El patrimonio industrial en España
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El patrimonio industrial en España

Paisajes, lugares y elementos singulares

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El patrimonio industrial en España

Paisajes, lugares y elementos singulares

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La generalización del proceso de producción industrial en los dos últimos siglos ha creado un amplio conjunto de edificaciones, maquinarias y territorios vinculados a la industrialización. Sin embargo, el posterior abandono y cierre de fábricas –aspecto muy llamativo de la modernización productiva emprendida a partir de la segunda mitad del siglo XX– ha dado origen a numerosos espacios baldíos, un fenómeno de proporciones a veces impresionantes, cuyos impactos urbanístico, arquitectónico, económico y social –por no citar el emotivo– nos llevan cada vez más a reflexionar sobre las posibilidades existentes en torno a la recuperación de estas estructuras con una finalidad distinta a la que las acompañó durante décadas.El patrimonio industrial en España. Paisajes, lugares y elementos singulares aspira no sólo a concienciar acerca de un extraordinario legado; pretende, asimismo, dar a conocer los bienes más significativos de un patrimonio que puede sentar las bases de un turismo cultural de nuevo cuño.

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Información

Año
2017
ISBN
9788446043294
IX
GESTIÓN Y VALOR DE USO DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL
NIVEL DE PROTECCIÓN
La Carta de Atenas de 1931, aprobada por la Oficina de Museos de la Sociedad de Naciones, estableció los principios básicos internacionales sobre conservación de monumentos históricos, enunciando el deseo de que cada Estado contase con los instrumentos legales necesarios para permitir la intervención en caso de emergencia. La legislación habría de consagrar, sin ningún tipo de dudas, la superioridad del derecho de la colectividad a contar con el patrimonio cultural en contra de cualquier interés privado. A partir del documento firmado entonces, y de la declaración final en él contenida, las legislaciones en materia de patrimonio de numerosos países recogieron la obligación de proteger y administrar el legado histórico desde el Estado. En el caso de España se redactó a tal fin la primera ley, la de Patrimonio Histórico-Artístico Nacional, aprobada en 1933 y vigente hasta el año 1985.
La preocupación por la protección y conservación de patrimonio resurge con fuerza tras la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de la devastación urbana ocasionada por el conflicto bélico. Así, en 1945 la UNESCO estipula que el organismo velará por la conservación y protección del patrimonio universal. En 1954 la Convención de La Haya hace una mención expresa al compromiso de salvaguardar los bienes culturales en caso de guerra, y se regulan las medidas destinadas a su protección con el fin de evitar la destrucción indiscriminada en esas situaciones. Se definió entonces el denominado Escudo Azul como emblema para distinguir los bienes de especial protección, sirviendo más tarde para la creación del Comité Internacional del Escudo Azul (ICBS, en sus siglas en inglés), organización internacional para proteger el patrimonio cultural mundial de cualquier catástrofe natural o causada por el hombre.
En la década de 1960 comienzan las recuperaciones de las construcciones industriales, siguiendo las orientaciones emanadas de diferentes documentos internacionales redactados desde mediados del siglo XX. Tomando como precedente la Carta de Atenas de 1931, en 1964 fue redactada la Carta de Venecia durante el II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos. En este documento se puede ver la influencia de la actividad restauradora que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, guiada más por motivos culturales que por los criterios científicos que inspiraron años antes la Carta de Atenas. La preocupación del documento sigue centrándose en lo arquitectónico, pero amplía su ámbito de actuación del edificio concreto a todo el conjunto histórico. Desde esta perspectiva, la recuperación de las viejas fábricas iría acompañada de una intervención más global sobre el espacio circundante, creando territorios recuperados del pasado industrial que superan la mera intervención sobre un elemento aislado. En el mismo artículo 1.o de la Carta de Venecia se insiste en que la noción de monumento histórico comprende tanto la creación arquitectónica como el entorno urbano o paisajístico, y esto se debe aplicar tanto a las grandes obras como a las obras modestas que con el tiempo han adquirido un significado cultural. La conservación y restauración de los monumentos no ha de tener una finalidad exclusivamente artística, sino de salvaguarda de un testimonio histórico de carácter amplio y complejo que encarna un pasado y un capital cultural, económico y social con valores irremplazables[1].
