos plenos. Como es sabido empieza así: «Todo lo que sale de las manos del Creador es bueno; todo degenera en manos del hombre». Rousseau afirma que la educación de su época es inadecuada porque no tiene en cuenta lo que somos. En un pasaje narra la vida de un joven campesino de Saboya, que se hace ordenar sacerdote sin haber tenido tiempo de asumir la naturaleza de los votos. Aunque es un hombre sumamente piadoso, le atormenta no ser capaz de permanecer casto. Perplejo, empieza a buscar la verdad y decide que «nuestro primer deber es para con nosotros mismos». Reconoce que su conciencia es la voz de su alma: «el instinto divino, la voz inmortal de los cielos».
Tolstói tenía dudas religiosas y dedicaba tiempo a temas de fe. Estudiaba el catecismo y rezaba, pero a la vez admitía: «Me daba perfecta cuenta de que todo lo que decía el catecismo era mentira». Como muchos jóvenes de su edad sentía impulsos contradictorios. Seguía decidido a ser funcionario, pero empezaba a darse cuenta de que todo el sistema de gobierno de Rusia era injusto sin remedio. Anhelaba algo de pureza espiritual, pero la lujuria era más fuerte que él y buscaba prostitutas gitanas. Aunque a menudo actuaba con la arrogancia propia de su aristocrático linaje, no podía evitar sentir compasión por la pobre gente que veía a su alrededor. Su familia pertenecía a la aristocracia rural, pero procedía de una rama venida a menos de los Tolstói y, en su época de estudiante, León tenía mucho menos dinero que sus pares de la aristocracia.
En 1847 Tolstói dejó la Universidad de Kazán sin haber obtenido título alguno; según la versión oficial, debido a «mala salud y circunstancias familiares». La verdad es que estuvo hospitalizado un tiempo, recibiendo un doloroso tratamiento con mercurio para curarse de una enfermedad venérea. Tras este episodio se avergonzaba del sexo más que nunca y, decidido a vivir una vida pura y apropiada, se puso al frente de la administración de la propiedad familiar en Yásnaia Poliana. En vez de llevar un crucifijo colgando del cuello, llevaba un medallón con el retrato de su héroe Rousseau. Deseando llevar a la práctica las ideas del filósofo, decidió formarse adecuadamente e intentar mejorar las condiciones de trabajo de los siervos de la hacienda, que vivían como esclavos.
Sabemos lo que pasaba por la cabeza de 19 años de Tolstói porque empezó a escribir un diario en el que, más que lo que hacía, registraba lo que pensaba. Examinaría sus ideas, principios y fracasos en un diario hasta el fin de sus días. En una entradilla escribía:
Sería el hombre más desgraciado del mundo si no lograra hallar un propósito en esta vida, un propósito que ha de ser tan general como útil, porque cuando mi alma inmortal esté plenamente madura, pasará de forma natural a un plano de existencia superior apropiado. Así, mi vida será un tender constante y activo en pos de ese propósito.
Fija reglas de conducta, pero siempre necesita más: «Resulta más sencillo escribir diez volúmenes de filosofía que llevar a la práctica un único precepto». Empieza a leer a Dickens y a vestir un blusón de algodón y zapatillas sin medias en un intento por vivir la «vuelta a la naturaleza» de Rousseau; pasa horas tumbado bajo un árbol «comunicándose con la naturaleza».
Fue inevitable que acabara aburriéndose de vivir en las profundidades del campo vestido al modo campesino. En 1848 empezó a hacer viajes a Moscú, donde jugaba, bebía y visitaba prostitutas. Entremedias leía en la prensa las noticias sobre las revueltas que habían tenido lugar en varias ciudades de Europa durante «el año de las revoluciones».
