No es la religión, estúpido
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No es la religión, estúpido

Chiíes y suníes, la utilidad de un conflicto

  1. 384 páginas
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No es la religión, estúpido

Chiíes y suníes, la utilidad de un conflicto

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"El imaginario social construido desde la década de los ochenta está plagado de perversiones ideológicas: desde el pensamiento único que aboga por la imposibilidad de cuestionar el capitalismo hasta el inevitable choque civilizatorio entre Oriente y Occidente que mantiene que los musulmanes del mundo se unirían para destruir la civilización judeo-cristiana. Si bien es cierto que no se ha dejado de pensar al margen del capitalismo, también lo es que los musulmanes se matan entre sí a miles en Irak, Pakistán, Afganistán, Siria, Yemen, Bahréin, Kuwait, Libia, Egipto, Irán Aunque se intenta mostrar que esas matanzas y guerras son conflicto religioso, el conflicto entre chiíes y suníes, No es la religión, estúpido señala que los conflictos armados entre y dentro de dichos países no nos son tan ajenos. Nazanin Armanian y Martha Zein muestran que, inicialmente, estos conflictos surgen de un elaborado plan del Pentágono para reconfigurar el mapa político de Oriente Próximo, y, después, son consecuencias del pulso entre las élites de las cuatro potencias regionales Irán, Arabia, Israel y Turquía, por aumentar su periferia de seguridad, hacerse con el poder y el control sobre los ingentes pozos de petróleo y gas de la región, las rutas comerciales terrestres y acuáticas, y, finalmente, dominar el mercado entre Asia y Europa. La religión es la tapadera para guerrear por intereses económicos, tanto los de Oriente como los de Occidente."

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Información

Año
2018
ISBN
9788446045311
IX
SIRIA Y TURQUÍA
¿SE PUEDE HEREDAR UNA REPÚBLICA?
Nominalmente Siria es una república presidencial aunque en realidad debería llamarse república «hereditaria», pues la familia de Asad gobierna el país desde 1970. Los 22,85 millones de habitantes que este país tenía en el año 2013, antes de la bestial guerra, llevan heredando desde hace casi 50 años a la misma familia presidencial, con todos sus complementos: lobbies, intereses empresariales, deudas, alianzas internacionales, vendettas…
La composición étnico-religiosa de este país es una de las claves para comprender cómo la guerra que lo asola desde el año 2011 distorsiona la realidad de quienes lo habitan. Semitas de origen, el 90 por 100 son considerados de etnia árabe. La población kurda supone entre el 4 por 100 y el 9 por 100, el resto es turca, armenia y asiria. Antes del conflicto debían de sumarse a estas cifras el cerca del millón y medio de refugiados iraquíes, un 6,5 por 100 de la población aproximadamente, de diversas etnias y credos, los cerca de 580.000 refugiados palestinos (2,5 por 100 de la población) en su mayoría árabes suníes, y un número desconocido de residentes libaneses.
No constan censos con enfoque étnico en este país desde 1960 y nunca se han llevado a cabo con enfoques religiosos y lingüísticos. La información podría ser verosímil en tanto que los mandatarios de los países de Oriente Próximo son poco partidarios de realizar este tipo de estadísticas por el temor a que luego tengan que reconocer los derechos de las minorías religiosas y étnicas. Lo cierto es que el mapa étnico-religioso de Siria es muy complejo. Pero, siguiendo con la ficción de las estadísticas y teniendo en cuenta que esta guerra ha causado en cinco años la huida de millones de personas del país, entre sirios, iraquíes y palestinos, y después de consultar varias fuentes, podría concluirse que el 90 por 100 de la población es musulmana; de ella, el 64 por 100 sería suní, el 13 por 100 es drusa y el 13 por 100 alauita (nusairí). El 10 por 100 restante sería cristiana ortodoxa, grecocatólica, armenia, sirio ortodoxo-jacobita, judía y yazidí o izadí.
