Ensayo sobre la historia de la sociedad civil
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Ensayo sobre la historia de la sociedad civil

Adam Ferguson

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Ensayo sobre la historia de la sociedad civil

Adam Ferguson

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El "Ensayo sobre la historia de la sociedad civil" forma parte de los libros más editados del siglo XVIII y es, indudablemente, una de las obras más notables de la Ilustración escocesa. El lector encontrará en este escrito de Adam Ferguson una espléndida y original interacción entre el humanismo cívico y el emergente liberalismo cuyas conclusiones irradian luz sobre aspectos de nuestras actuales sociedades. Lo excepcional de la propuesta del ilustrado escocés es que, a pesar de haberla construido en un entorno que mayoritariamente reivindicaba los presupuestos del liberalismo económico, no separa la mirada de los valores de la tradición republicana y busca constantemente situar lo político como componente medular de la sociedad civil.

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Información

Año
2012
ISBN
9788446036043
Tercera parte
De la historia de la política y las artes
Sección I
De las influencias del clima y del medio
Aun cuando las observaciones que hemos hecho hasta este momento sobre la condición y las costumbres de las naciones provienen, en gran parte, de lo que sucede en los climas templados, pueden en cierta medida aplicarse al estado rudo de la humanidad en todos los rincones de la tierra. Pero si pretendemos seguir la historia de nuestra especie en sus progresos posteriores, pronto la esfera de nuestras observaciones se encontrará circunscrita a unos límites más rigurosos. Parece que el genio de la sabiduría política y de las artes civiles ha escogido, de una manera más específica, ciertas regiones y que ha privilegiado a ciertas razas de hombres.
El hombre, en su calidad de animal, es apto para subsistir en todos los climas. Cohabita con los leones y los tigres bajo los calores tórridos del Ecuador; se asocia con el oso y el reno más allá del círculo polar. Sus flexibles disposiciones le permiten adaptarse a las costumbres de todo tipo de condiciones y su habilidad para las artes lo faculta para suplir los inconvenientes de cada una de ellas. Sin embargo, parece que los climas intermedios favorecen más su naturaleza. De cualquier manera que se explique este hecho, es incuestionable que este animal ha siempre alcanzado dentro de la zona templada el más alto grado de perfección del que sea capaz. Las artes que ha repetidamente inventado en esos lugares, la extensión de su razón, la fecundidad de su imaginación, la fuerza de su genio por las letras, el comercio, la política y la guerra muestran con claridad la existencia de una ventaja considerable en lo que se refiere al medio, o bien la de una superioridad natural de las mentes.
Es cierto que los hombres de las razas más notables han sido rudos antes de ser pulidos. En algunos casos, han vuelto a la rudeza; y no es la posesión actual de las artes, de las ciencias o de la política lo que nos permite pronunciarnos sobre su temperamento.
Existe un grado de vigor y de capacidad y una sensibilidad del alma que pueden pertenecer tanto al salvaje como al ciudadano, tanto al esclavo como al amo. Y las mismas facultades de la mente pueden emplearse en una variedad de propósitos. Lo que hace que un griego moderno sea un ser malicioso, servil y astuto es quizá la misma fuerza de temperamento que hizo a su antepasado entusiasta, ingenioso y audaz en las batallas o en los consejos de su nación. Un italiano moderno se distingue por su sensibilidad, su vivacidad y su habilidad, esas cualidades del antiguo romano que emplea ahora al servicio de su esparcimiento. Hoy, en busca de aplausos frívolos, lleva en el escenario aquel arrojo y aquellas pasiones de las que Graco hizo alarde en el fórum para seducir las mentes en las asambleas de un pueblo austero.
Las artes comerciales y lucrativas han sido, en algunos climas, el principal objeto de preocupación de los hombres y han sobrevivido a todos los desastres. En otros climas, incluso bajo las fluctuaciones de la fortuna, han sido continuamente descuidadas. Mientras que en los climas templados de Europa y de Asia, han sido a veces admiradas, a veces despreciadas.
El mismo vigor de mente y el principio de actividad que hacen despreciar las artes en una sociedad, hacen que en otra se cultiven con gran éxito. Cuando los hombres están presos de sus pasiones, cuando los enardecen los asuntos y los peligros públicos; cuando suena la trompeta que los llama a defender la patria, su corazón late con ansiedad. Encontrar placer en el estudio de las facilidades y consagrarse a los objetos que buscan el mejoramiento de las comodidades podría parecer una prueba de cobardía o de indiferencia.
