Historia de la India (3ª ED.)
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Historia de la India (3ª ED.)

  1. 384 páginas
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Información del libro

Barbara Metcalf y Thomas Metcalf actualizan una obra que es un referente para profesionales, estudiantes y curiosos de todo el mundo. Esta tercera edición incorpora los cambios vividos por el país desde 1990 hasta 2009, años del crecimiento vertiginoso de la industria tecnológica en un país donde persisten la pobleza y los conflictos políticos.

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Información

Año
2014
ISBN
9788446043492
Edición
1
Categoría
Historia
5
Sociedad civil, restricciones coloniales, 1885-1919
Las décadas que abarcaron el paso al siglo XX señalaron el apogeo del sistema imperial británico, cuyo marco institucional había sido establecido después de 1857. Al mismo tiempo, estas décadas estuvieron marcadas por la creación de numerosas organizaciones voluntarias; un aumento en la publicación de periódicos, folletos y carteles, y la creación de incontables obras de ficción y poesía, así como de no ficción, política, filosofía e historia. Con esta actividad se alcanzó un nuevo nivel de vida pública, que iba desde reuniones y procesiones hasta teatro callejero politizado, motines y terrorismo. Los dialectos, patrocinados por el gobierno, adquirieron nueva forma al utilizarse para nuevos propósitos y se diferenciaron más claramente por el desarrollo de las normas estandarizadas. La nueva solidaridad social forjada por estas actividades, la experiencia institucional que proporcionaron y la redefinición de los valores culturales que representaban fueron decisivos para el resto de la era colonial y después de ella.
Sin embargo, no fue hasta la década de 1920 cuando los británicos reconocieron la vacuidad de su vieja suposición de que el autogobierno para la India se vería empujado a un futuro incierto. Los virreyes de los últimos decenios del siglo –Dufferin (1884-1888), Lansdowne (1888-1894) y Elgin (1894-1899)– fueron, en palabras de Percival Spear, «factótums imperiales». Impertérritos a pesar de las fisuras expuestas por la polémica de la Ley Ilbert e imaginando un futuro seme­jante al pasado, se esforzaron por salvaguardar los intereses económicos del imperio, establecer fronteras seguras y suministrar un gobierno con responsabilidades limitadas. Curzon, virrey desde 1899 hasta 1905, con el dinamismo arrollador de su búsqueda de estos mismos objetivos, precipitó un frenesí público que infundió vigor al Congreso Nacional Indio, hasta entonces inactivo y que iba a conducir a la India a la independencia. La siguiente década se caracterizó por la acción pública y la reacción del gobierno, incluso, con Minto como virrey (1906-1910), por una modesta expansión de la participación india en los consejos gubernamentales. Durante la Primera Guerra Mundial, no obstante, el papel indio en la gobernación se limitó a suministrar personal casi exclusivamente a los niveles inferiores del gobierno, al ejército y para la consulta de las elites leales. Esta continuidad del periodo colonial anterior encajaba mal en una sociedad que estaba experimentando cambios en todas las dimensiones de la vida social, política y cultural.
UN SISTEMA IMPERIAL GLOBAL
Dadabhai Naoroji (1825-1917), que sería posteriormente recordado como el «Grandioso anciano del nacionalismo indio», licenciado del Elphinstone College, de Bombay, era un matemático que durante medio siglo luchó por los derechos de los indios como súbditos británicos. Fue el primer indio elegido para la Cámara de los Comunes británica, donde desde 1892 hasta 1895 expuso los intereses de la India con su característica claridad de visión y prosa elegante. Expresó con elocuencia los valores de varias generaciones de elites indias, que utilizaban un lenguaje común con sus gobernantes coloniales por lo que respecta a la cuestión de la gobernación de su país, como muestra este párrafo:
En este memorándum deseo someter a la amable y generosa consideración de Su Excelencia el Secretario de Estado para la India que por la misma causa de la deplorable fuga [de la riqueza económica de la India a Gran Bretaña], junto con el agotamiento material de la India, la pérdida moral para ella no es menos triste y lamentable [...] Todo lo que en efecto hacen [los europeos] es comerse la sustancia de la India, material y moral, mientras viven allí, y cuando se marchan se llevan todo lo que han adquirido [...]. Los miles [de indios] que salen de las universidades cada año se encuentran en una posición en extremo anómala. No hay ningún lugar para ellos en su patria [...] ¿Cuál ha de ser la consecuencia inevitable? [...] despotismo y destrucción [...] o una mano y un poder destructores.
