Qué hacemos por la memoria histórica
eBook - ePub

Qué hacemos por la memoria histórica

  1. 80 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Qué hacemos para reparar a las víctimas, hacer justicia, acabar con la impunidad y por la construcción de la memoria histórica. En la mayoría de países democráticos el conocimiento del pasado, así como la reparación y justicia para las víctimas de períodos represivos, son parte de los cimientos del propio sistema. Por el contrario, en el caso de España, la debilidad de la democracia tiene su raíz en la impunidad de la dictadura, el abandono de las víctimas y la ausencia de políticas de memoria. Hablar de memoria histórica no es una vuelta al pasado: es una necesidad del presente, pues no seremos una democracia plena sin antes reparar y dignificar a las víctimas. Casi cuatro décadas después de la muerte de Franco, queda mucho por hacer. La insuficiente ley de memoria histórica, las vías judiciales abiertas, la acción del movimiento ciudadano; y la responsabilidad de los distintos agentes políticos y sociales, centran nuestras propuestas para construir una memoria democrática. Es decir, para construir democracia.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Qué hacemos por la memoria histórica de Rafael Escudero, Patricia Campelo, Carmen Pérez González, Emilio Silva en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Politica e relazioni internazionali y Sostegno politico. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2013
ISBN
9788446037941
V. Memoria histórica y medios de comunicación: informar desde el lado de las víctimas
El periodismo funciona como agente moldeador del imaginario colectivo, especialmente cuando el paso del tiempo y el cambio generacional difuminan las fronteras del recuerdo. Por ello, la pervivencia del movimiento de la memoria histórica depende del efecto catalizador de los medios de comunicación. Hasta ahora, la estrategia de colectivos y asociaciones para centrar la atención ha logrado resultados exitosos en pocos años. Informaciones relativas a la memoria histórica han ocupado posiciones relevantes en las páginas de periódicos, revistas y en la prensa digital, pese a la contraofensiva de los medios conservadores, que defienden el relato sobre la Guerra Civil transmitido de forma hegemónica desde la dictadura.
La aparición mediática de los desaparecidos
Terminaba el 2000 –año de celebraciones por los 25 años de la muerte del dictador– cuando el periodista y escritor Manuel Vázquez Montalbán se desmarcó del silencio oficial en su artículo «Los desaparecidos» (Interviú, 11 de diciembre). Era una llamada de atención ante la ignorancia y la indiferencia histórica que evidenciaba una realidad olvidada: «Quedan en España por detectar cientos de fosas comunes donde están los restos de los desaparecidos acusados por el franquismo, desaparecidos para siempre por prosperar el pacto tácito establecido durante la Transición de que demócratas y franquistas liquidacionistas no se tiraran la memoria histórica por la cabeza». La columna de Vázquez Montalbán vino motivada por un artículo publicado en La Crónica de León dos meses antes. Allí, Emilio Silva relató el periplo recorrido hasta exhumar los restos de su abuelo Emilio Silva Faba, asesinado a tiros junto a otros doce republicanos y arrojado en una cuneta a las afueras de Priaranza del Bierzo el 16 de octubre de 1936. Silva Faba, un tendero con inquietudes intelectuales y militante de Izquierda Republicana, había solicitado un grupo escolar durante el transcurso de una manifestación en Villafranca. Ese fue su delito. Pero el relato posterior, como en todos los casos, subvirtió los hechos y presentó a estas víctimas bajo la equidistancia propia de una guerra entre dos bandos. La llegada de los asesinados –con nombre, apellidos y familia– a la prensa del siglo xxi supuso una ruptura en los marcos de conocimientos sobre la historia reciente.
