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La orientación educativa en las primeras etapas
En las primeras etapas de la vida escolar es cuando se asientan realmente las bases del aprendizaje intelectual y se desarrolla o no en el alumnado la motivación y el hábito de estudio. De ahí la importancia de una orientación educativa de calidad que acompañe al profesorado en la compleja tarea de planificar los procesos de enseñanza-aprendizaje y de generar y aplicar métodos de enseñanza que contribuyan a desarrollar competencias básicas en el alumnado.
Una orientación educativa de calidad, en unas edades tan vulnerables y dependientes de la actuación de los adultos, será aquella que tenga en cuenta la gran diversidad del alumnado y procure ajustar la enseñanza y las ayudas a las necesidades de cada uno. Una orientación que contribuya a establecer bases sólidas de colaboración familia-escuela desde el respeto mutuo de cada institución y que abra cauces de coordinación con otros recursos comunitarios para sumar esfuerzos en el proceso educativo de los alumnos. Una orientación que permita anticiparse a la aparición de dificultades de aprendizaje y contribuya a detectar lo más pronto posible las necesidades educativas del alumnado para organizar los apoyos y las adaptaciones en el currículo que precise.
Una orientación educativa que haga posible, en definitiva, que cada niño y cada niña tenga su sitio en la escuela desplegando al máximo sus capacidades y que a ello se llegue con el menor uso de medidas individuales extraordinarias porque la atención a la diversidad del alumnado impregne la vida escolar y la toma de decisiones a nivel estructural.
Reiteradamente aparecen en los textos que tratan de orientación los términos “asesorar” y “colaborar” y a lo largo del libro los vamos a repetir una y otra vez. Pero dado que nuestro posicionamiento no es de “expertos” que dan soluciones a los problemas, sino de participantes en la búsqueda y construcción de soluciones compartidas, aunque hablemos de “asesorar” lo vamos a entender desde esa actitud de colaboración con las personas con las que compartimos los procesos educativos aportando una formación técnica especializada en el desarrollo de las funciones que se nos encomiendan.
ÁMBITOS DE INTERVENCIÓN Y FUNCIONES
Cuando se analizan estas funciones de los orientadores de las etapas de infantil y primaria1, estas se pueden agrupar en cuatro grandes ámbitos de intervención psicopedagógica: asesoramiento a la institución, apoyo al proceso de enseñanza y aprendizaje, colaboración familia-escuela, y coordinación con otros servicios e instituciones.
1. Asesoramiento a la institución
El ámbito que denominamos de asesoramiento a la institución es quizá el más complejo porque supone un proceso de ajuste de nuestro trabajo al de otros profesionales expertos en el suyo como son los equipos directivos, los equipos docentes (es decir, el equipo de profesores que da clases a un mismo grupo de alumnos) o cada miembro del profesorado. En ocasiones esos profesionales pueden tener concepciones sobre la orientación e incluso sobre la educación que pueden no coincidir con lo que nosotros pensamos, pero ese ajuste es imprescindible porque van a ser ellos y ellas los actores de nuestras propuestas al ser quienes ejercen la autoridad en la toma de decisiones o los que directamente trabajan con el alumnado.
En este asesoramiento a la institución se enmarca todo lo relativo a la planificación y estructura organizativa de un centro: proyectos educativos, programaciones didácticas, planes de acción tutorial, planes de atención a la diversidad del alumnado, planes de mejora, procedimientos de coordinación, reparto de tareas, etc. Cualquier cambio que se produzca a esos niveles en la línea de mejora de la calidad educativa, va a tener un efecto más allá de cualquier acción individual que podamos llevar a cabo y va a ser también el esqueleto sobre el que se asiente el resto de nuestro trabajo. Por ello, seremos cada vez más conscientes de la importancia de nuestra participación en este ámbito.
La capacidad de realizar propuestas pedagógicas requiere un conocimiento técnico lo más amplio posible acerca de los temas estrechamente relacionados con la formación y función de los orientadores. Pero la práctica nos muestra que un gran conocimiento teórico, por sí solo, no garantiza la eficacia del asesoramiento.
