Tú no eres yo, yo no soy tú (6 meses – 3 años)
«Según la indicación de la pediatra, esta semana he comenzado a destetar a Michele, que tiene siete meses. Siempre ha mamado a demanda, ahora, en cambio, tenemos que regular mejor los horarios de las tomas para estar seguros que tenga bastante hambre y así poder comer toda la papilla a la hora del almuerzo. Inicialmente ha aceptado de buen grado la manzana rallada y ayer, literalmente, ha devorado la primera papilla del almuerzo: ¡regurgitaba y abría la boca a tal velocidad que he temido que se le pudiera ir todo por el otro lado!
Luego, en el curso del día, sobre todo cuando lo tengo en brazos, a veces se empuja hacia el pecho y si se lo niego llora atormentado. En aquellos momentos me ataca la ansiedad, querría poderlo consolar y dejarle tomar el pecho como hacía antes, pero sé que así las cosas serían aún más difíciles. Me han dicho que pronto se acostumbrará y se olvidará del pecho, pero me parece que lo hago sufrir si no se lo entrego... Lo siento mucho, y es así como me sube la ansiedad, me pongo aún más nerviosa y aumentan las dudas. ¿Es normal que se desespere así? ¿Qué debo hacer?».
Una madre
El destete como fase evolutiva
Ésta es una de las numerosas peticiones dirigidas a la asociación cada semana a propósito del destete. La carta de esta mamá, en su sencillez, evoca de manera emblemática las cuestiones que el destete comporta. En efecto, en pocas frases, se suceden las palabras más recurrentes de las cartas y los discursos de las mamás empeñadas en el destete, representando el valor emotivo que el destete puede adquirir para la mamá y el niño. La carta empieza con la referencia al «deber» de encontrar una regla, aspecto que, en las palabras de esta mamá, también asume un tono de autocastigo. Hoy es muy frecuente la exigencia materna de «ponerse y poner unas reglas».
En las palabras de esta mamá además están presentes la conciencia de tener que asumir la responsabilidad de obligar a una «renuncia» al propio hijo, negándole la toma fuera horario, y la necesidad de tolerar y tener fe a una regla que le obliga a ella misma a renunciar a la oferta del pecho como instrumento que satisface y soluciona el llanto del niño. La ansiedad y la tristeza describen la atmósfera que atraviesa este momento de su vida y constituyen el motivo que lleva a esta mamá en dificultades a pedir ayuda, lanzando la propia petición personal, igual que muchas madres de hoy que intentan destetar: «¿puede decirme alguien qué debo hacer?». En este capítulo probaremos a dar algunas respuestas.
El destete representa la primera separación del lactante de la mamá y señala la etapa fundamental del desarrollo psicológico de la primera infancia. Comporta procesos, adquisiciones y transformaciones que no se suceden necesariamente con una progresión temporal recalcada con regularidad y válida para todo, si bien, y dentro de una amplia variabilidad que siempre atañe a la historia particular de aquel niño y aquella mamá, los cambios más importantes típicos del destete ocurren en un orden lógico, caracterizado por la progresión de pequeñas conquistas por parte de ambos. En efecto, es posible resumir las grandes transformaciones del destete en dos aspectos diferentes.
El primero concierne al inicio de la separación simbólica entre madre y niño, el otro corresponde a la introducción de una tercera figura en la relación madre-niño. Ambos aspectos se articulan entre ellos y el resultado de uno depende del otro. Además de su específica tejedura dependerán las muchas adquisiciones del comportamiento alimentario típicas de esta edad. Nos referimos a la progresiva disminución de las tomas, a la aceptación de sentarse frontalmente en el sillón y al empleo de la cucharita, a la disponibilidad a probar sabores y manjares nuevos, a la adecuación a una mayor diversificación y organización de las ocasiones alimenticias (desayuno, almuerzo, merienda y cena) y finalmente, a la conquista de la autonomía del acto alimenticio. Tales adquisiciones no son sencillamente «aprendidas» por el niño a través de una costumbre banal, sino que son el fruto de un recorrido interior del niño dentro del propio contexto relacional. En este largo camino, los pequeños pueden entonces manifestar lentitud o momentos de detención que representan el modo en que el niño atraviesa y contesta a la necesaria separación afectiva propia de esta edad y al principio de la relación con el tercer elemento: el padre.
El proceso de separación psicológica del niño de la madre se inaugura entre el cuarto y el octavo mes de vida, edad en que progresivamente adquiere la conciencia de tener un propio estatuto diferente del de la madre: es decir, el pequeño sale de la ilusión propia del estado fusional, la de ser todo uno con la mamá. La madre ya no coincide con el mundo del niño y éste puede comenzar a experimentar, de este modo, todo lo que le circunda: sonidos, objetos, pero también las otras figuras de referencia. Obviamente, a la curiosidad por lo que es nuevo los niños alternan fases de inquietud y miedo que, generalmente, se agrupan en las experiencias de vida alrededor del octavo mes.
A este connatural empujón a experimentar y a ir hacia lo que le circunda, se acompañan el miedo y un cierta melancolía fisiológica por la anterior unión fusional. La superación de esta vivencia y su abertura hacia lo nuevo por grados siempre mayores de autonomía subjetiva, así como el enfoque de la misma identidad constituyen los dos ingredientes fundamentales del entero desarrollo psicológico infantil y encuentran, en efecto, una resolución completa en la crisis de la edad juvenil. Pues el destete condensa significados muy importantes para el desarrollo y representa la primera forma embrionaria de los pasos que subyacen a la maduración psicológica.
Al principio del destete sucede una separación que es representada emblemáticamente por el paso desde el abrazo de la lactancia hasta la sentada frontal sobre el sillón: del placer de ser acogido y contenido en recibir y chupar el pecho y el pezón, el niño pasa a una nueva posición. Como hemos explicado en el capítulo anterior, en la fase de la lactancia el lactante, mientras se alimenta, «es todo uno» con el abrazo de la mamá, o también del papá, si es el padre quien ofrece el biberón, lo protege, lo contiene y lo mira, entretejiendo así un diálogo íntimo y exclusivo, mientras que ahora, con el inicio del destete, el niño accede a un nueva ...