Naoroji consideraba las afirmaciones británicas de «gobernar la India por el bien de la India» nada más que como «pura fantasía». En la «fuga» identificó un componente crítico de un sistema económico que protegía de manera fundamental la posición económica de Gran Bretaña en el mundo en general. Cada año se transferían fondos a Inglaterra para liquidar las antiguas acciones de la Compañía, para pagar la deuda con inversiones de capital seguras y rentables (notablemente las de los ferrocarriles), y para suministrar fondos destinados al funcionamiento del India Office, a la adquisición de provisiones para la India y al pago de pensiones. Esta carga, según Naoroji, contribuyó a menudo a los onerosos impuestos exigidos a los campesinos. Se vio espectacularmente aumentada cuando el valor de la plata (el patrón en el que se basaba la rupia) bajó en comparación con el de la libra esterlina, en la cual había que hacer los pagos, hacia fines de siglo. Los partidarios afirmaban que estas transferencias eran el justo precio por los servicios suministrados; otros, entre ellos algunos críticos británicos, pensaban que equivalía a llevarse los recursos que de otro modo se habrían usado para inversiones internas en la India. La favorable balanza comercial con la India, a la que contribuía el flujo de ingresos, permitió a Gran Bretaña hacer frente a su déficit comercial con otros países. Esta cuestión era una provocación permanente para las aspiraciones políticas de la India.
En 1913 la India se había convertido en el principal mercado de exportación para los artículos británicos, entre ellos tejidos, hierro, maquinaria y otros productos que reflejaban el poderío industrial de Gran Bretaña. La India, en cambio, suministraba a Gran Bretaña materias primas muy necesarias, como añil, algodón, yute, arroz, semillas oleaginosas y el té. A finales del siglo XIX, la agricultura comercial de la India la ligaba a mercados y fuerzas más allá de sus fronteras, de una manera que afectaba a la economía en su conjunto y a la vida de millones de personas que dependían de ella. En lugar de alejarse de la base agrícola hacia una base industrial en estas décadas, con toda probabilidad la proporción de los que dependían de la agricultura superó ligeramente el 70 por 100. Las vicisitudes de la dependencia de los cultivos de exportación nunca han sido más claras que en el caso del algodón, cuyas exportaciones a Gran Bretaña aumentaron en valor casi tres veces entre mediados de la década de 1850 y mediados de la de 1870 (a causa de la Guerra Civil norteamericana), solo para caer luego a la novena parte de ese nivel para 1900. El añil casi desapareció como cultivo de exportación al inicio de la Primera Guerra Mundial, al ser sustituido por tintes sintéticos, mientras que el yute y el té se perfilaron como principales cultivos comerciales en esos mismos años. Estos últimos fueron dominados por los intereses comerciales británicos, que se beneficiaron de las favorables disposiciones relativas a la tierra y el capital. La agricultura comercial, aunque proporcionaba ingresos a los cultivadores campesinos, en muchas zonas expulsó los granos sólidos y de baja calidad que proporcionaban alimentación básica, obligando a los campesinos a depender de alimentos cultivados en otros lugares. Una experiencia de éxito fue el desarrollo a gran escala de las «colonias con canales» en el Punjab, donde un suministro seguro de agua en suelos recientemente cultivados tuvo como resultado una enorme expansión de la producción de trigo, caña de azúcar y maíz. El cultivo comercial caracterizó una proporción creciente de producción para el consumo interno y para el mercado de exportación.