Es fundamental saber adaptarse a cada contexto escolar, a las características de cada claustro y saber colaborar hábilmente con los equipos de trabajo en la toma de decisiones asumidas y consensuadas. Toda la formación adicional que podamos adquirir en la dinamización y conocimiento de grupos de trabajo, va a traducirse en un mejor desempeño de nuestra función de asesoramiento.
2. Apoyo al proceso de enseñanza y aprendizaje
Este ámbito es el que normalmente ocupa la mayor parte del tiempo real de trabajo de los orientadores y orientadoras en los centros educativos. Es también el más visible porque tiene una proyección más directa sobre el alumnado, sus familias y los profesionales del centro y suele ser el ámbito en el que el profesorado ubica y reconoce de forma más directa la labor del orientador. No obstante, en este ámbito es donde también es más fácil caer en el peligro de que se confunda la función de orientación educativa con un enfoque clínico, psicoterapéutico o de consejero.
Si en las tareas del primer ámbito debíamos colaborar con los agentes implicados en la elaboración de los planes, ahora, y dentro del ámbito de apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje, nuestra tarea es ayudar al desarrollo de esos planes. El apoyo al proceso de enseñanza y aprendizaje discurre a través de todo el abanico de tareas que van desde la planificación del proyecto educativo y los planes de trabajo hasta la atención personalizada de cada alumno.
Van a enmarcarse en este ámbito las concreciones en las programaciones de aula, la toma de decisiones sobre metodologías concretas o sobre el manejo de grupos, el desarrollo de las actividades programadas para la acción tutorial, el ajuste de los procesos de evaluación y promoción del alumnado, la prevención y detección precoz de posibles dificultades de aprendizaje, los procesos de evaluación psicopedagógica que lleven a la identificación y descripción de las necesidades de apoyo educativo de un alumno, la formulación, seguimiento y evaluación de las orientaciones psicopedagógicas, etc.
También en este ámbito se incluyen aquellas tareas que contribuyen a un buen clima de convivencia en el centro y a la adaptación personal y social del alumnado como requisito previo a un desarrollo armónico de las actividades educativas.
3. Colaboración familia-escuela
El ámbito se fundamenta en el hecho de que la educación de un niño es un proceso compartido por los contextos familiar y escolar y que no deben caminar separados. Las relaciones que se establezcan con las familias deberían ser de un respeto profundo, partiendo de la realidad de cada una y huyendo de la pretensión de ser educadores de padres y de pensar que está en nuestra mano juzgar y cambiar los entornos familiares.
La labor de orientación educativa ha de estar encaminada a la búsqueda de acuerdos concretos y compromisos reales entre las familias y la escuela que persigan mejorar el desarrollo de cada alumno. A ello podemos contribuir facilitando el conocimiento y la mejor comprensión de cada niño y haciendo aflorar posibilidades concretas de llevar a cabo cambios positivos. La decisión de convertir esas posibilidades en realidad no va a estar en nuestras manos, pero podemos contribuir a que se produzca ese deseo y esa voluntad de cambio y progreso en las familias.
En otras ocasiones nuestra tarea será intentar restaurar la relación de confianza y la comunicación entre las familias y el profesorado y crear una visión compartida de las necesidades de cada alumno y alumna. Nuestra posición supone un fuerte ejercicio de objetividad en el análisis de las dinámicas de relación familia-escuela que a veces es difícil de mantener sin situarnos desde la posición del centro escolar.
Las tareas de orientación en este ámbito pueden darse en diferentes niveles: con la asociación de familias del alumnado del centro, con grupos de familias de una etapa, ciclo o nivel, con las de alumnado de nueva incorporación al centro escolar o en proceso de transición a otros niveles educativos, con familias de alumnos con necesidades educativas especiales2 o en situaciones vitales críticas, etc.
La participación en cada uno de estos niveles va a ser diferente en cada centro, pero el modelado al profesorado en la relación que se mantiene con las familias puede ser, en nuestra opinión, la estrategia más valiosa y de mayor incidencia a largo plazo, mucho más que las ideas que podamos transmitir. Por lo tanto, todos esos procesos habrían de ser compartidos.