En 1972 la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural define los elementos que integran ambos patrimonios y señala los criterios de gestión e intervención en forma de recomendaciones específicas para evitar la destrucción o grave alteración derivadas de la evolución económica y social. Destacan en el documento final las medidas relacionadas con la planificación y el inventario del patrimonio más relevante, instando a que cada país apruebe los programas que sean necesarios, encaminados al objetivo irrenunciable de la protección, con servicios, medios y métodos adecuados para ello.
Durante esta Convención se crea el Comité del Patrimonio Mundial y se define su composición y funciones, entre ellas la elaboración de la Lista de Patrimonio de la Humanidad. Los países firmantes se han de comprometer a presentar un inventario de bienes de patrimonio cultural y natural situados en sus respectivos territorios que deban ser incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial. En 1999, la Convención de La Haya desarrolla un segundo protocolo de salvaguarda con medidas más específicas y detalladas, como la necesidad de que los países cuenten con planes de emergencia para preservar el patrimonio cultural en tiempos de paz.
A mediados de la década de 1970 se redactan algunos documentos que tomaron como precedente las cartas de Atenas y Venecia para incorporar nuevas perspectivas teóricas y mejorar la práctica en el cumplimento internacional de la conservación. Es el caso de la Carta Europea de Patrimonio Arquitectónico, redactada en Bruselas en 1975 con motivo del Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico. Otro documento es la Declaración de Ámsterdam, que, redactada el mismo año que el documento anterior, ratifica los valores de la Carta Europea de Patrimonio y hace especial hincapié en la idea de rehabilitación y conservación integral de los monumentos. La Declaración recoge la ampliación del concepto de patrimonio arquitectónico experimentada a principios de la década de 1970, desde la noción de monumento, sitio o conjunto de interés preferente a todo lo construido que se presenta como una entidad por la coherencia de su estilo y por la huella de la historia de los grupos humanos durante generaciones. El paisaje así generado se entiende como un espacio narrativo construido con el tiempo, complejo y a la vez expresión de la memoria y de la autenticidad de los lugares. Se apuesta, además, por una conservación del patrimonio que se convierta en objetivo principal de la planificación urbana y de la ordenación del territorio.
El patrimonio industrial, aunque implícitamente estaba incluido en varias convenciones y recomendaciones de carácter general, solo quedó recogido de forma explícita en dos documentos de trabajo del Consejo de Europa de finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado: uno relativo a la arqueología industrial (1979) y otro sobre las ciudades industriales europeas (1983). En el primer caso se establece una definición práctica de los objetivos precisos de la arqueología industrial y se proponen los medios para el inventario y clasificación de los bienes patrimoniales. En el segundo documento se pone de manifiesto la necesidad de revitalizar las antiguas ciudades industriales, que desempeñaron un papel primordial en el crecimiento económico de Europa[2].
En ambos documentos queda reflejada con claridad la especificidad del patrimonio industrial y surgen con el propósito de establecer los medios para su protección y conservación. Sin embargo será la Carta de Nizhny Tagil para el Patrimonio Industrial, firmada en Moscú en 2003, el documento internacional más completo y concreto sobre la protección del legado de la industrialización, elaborado por el Comité Internacional para la Conservación del ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Dedicatoria
  5. I. Introducción: las claves del patrimonio industrial
  6. II. Patrimonio preindustrial
  7. III. Minería y poblados mineros
  8. IV. Suministro de agua, gas y electricidad
  9. V. Industria agroalimentaria
  10. VI. Industria textil y colonias industriales
  11. VII. Industria siderúrgica y otros bienes industriales
  12. VIII. Estaciones y elementos ferroviarios
  13. IX. Gestión y valor de uso del patrimonio industrial
  14. ANEXOS
  15. Anexo I. Catálogo inicial de actuaciones del Plan Nacional de Patrimonio Industrial (2002) y realizaciones acometidas (2002-2010)
  16. Anexo II. Catálogo mínimo de bienes industriales seleccionado por TICCIH-España (2011)
  17. Anexo III. Catálogo de paisajes mineros españoles más representativos elaborado por INCUNA (2012)
  18. Glosario
  19. Bibliografía