La agricultura comercial fue posible gracias a la infraestructura de transporte que proporcionaba sobre todo el ferrocarril. A fines del siglo la India tenía el quinto sistema de ferrocarriles más largo del mundo. El predominio de los intereses exportadores británicos estaba claro en un trazado que se centraba en las rutas a los puertos y una estructura de tasas que ponía en desventaja al transporte hacia el interior. La neogótica Estación Victoria de Bombay, terminada en 1887, un tema popular en cuadros y fotografías (figura 5.1), era arquitectónicamente similar a los estaciones de ferrocarril de Londres y Melbourne y ponía así de manifiesto la posición central de la India en el sistema imperial en su conjunto. No obstante, las líneas férreas también hicieron posible el comienzo de una industria de propiedad india. Esto tuvo relación en especial con dos familias, la de los Tata y la de los Birla, ambas establecidas en zonas de la India donde los intereses comerciales británicos estaban menos desarrollados que en el Este. En 1877 el parsi Jamsetji Tata fundó Empress Mills en Nagpur, seguido por otros molinos en Bombay y Ahmedabad; en 1907 añadió Tata Iron and Steel, en Bihar. Los Birla, del clan marwari, originario de Rajastán pero dedicados a fin del siglo al comercio en el norte, entraron también en los sectores de los tejidos y el acero durante la Primera Guerra Mundial. Ambas familias tuvieron éxito desarrollando productos que no competían con las manufacturas británicas, por ejemplo algodón burdo e hilo para el mercado chino.
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Figura 5.1 Estación del Gran Ferrocarril Peninsular Indio (Estación Victoria), Bombay. La estructura mezcla un diseño gótico veneciano exhuberante con ornamentos y detalles indios obra de los estudiantes indios de Lockwood Kipling, padre del poeta.
El valor de la India para Gran Bretaña iba más allá de estas ventajas económicas directas. A comienzos del siglo, la India hacía en muchos aspectos las veces de centro mismo del sistema imperial global de Gran Bretaña. Uno de los más importantes era como fuente de mano de obra contratada para las colonias tropicales de Gran Bretaña. La contratación había empezado como una manera de sustituir a la mano de obra negra de los campos de caña de azúcar tras la abolición de la esclavitud a fines de la década de 1830, pero aumentó con la creciente demanda de azúcar en Gran Bretaña. Ante la fragmentación de las fincas y la incertidumbre agrícola desde los años setenta, los aldeanos de la India estaban cada vez más dispuestos a aceptar un periodo de trabajo en el extranjero. Los indios contratados fueron a Jamaica y Trinidad, la Guayana británica, Mauricio y Fiyi, Natal y Malasia. Otros fueron a Birmania, a Ceilán y a la costa de África oriental: Kenia, Zanzíbar y Uganda. La figura 5.2 muestra a unos obreros indios en los años noventa construyendo el ferrocarril que posibilitó el desarrollo de las nuevas posesiones británicas en África oriental. Entre 1911 y 1920, obstante, se puso fin a las contrataciones en cada una de estas zonas porque alzaron voces en protesta por su continuidad. Entre ellas estaba la del virrey lord Hardinge (1911-1916), así como las de nacionalistas como Madan Mohán Malaviya (1861-1946), fundador de la Universidad Hindú de Benarés (1916). Los nacionalistas vieron en las migraciones al extranjero una imagen recrudecida de la explotación imperial que avergonzaba a la India y, al mismo tiempo, al aceptar los indios residir en diferentes partes del planeta, una visión de una «Gran India», una nación más allá de sus fronteras que recordaba imágenes de su antigua gloria. El compromiso con las dificultades de los indios de la diáspora, como veremos con Gandhi, constituyó un estímulo decisivo para el nacionalismo indio.
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Mapa 3 El Imperio británico indico, ca. 1900.
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Figura 5.2 Obreros indios en el ferrocarril de Uganda, ca. 1898. Sijs y otros punjabíes fueron reclutados para la construcción de esta línea de ferrocarril en la nueva colonia británica de África oriental.