Las vicisitudes y reveses frecuentes de fortuna, que han experimentado las naciones en el mismo lugar donde las artes han florecido, fueron probablemente las consecuencias de un espíritu activo, creativo y versátil, gracias al cual los hombres han llevado los propósitos nacionales hasta sus extremos. Esas naciones alzaron hasta su mayor altura el edificio del despotismo en el mismo lugar donde se habían fortalecido las bases de la libertad. Ellas perecieron en las mismas llamas que habían encendido. Y quizá fueron las únicas capaces de exhibir alternativamente la mayor grandeza y el último grado de corrupción que pueda alcanzar el corazón humano.
El género humano ha recorrido dos veces, en el mismo escenario de los tiempos históricos, el intervalo que separa al más alto grado de refinamiento de los orígenes rudos. En cada época en la que su disposición momentánea lleva al hombre a edificar o a destruir, ha dejado huellas de su genio ardiente y activo. Roma fue derribada por los bárbaros, quienes despreciaron sus artes y pisotearon los refinamientos de su lujo. Sin embargo, es la posteridad misma de esos bárbaros la que fue destinada a descubrir de nuevo esas artes y a hacer de ellas el objeto de su admiración. Hoy, el árabe salvaje alza sus tiendas entre las ruinas de ciudades magníficas y los vastos desiertos que bordean Palestina y Siria se han quizá convertido de nuevo en cuna de jóvenes naciones. Quizá, el jefe de una tribu árabe, como el fundador de Roma, haya sembrado ya las semillas que florecerán en algún periodo futuro, quizá haya puesto los cimientos de un edificio que alcanzará su esplendor en alguna época lejana.
Gran parte de África ha sido siempre desconocida, pero el silencio de su renombre en lo referente a sus revoluciones atestigua ampliamente, a falta de otras pruebas, el temperamento débil de sus habitantes. La zona tropical, en toda su extensión alrededor del globo, aunque conocida por los geógrafos, ha proporcionado pocos materiales a la historia. Y aunque en varios lugares las artes de la vida cotidiana hayan sido desarrolladas en un grado no despreciable, jamás esas regiones han madurado grandes proyectos de sabiduría política, jamás han inspirado las virtudes que atañen a la libertad y que son necesarias para la conducción de los asuntos civiles.
Dentro de todo el nuevo mundo, es en las zonas tropicales donde se ha encontrado el desarrollo más elevado en las artes de la mecánica y de la manufactura. Es en la India y en las regiones de este hemisferio atravesadas por los rayos verticales del sol donde las artes manufactureras y del comercio se remontan a la más lejana Antigüedad y donde han sido menos alteradas por el paso del tiempo y los cambios políticos.
Parece que el sol que madura las piñas y los tamarindos atempera, por su suave influencia, hasta los rigores de un gobierno despótico. Tal es el efecto de esta disposición amable y pacífica sobre los pueblos de Oriente; ni las conquistas ni las invasiones bárbaras llegaron a destruir totalmente, como fue el caso para los habitantes tenaces de Europa, lo que el amor de las comodidades y de los placeres había producido.
Los habitantes de la India pasan, sin gran resistencia, de un amo a otro; y los cambios no les impiden seguir con su industria y complacerse en las satisfacciones de la vida y en la esperanza de los placeres físicos. Las guerras de conquista no se alargan a tal punto que las partes beligerantes puedan exasperarse y los países que están en lucha desesperarse. El invasor bárbaro deja intactos los establecimientos comerciales que no han provocado su ira. Señor de ciudades opulentas, se contenta con acampar en las proximidades y deja a sus herederos la facultad de disfrutar, por etapas, de los placeres, de las magnificencias y de los vicios que le ofrecen sus conquistas. Sus sucesores, que gozan más que él de estas delicias, están también ampliamente dispuestos a conservar la fuente que las produce; tratan con tolerancia al habitante y su morada, como respetarían el rebaño y el establo de los que se hubieran vuelto propietarios.
Las descripciones modernas de la India son sólo una repetición de las antiguas; y el estado presente de China proviene de una antigua distancia, de la que no existe paralelo en la historia de la humanidad. Los monarcas se sucedieron sin que el Estado se viera perturbado. El africano y el samoyedo no son más constantes en su ignorancia y barbarie que el chino y el indio; si creemos su historia, lo han sido en la práctica de la manufactura y en la observancia de una cierta política, cuyo objeto era el de regular sus intercambios y de protegerlos en el ejercicio de las profesiones serviles o lucrativas.
