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Cómo se desarrolla una mente creativa

  1. 112 páginas
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Cómo se desarrolla una mente creativa

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El presente volumen, 2º de esta Colección, aspira a profundizar en los mecanismos y engranajes de la mente cuando ésta se dispone a "crear", es decir, trata de explicar cómo se desarrolla una mente creativa.La compleja dinámica del acto de crear -que implica una destrucción necesaria de la historia pasada, de posibilidades alternativas, del silencio y del vacío que había antes de la creación- se considera la base de la vida mental y de la vida activa. Crear no es una actividad que sea privilegio de unos pocos dotados de capacidades innatas, sino una operación mental, para la que los adolescentes y los niños deben ser educados y formados.Este libro propone diferentes actividades, que el autor denomina Proyectos, a través de las cuales se aprende a crear y se pretende entrenar el pensamiento crítico: por ejemplo, la habilidad de contemplar el mundo a través de un agujero hecho en una cartulina, de saber contarlo a los demás y de estar abiertos a los mundos que ellos ven; o de narrar la historia por medio de música electrónica; o de conocer otras culturas a través de la literatura.

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Información

Año
2017
ISBN
9788427723009
Edición
1
Categoría
Bildung
Categoría
Lehrmethoden
SÉPTIMO CAPÍTULO
Proyecto 3.
La música electrónica para la Memoria de la Shoah
ÁREAS DE INTERÉS: Historia, Música, Física
PALABRAS CREADORAS: memoria, oído
EDAD ACONSEJADA PARA LOS PARTICIPANTES: 10-15 años
La Shoah
La «Memoria» con mayúsculas
La destrucción de los judíos de Europa es uno de los acontecimientos más dramáticos del siglo pasado, un acontecimiento tan grande que su peso se siente en las generaciones siguientes, hasta llegar a nosotros, incluso a nuestros hijos. Aquellos tristes años, en los que los nazis, los fascistas y sus aliados mataron conscientemente a gran parte de los judíos del continente, se han convertido en uno de los elementos sobre los que basar nuestra sensibilidad actual.
Es como si la Shoah hubiera depositado un mensaje, un deseo de redención en relación a todo dominio sobre el hombre, o mejor, es como si aquellos días, en los cuales los hombres, las mujeres y los niños no eran considerados ya ni siquiera como seres humanos, nos hubieran abierto los ojos a la posibilidad de valorar a hombres y mujeres, chicos y chicas, por lo que son. Considerarlos a todos como seres humanos, sobre todo, parece que es el legado de todo lo sucedido.
Recordar la Shoah es importante, hasta el punto de que la palabra «memoria», si se refiere al exterminio de los judíos, se escribe con mayúscula: es el nombre propio de cuanto sucedió. La palabra ya de por sí (Memoria), trata de condensar todo el dolor de todos aquellos que perdieron la vida y de los que sobrevivieron perdiéndolo todo: familiares, amigos, huellas. Es más, es una especie de responsabilidad: recordar no es un sólo una acto de justicia en relación a quien ya no está. Es una iniciativa que tomamos porque es la única capaz de hacernos creer que, recordando, podremos estar alejados de la crueldad que movió a muchos hombres hace sesenta años, y que, si lo seguimos recordando y ayudamos a que se recuerde, tomaremos decisiones que nos lleven en la dirección opuesta al odio. La Memoria no es una elección que nos hace sentir mejores, es más: podría recubrir con una ligera pátina de sentimiento de culpa ciertas decisiones actuales, pero éste es otro tema. La Memoria, a fin de cuentas, sirve para la vida: de otro modo se convierte en un ejercicio de retórica.
El esfuerzo por recordar la Shoah, el exterminio de los judíos de Europa, va más allá del interés histórico. Quien recuerda estos eventos dramáticos se interesa por la humanidad, más que por los judíos o por los acontecimientos ligados a la dictadura nazi. No perder la memoria de uno de los momentos más dramáticos del pasado europeo significa sobre todo no perder la memoria de nuestra propia benignidad. ¿Pero cómo imaginar seis millones de judíos? ¿Cómo hacer para que la Shoah y el mismo Día de la Memoria1 no se conviertan en una ocasión para la retórica y en palabras carentes de sentido? Son preguntas de gran actualidad, para las cuales se están definiendo poco a poco las líneas de una didáctica de la Shoah que será cada vez más importante en el futuro, y que nos impelen a probar caminos distintos para iniciar un conocimiento, no sólo histórico, de aquellos sucesos.