Al recoger en su columna el episodio de Priaranza, Vázquez Montalbán sacó esa historia de la prensa provincial, la colocó en una revista de elevada tirada y señaló con el dedo a quienes llevaban 25 años sumergiendo a las víctimas en el silencio. Al mismo tiempo, lanzó a la opinión pública un concepto hasta entonces no utilizado por los medios: los desaparecidos. Llegó el tiempo de enfrentarse a la realidad silenciada. En España había miles de personas que desconocían el paradero de sus familiares, sin que los medios de comunicación se hubieran detenido a escucharles. Ante quienes enarbolaban la distancia temporal para justificar el olvido, Vázquez Montalbán esperaba que el descubrimiento de las fosas comunes convenciera a los jóvenes de «la injusticia que cometen cada vez que hablan del franquismo y de la Guerra Civil como si no fuera con ellos».
Un mes antes de esa columna, Interviú había publicado el reportaje «Los trece de Priaranza» y en octubre, otro titulado «Más fosas que en Yugoslavia». Algo ya había comenzado a desatarse.
Tras los trabajos de exhumación en la fosa de Priaranza del Bierzo se fundó la ARMH y, a partir de entonces, los desaparecidos se convirtieron en un sujeto público colectivo. La prensa comenzó a hacerse eco de cada fosa común que se abría y de los testimonios que salían a la luz a la vez que lo hacían los huesos de la tierra. Pero hay un punto de inflexión: hasta la exhumación de tres hombres y una mujer en la fosa de Fresneda en 2001, las informaciones sólo salían en medios locales. En esa ocasión, el diario El País publicó media página y tres corresponsales europeos cubrieron las labores de exhumación.
En marzo de 2002, el diario El Mundo publicó un reportaje coincidiendo con las identificaciones gracias al ADN de los restos hallados en la fosa de Priaranza. El texto, firmado por Idelfonso Olmedo, relata algunas historias de represión y repasa lugares que podrían albergar fosas. «El calendario es para años», auguró el periodista.
En el verano de 2002 comenzaron los trabajos en la fosa de Piedrafita de Babia (León), rodeados de gran expectación mediática. Hasta allí se acercaron medios de comunicación y fotógrafos de agencias como Reuters y Associated Press. Se informó puntualmente de los avances a un listado de más de 370 medios. Informe Semanal (TVE) emitió un reportaje sobre este enterramiento la misma semana en que aparecieron los primeros restos, lo que provocó que el nieto de un desaparecido en Jiménez de Jamuz (León) se personara para conocer qué hacían esas personas que buscaban lo mismo que él. Era José Cabañas, funcionario de prisiones y autor de varios libros con el fruto de las investigaciones hechas en la búsqueda de sus familiares. Las consecuencias de la difusión pública de la apertura de fosas no habían hecho más que empezar.
Quienes se hicieron con El País el 1 de julio de 2002 pudieron leer una noticia diferenciada que ensanchaba la senda marcada por Vázquez Montalbán en Interviú. Una información titulada «La tierra devuelve a sus muertos», firmada por el periodista Carlos E. Cué en Piedrafita de Babia, descubrió la historia de Asunción Álvarez e Isabel González. Las dos ancianas, que tenían entonces 87 y 85 años, iban a presenciar cómo se abría la fosa en la que, según ellas creían, estaban sus hermanos. La crónica reunió los elementos informativos necesarios: contextualizó los hechos, desgranó detalles sin caer en altisonancias e incluyó un mensaje que se ha podido leer en crónicas posteriores: «Isabel y Asunción no pretenden reabrir viejas heridas. Quieren que se reconozca a sus hermanos. Que se sepa que fueron asesinados sin más. Y, sobre todo, que sus restos descansen en paz. Tampoco quieren venganza». Aunque los análisis genéticos posteriores determinaron que los restos hallados en Piedrafita no pertenecían a los hermanos de estas dos mujeres, Asunción confesó sentirse satisfecha por haberlo intentado. La crónica de Cué fue, hasta ese momento, la historia más leída de la edición digital del periódico, con 53.000 visitas.
