Tótem y tabú
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Tótem y tabú

Algunas concordancias entre la vida anímica de los salvajes y la de los neuróticos

Sigmund Freud

  1. 192 páginas
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Tótem y tabú

Algunas concordancias entre la vida anímica de los salvajes y la de los neuróticos

Sigmund Freud

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En Tótem y tabú (1913), Freud trata de aplicar el método del psicoanálisis a un estudio antropológico en el que pone en conexión el origen del totemismo y la exogamia en las sociedades primitivas, ya que observa un desarrollo psicológico similar en las primeras sociedades humanas, las sociedades salvajes contemporáneas y los pacientes neuróticos. Así, las dos primeras tienen formas equivalentes de organización social y religiosa, esto es: el totemismo. El tótem establece los límites sociales de cada tribu y genera un vínculo no consanguíneo entre sus miembros que determina la prohibición de las relaciones sexuales entre individuos que comparten el tótem, imponiendo la exogamia. El deseo se enfrenta de este modo a la prohibición de unas relaciones que se consideran incestuosas, convirtiéndose el incesto en un tema tabú. El paralelismo con el paciente neurótico se establece de manera clara al observar que los primeros deseos sexuales del hombre son siempre de naturaleza incestuosa y que su represión es vital en el desencadenamiento de las neurosis.