Entre las singularidades de este escenario está el peso específico de dos elementos que no corresponden precisamente a la mayoría de la población: el grupo étnico kurdo y la religión alauita que profesa la familia de Asad, considerada chií desde hace poco. Factores que generan mayor complejidad a lo que podría simplificarse como que la mayoría de los kurdos, árabes y refugiados iraquíes y palestinos que viven en Siria son suníes. Por lo demás, hay una paradoja: esta tierra acoge importantes santuarios chiíes, como la mezquita de Sayidah Zaynab, que alberga la tumba de Zaynab, la nieta de Mahoma, y la de su bisnieta Sayidah Ruqaya, hija de Husein ibn Ali Talib, entre otros. Cuentan las leyendas chiíes que Zaynab, una niña de 3 o 4 años, cayó prisionera en la batalla de Kerbala, donde su padre Husein fue asesinado. Cuando la llevaron a la corte del califa Yazid, el personaje más odiado por los chiíes, él le enseñó la cabeza cortada de su padre, causando la muerte de la niña días después por la angustia. La existencia de dichos templos justifica la presencia de la milicia Fatemiyún, enviada por Irán a Siria para «proteger los santuarios chiíes» del ataque de los grupos islamistas suníes. También se encuentra en este país el cementerio Bab al Saghir, donde se cree que están enterrados: Umm Kul­thum, que era la hija de Ali y Fatima; Soghra, Sakina y Ameneh, las hijas de Husein; Abdalah Yafar Sadegh, el sexto imán del chiismo, Bilal al Habashi, uno de los esclavos liberados y leales de Mahoma convertido en muecín, y Umm Salamah y Umm Habiba, dos de las 11 esposas oficiales de Mahoma, entre otros.
Lo que hoy es una paradoja, durante siglos ha sido una combinación posible porque, al fin y al cabo, suníes y chiíes pertenecen a la misma familia religiosa. Lo que hace que ahora parezca insostenible son las estrategias geográficas: estas personas viven en un espacio que linda con Israel y tiene acceso al mar Mediterráneo. La guerra mediática de Siria, que contrasta con el silencio de los medios de comunicación de masas occidentales sobre el conflicto de Yemen, la ha convertido en uno de los más complejos y enredados conflictos de las últimas décadas. Una decena de capas de cebolla ocultan enfrentamientos internos con una fuerte connotación de clase, un cruento pulso entre los países de la región y otro de carácter internacional. Junto con los choques étnicos y religiosos está la batalla por el agua, los hidrocarburos y las rutas de gasoductos. Todos estos factores han causado la masacre de cientos de miles de civiles y el abandono de sus hogares de millones de ciudadanos del país.
CÓMO DESINTEGRAR LA REALIDAD KURDO-SIRIA
Siria nace de los restos del Imperio otomano, desintegrado tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Mark Sykes, en representación de Gran Bretaña, y François Georges-Picot, por Francia, firmaron un acuerdo secreto el 16 de mayo de 1916 (o sea, antes de finalizar la guerra), con el beneplácito de la Rusia zarista, Alemania e Italia. El conocido como Acuerdo Sykes-Picot implicaba el reparto de los territorios otomanos del Próximo Oriente como botín de guerra antes de que el vasto Imperio turco se desmoronase.
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Acuerdo Sykes-Picot[1].
En un primer momento el reparto geográfico no supuso la desaparición de los partidos y sus propuestas, contrarios a las decisiones de esta guerra imperialista y neocolonialista. Los comunistas sirio-libaneses se organizaron bajo el nombre del Partido Comunista Sirio-Libanés (PCSL) en 1924, bajo la dirección del libanés-egipcio Fuad al Chimali, el libanés Yusuf Yazbek y el armenio-libanés Artin Madoyan. Su secretario general fue el kurdo-sirio y cristiano Kaled Baktash (1912-1995) que lideró la organización desde 1936 hasta su muerte. Cuando Francia bombardee Damasco en 1925 lo que hará en realidad es aplastar el levantamiento popular contra el imperialismo francés. La dura represión a las fuerzas democráticas por su participación en la organización de esta revuelta, llevó a la prisión a los dirigentes del partido. Desde la clandestinidad, la estrategia del partido fue otorgar prioridad a la lucha anticolonial antes que a la lucha de clases y la batalla por el socialismo.