2002 fue sin duda la piedra angular de las coberturas sobre memoria histórica. En noviembre destacó un reportaje del New York Times con una documentada crítica al silencio institucional sobre las víctimas. El texto señaló cómo esa mudez comenzaba a quebrarse desde la ciudadanía: «Los españoles están superando su temor de que algo malo va a pasar si recuerdan, rompiendo una conspiración de silencio que puede obligar al gobierno en España a reconocer una época que quiere olvidar».
En el campo audiovisual, la década de 2002 a 2012 deja una serie de reportajes referidos a la memoria de las víctimas. El reportaje «Los niños perdidos del franquismo», de Montse Armengou y Ricard Belis, llegó en 2002 a la televisión pública catalana. En enero de 2004, Documentos TV (TVE 2) emitió «Las fosas del olvido». Dos años después, el documental «Días Azules» –dirigido por Israel Sánchez-Prieto sobre la fosa de Piedrafita– se pudo ver también en el segundo canal de TVE. Informe Semanal confeccionó desde 2006 una serie de reportajes que inauguró con el titulado «La Guerra Civil, hace 70 años: la memoria recuperada». A partir de ahí, fueron emitidos documentales sobre apertura de fosas, represión, niños robados, el Valle de los Caídos y el caso Garzón. En 2011 Documentos TV cumplió 25 años y lo celebró retransmitiendo reportajes seleccionados por los telespectadores. «Las fosas del olvido» fue uno de ellos.
La derecha mediática entra en acción
En 2004, ante la creciente relevancia pública del proceso de recuperación de la memoria histórica, las elites conservadoras despiertan del letargo en el que vivían instaladas gracias al pacto de silencio y a la continuidad de la cultura y de las estructuras jerárquicas del franquismo. La apertura de fosas, las ficciones cinematográficas y televisivas, las novelas, las exposiciones, los documentales y los trabajos académicos cuestionaban cada vez con más fuerza el relato histórico oficial, y la derecha mediática no tardó en salir al paso.
Uno de los primeros movimientos fue el lanzamiento del canal Intereconomía en 2005. Dos años después llegó el programa «España en la memoria», con un claro enfoque hacia el discurso equilibrado de la equidistancia y de la asunción de responsabilidades por los llamados «dos bandos» de la Guerra Civil. En 2008 nació la Televisión Digital Terrestre (TDT), con un abanico de canales que coparon proyectos audiovisuales vinculados a grupos ultraconservadores. Ese maremágnum de opciones televisivas sirvió de acicate para instigar cualquier planteamiento en defensa de las víctimas de la dictadura. Asimismo, son continuadores de la versión de la dictadura que beneficia a los vencedores y a sus descendientes.
La prensa escrita conservadora también actuó como punta de lanza de las corrientes ideológicas herederas del franquismo. El quiosco se llenó de opiniones que censuraban el resurgir de la memoria, aunque desde lo informativo se hacían eco de cuantos productos generaba la industria cultural, editorial o los colectivos de víctimas. Pero, frente a informaciones que hablaban de iniciativas sobre la memoria histórica, se sucedían los artículos de opinión que la denostaban abiertamente.
En 2005 El Mundo lanzó un coleccionable sobre la Guerra Civil. En la portada de su primer libro figuraba una imagen de la proclamación de la República con el título: «Así inició España la Guerra Civil». Su director, Pedro J. Ramírez, afirmó en un editorial que se trataba de uno de los proyectos de los que más orgulloso estaba. Y en otro editorial, en julio de 2005, dos días después de la publicación del informe de Amnistía Internacional sobre los desaparecidos, podía leerse lo siguiente: «En ningún caso este tema deberá ser causa de debate político [...] Será peor para todos». En esta línea, la editorial La Esfera de los Libros –propiedad de Unión Editorial, el grupo editor del citado diario– ha publicado libros abiertamente revisionistas.
