COACHING ESPIRITUAL
Después de haber descrito y ejemplificado la experiencia cumbre, ya podemos pasar a tratar de la relación de todo lo expuesto con el coaching. Recapitulemos y repitamos lo ya dicho para situarlo en un nuevo contexto.
El coaching busca el cambio del cliente y trabaja con la fuente de recursos del propio cliente. Ante un cambio y proyecto de mejora, todos necesitamos una fuente de energía, de motivación y ha quedado claro que la espiritualidad es una fuente de energía inagotable (yo, desde luego, como padre, puedo acudir a mi experiencia cumbre con Celia para encontrar fuerza e inspiración en mi tarea cotidiana de acompañarla, cuidarla, educarla).
Si el coaching ayuda a pasar de un estado presente a otro deseado y, por un lado, sabemos que para recorrer esta distancia hace falta una fuente de potencial o de energía y, por otro, reconocemos que la espiritualidad es pura energía vivificante, se deduce, juntando las dos premisas, que es muy importante trabajar con la fuerza espiritual del cliente para ayudarle a alcanzar sus metas más significativas.
Si un coach desea realmente ayudar a su cliente, liberar su potencial y ponerlo al servicio de su proyecto de vida, ¿se va privar de la posibilidad, por principio, de contar con la vivencia espiritual del cliente? Yo, como muchos otros coaches, al menos, no me quiero perder esa posibilidad, sobre todo cuando constato que, tras las experiencias cumbre, uno experimenta unos sentimientos de amor, paz y seguridad magníficos para avanzar hacia una meta.
Tras un curso de «Espiritualidad, emociones y coaching» un participante me pidió unas sesiones de coaching espiritual. Fue un motivo grande de satisfacción comprobar cómo, desde el desarrollo de su experiencia espiritual, obtuvo el valor de dar un feedback sincero y valiente a su jefe. Ningún compañero se atrevió a hacerlo, pero esta persona encontró la fuerza y la manera de hacerlo desde su nueva conciencia espiritual. El jefe, por otro lado, le agradeció su sinceridad y descubrió en ella un gran potencial.
El coaching entra más fácilmente en el terreno de la espiritualidad cuando ayuda a avanzar hacia una meta que esté de acuerdo con los verdaderos valores que humanizan al cliente.
Como nos transmite Covey, no solo se trata de alcanzar éxito, sino de que el éxito de nuestros clientes se sustente en principios universales de conducta que rigen el orden moral de las personas tal y como las leyes de la relatividad rigen el cosmos. Esto da una seguridad al coaching que otras formulaciones no alcanzan. Porque, como ya hemos dicho, ¿de qué le sirve a uno alcanzar el éxito si malogra su vida? Puedo haber conseguido tenerlo todo, ¿pero por qué y para quién me he esforzado tanto? Si es «por mí» y «para mí», con todos mis respetos, mal asunto, vas camino de quedarte solo y en la soledad, como le ocurrió al ciudadano Kane, sin nadie alrededor que te acepte de forma gratuita, sin posibilidad de realización plena. La realización busca algo más del «por mí» y «para mí», algo que me des-borde, que me saque de las fronteras del ego hacia lo transpersonal.
El coaching es el arte de preguntar y el coaching espiritual sería el arte de preguntar al cliente para que este se centre en su experiencia espiritual, sea la que sea, y dejar que resuene de tal manera que consigamos amplificar su armonía existencial. El objetivo es conseguir que el cliente no se vaya al terreno de lo racional, de las justificaciones o teorías, sino al terreno de la vivencia, de lo que experimenta o experimentó en algún momento de su historia personal. Se trata de explorar lo que hay en el interior del cliente, separando el grano de la paja, hasta dar con la mina de diamantes.
La tarea del coach espiritual es encontrar la veta de la experiencia espiritual para, una vez encontrada la experiencia cumbre, conseguir que el cliente mantenga su atención en la grandeza del hallazgo. Todo ello sin prisa, poniendo más atención en el proceso del cliente que en los intereses del coach. Cuanto más se pare en describir la experiencia, más se amplificará la experiencia y más posibilidades habrá de que encuentre nuevos significados y alcance una mayor conciencia y gusto de lo que había experimentado y que ahora, al poner en palabras, está re-descubriendo.
Para ilustrar lo que podría ser una sesión de coaching espiritual, se me ocurre hacer coaching a Jesús de Nazaret, una persona con la que no puedo hablar por teléfono, pero con la que sí puedo entablar una relación de amistad dentro del ámbito de la espiritualidad. Es verdad que para esta sesión va a entrar en juego mi imaginación porque, como es obvio, esta sesión no es real en el sentido que solemos dar a esta palabra aunque sí lo es en tanto que en ella se apunta hacia otra realidad. No obstante, lo que pongo en juego para esta entrevista, aparte de mi creatividad, es mi amplio conocimiento de la figura de Jesús y mi experiencia real a lo largo de estos últimos diez años realizando sesiones de coaching espiritual y acompañamiento espiritual.
Te invito a sentir y a experimentar lo que podría ser una sesión de coaching espiritual. Déjate fluir, simplemente escucha, mira y siente.
Jesús está frente a mí. Nos hemos situado uno frente al otro, sentados, en una cómoda postura…
Coach. Jesús, gracias por brindarte a realizar esta sesión de coaching espiritual conmigo.
Jesús. Gracias a ti. Aunque no sé muy bien qué tengo que hacer o de qué va esto…
Coach. No te preocupes, se trata sencillamente de ir explorando tu vivencia espiritual… Sé que eres una persona con una gran experiencia espiritual, así que nos resultará fácil…
Jesús. Bueno, tendré las mismas experiencias que todo el mundo…
Coach. Tal vez…, el caso es que tienes tus propias vivencias… Si te parece, puedes hablarme de alguna de ellas…, escoge la que quieras… ¿Hay alguna de esas experiencias que sea especialmente valiosa para ti, especialmente reveladora?