Si de estas consideraciones generales sobre la marcha de la especie humana pasamos a una descripción detallada del animal mismo, siguiéndole en los diferentes climas que ha habitado y en la diversidad de temperamento, complexión y carácter que deriva del hecho anterior, nos encontramos entonces con un carácter heterogéneo que corresponde a los efectos de su conducta y al resultado de su historia.
En el proceso de la perfección de sus facultades naturales, el hombre es dotado de una sensibilidad fina y delicada; posee una imaginación y una reflexión amplias y diversas; es atento, penetrante y sutil en todo lo que concierne a sus semejantes; es ardiente y determinado en sus propósitos; ferviente en la amistad y en la enemistad; celoso de su independencia y de su honor, al punto de sacrificar su propio interés y su seguridad. Más allá de todas sus corrupciones o de sus progresos, siempre conserva su sensibilidad natural y su comercio es benéfico o pernicioso, según las orientaciones de su alma.
Pero bajo los extremos del calor y del frío, el rayo de acción del alma parece limitado y el vecino, tanto amigo como enemigo, reviste poca importancia. Por un lado, es torpe y lento, moderado en sus deseos, pacífico y constante en su modo de vivir; por el otro, es violento en sus pasiones, débil en sus juicios y adicto por temperamento a los placeres animales. En ambos casos, tiene el alma mercenaria, otorga mucha importancia a los deseos infantiles y su espíritu es propenso a la servidumbre. Finalmente, está subyugado por el temor al futuro y ni siquiera le preocupa el sentimiento del presente.
Los europeos que quieren asentarse o conquistar el norte o el sur de sus regiones cuyo clima es agradable encuentran poca resistencia. Pueden extenderse a su capricho, sin otros límites que el océano o la saciedad de la conquista. Rusia ha anexado sucesivamente vastas provincias sin tener que afrontar pérdidas y casi sin combates, factores que acompañan normalmente la conquista y la adherencia de territorios. Y los soberanos de este imperio, que cuentan con tribus enteras dentro de su dominio, con las que quizá nunca hubo intercambios, ni siquiera mediante un emisario, se limitaban a enviar algunos topógrafos para extender y fijar las fronteras y así efectuar expediciones para las cuales los romanos se vieron obligados a emplear legiones y cónsules[1]. Cuando estos modernos conquistadores encuentran alguna resistencia, la califican de rebelión y se sorprenden de ser tratados como enemigo en lugares donde vienen a imponer sus tributos.
Sin embargo, parece que en las costas del mar oriental han tropezado con naciones[2] que han objetado su título de soberanía y rechazado la imposición de impuestos. Quizá aquí podríamos encontrar el temperamento de la antigua Europa y, bajo el título de fiereza, el mismo espíritu de independencia nacional[3], ese espíritu que en el Occidente disputó el terreno a los ejércitos victoriosos de Roma y burló los intentos de los reyes persas de constreñir las ciudades griegas dentro de los límites de sus extensos territorios.
Los grandes contrastes que existen entre los habitantes de regiones cuyos climas son muy diferentes unos de los otros, tanto como las variaciones que se observan entre los animales de regiones distintas, se perciben con facilidad. El caballo y el reno son emblemas idóneos para los pueblos de Arabia y de Laponia. El nativo de Arabia es vivaz, activo y ferviente en todo lo que emprende, como el animal cuya raza concede renombre a su país, independientemente de que sea salvaje en los bosques o sometido y domesticado. Esta raza de hombres, en su estado rudo, busca su libertad en los desiertos y, dividida en grupos errantes, siembra la alarma en las fronteras del imperio y llena de terror las provincias que atraviesa con sus campamentos móviles[4]. Cuando esos hombres se sienten impulsados por proyectos de conquista o dispuestos a actuar de acuerdo con un plan, entonces extienden su poderío e imponen sus opiniones sobre grandes territorios. Y cuando poseen la propiedad y se asientan de manera permanente, dan prueba de un espíritu inventivo y de una habilidad superior en el ejercicio de las artes y en el estudio de las ciencias. Los habitantes de Laponia, por el contrario, al igual que los animales que viven bajo el mismo clima, son vigorosos, infatigables y capaces de resistir al hambre, aptos para pocas cosas e incapaces de cambiar. Con la misma calma, naciones completas permanecen a través de los tiempos en la misma condición. Se someten, bajo los nombres de danés, de sueco o de moscovita, según el lugar que habitan. Aceptan que su país sea dividido, como un bien comunal, por líneas de demarcación que los poderosos trazan para delimitar su imperio.