4. Ambito de colaboración con otros servicios e instituciones
La coordinación con la red de servicios (educativos, sanitarios y sociales) que pueden atender al alumnado de un centro educativo pretenderá optimizar los esfuerzos y garantizar el seguimiento a lo largo de su vida escolar.
Un primer requisito será conocer el contexto sociocultural en el que está inmerso el centro escolar; los recursos sanitarios, culturales, sociales, de ocio y tiempo libre que puedan prestar actuaciones complementarias a las que se ofrecen desde la escuela. Otro requisito será saber que, alumnos que puedan requerir de una especial atención orientadora, están siendo atendidos por dichos servicios para organizar la coordinación dentro de la estricta confidencialidad.
La coordinación entre los servicios de orientación o entre el profesorado cuando los alumnos cambian de centro, adquiere especial importancia porque va a suponer una garantía de continuidad en las actuaciones y de coherencia entre las etapas educativas. Va a ser especialmente necesaria cuando se trate del alumnado que presenta necesidades de apoyo educativo.
Enmarcadas en estos cuatro ámbitos las actuaciones que las autoras hemos seleccionado, y que son las que se van a describir posteriormente a lo largo del libro, son las que en nuestro quehacer profesional hemos comprobado que se repiten de forma constante en los planes de trabajo año a año y en la mayoría de los centros.
Se trata, por tanto, de una propuesta concreta que puede servir de referencia para elaborar un plan de trabajo de orientación, pero a sabiendas de que en cada centro educativo unas actuaciones tendrán más peso y otras menos, algunas no se tendrán en cuenta y habrá otras que no se recogen aquí y que se tengan que añadir.
Como ya se ha dicho anteriormente, el ámbito de apoyo al proceso de enseñanza y aprendizaje es el que aglutina un mayor número de actuaciones directas y suele consumir más tiempo, pero el de asesoramiento a la institución puede tener un efecto sobre la modificación de estructuras del centro y en la introducción de cambios globales con una mayor incidencia a largo plazo.
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La Agenda del Orientador
CRONOGRAMA PARA LA DISTRIBUCIÓN DE ACTUACIONES O TAREAS
El trabajo de orientación es de una gran complejidad. Además de fijar los objetivos y conocer nuestras funciones y las actuaciones o tareas a desarrollar, un reto importante del orientador es organizar el trabajo a lo largo del curso para tener prevista una secuencia temporal clara que nos sitúe en cada momento en lo que tenemos que hacer.
Respondiendo a esa necesidad hemos llevado a cabo una propuesta de distribución temporal de las actuaciones que conformarían un plan anual de trabajo de orientación. Esa distribución obedece a criterios extraídos de la propia experiencia. Con ello pretendemos facilitar la elaboración de una Agenda de Trabajo para un curso escolar con una adecuada distribución de las tareas. Las que se desarrollan en un momento concreto (actuaciones mes a mes) o las que conviene realizar en momentos puntuales a lo largo del curso (Actuaciones a lo Largo del Curso).
• Actuaciones mes a mes
Se contemplan las actuaciones de todos los ámbitos, incluyendo también las tareas de elaboración, evaluación del plan de orientación y su memoria, y se distribuyen desde el inicio del curso hasta el final siguiendo una secuencia lógica en su abordaje. Por ejemplo, una tarea de acogida a familias y niños de nueva incorporación se programará en el mes de septiembre, si es cuando empieza el curso escolar, y la del traspaso de información de los alumnos que terminan etapa y van a cambiar de centro educativo, tendrá que planificarse al final de curso, en el mes de Mayo o Junio. Por tanto esta distribución designa Septiembre como el primer mes del curso y Junio como el último.
• Actuaciones A lo Largo del Curso
Hay un importante número de actuaciones que no se pueden programar en un mes concreto, bien porque pueden surgir de manera puntual en cualquier momento del curso escolar: por ejemplo, una demanda surgida a raíz de un problema de convi...