Al año siguiente Tolstói decidió retomar su formación académica y se matriculó en la Universidad de San Petersburgo para estudiar derecho. Pero abandonó los estudios dos semestres después, mientras seguía llevando una vida disipada y azarosa, incurriendo en enormes deudas en San Petersburgo, Moscú y la capital provincial de Tula. En ningún momento dejó de leer, y en 1851 hizo el primer intento serio de escribir, cuyo resultado fue Un cuento de ayer, una pieza de aprendiz en la que intentaba describir detalladamente sucesos que tenían lugar en un único día. Nunca lo terminó, pero se embarcó en otro proyecto literario, una descripción de sucesos de su infancia, que se adaptaba mejor a su talento. En abril de 1851 emprendió viaje de nuevo y se unió a su hermano Nikolái, que era oficial del ejército en el Cáucaso.
Fue allí a acompañar a su hermano en una expedición de castigo contra tribus rebeldes, donde Tolstói vio por primera vez acción militar. Durante el invierno en Tiflis (hoy Georgia), Tolstói acabó Historia de mi infancia, que había escrito a primera hora de la mañana o tras un día de caza con su hermano. Reescribió el manuscrito tres veces, prestando una meticulosa atención al detalle. Anotó en su diario:
Debo destruir sin piedad todos aquellos pasajes que no queden lo suficientemente claros, todo lo que sea grandilocuente o irrelevante, en otras palabras, todo lo que no me satisfaga por bueno que sea.
Envió el manuscrito a El contemporáneo [Sovre­mennik], la revista literaria más importante de San Petersburgo. Su editor, el poeta Nikolái Nekrásov, reconoció en el manuscrito el talento de un autor desconocido que se limitaba a firmar L. N. T. y decidió publicarlo sin más. En Historia de mi infancia se aprecia, desde las primeras líneas, el estilo maduro de Tolstói en estado embrionario, con su atención al detalle narrativo, la claridad y el aplomo, que obtenía reescribiendo continua y meticulosamente. El autor revive las experiencias al contarlas, y lo hace de forma tan directa que al lector le parece estar presente:
El 12 de agosto de 18.., exactamente tres días después de mi décimo cumpleaños, en el que había recibido maravillosos regalos, Karl Ivanich me despertó a las siete de la mañana matando una mosca justo encima de mi cabeza con una bolsa de azúcar de papel azul atada a un palo. Lo hizo tan torpemente que se le enganchó en una pequeña pintura de mi santo protector, que pendía de la cabecera de roble de mi cama, y la mosca muerta me cayó en la cabeza.
Las palabras no interfieren entre el lector y la escena, son la consciencia agudizada de Tolstói. En un pasaje describe lo que le sucede:
Surgen tantos recuerdos cuando intento resucitar en la imaginación los rasgos del ser querido, que los percibo de forma difusa, como cuando se tienen los ojos llenos de lágrimas. Son las lágrimas de la imaginación. Cuando intento recordar a mi madre como era por entonces, solo logro vislumbrar sus ojos castaños […] su nuca, justo por debajo del nacimiento de sus cortos rizos, el cuello bordado de blanco y la mano delicada y marchita que me acariciaba tan a menudo.
Historia de mi infancia es desigual. Los recuerdos, sobre todo de su madre, son una reconstrucción imaginativa de lo que desea ver. Son recuerdos artificiales y, al crearlos, el escritor de 23 años inserta sus maduras percepciones en la visión del niño. En ocasiones, la claridad ni siquiera se debe a Tolstói, sino a influencias que no ha digerido del todo; algunos pasajes son casi una copia de las percepciones del niño David Copperfield.
Pero el efecto general es impresionante, y esta primera pieza que publicó captó la atención de figuras importantes. Dostoievski, que estaba en Siberia en el exilio, se mostró impresionado, y Turguénev no ahorró alabanzas al misterioso L. N. T., afirmando: «Cuando este vino madure, será néctar para los dioses». Tolstói estaba encantado con las buenas críticas que había recibido Historia de mi infancia. Ya no le cabía duda de lo que quería hacer con su vida: sería escritor. Inmediatament...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Introducción
  5. Vida y obra de Tolstói
  6. Epílogo
  7. De las obras de Tolstói
  8. Cronología de la vida y época de Tolstói
  9. Lecturas recomendadas