Riesgos e ideas
En Italia en los últimos años se han llevado a cabo algunas iniciativas muy hermosas, junto a otras dudosas, y junto a ideas, en definitiva, de las cuales nadie sentía su ausencia. Se ha escrito y dicho mucho, hay hermosos libros en el mercado y hermosas películas en los cines. En general, llevar a cabo proyectos sobre la «Memoria» es importante por los motivos descritos, pero hay también muchos riesgos evidentes: tenerlo en cuenta significa dar importancia a la cuestión, no infravalorar su peso, haciéndolo más ligero (¿es una paradoja?, lo hablaremos después). La expansión de las iniciativas (en particular la institución del Día de la Memoria, cada 27 de enero), ha puesto en marcha dinamismos que, si hubieran seguido adormecidos, hubieran hecho menos daño.
He aquí algunos de los riesgos: dar una lectura simplista del fenómeno, creer poderse identificar con lo sucedido, cargar con los contenidos, sazonarlos con retórica, dar por sentado que cualquier acontecimiento atraerá la atención de los chicos por el mero hecho de que los adultos la consideremos importante.
La lectura simplista es hija de la simplificación necesaria para comunicarse con los chicos. Alcanzar lo esencial, comunicar lo esencial, es un arte que hay que cultivar. Volver más sencillo y narrable el relato de los acontecimientos históricos importantes es un ejercicio bastante difícil, que se traduce en una palabra más amplia: divulgación.
Divulgar significa hacer más sencillas las narraciones y el léxico para que los mismos contenidos sean percibidos y comprendidos por un público más amplio, quizás compuesto por niños y por chicos. La simplificación, aún así, es como el Liechtenstein: tiene unos límites cortos y muy finos, y nadie sabe dónde están. Caer en el simplismo es uno de los pasos en falso que se pueden dar, y en los chicos es un error que después cuesta mucho superar. La visión simplista puede hacernos creer, entre otras cosas, que podemos revivir desde dentro todo lo que sucedió durante aquellos terribles días. Nos puede llevar a pensar que entendemos lo que sentían y pensaban los judíos que fueron perseguidos, qué imaginaban en sus escondites, durante los rastreos, qué sentían en los campos de exterminio, a lo largo de las marchas sobre la nieve. Es un grave error, que nos conduce implícitamente a la conclusión de que no fue, después de todo, tan dramático y definitivo, que alguno que otro logró sobrevivir, que ciertos dolores se pueden soportar. Creer que se pueden contemplar aquellos eventos desde dentro es una ilusión que es mejor quitarse en seguida de la cabeza, para poder enfrentarse con lucidez a un tema tan vivo en la actualidad.
Otro riesgo es el de recargar los contenidos. Seguros de que son importantes, es mejor darles su peso justo: una tonelada podrá bastar. El peso justo, demasiado a menudo, se traduce en lugares comunes, eslóganes, o interminables conferencias, informes, a menudo poco concluyentes, y aún cuando son concluyentes están alejados de la esfera comunicativa, simbólica, relacional de los chicos. ¿El resultado? Aburrimiento. Y peor que el aburrimiento no sabría qué más hay (se esconden incluso ciertas formas de antisemitismo). La retórica es una enfermedad nacional muy difundida, la de transformar en retórica los aspectos importantes de la vida. La retórica se vuelve automáticamente pesada, y por ello cómica, grotesca. Walt Disney pensaba quizás en ciertas retóricas, cuando vistió, en sus dibujos animados, a los hipopótamos de bailarinas.
Otro riesgo es creer que el tema por sí mismo atraerá la atención por el mero hecho de ser importante. Es un error pensar que los chicos se sentirán atraídos por lo que nosotros, como adultos, consideramos fundamental. Aún cuando sólo unos pocos años separan a nuestra generación de la suya, entre las dos hay una gran distancia. No dar nada por sentado significa encontrarse frente a una interesante ocasión, la posibilidad de acercarse seriamente a una cuestión partiendo de lo esencial, de las motivaciones de fondo. Es una opción difícil y que requiere esfuerzo, pero muy rica en posibilidades.