Jesús. ¿Alguna experiencia de Dios?
Coach. Sí, la que tú quieras…
Jesús. La verdad, es que he tenido unas cuantas; siento a Dios a lo largo del día de muchas maneras. Cuando me levanto doy gracias a Dios por todo lo que me brinda: desde poder respirar hasta poder disfrutar de la naturaleza o de la amistad de los que me rodean… También, ante una decisión importante, o cuando veo que me estoy centrando mucho en lo urgente, me retiro a orar…, a veces, puedo pasarme casi la noche entera delante de Dios…, me ayuda a resituarme, a no perderme, a centrarme nuevamente en mis metas, en mi verdadera vocación… Otras veces, le pido por mis enemigos, por los enfermos, para cumplir con su voluntad…, le pido que llegue su Reino… No sé, algo así…
Coach. Veo que tienes una buena relación con Dios. Háblame de esa relación.
Jesús. ¿De mi relación con Dios?
Coach. Sí, de tu relación con Dios.
Jesús. (Cierra los ojos y se toma unos segundos para responder). Mi relación con Dios…, lo siento muy cercano. Es como un amigo, no, algo más que un amigo…, es una relación de mucha confianza…
Coach. Lo sientes muy cercano… ¿Sientes su presencia en alguna parte de tu cuerpo?
Jesús. No sé, le hablo como se habla a un amigo…
Coach. Sí, y cuando estás hablando con Él, ¿qué sensaciones corporales tienes? ¿Qué sensaciones notas en tu cuerpo…?
Jesús. (Mira hacia abajo y comienza con un tono pausado…). En mi cuerpo…, siento algo por aquí (con los dedos de su mano derecha describe un remolino por el pecho).
Coach. Sientes algo por aquí, por el pecho…, ¿qué es? Descríbemelo…
Jesús. (Cerrando los ojos). Es como si tuviera un pozo…, un pozo dentro de mí, que se adentra en mi pecho…
Coach. Un pozo que se adentra en tu pecho…
Jesús. Sí, es como si se abriera un hueco por el que llego a sentir a Dios muy dentro de mí.
Coach. ¿Cómo es ese hueco que te hace sentir a Dios?
Jesús. Es un boquete que se me abre en el centro del pecho, pero no siento dolor…, no es una herida o algo así, es algo distinto, me da calor y me hace respirar profundamente, es como la abertura de un pozo pero sin frío ni humedad, más bien con unas paredes de calor, un calor que se expande con mi respiración…
Coach. Un hueco en el centro de tu pecho con unas paredes de calor, un calor que se expande con tu respiración… ¿Hasta dónde se expande?
Jesús. Se expande…, en todas las direcciones, me recorre todo el pecho y sale hacia fuera, pero no como un halo que me cubre todo el cuerpo, sino como una corona de luz que me rodea el área del pecho… Bueno, no sé si tiene sentido todo esto…
Coach. Sea lo que sea, es lo que experimentas en tu cuerpo, ¿verdad?
Jesús. Sí, desde luego que sí, así lo siento…
Coach. ¿Algo más? ¿Algo más de la sensación del pozo?
Jesús. No, creo que no…
Coach. Bien, me has hablado de la imagen de un pozo, de un pozo que se abre en tu pecho con las paredes de calor. ¿Hay algo dentro del pozo?
Jesús. (Con una sonrisa) ¡Vaya preguntitas!
Coach. Sí, ya lo creo (sonriendo), fíjate si hay algo dentro del pozo…
Jesús. Hay un manantial…
Coach. Un manantial…
Jesús. Un manantial de agua viva…
Coach. Un manantial de agua viva. Descríbeme ese agua…
Jesús. Es un agua que recorre todo mi ser, o mejor, que da vida a todo mi ser… Es un agua que calma mi sed.
Coach. ¿Y cómo es ese agua?
Jesús. Ya te lo he dicho: «un agua que calma mi sed».
Coach. Entendido, ¿y cómo es «físicamente» esa agua que calma tu sed? Descríbeme su color, cómo se presenta, cómo la notas correr…
Jesús. Ah, ya…, (sube su mirada y tarda unos segundos en responder) es un agua muy cristalina, pura, brillante…, muy brillante, con muchos reflejos de luz, un agua que cuando la bebes es muy blanda, muy suave, te acaricia la boca.
Coach. ¿Te puedes fijar en más características? Por ejemplo: ¿qué temperatura tiene?
Jesús. Fresca, tampoco helada… Lo suficientemente fresca para que te sacie la sed con placer, pero sin estar muy fría…
Coach. Un agua con la temperatura justa para saciar la sed. ¿Has bebido de esa agua?
Jesús. Claro, es curioso, ahora me doy cuenta de que cuando me retiro a rezar lo que encuentro, tras mis palabras, o aunque no diga nada, lo que encuentro al rezar es este agua de este pozo. No sé si la bebo o no, simplemente el estar junto a este manantial de agua viva me basta.
Coach. ¿Qué te hace sentir estar junto a ese manantial?
Jesús. (Vuelve a cerrar los ojos, respira hondamente y al abrirlos mira hacia abajo). Una gran paz, me inunda de luz…, me hace ver la realidad que me rodea de otra forma…
Coach. ¿De qué forma?
Jesús. Más cristalina, como si el agua se transformara en luz, la luz que baña todo y una luz que nace de todo. Veo a las cosas y a las personas bañadas de esa luz y poseedoras...