El ejército indio, de una manera similar, se formó a costa del contribuyente indio para proteger las rutas comerciales y los intereses imperiales desde China, muy notablemente durante la rebelión de los bóxer de 1900, hasta África oriental y austral y hasta Oriente Próximo. Los propios oficiales británicos, junto con la policía india y el personal de secretaría, en especial personal técnico en áreas como silvicultura y obras públicas cuyas capacidades habían sido puestas a punto en la India, encontraron empleo en otras zonas del imperio. Los grupos de comerciantes indios indígenas también extendieron sus operaciones a las colonias británicas en torno al océano Índico. Entre estos grupos figuraban la comunidad musulmana ismaelí, seguidores del Aga Khan, con redes comerciales sobre todo en África oriental, y los chettiars de Nattukottai, con sede en Madrás y cuyo control del crédito era indispensable para el desarrollo de la agricultura comercial en la Birmania británica y Ceilán. Finalmente, Gran Bretaña extraía de sus posesiones en la India beneficios que desafían cualquier medición, como el papel de esta en la expansión del orgullo nacional y la generación de esa emoción compartida, que enmascaraba las propias jerarquías británicas de género y de clase. En 1900 dijo Curzon: «Podríamos perder todos nuestros dominios [colonias blancas] y con todo sobrevivir, pero si perdiéramos la India nuestro sol se pondría».
NUEVAS CLASES, NUEVOS COLABORADORES
En la obra maestra de Kipling, Kim (1901), aparece una India poblada por una colección de grupos distintos, a menudo pintorescos, cada uno con sus características supuestamente invariables. El protagonista, Kim, es un niño huérfano descrito como un camaleón, capaz de adoptar cualquier identidad, pero que conforme la novela avanza, debe mostrarse como el británico que verdaderamente es. Durante sus viajes por la Gran Carretera, además, Kim encarna la fantasía colonial británica del observador omnisciente, el único que puede conocer a todos los que habitan esa tierra:
Se encontraron con un grupo de sansis de largos cabellos y fuerte olor, con cestas de lagartos y otros alimentos impuros cargados a la espalda [...] avanzando a un trote rápido, furtivo, y todas las demás castas les dejaban amplio espacio, pues el sansi supone una contaminación profunda. Detrás de ellos, atravesando las densas sombras con largos y rígidos pasos, con el recuerdo de las cadenas en sus piernas todavía fresco, iba uno recién salido de la cárcel; su estómago lleno y su piel reluciente indicaban que el gobierno alimentaba a sus prisioneros mejor de lo que la mayoría de los hombres honrados podían alimentarse a sí mismos. Kim conocía bien aquellos andares y se chanceó groseramente de ellos cuando el hombre pasó ante él. Luego, un akali, un devoto sij de ojos de loco y pelo revuelto, vestido con el hábito a cuadros azules de su confesión, con aros de acero pulido centelleando en el cono de su alto turbante azul, pasó con aire majestuoso, de regreso de una visita a uno de los estados independientes de los sijs, donde había estado cantand...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Contra
  4. Legal
  5. Prefacio a la tercera edición
  6. Prefacio a la primera edición
  7. Los sultanes, los mogoles y la sociedad india precolonial
  8. El ocaso mogol: la aparición de estados regionales y la Compañía de las Indias Orientales
  9. El Raj de la Compañía de las Indias Orientales, 1772-1850
  10. La rebelión, el Estado moderno y los súbditos colonizados, 1848-1885
  11. Sociedad civil, restricciones coloniales, 1885-1919
  12. La crisis del orden colonial, 1919-1939
  13. La década de 1940: triunfo y tragedia
  14. El Raj del Congreso: democracia y desarrollo, 1950-1989
  15. La India democrática con el cambio de milenio: prosperidad, pobreza, poder
  16. Notas biográficas
  17. Glosario
  18. Cronología
  19. Bibliografía
  20. Publicidad