Recetas para una «Memoria» más breve y ligera
Un chiste relataba cómo se enfadó un hombre prehistórico a la vuelta del hijo de la escuela con las notas. Una vez descubierto que el niño tenía un cuatro en historia, el padre agitó sus peludos brazos en el aire de la caverna y gritó: «¿Insuficiente en historia? ¡Pero si lo que hay que saber son cuatro cosas nada más!». El peso de la historia, con el paso de los milenios, ha aumentado notablemente. Tanto es así que los mismos programas escolares han debido adecuarse poco a poco, tratando de llegar a nuestros días sin olvidar los episodios considerados importantes del pasado reciente o lejano.
Cada vez que se enseña historia se requiere, por lo tanto, de un esfuerzo de ligereza: el conocimiento no va dirigido a la totalidad de la historia general, o a las historias generales de las poblaciones del mundo, o a las historias concretas de las infinitas poblaciones de la humanidad. Enseñar historia es siempre fruto de una elección.
Incluso en el caso de un episodio acotado en el tiempo, como el de la Shoah, es necesario hacer una elección. Sobre la destrucción de los judíos de Europa se ha escrito y dicho mucho, y aún se escribe y se estudia. Es difícil para los estudiosos hacerse un cuadro completo de un acontecimiento tan vasto y complejo. Para el que no es un especialista, la cantidad de material disponible sobre la Shoah puede resultar, demasiado grande para condensarse en unas horas, en un proyecto.
El esfuerzo de ligereza y brevedad aporta la consciencia de que cualquier proyecto es de por sí incompleto, ningún camino cubre todas las metas. Enfrentarse a la Shoah de esta manera con los chicos no significa disminuirla, restarle importancia, sino ayudar a los más pequeños a entrar poco a poco, y del modo correcto, en un tema tan complejo y grande, incluso para nosotros, adultos, dejándoles con una cierta curiosidad.
Además, la Memoria es un tema candente, ante el que la sociedad civil se muestra muy atenta y vigilante. Una prueba de ello es que si algún cineasta produce una mala película sobre las Guerras Púnicas nadie le da importancia, como máximo algún historiador un poco puntilloso fruncirá el ceño; pero si un director de cine produce una mala película sobre la Shoah, la gente organiza manifestaciones. Por no hablar del elenco de negacionistas y de todos aquellos que justifican indirectamente aquellos acontecimientos: trabajar con los chicos sobre este tema con la atención y la reflexión adecuadas es una forma de responsabilidad civil, es un esfuerzo que un maestro asume frente a la comunidad. El esfuerzo de recordar, aunque sea una cosa nimia, apenas un episodio, pero recordar, no olvidar. Un proyecto sobre la Memoria tiene finalidades humanas, antes que culturales.
¿Recordar o crear?
Determinar dónde se coloca la creación en un recorrido ligado a acontecimientos pasados es sencillo, en las formas de transmisión de la memoria. Cambian los lenguajes, cambian los modos, y la acción creadora puede manifestarse con libertad y fuerza precisamente en la expresión de la memoria. La manera de contar algo que ha sucedido es a menudo fruto de un filtro interior (yo hubiera escrito «siempre», pero dejo un poco de margen para quien cree que la comunicación puede ser objetiva), nace de una mediación personal. En esta mediación puede encenderse la acción creativa. Y son dos los caminos más evidentes que se pueden recorrer: uno sobre la forma y el otro sobre la verosimilitud.
La acción creativa que actúa sobre la forma empuja a los chicos a encontrar maneras originales y eficaces de contar sucesos ocurridos hace más de sesenta años, de los cuales somos testimonios indirectos a través de fotografías, encuentros, testimonios grabados en audio o en video, objetos, documentos. Esta posibilidad de acción reflexiona sobre un contenido y encuentra la mejor manera de transmitirlo, de hacerlo público. Pondré un ejemplo: en el pueblo vecino al nuestro vive un hombre que sufrió la deportación. Podemos pedirle que nos cuente lo que le sucedió, ¿pero cómo lo hacemos para que su relato llegue al mayor número de personas posible y de la manera más adecuada? Podemos trabajar con una videocámara, o una grabadora, para producir un pequeño video o una entrevista de audio. El material se puede colgar para que esté disponible en una web que difunda el relato de esta persona, junto a fotografías y a las impresiones de los chicos. Los contenidos no serán modificados, dado que la acción va dirigida únicamente a su transmisión.