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Información

Año
2018
ISBN
9788446045816
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis
IV. El retorno del totemismo en la infancia
No hay que temer que al psicoanálisis, que ha sido el primero en descubrir la constante sobredeterminación de actos y formaciones de la psique, le tiente derivar de un origen único algo tan complejo como la religión. Y cuando se ve obligado mostrarse unilateral y resaltar una sola de las fuentes de esta institución, no reclama para ella el carácter exclusivo, ni tampoco el primer rango entre los factores concurrentes. Sólo una síntesis de diversos campos de investigación podrá decidir qué valor relativo corresponde al mecanismo que aquí examinaremos en la génesis de la religión; pero semejante tarea rebasaría tanto los medios como el fin que persigue el psicoanalista.
1
En el primer ensayo de esta serie establecimos la noción de totemismo. Vimos que el totemismo es un sistema que en ciertos pueblos primitivos de Australia, América y África hace las veces de una religión y constituye la base de su organización social. Sabemos que fue el escocés McLennan quien, en 1869, atrajo el interés general por los fenómenos del totemismo, considerados hasta entonces como meras curiosidades, al conjeturar que un gran número de usos y costumbres de diferentes sociedades, antiguas y modernas, podrían considerarse restos de una época totemista. Desde entonces, la ciencia ha reconocido en todo su alcance la importancia del totemismo. Por ser una de las últimas manifestaciones sobre esta cuestión, citaré un pasaje de los Elemente der Völkerpsy­chologie de Wundt (1912, p. 139): «Si tenemos en cuenta to­do esto, resulta bastante verosímil la conclusión de que la cultura totemista constituyó una vez, en todas partes, un estadio previo a los posteriores desarrollos y una etapa de transición entre el estado de los hombres primitivos y la época de los héroes y los dioses».
Los fines del presente ensayo nos obligan a ahondar aún más en las características del totemismo. Por razones que más tarde se aclararán, escojo aquí una exposición de Salomon Reinach, quien en 1900 esbozó el siguiente Code du totémisme en doce artículos, que era algo así como un catecismo de la religión totemista[1]:
1. No está permitido matar ni comer determinados animales, pero los hombres crían individuos de esas especies y los rodean de cuidados.
2. Un animal muerto accidentalmente suscita lamentaciones y recibe las mismas honras que un miembro de la tribu.
3. La prohibición de comer un animal se refiere en ocasiones sólo a determinada parte de su cuerpo.
4. Si, por pura necesidad, alguien se ve precisado a matar a un animal habitualmente respetado, se disculpa ante él y, usando múltiples artificios y expedientes, trata de atenuar la violación del tabú en que incurre al matar al animal.
5. Cuando el animal es sacrificado ritualmente, se lo llora solemnemente.
6. En ciertas ocasiones solemnes y determinadas ceremonias religiosas, los individuos se visten con la piel de determinados animales. Donde todavía subsiste el totemismo, es la piel de los animales totémicos.
7. Existen tribus e individuos que se ponen nombres de animales, justamente los totémicos.
8. Muchas tribus usan imágenes de animales como estandartes, y adornan con ellas sus armas; los varones se pintan en su cuerpo, o se hacen tatuar, figuras de animales.
9. Si el tótem es un animal temido y peligroso, se supone que respeta a los miembros del clan que lleva su nombre.
10. El animal totémico protege y alerta a los integrantes del clan.
11. El animal totémico anuncia el futuro a sus fieles, y les sirve de guía.
12. Los miembros de un clan totémico a menudo creen que están enlazados al animal totémico por una descendencia común.
Sólo se podrá apreciar el valor de este catecismo de la religión totemista si se tiene en cuenta que Reinach ha incluido en él todos los indicios y fenómenos residuales de los que se puede deducir que el sistema totemista existió una vez. Este autor adopta una postura particular ante el problema, pues en cierta medida descuida los rasgos esenciales del totemismo. Más adelante nos convenceremos de que, en los dos artículos principales del catecismo totemista, Reinach relega uno de estos rasgos al último plano, y otro lo pasa por alto.
Para hacer una descripción correcta de los caracteres del totemismo, recurriremos a un autor que ha consagrado al tema una obra en cuatro tomos que aúna el repertorio más completo de observaciones y un detenido examen de los problemas que estas plantean. Se trata de J. G. Frazer, el autor de Totemism and Exogamy (1910), a quien tanto debemos por el placer y las enseñanzas que nos ha deparado la lectura de su obra, aunque la investigación psicoanalítica nos conduzca a unos resultados que se apartan considerablemente de los suyos[2].
Antes de nada, hemos de decir que las personas que recopilan las observaciones no son las mismas que las elaboran y discuten; las primeras son viajeros y misioneros, las segundas son eruditos que pueden no haber visto nunca los objetos de su investigación. — No es fácil entenderse con los salvajes. No todos los observadores estaban familiarizados con su lengua, sino que necesitaron servirse de intérpretes o comunicarse con los interrogados en el lenguaje auxiliar del pidgin-english. Los salvajes no se muestran comunicativos sobre los asuntos más íntimos de su cultura, y sólo se abren a los extranjeros que han pasado muchos años entre ellos. Por los más diversos motivos (cfr. Frazer, 1910, vol. 1, p. 150 s.), dan con frecuencia informaciones falsas o sujetas a malentendidos. — No hay que olvidar que los pueblos primitivos no son pueblos jóvenes, sino tan antiguos como los más civilizados, y que no cabe esperar que hayan conservado, para que las conozcamos, sus ideas e instituciones originarias sin evolución ni deformación. Más bien es seguro que en los pueblos primitivos se produjeron profundos cambios en todos los sentidos, por lo que nunca se puede decidir sin vacilación que en sus estados y opiniones actuales hayan conservado al pasado originario a modo de un petrefacto, y qué constituye una deformación o una transformación del mismo. De ahí las abundantes polémicas entre los autores acerca de lo que deba concebirse como primario o como formación posterior y secundaria entre las peculiaridades de una cultura primitiva. Determinar el estado originario será siempre un asunto de construcción. — Por último, no es fácil empatizar con el modo de pensar de los primitivos. Los malentendemos con la misma facilidad que a los niños, y constantemente nos inclinamos a interpretar su obrar y su sentir según nuestras propias constelaciones psíquicas.