No es solamente en los casos extremos que esas variedades de temperamento pueden distinguirse claramente. Cambian continuamente según las variaciones del clima al cual creemos que están ligadas. Y aunque ciertos grados de aptitud, de intuición y de vigor no siempre se encuentran en naciones enteras, ni son una característica ordinaria en todos los pueblos, es cierto que esas cualidades existen y aparecen con más o menos fuerza en las costumbres, en el tono de la conversación, en el talento por los negocios o en el esparcimiento, así como en las producciones literarias que predominan en cada uno de los países.
Por ello, debemos a las naciones meridionales de Europa, antiguas o modernas, la invención y el embellecimiento de esa mitología y de esas tradiciones tempranas, que siguen alimentando nuestra imaginación y nuestras figuras poéticas. Les debemos los relatos fabulosos de caballería, así como un estilo más racional en los modelos que les sucedieron y por los cuales se encienden el corazón y la imaginación y se ilustra el espíritu.
El Norte ha sido más fecundo en los frutos de la industria; es también en esas regiones que las ciencias han tenido sus avances más sólidos. Los esfuerzos de la imaginación y del sentimiento han sido más frecuentes y más brillantes en el Sur. Mientras las costas del Báltico se hacían famosas por los estudios de Copérnico, Tycho Brahe y Kepler, las del Mediterráneo dieron nacimiento a ingeniosos hombres de toda clase, donde se multiplicaban poetas, historiadores y hombres de ciencias.
En esas regiones del Norte, el saber se originó en el corazón y la imaginación, pero está todavía limitado a los únicos géneros que participan del juicio y de la memoria. Detalles precisos sobre los acontecimientos públicos, poca claridad sobre su importancia comparativa, tratados, relaciones sobre los proyectos de las naciones, los nacimientos y la genealogía de sus príncipes, tales son los grandes objetos que la literatura de los países nórdicos se propone conservar cuidadosamente, mientras que deja abandonados las luces del entendimiento y los sentimientos del alma. La historia de la naturaleza humana, los ensayos interesantes y divertidos basados no sólo en los grandes sucesos públicos, sino también en los más insignificantes acontecimientos de la vida privada, las burlas ingeniosas, la sátira incisiva, todos los géneros de la elocuencia, se encuentran, en los antiguos como en los modernos, con unas pocas excepciones, en las regiones de la viña y la higuera.
Esas diversidades del temperamento natural, si son reales, deben en gran parte sus causas a la constitución animal del hombre. Se ha observado que el vino se produce en los países donde la sangre lo necesita en menor grado para calentarse. Los licores que en las naciones meridionales están prohibidos por sus efectos perniciosos, o son poco solicitados por decencia y por el temperamento fervoroso de la gente, tienen un particular encanto en las regiones del Norte, donde despiertan la mente y encienden los sentidos, donde procuran vivacidad de espíritu y calor en los sentimientos, aspectos que el clima no proporciona.
En los países calu...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Introducción
  5. Nota a la edición y la traducción
  6. Cronología
  7. Primera parte
  8. Segunda parte
  9. Tercera parte
  10. Cuarta parte
  11. Quinta parte
  12. Sexta parte
Estilos de citas para Ensayo sobre la historia de la sociedad civil

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Ferguson, A. (2012). Ensayo sobre la historia de la sociedad civil (1st ed.). Ediciones Akal. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2043300/ensayo-sobre-la-historia-de-la-sociedad-civil-pdf (Original work published 2012)

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Ferguson, Adam. (2012) 2012. Ensayo Sobre La Historia de La Sociedad Civil. 1st ed. Ediciones Akal. https://www.perlego.com/book/2043300/ensayo-sobre-la-historia-de-la-sociedad-civil-pdf.

Harvard Citation

Ferguson, A. (2012) Ensayo sobre la historia de la sociedad civil. 1st edn. Ediciones Akal. Available at: https://www.perlego.com/book/2043300/ensayo-sobre-la-historia-de-la-sociedad-civil-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Ferguson, Adam. Ensayo Sobre La Historia de La Sociedad Civil. 1st ed. Ediciones Akal, 2012. Web. 15 Oct. 2022.