La acción creativa que actúa sobre la verosimilitud realiza en cambio una obra de creación sobre el contenido mismo: tratar de identificarse con lo que sucede para crear una historia nueva que trate de relatar a las personas del presente lo sucedido en la historia.
Con nuestro Proyecto trataremos de movernos en ambos campos, conscientes de que esta segunda acción es más complicada y expone a riesgos mayores. Por un lado está la posibilidad de mitificar la historia, volviéndola tragicómica. La incógnita más fuerte está ligada, no obstante, a la identificación: creer que entendemos desde dentro lo que sucede es una especie de mentira que podemos contarnos, pero sigue siendo, de todos modos, una mentira. Pero dado que la mayor parte de las actividades expresivas son una especie de mentira, podemos arriesgarnos a acercarnos a la Shoah también a través del rostro de la verosimilitud, del cuento, posiblemente sin perder de vista el meollo de la cuestión: personas asesinadas por el mero hecho de ser consideradas diferentes.
La música electrónica
Electricidad para Brahms
Qué tiene que ver la memoria de la Shoah con la música electrónica del siglo XX es algo fácil de definir: nada. Pero nada en absoluto. No logro encontrar ni un solo motivo de unión, vecindad, semejanza o consonancia (la única palabra que podría definir la relación entre las dos es «distancia»). He aquí el interés por ver cómo terminará. El Proyecto que a continuación he realizado une de hecho la memoria de la Shoah con la música electrónica. Veremos cómo.
Debe aclararse, primeramente, que por «música electrónica» se entienden hoy una variedad de géneros, estilos y maneras de hacer música muy diferentes y alejados entre ellos. Asociar la música electrónica a la simple música de discoteca es un error que muchos cometen, con el resultado de comprometer la reputación de la música electrónica, reducida a un simple ritmo a cuatro tiempos, muy sostenido en la velocidad y en el volumen. Pero sólo una mínima parte de la música electrónica se expresa de esa manera, y no es la que se utilizará en el proyecto.
Se debe añadir que la mayor parte de la música que escuchan los chicos es directa o indirectamente electrónica. Aquella directamente electrónica ha sido producida con aparatos electrónicos y volcada sobre soportes digitales (un cd, o bien un archivo de mp3), a través de otros aparatos, electrónicos también. La música que no procede de instrumentos electrónicos, como el sonido de un violonchelo o de una batería, un batir de manos para llevar el ritmo, un acorde de guitarra eléctrica (se llama eléctrica porque no es electrónica) y, naturalmente, el canto de un hombre o una mujer, toda esta música que no nace de la elaboración electrónica es, de todos modos, grabada, refundida, filtrada, descompuesta, recompuesta, adaptada, transformada y transmitida por aparatos electrónicos. Cuando escuchamos a Brahms en el salón de casa, lo hacemos gracias a la electrónica o a la electricidad, si no es que tenemos un cuarteto de cuerda oculto en la cocina.
¿Miedo? Basta con que lo intentemos
La música electrónica es la música más cercana a los oídos de los chicos. Se ha mezclado de tal forma con la música (pop)ular que se ha convertido en parte integrante de ésta. Intentad escuchar lo que los chicos escuchan: en cada pieza, una buena parte de la melodía ha sido realizada c...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Título
  4. Índice
  5. PRESENTACIÓN
  6. PRIMER CAPÍTULO
  7. SEGUNDO CAPÍTULO
  8. TERCER CAPÍTULO
  9. CUARTO CAPÍTULO
  10. QUINTO CAPÍTULO
  11. SEXTO CAPÍTULO
  12. SÉPTIMO CAPÍTULO
  13. EPÍLOGO
  14. BIBLIOGRAFÍA
  15. BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
  16. Títulos publicados
  17. Página de créditos