El acuerdo entre los británicos y franceses había previsto la formación de un país kurdo y otro armenio, pero el posterior Tratado de Lausana (1923) determinó las fronteras de los nuevos Estados del antiguo Imperio otomano, acabando con el sueño de un Estado kurdo. Aun así, los kurdos de Siria, que habitan las regiones Jazira, Afrin y Kobani, un total de 20.000 kilómetros cuadrados, no pierden la esperanza y plantean sus reivindicaciones ante la Asamblea Constituyente de Siria el 28 de junio de 1928. Sus principales exigencias son el derecho de hablar y recibir la educación en la lengua kurda y ser contratados en la administración del Estado en las regiones kurdas. En este camino dicho pueblo se enfrentará a dos grandes barreras: por un lado, el nacionalismo árabe, agrupado en el Bloque Nacional, que sospechaba de una eventual alianza étnico-religiosa entre los kurdos, los armenios y los asirios; y por otro, la vecindad de Turquía e Iraq, quienes temían que la iniciativa kurdo-siria se convirtiera en un modelo para la población kurda de sus respectivos países y un refugio para la guerrilla peshmerga, a la que perseguían.
A pesar de las dificultades, los kurdos consiguieron algunos derechos, como publicar en su lengua. En sus filas contaban con muchos intelectuales refugiados procedentes de una Turquía que en ese momento estaba sometida al régimen chovinista de Atatürk, aliado de los británicos. Llegaron a fundar su primera organización político-cultual en 1925: Khoybun («independencia»), como un espacio de debate. Fue la primera asociación kurda en Siria, que les sirvió de herramienta para debatir y buscar respuestas a una situación que se complicaba por momentos. El dilema al que se enfrentaban era si unirse a los nacionalistas árabes para desalojar a los ocupantes franceses, o aliarse con los franceses para impedir la constitución de un Estado árabe en Siria.
Esta cuestión y otras eran publicadas en las revistas que empezaron a surgir. En 1932, bajo la dirección de Celadet Bedir Khan (1893-1951), sale el primer número del rotativo Hawar, escrito con el alfabeto romano y el dialecto kurmancí del kurdo. Era el anuncio de un gran movimiento cultural kurdo. Cinco años después Hawar era clausurado como represalia por parte de los franceses a la colaboración de los kurdos con los nacionalistas sirios en favor de la desocupación del país. Cinco años es un tiempo muy breve para transmitir, leer, aprender y madurar tantas ideas y tantas aspiraciones. Aun así, a pesar de que hoy los grupos y facciones religiosas han ocupado el escenario político y bélico de Siria, se hace evidente que las verdaderas fuerzas que han sostenido el pulso de Siria han sido las laicas.
En 1936 los franceses ceden el poder al Parlamento de Damasco al tiempo que los nacionalistas árabes intensifican el proceso de arabización de las regiones kurdas y también a la propia población kurda. Dentro del marco de esta política, el gobernador de Hasaka es destituido y en su lugar se coloca a un árabe. La respuesta de los kurdos es organizar masivas protestas en Jazira y dirigir sus quejas y reivindicaciones al presidente de Francia, pidiéndole autonomía administrativa para esta región y así impedir males mayores. Pero demandan en vano. Los franceses no tienen ojos ni oídos para los kurdos y además ponen su granito de arena a la hora de aplastar la protesta. Están muy ocupados, vigilando a los nacionalistas árabes; hay muchos intereses en juego y los kurdos no son más que una moneda de cambio dentro de la estrategia del equilibrio de fuerzas en el Oriente Próximo.
En 1958 nace el Partido Democrático del Kurdistán de Siria (PDKS), fundado por el doctor Nureddin Zaza, entre otros, desde la clandestinidad, que se pone a organizar el movimiento espontáneo y desorientado de los kurdos. Las reformas exigidas por el PDKS en su lucha pacífica incluían: ser reconocidos como pueblo por la Constitución; poder participar, de manera proporcional al peso de su población, en la administración del Estado a nivel legislativo, ejecutivo y judicial; declarar la lengua kurda cooficial en las regiones kurdas; que la radio y la televisión sirias emitieran programas en esta lengua; libertad cultural; declarar el Nouruz fiesta nacional en todo el Estado; contar con un porcentaje proporcional del presupuesto del Estado para las áreas kurdas y así recompensar la negligencia crónica a la que han sido sometidas; suspender el programa del Cinturón Árabe (instalar colonos árabes en las regiones kurdas) al tiempo que indemnizar a los campesinos que fueron perjudicados por dicho plan; y contar con una autonomía administrativa. El Gobierno sirio desalojó a miles de familias kurdas que vivían en la frontera turca y las aisló del contacto con sus hermanos kurdos de Turquía, creando, con los colonos árabes, un cinturón de seguridad de 375 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de anchura a lo largo de la frontera turca, como parte de la política de limpieza étnica contra los kurdos. Los deportados fueron trasladados a las zonas yermas y subdesarrolladas del país, condenados a vivir en la miseria.