Años después, la derecha mediática sigue siendo la caja de resonancia de la oposición que hacen las elites conservadoras al conocimiento de la verdad que aportan los testimonios de las víctimas. Además, la coyuntura política actual hace que estos medios puedan retomar el pulso tranquilizador del letargo propio de los años de gobierno conservador. Prácticamente expulsada la izquierda del panorama informativo y con la derecha en el gobierno del Estado y en la mayoría de las comunidades autónomas, sus medios no tienen que destinar esfuerzos a la causa de deslegitimar los derechos de las víctimas. Estas demandas ya las ignora el PP sin mayores consecuencias.
Militancia y rigor informativo
El periodismo puede concebirse como otro vehículo más que contribuye a la reparación de las víctimas del franquismo. Acercarse a los relatos silenciados durante años y llevarlos al gran público bajo la credibilidad que este otorga a los medios es una vía más para dignificar a las víctimas. La difusión de una información se propaga con rapidez y coloca en escena la verdad de quien sufrió un episodio traumático. En el caso de Natividad Rodrigo, hija de dos burgaleses fusilados el 2 de septiembre de 1936, su preocupación siempre ha tenido que ver con hacer prevalecer la verdad. Tras el asesinato de sus padres –su madre estaba embarazada de cinco meses– en su pueblo se decía que el matrimonio se había marchado abandonando a sus hijos. Algo que Natividad, víctima también de incautaciones ilegales de bienes, siempre rechazó. En la década de los sesenta se exilió en Bélgica y comenzó una activa militancia antifranquista. En 2006 logró exhumar los cuerpos de sus padres. Hasta entonces el matrimonio figuraba como «desaparecido». Pero la apertura del enterramiento dio la razón a Natividad, cuya historia –un relato que ella sigue sintiendo la necesidad de contar– se incluye en el documental francés «Los caminos de la memoria», dirigido por José Luis Peñafuerte en 2010.
En este tipo de informaciones el foco se pone en el lado de la víctima, a quien se da especial cobertura y con la que el periodista hace de mero altavoz. «Los pobres suelen ser silenciosos, así que necesitan que alguien hable por ellos. Esta es una de las obligaciones morales que tenemos», señaló el periodista y escritor Ryszard Kapuscinski.
En el caso del periodismo relativo a las víctimas del franquismo, narrar desde la óptica de la víctima y no desde la del verdugo no solo contribuye a reparar heridas, sino a elaborar una pedagogía de la historia tantos años vedada. El periodista es un fedatario de los acontecimientos, lo que le convierte en una suerte de historiador-observador. Para ello, no basta con la mera narración de los testimonios o de los hechos, sino que es necesario acompañarlos del origen de la problemática. En palabras de Kapuscinski: «Todo periodista es un historiador. Lo que hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista».
Un ejemplo de periodismo militante al servicio de las víctimas lo constituye el diario Público. Nacido en 2007, en sus informaciones sobre memoria histórica evidenció las carencias de la ley y del ejecutivo socialista hacia las víctimas. Desde el principio se posicionó a favor de ellas, cubriendo la mayoría de exhumaciones, actos de homenajes y cuantas citas de interés desgranaba el movimiento de la memoria. El compromiso se materializó con su participación en la manifestación del 24 de abril de 2010 que llenó el centro de Madrid con más de 50.000 personas reivindicando verdad, justicia y reparación. Público r...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Presentación
  5. I La memoria histórica en tiempos de crisis (y de gobiernos de la derecha)
  6. II La Transición y sus herencias: amnesia e impunidad contra memoria y derechos
  7. III Una mirada al derecho internacional: los derechos de las víctimas de graves violaciones de derechos humanos
  8. IV El movimiento de recuperación de la memoria histórica
  9. V Memoria histórica y medios de comunicación: informar desde el lado de las víctimas
  10. VI La legislatura de la memoria (2004–2008) y los años de la frustración (2008–2012)
  11. VII Las políticas de no-memoria del Partido Popular
  12. VIII Jueces y memoria histórica: crónica de un desencuentro
  13. IX Buscando justicia más allá de nuestras fronteras
  14. X El movimiento memorialista en clave de futuro: retos y propuestas
  15. Enlaces web de interés
  16. Bibliografía básica
  17. Otros títulos