«Un tótem», escribió Frazer en su primer ensayo[3], «es un objeto material hacia el cual el salvaje da pruebas de un supersticioso respeto porque cree que entre su propia persona y las cosas de esta clase existe un particularísimo vínculo [...] El vínculo entre un hombre y su tótem es recíproco; el tótem protege al hombre, y este da muestras de respeto al tótem de diversas maneras: por ejemplo, no matándolo si se trata de un animal, y no arrancándolo si es una planta. El tótem se diferencia del fetiche en que nunca es, como este, un objeto singular, sino siempre un género, por lo común una especie animal o vegetal, y rara vez una clase de cosas inanimadas y aún más raramente de objetos artificiales…».
«Es posible distinguir por lo menos tres variedades de tótem: 1) el tótem del clan, compartido por un clan entero y que se transmite por herencia de una generación a la siguiente; 2) el tótem de los sexos, perteneciente a todos los varones o a todas las mujeres de la tribu con exclusión del sexo opuesto, y 3) el tótem individual, propio de una sola persona y que no se transmite a sus descendientes…» Las dos últimas variedades de tótem no son comparables a la primera en importancia. Si no nos engañamos, son formaciones tardías y poco significativas para conocer la esencia del tótem.
«El tótem del clan es objeto de veneración para un grupo de hombres y mujeres que llevan su nombre, se consideran descendientes de un antepasado común y de una misma sangre, y están firmemente ligados unos a otros por deberes comunes y por la creencia en su tótem.»
«E1 totemismo es un sistema tanto religioso como social. Por el lado religioso consiste en unas relaciones de mutuo respeto y protección entre un hombre y su tótem, y por el lado social, en las obligaciones que los miembros del clan tienen entre ellos y con otros clanes. En la evolución histórica del totemismo, ambos lados muestran una inclinación a separarse; el sistema social sobrevive con frecuencia al religioso, y, a la inversa, perduran restos de totemismo en la religión de países donde ha desaparecido el sistema social en él fundado. Dada nuestra ignorancia sobre los orígenes del totemismo, no podemos decir con certeza cómo se relacionaban originariamente ambas caras. Pero es muy probable que al comienzo fuesen inseparables. En otras palabras: a medida que retrocedemos en el tiempo, más claramente se nos evidencia que el miembro del clan se identificaba con la especie de su tótem, y no distinguía su relación con ella de la que tenía con otro miembro de su clan.»
En la descripción especial del totemismo como sistema religioso, Frazer comienza señalando que los miembros de un clan se dan el nombre de su tótem, y por lo general también creen que descienden de él. La consecuencia de esta creencia es que no cazan al animal totémico, ni lo matan, ni lo comen, y se abstienen de cualquier utilización del tótem cuando este no es un animal. Las prohibiciones de matar y comer al tótem no son los únicos tabúes referidos a él; a veces está también prohibido tocarlo, y aun mirarlo, y en cierto número de casos lo está igualmente llamarlo por su nombre exacto. La violación de estos mandamientos-tabú que protegen al tótem es automáticamente castigada con enfermedades graves o con la muerte[4].
En ocasiones, el clan cría y cuida en cautividad ejemplares del animal totémico[5]. Cuando encuentra un animal totémico muerto, guarda duelo por él y lo entierra como si fuera un miembro del propio clan. Cuando el clan se ve forzado a matar un animal totémico, lo hace mediante un ritual prescrito de disculpas y ceremonias expiatorias.
El clan esperaba protección e indulgencia de su tótem. Si era un animal peligroso (un depredador, una serpiente venenosa), se suponía que no hacía daño a los miembros del clan, y cuando esa suposición no se confirmaba, el dañado era expulsado del clan. En opinión de Frazer, los juramentos fueron en su origen ordalías; así, se sometía al tótem la decisión sobre muchas pruebas de descendencia y autenticidad. El tótem auxilia en las enfermedades y emite augurios y advertencias al linaje. La aparición del animal totémico en las cercanías de una casa solía interpretarse como anuncio de un deceso: el tótem venía a buscar a su pariente[6].
En diversas circunstancias significativas, el miembro del clan procura acentuar su parentesco con el tótem haciéndose exteriormente semejante a él, cubriéndose con la piel del animal totémico, grabándose su figura en el cuerpo, etc. En las ocasiones solemnes, como el nacimiento, la iniciación de los varones o los entierros, esa identificación con el tótem se exterioriza en actos y palabras. Para ciertos fines mágicos y religiosos se ejecutan danzas en las que todos los miembros del clan se disfrazan de su tótem y se comportan como él. Por último, hay ceremonias en que se da muerte de forma solemne al animal totémico[7].
El lado social del totemismo se condensa sobre todo en un mandamiento de rigurosa observancia y en una enorme restricción. Los miembros de un clan totémico son hermanos y hermanas, están obligados a ayudarse y protegerse mutuamente; en caso de que un extraño dé muerte a un miembro del clan, el acto sangriento pesa sobre el clan del asesino, y el clan del muerto exige solidariamente la expiación de la sangre derramada. Los lazos totémicos son más fuertes que los familiares tal como nosotros los entendemos; y no coinciden con estos, ya que la transmisión del tótem se produce por línea ma­terna, y es probable que originariamente la herencia paterna no existiera.
Pero la correspondiente restricción del tabú consiste en la prohibición del matrimonio y, en general, de las relaciones sexuales entre los miembros de un mismo clan. Es la famosa y enigmática exogamia ligada al totemismo. A ella hemos dedicado todo el primer ensayo de esta serie, y, por tanto, sólo necesitamos señalar que brota del pronunciado horror de los primitivos al incesto, que es perfectamente comprensible como prevención contra el incesto en los matrimonios de grupo, que inicialmente prevenía el incesto en la generación más joven, y sólo en un desarrollo ulterior se convirtió en impedimento también para la generación anterior[8].
Ahora añadiré a esta exposición del totemismo debida a Frazer, que es una de las primeras en la literatura sobre este tema, algunos extractos de una de las últimas sí...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Contraportada
  4. Legal
  5. Prólogo
  6. Prólogo a la edición hebrea
  7. I. El horror al incesto
  8. II. El tabú y la ambivalencia de los sentimientos
  9. III. Animismo, magia y omnipotencia de los pensamientos
  10. IV. El retorno del totemismo en la infancia
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