El punto central del programa del PDKS no era formar un Estado independiente de Kurdistán, principalmente por falta de un territorio continuo habitado por ellos, debido a su reducida población, sino un Estado autonómico dentro de las fronteras del país. Se trataba de un punto de vista que compartían con el Partido Comunista de Siria y con el histórico Khaled Baktash, «el decano del comunismo árabe», cuyo partido contaba con una contundente presencia kurda entre su militancia.
En febrero de aquel año, 1958, el presidente suní-laico egipcio Gamal Abdel Naser anunciaba la formación de la República Árabe Unida, compuesta por Siria y Egipto, bajo su liderazgo. A continuación se disuelven todos los partidos políticos de Siria, incluido el Baaz, que, si bien se había postulado en favor de la unión, se oponía a la disolución del país y sus instituciones.
Esa fusión dura poco. En 1961 los militares sirios, disgustados por ser tratados como el socio inferior, decidieron poner fin a aquella iniciativa y recuperar la independencia de su país. Tanto el sentimiento patriótico sirio como el fracaso de los árabes en su guerra contra Israel aumentarán el descontento entre los oficiales del ejército, que propician un golpe de Estado en septiembre del 1961 y disuelven la asociación con Naser.
Aunque la Constitución siria no reconocía otra etnia que la árabe en el país, la realidad era que los árabes y la minoría kurda de Siria habían aprendido a coexistir de manera pacífica; esta armonía, sin embargo, saltará en pedazos cuando los chovinistas panarabistas tomen el poder y comiencen a prohibir las publicaciones en lengua kurda y a penalizar la posesión de libros o discos en esta lengua con varios años de cárcel.
En 1963, el Partido Socialista Árabe, Baaz, fundado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial por el cristiano ortodoxo Michel Aflaq y un musulmán suní, Salah Bitar, toma el poder. En el paquete de reformas emprendidas primero por el presidente Bitar y luego por Yusuf Zuwayin, incluyeron la reforma agraria, la nacionalización de la banca, la industria y el comercio exterior, pero no ofrecieron ninguna propuesta para un cambio en el estatus de la minoría kurda. Había una firme decisión de continuar con la política de asimilación, negando los derechos más elementales de cerca de dos millones de personas. Los kurdos dejarán de existir de golpe, pues serán privados de un carné de identidad, del derecho al trabajo, al voto, a la participación política y a la posibilidad de viajar (ya que carecen de pasaporte), de hospedarse en los hoteles, de registrar sus uniones matrimoniales y el nacimiento de sus hijos, de poseer propiedades e incluso de alquilar un piso a su nombre.
Paralelamente, Damasco impone la política de arabización de los nombres de personas, ciudades, aldeas, montañas y ríos. Así, el apellido de las gentes del clan Jan Pulad («cuerpo de acero») se convertirá en Jumbalat, la montaña de Mozane pasará a denominarse Jabal al Arab («el monte de los árabes»), etcétera.
LA BANALIDAD DEL PANARABISMO
El panarabismo, una copia del paneuropeísmo, es una ideología que fue utilizada durante la Primera Guerra Mundial por los imperialismos británico y francés para desintegrar el Imperio multiétnico otomano. Su presencia, que deshace por dentro a los principales países árabes, propició la toma del poder en Siria, Iraq, Egipto, Libia y Argelia en sus dos vertientes, baazismo y naserismo. Se trataba de una victoria meramente discursiva porque la Gran Nación Árabe era inviable, entre otros motivos porque en todos los países árabes hay millones de ciudadanos no árabes cuyos derechos quedaban afectados. El panarabismo impedía la construcción de una nación de todos los ciudadanos más allá de sus fidelidades religiosas y tribales. El trágico final de aquel movimiento fue la consolidación de las dictaduras policiales tribales, donde la le...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Presentación
  5. Introducción
  6. I. Una trayectoria interminable
  7. II. La escisión entre chiismo y sunismo
  8. III. La yihad y el martirio
  9. IV. Irán y Arabia Saudí: ¿un conflicto chií-suní?
  10. V. Palestina: aquí empieza la guerra suní-chií
  11. VI. Líbano: laboratorio de las milicias suníes y chiíes
  12. VII. Baréin
  13. VIII. Yemen
  14. IX. Siria y Turquía
  15. Conclusión
  16. Bibliografía